Mes: mayo 2010

POETAS 56. Jhon keats (Oda a una urna griega)

Jhon Keats (Londres 1795-Roma 1821)

Cuando Keats aún no había cumplido los ocho años murió su padre. Su madre, siete años después. Después de trabajar como aprendiz de cirujano en la ciudad de Edmonton, se trasladó a Londres para continuar con la misma profesión en diversos hospitales. En 1816, sin embargo, decide abandonar la carrera de medicina para dedicarse por completo a la poesía. En 1817 publicó «Endimión». En 1818 comenzaron a manifestarsele los primeros síntomas de tuberculosis. Ese mismo año también conoce a Fanny Brawne, joven de 18 años con la que mantendrá una intensa relación que se va a reflejar en diversos poemas. Durante mucho tiempo, Keats achacó el origen de su enfermedad a los intensos sentimientos que Fanny Brawne le provocaba. Para paliar el ya avanzado estado de su tuberculosis, y por consejo de los médicos, inició su viaje a Italia en septiembre de 1820. Murió el 23 de febrero de 1821, tres meses después de su llegada a Roma.

Aunque los poemas largos no son los más idoneos para ser aquí editados, dejo seleccionada la célebre «Oda a una urna griega» y las distintas interpretaciones posteriores que sobre los versos finales ha recogido Juan V. Martínez Luciano, al que también se le debe la traducción de alguno de los poemas. Los versos finales aludidos dicen: «La belleza es verdad, y la verdad belleza/-Todo eso y nada más habéis de saber en la tierra». Para evitar que esta selección se extienda demasiado, se ha excluido el otro conocido poema de Keats, «Oda a un ruiseñor». Se incluyen, sin embargo, algunos poemas póstumos más bien breves.

ODA SOBRE UNA URNA GRIEGA

I

Esposa de la calma, todavía intacta,
tu, hija adoptiva del silencio y del tiempo,
narradora del bosque que relatar puedes
historias floreadas más dulces que mis versos,
¿qué leyenda de hojas floreadas se congrega
en torno a tu figura: dioses, mortales, o ambos,
en Tempe o en los valles de la Arcadía? ¿Qué hombres,
qué dioses son éstos? ¿Qué esquivas doncellas?
¿Qué acoso enloquecido? ¿Y qué lucha por zafarse?
¿Qué flautas y panderos? ¿Y qué delirante éxtasis?

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POETAS 50. Jorge Luis Borges V (Borges según Borges)

Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 – Ginebra, 14 de junio de 1986). Escritor de ensayos breves, cuentos y poemas. Para Borges, el valor de la poesía reside en la emoción: «Uno escribe no sólo por medio de las palabras, sino a pesar de las palabras» A diferencia de otros poetas, Borges no concibía la poesía ni como un juego verbal (Gerardo Diego), ni como un producto de la inteligencia (E. A. Poe). Coincidía con Stevenson en que la cualidad principal que debía poseer un escritor era la cualidad ética. Resumía esta ética en la lealtad hacia lo que uno se ha propuesto. De todos los poemas que había escrito, su preferido era el titulado «Límites» que «corresponde con una experiencia que todo el mundo ha tenido y que quizás algunos poetas no la hayan expresado: el hecho de que cuando uno llega a cierta edad ejecuta muchos actos por última vez» En 1955 tienen lugar dos de los hechos más significativos de su biografia. Es el año en que es nombrado director de la Biblioteca Nacional, y el año en que se queda ciego. Inspirado, probablemente, por esta experiencia, escribe «límites» -publicado aquí en la anterior entrega-. «Ya era un hombre viejo, dice Borges, y mirando la biblioteca pensé: cuántos libros hay aquí que he leído y no volveré a leer». Se convierte entonces en el centro de un orbe de casi un millón de libros de los que apenas logra descifrar los lomos y las carátulas. No obstante, es a partir de este momento cuando se dedica con intensidad a escribir poesía y aprender lenguas extranjeras. «Ser ciego tiene sus ventajas. Yo le debo a la sombra algunos dones: le debo el anglosajón, mi escaso conocimiento del islandés, el goce de tantas líneas, de tantos versos, de tantos poemas». Su editor le propuso, entonces, publicar un libro si le entregaba 30 poemas por años: «Treinta poemas significan una disciplina, sobre todo cuando tienes que dictar cada línea; pero, al mismo tiempo, la suficiente libertad, ya que es imposible que en un año no le ocurran a uno treinta ocasiones de poesía». «Todo lo que he escrito, resumió Borges en una entrevista, se refiere a esas dos perplejidades que son la misma, la del tiempo y la de la identidad personal, la realidad del yo». Respecto a aquella primera perplejidad, en alguna ocasión Borges confesó haber tenido dos veces la experiencia de vivir fuera del tiempo. En Palermo y en los puentes de la Constitución… «Una mujer me había dejado… -refiere en una entrevista-. Y de golpe estaba pensando en eso, y de pronto me vi así, en tercera persona, y sentí: «qué puede importarme lo que le pasa a Borges, si yo soy Otra cosa; lo que me ha pasado es meramente circunstancial». Ahora, yo no sé cuánto «tiempo» duró ese estado; pero yo me sentí, no sé si feliz, como sereno, como arrebatado así de todo. Y he tratado de decirlo, una vez en un poema y otra vez en prosa, pero no sé si he logrado comunicar esa sensación».

Con esta entrega de poemas termina el espacio dedicado a Borges. La nota biográfica que antecede, está confeccionada con retazos de varias entrevistas a las que se puede acceder a través de internet.

EL CENTINELA

Entra la luz y mi recuerdo; ahí está.
Empieza por decirme su nombre, que es (ya se entiende) el mío.
vuelvo a la esclavitud que ha durado más de siete veces diez años
Me impone su memoria.
Me impone las miserias de cada día, la condición humana.
Soy su viejo enfermero; me obliga a que le lave los pies.
Me acecha en los espejos, en la caoba, en los cristales de las tiendas.
Una u otra mujer lo ha rechazado y debo compartir su congoja.
Me dicta ahora este poema, que no me gusta:
Me exige el nebuloso aprendizaje del terco anglosajón.
Me ha convertido al culto idolátrico de militares muertos, con los que acaso no podría cambiar una sola palabra.
En el último tramo de la escalera siento que está a mi lado.
Está en mis pasos, en mi voz.
Minuciosamente lo odio.
Advierto con fruición que casi no ve.
Estoy en una celda circular y el infinito muro se estrecha.
Ninguno de los dos engaña al otro, pero los dos mentimos.
Nos conocemos demasiado, inseparable hermano.
Bebes el agua de mi copa y devoras mi pan.
La puerta del suicida está abierta, pero los teólogos afirman que en la sombra ulterior del otro reino, estaré yo, esperándome.

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Máximas en favor de las máximas

Antes de dejar estas máximas, me gustaría justificarlas. Estas máximas nacieron como una ocurrencia para distraerme durante un aciago día de metro. Si hubiese empleado más tiempo en ellas, no me hubiera a atrevido a lanzarlas aquí. Aún así, sé que no dejan de ser todo un atrevimiento. No el escribirlas, que pensar tonterías es libre; sino el darles publicidad. Estas máximas son un poco falsas; me han salido mientras jugaba a fabricarme máximas. Las verdaderas máximas son irrevocables y salen, pienso, directamente del corazón, o por lo menos de algo que no es una nuestra parte cerebral. Ahí, probablemente, radica su hondura y su verdad. No tengo yo el corazón aquilatado para entregar este tipo de máximas. Nacieron, más bien, de un ánimo jugetón. Pero por medio del juego es como podemos acercarnos tarde o temprano a la seriedad de las cosas. Para que las cosas que deseamos acudan a visitarnos, es necesario invocarlas primero. Este es un ejercicio de invocación para ver si de verdad vienen las máximas. Pero no quiero ignorar que lo que esperan las verdaderas máximas es cumplirse en el silencio y en el corazón de uno -por lo menos, no en su parte cerebral-. Sólo en ese momento las máximas ya no nos serían necesarias. Y yo dejaría de dar la lata con mis máximas. Se trata de máximas que andan gritando sobre la necesidad que uno tiene de darse máximas. También de la necesidad que uno tiene de afinar la expresión de su propio pensamiento para que éste no ande descalabrado. No es un ejercicio para producir pensamientos, pero si para enderezarnos en la práctica del pensamiento.

(Me importa hacer un comentario, que no va dirigido a nadie en particular, sino al conjunto de los que en algún momento escribieron en apeiron, y que ahora han venido a dejarme solo. El comentario es el siguiente: -aquí empiezo a desenvolver arrugadas y trizadas servilletas de papel garrapeteadas con mis comentarios y a copiar lo que más o menos sigue medianamente inconexo, y que bien pudiera haber sido escrito por otro motivo o para otro público-:

«El hecho de que nadie nos conteste no significa que nadie nos escuche. Cuando alguien toma la palabra puede haber silencio, pero lo que no hay es soledad. El hombre rompe a hablar para dejar de estar solo. Resulta que cuando el hombre calla, los demás se nos mueren un poco. Así que hablamos para morirnos menos, para no asesinarnos mucho. Sólo a veces el durmiente ensaya a hablar en sueños; pero entonces ha dado ya un paso, mediante su sonambulismo, hacia el despertar que a todos anda esperándonos. Y de esta manera, comunicándose, sale de su orfandad. Podrá, al despertarse, no tener personas, pero tendrá en cambio cosas. Al hablar de las cosas, el hombre se comunica con ellas, y también les aplica el oído, y les toma el pulso, y las escucha. Y así logra tener mundo, porque a donde va le acompañan las cosas consigo. Sólo cuando el hombre logra comunicarse, el silencio que le responde está preñado de sus propias palabras. Pero cuando deja de comunicarse y calla, el silencio resulta estéril. Cuando el hombre calla, si no es en soledad sonora, resulta que las cosas le han abandonado, y le han dejado en solitud, con su submundo clausurado, vaciado de humanidad. Pero resulta que al abandonarnos las cosas, se llevan también consigo toda su belleza, lo bueno y verdadero que portaban , y nos cierran tras de sí la puerta de nuestro mundo clausurado. bueno, ésto último suena fatal, pero algo así. O sea, que no estoy de acuerdo con quedarme solo, que es lo que quería decir de una forma un tanto complicada.

MAXIMAS

– Hay que decir lo máximo con las mínimas palabras.

– La máxima no es sólo un texto mínimo; debe contener a la vez la extensión de todos sus contextos.

– Una buena máxima es aquella que no admite ninguna réplica.

– La buena máxima es el atajo que nos evita los largos discursos.

– La máxima no busca las palabras; simplemente, se las encuentra. (más…)

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Máximas en favor de las máximas

– Hay que decir lo máximo con las mínimas palabras

– La máxima no sólo es un texto mínimo; debe contener a la vez la extensión de todos sus contextos.

– Una buena máxima es aquella que no admite ninguna réplica.

– Una máxima no busca las palabras; simplemente, se las encuentra.

– Toda máxima es un largo atajo para evitarnos los largos discursos

– El asiento natural de toda máxima no es el cerebro, sino el corazón.

– Aunque las máximas no entiendan de números buscan su exactitud.

– Las máximas enrarecen el aire con el que respiran las palabras. Sólo cuando el vacío se cierne sobre ellas alcanzan su sonido exacto

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POETAS 55. Poesía primitiva africana (Dunkas)

En el tiempo que Dendi creó todas las cosas,
creó el sol,
y el sol nace, y muere, y sale de nuevo;
creó la luna,
y la luna nace, y muere, y sale de nuevo;
creo las estrellas,
y las estrellas nacen, y mueren, y salen de nuevo;
creo el hombre,
y el hombre nace, y muere, y ya no sale de nuevo.
 

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POETAS 54. Roberto Appratto

Nació en Montevideo, Uruguay, en 1950. Es profesor de Literatura y de Teoría Literaria. Coordina Talleres de escritura desde 1990. Ha sido incluido en la antología «Piedras Pulidas». Sobre la poesía de Appratto, Eduardo Milán ha escrito en el prólogo de esta antología : «Appratto proviene de la tradición poética latinoamericana que se vincula inmediatamente con la antipoesía por la autorreflexión sistemática: toda línea escrita merece ser cuestionada en la medida en que el poema y, más aún, el hacer poesía es un acto bajo apercibimiento. Su poesía sobrevive de ese coloquialismo como alimento dinamizador que intima con el lector prevenido. Esto es importante: sólo la prevención del lector ubica el poema de Appratto en la encrucijada de una forma de hacer que, si bien no oculta su fundamento lírico profundo -en el que finalmente confía- no deja de ponerlo en permanente entredicho».

19
[De Levemente ondulado]

pérdida pérdida pérdida
la pérdida la más pérdida
no hay otra cosa que
pérdida todo lo que puedo pensar
es pérdida no admite traducción
es pérdida no es la palabra

pérdida
es pérdida salgo a la calle
y es pérdida prendo la luz del cuarto
pérdida pienso un rato y es estrictamente
pérdida pienso un rato y es estrictamente
pérdida fantaseo sobre el futuro pero en seguida
es la pérdida no es más que pérdida
lo que puedo hacer es pérdida lo que se me ocurre
es pérdida si me lamento es en razón de
la pérdida todo lo demás se confronta
con la pérdida si alguna vez hubo otra cosa
hoy es la pérdida no es la imagen de la pérdida
es la pérdida
no es una reflexión sobre el estado actual
es la pérdida no es el deseo de otra cosa que pudiera
eventualmente consolar sino
la pérdida la pérdida no es la debilidad que viene
luego de la pérdida no hay luego de la pérdida
es la pérdida
acá la conciencia no juega no puede porque
es la pérdida por lo tanto la pérdida
hace ver la pérdida y sólo la pérdida
si uno mira para ahí.

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POETAS 53. Justo Jorge Padrón

( Las Palmas de Gran Canaria, 1943)

Y SI DIOS SE CANSARA DE NOSOTROS

Y si Dios se cansara de nosotros,
y si Dios nos odiara,
nos iría cambiando lentamente,
nos pondría una lepra de tiempo por la piel,
la sensibilidad muy enfermiza
y la sed y la angustia
del recuerdo constante;
y a nuestro lado, espejos,
muchísimos espejos
para que en luz y noche
nuestra desenfrenada pérdida reflejaran.
Sentiríamos golpes invisibles cayendo
desde dentro y también desde lo más distante.
Y nos encerrarían en hundidos recintos
y en sórdidos trabajos
que nos irían reduciendo a sombra
y rutina la vida.
Para que no pudiéramos amar
vertería en nosotros la ambición,
la envidía, la violencia, la lujuría y el odio.
Este veneno iría corrompiendo nuestra alma.
Desde ella brotarían muñones y rencor,
vicios innumerables.
Y cuando ya pidiéramos a gritos
la muerte, insuflaría en los más cuidadosos
la piadosa costumbre de alargarnos
el grito hasta el terror y la locura.
Si este Dios se cansara de nosotros,
y si este Dios tan justo nos odiara,
seríamos la especie
miserable y rugosa, torpe, suicida y ciega,
degenerada y criminal, maldita,
que es la raza humana.

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