Mes: febrero 2011

POETAS 67. Konstatino Kavafis III (El arte de amar)

A partir de 1913, a punto de cumplir los cincuenta años, Kavafis comienza a escribir poemas abiertamente homosexuales donde escenifica encuentros eróticos y recrea el goce de la pasión. A menudo los amantes representados en los poemas de Kavafis viven apesadumbrados por sus recuerdos, por la pérdida del amor y del cuerpo amado. Nostalgia de lo que ya no se tiene y que el recuerdo no logra poseer. Nostalgia que a veces es evocada al paso de ciertos  lugares de la ciudad que sirvieron en su día de encuentro a los amantes. La separación abrupta o la muerte de uno los amantes tiene en Kavafis la misma virtud que la memoria que evoca los recuerdos: conserva la imagen del amado intacta al paso del tiempo y logra salvar al amor del languidecimiento y el fin. Otras veces, la fuerza de la pasión arrastra a los personajes  de Kavafis a la desesperación, a la perdición o al escándalo. Las historias de amor que nos muestra Kavafis consiguen ser hondamente sentimentales y elegantes dentro de un ambiente sórdido y antiromántico. Kavafis creó una estética donde lo pobre, lo sucio, el desempleo y la miseria se convierten en objeto de belleza. Sus personajes abominan de los goces y placeres rutinarios, y culminan su relación en habitaciones pobres y vulgares, junto a tabernas equívocas, en lechos baratos y miserables. “Yo soy –dijo en una ocasión Kavafis, refiriéndose a Alejandría y al barrio de mala muerte en que vivía – el espíritu, fuera está el cuerpo”.

  EN LAS TABERNAS(1926)

Perdido en las tabernas                        y en los burdeles
de Beirut malvivo.                                No quise quedarme
en Alejandría.                                      Tamide me ha dejado;
se fue con el hijo del Prefecto,              y todo por
una villa sobre el Nilo,                         un palacio en la ciudad.
No podía seguir en                              Alejandría.
Y en las tabernas                                 y en los burdeles
de Beirut malvivo.                                En este barato abandono
de alguna forma sobrevivo.                  Lo único que me salva
como una belleza que permanece,        como una fragancia que por encima
de mi carne ha quedado,                      son los dos años
que tuve a Tamide para mí,                  el más maravilloso muchacho,
y por mí, no por una casa                    o una villa sobre el Nilo.

   (más…)

Loading

POETAS 66. Ruben Dario III (Cantos de vida y esperanza)

En 1905, Dario publicó Cantos de vida y esperanza, que anuncia una línea más intimista y reflexiva dentro de su producción. Darío comenzó a emplear con abundancia versos ya casi en desuso o apenas utilizados, especialmente el verso alejandrino, verso que adaptó a estrofas para las que tradicionalmente se empleaba el endecasílabo (cuarteto, sexteto y soneto). También adaptó  los ritmos de las literaturas clásicas (grecorromanas) a la lírica castellana. Según Roberto González Echevarría, “La obra poética de Darío se desplegó en dos períodos. El primer Darío, el escritor esteticista y el segundo –para usar un cliché–, el Darío “profundo”, más reflexivo, imagen invertida del primero, como si se mirara en un espejo cóncavo. Según los primeros estudiosos de Darío, la segunda etapa empieza con el verso inicial del primer poema de Cantos de vida y esperanza (1905): “Yo soy aquel que ayer no más decía”. En castellano este verso se ha convertido en una nostálgica forma de decir que ya no somos lo que éramos. La autocrítica presente en la primera estrofa de “Yo soy aquel…” llevó a muchos a creer en dos Daríos, uno cautivado por vacías pirotécnicas verbales y el otro acosado por inquietudes artísticas y existenciales. Tal postura ya no tiene validez ante la crítica. Si bien es cierto que Darío cargaba con el peso de su propio éxito y de su fama, los Cantos de vida y esperanza sólo estaban haciendo explícito lo que en libros anteriores aparecía implícito: su angustia ante un universo absurdo, la fútil búsqueda de un ideal estético y la inevitable necesidad de perseguirlo sin descanso, la ilusoria y engañosa naturaleza del lenguaje, la sensación de vacío interior, y la decepcionante consecución del amor erótico. Los dos Daríos fueron en realidad uno sólo que con diferentes códigos y convenciones poéticas expresaba lo mismo. El realmente nuevo Darío apareció en su última poesía, cuando los poemas adquirieron un tono más político y reflejaron un nuevo sentido de autoridad que ahora acreditaba al poeta para hablar en nombre del mundo hispano.”  

LO FATAL 

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésta ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
!y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos…!
   (más…)

Loading

[Arriba]