Mes: noviembre 2011

POETAS 90. Carlos Martínez Rivas

Nacido en Guatemala en 1924, se consagró a edad temprana con su poema «Paraíso recobrado», de gran influencia en generaciones posteriores. En 1946 se trasladó a Madrid para estudiar Filosofía y Letras y allí acabó -según cuentan sus biógrafos- volviéndose noctámbulo y dipsómano. En la década de los 60 trabajó como diplomático en Roma y Madrid, y en los 70 mudó su residencia a San José de Costa Rica, donde se ocupó en trabajos para el Consejo Superior Universitario Centroamericano. Tras su regreso a Managua después del triunfo sandinista, ocupó una cátedra de literatura en la Universidad y recibió el prestigioso premio Rubén Darío por su libro «Infierno de Cielo», libro que se negó a publicar para seguir la tradición de poeta inédito que se había forjado una vez acabó de publicar su libro más famoso: «La insurrección solitaria» (1954). Con este libro, que fue sometiendo a parcas y lentas adiciones de nuevos poemas,  su obra se fue convirtiendo con el tiempo en un referente para iniciados. Solitario y mujeriego empedernido, cultivó siempre una imagen de poeta maldito curtido en noches alcohol y de bohemia: «Encuentro otra taberna entro me siento/pago en cuanto me sirven desde/hace treinta años esto».  Con su salud ya estragada por el alcohol, un tanto aislado, y enemistado con su propia familia,  el 17 de junio de 1998 murió por fin en paz en un hospital de Managua: «Morir sin enlutar un solo corazón, !Qué paz!». Su vida rebelde y tabernaria tuvo como irónico colofón el boato con el que fue enterrado. Una carroza tirada por caballos y flanqueada por dos columnas de guardias militares despidió en el cementerio de Granada al poeta de vida y obra legendaria, cuyos versos,  inéditos y garabateados en las mismas paredes de su casa, eran recitados de memoria por los jovenes poetas cual si fueran consignas contra la rutina burguesa y adocenada que él había combatido en vida. Su obra poética  se inserta en la tradición de poetas vanguardistas nicaraguenses que optan por un lenguaje claro y sencillo, de lengua coloquial y vocablos vernáculos, y que oponían a la ocupación norteamericana del país,  una conciencia nacional propia que podía usarse como arma poética, pero también como un modo de reacción ante una cultura forzada y artificosa.  Al igual que otros poetas hispanoamericanos de su generación ya seleccionados en esta serie -Eliseo Diego, Idea Vilariño o Roberto Juarroz-, Carlos Martínez Rivas trata de explorar en su poesía las zonas sumergidas del ser humano mediante una interrogación del lenguaje, que es a la vez cuestionamiento de la tradición cultural y de las convenciones sociales.

*****

PLEASE PAY WHEN SERVE
                     Vignette

Please Pay When Served

                                                           sí yo también

Pago siempre al ser servido
así quedo listo
giro el asiento un pie en el riel
de cobre el otro en tierra alerta en
la penumbra veo pasar la calle en la luz cruda
al acecho de una mujer una muchacha una
niña quien fuere la que busco
hace treinta años echo
a correr la alcanzo entre el tumulto
me emparejo
la sigo de perfil hípicamente
al fin la pierdo o la suelto
encuentro otra taberna entro me siento
pago en cuanto me sirven desde
hace treinta años esto

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Tres pensamientos

Libre.
Dicen que soy libre.
Igual pueden decir que Dios no existe.
Dicen que puedo escoger entre el bien y el mal:
¿No será que debo hacerlo?
Que estoy obligado a hacerlo.
Que no hay otra cosa. Otro remedio.
¿Esa cosa no será el Dios que no existe?

Tiempo.
Tengo ansias de salir del tiempo
y al mismo me abruma el terror
de lo inexplicable.
Pienso que me espera el amor.
Amor que soy. Amor que somos.
Amor que son cuantos nos quisieron
…y nos esperan,
en un paisaje de relojes sin manecillas.
Y yo, cuando sea pasado,
esperaré en el «en acto» absoluto
a quienes quise: a todos los que conocí.
Y a los que no conocí pero son míos.
Sin impaciencia porque ya están allí
Cada tiempo sumergido en el Todo.

Paz.
Grafismo,
símbolo cuyo significado para otro ignoro.
Para mí, máximo deseo,
cuya sola pronunciación me inunda
y, por encima de la ataraxia,
me adormece en el placer infinito
de lo suave, del amor sin duelo, sin temor.
Sin término.

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POETAS 89. Paul Celan I («Amapola y Memoria»)

Paul Celan nació en 1920 en Czernowitz, en la región de Bucovina, que tras el desmembramiento del imperio hungaro, en 1918, pasó a formar parte de Rumanía. Recibió educación en lengua alemana y rumana, y durante un tiempo estudió en una escuela hebrea. Su vida y su poesía van a quedar marcadas por las consecuencias de la invasión de la URSS por parte de Hitler. A mediados de 1941, sus padres fueron deportados a un campo de concentración ucraniano mientras el poeta salvaba la vida escondiéndose en una fábrica de cosméticos. La muerte del padre por tifus bajo las malas condiciones del campo, y la de la madre por un balazo en la nuca, sumieron al poeta en un complejo de culpa que dejó huella en su poesía.  En 1947, después de haber trabajado en un hospital psiquiátrico y de iniciarse en la poesía bajo el influjo de Rilke, vuelve a Paris -había estudiado medicina en 1938- para trabajar como profesor de literatura alemana en la École Normale Supériore, puesto en el que continuó hasta su muerte. En 1952 se casa con una francesa católica de pasado aristocrático, comienza a traducir a Cioran y a Cocteau, a la vez que publica «Amapola y memoria». En 1953 la publicación de su libro «De umbral en umbral» va a estar presidida por la muerte de su hijo  recien nacido. Tras escribir «La Reja del Lenguaje», entra en contacto con la poesía de Mandelstam, cuya influencia -el poema como diálogo- va a incorporar en su cuarto libro «La rosa de nadie». En 1962 Celan sufre una crisis aguda depresiva especialmente motivada por la acusación de plagio que lanzó contra él la viuda del poeta Yvan Goll, a quien había traducido años atrás. Esta crisis se va a ver agravada en 1965 hasta el punto de que tiene que ser internado en una clínica a las afueras de París, coincidiendo con la escritura de su libro «Soles filamentos». A partir de esta fecha sus ingresos hospitalarios se hacen frecuentes y su poesía se vuelve más críptica. La agudización de su enfermedad obliga a Celan a separarse en 1967 de su familia durante una temporada e irse a vivir a una habitación alquilada. Un amigo que fue a visitarle por esas fechas se encontró a un Celan «profundamente alterado, prematuramente envejecido, taciturno y hosco», que se quejaba continuamente de que habían hecho experimentos con su persona mediante un tratamiento que incluía medicamentos y electroshock.  En 1970 le escribió a su amante israelí: «Para curarme me han destrozado». Henri Michaux, que lo conoció durante esta época, escribió al respecto: «La cura que la escritura le proporcionaba no era suficiente, no ha sido suficiente. Saltos en balde. Siempre en la sala de los gritos, apretujado en los instrumentos de tortura. Cada vez, un cielo de tinta. Cada día trae finalmente su golpe». El 20 de abril de 1970 saltó desde el puente Mirabeau a las aguas del Sena. Durante los años finales habían sido de gran importancia para Celan el conocimiento de la obra de Gershom Scholem -la totalidad de la creación es un texto en el lenguaje divino- y la visita que durante el verano de 1967 hiciera al filósofo Martin Heidegger en su refugio de la selva negra, cuyo encuentro ocasionó el poema titulado «Todnauberg». Según Lacoue-Labarthe, la poesia de Celan es «en su totalidad, un diálogo con el pensamiento de Heidegger». Para Coetzee, sin embargo,  el gran logro de Celan es haber insertado en la alta cultura alemana y en el idioma alemán «la memoria de un pasado judaico que una línea de pensadores alemanes culminada con Heidegger había tratado de obliterar». Precisamente, el gran hito que para la poesía del siglo XX había supuesto el poema «Fuga de muerte» era motivo de disgusto para el propio Celan, muy crítico con el hecho de que el poema sólo fuera estudiado  desde el punto de vista formal ( compuesto como una estructura musical imitando una «fuga») y que veía como su denuncia de la barbarie alemana era celebrada en las escuelas por maestros y estudiantes como un mero instrumento de reconciliación. La traducción de los poemas aquí seleccionados se le debe a José Luis Reina Palazón.

*****

FUGA DE LA MUERTE

Negra leche del alba la bebemos de tarde
la bebemos a mediodía de mañana la bebemos de noche
bebemos y bebemos
cavamos una fosa en los aires no se yace allí estrecho
Vive un hombre en la casa que juega con las serpientes que escribe
que escribe al oscurecer a Alemania tu pelo de oro Margarete
lo escribe y sale de la casa y brillan las estrellas silba a sus mastines
silba a sus judíos hace cavar una fosa en la tierra
nos ordena tocad a danzar

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FRANCISCO DE QUEVEDO (Amor constante más allá de la muerte)

Pensé: ¿qué poema de amor podría dialogar con el soberbio poema de Lope? No me costó mucho pensar en éste de Quevedo, muy distinto al de Lope, mucho más severo, desafiante y temerario, sacrílego y rebelde, con mucha música de adagio. (Al revés del soneto de Lope, este no me hace reir, me pone en disposición acuosa de comenzar a echar una lagrimita). Pensé luego que a T no le hubiera disgustado que fuera Quevedo con este poema quien contestara a Lope: me consta que te gusta mucho. Cuanto más perfecto parece un poema, más comentable es. No les sobran ninguna palabra, y cada palabra parece llevar a otras y multiplicarse por muchas, y por eso resuenan en la memoria con eco propio. Este poema me resulta memorable. Tanto, que durante mucho tiempo me lo recitaba de memoria. Si tuviera que llevarme un poema para atravesar el más allá -como un óbolo para persuadir a Caronte de que no fuí una sombra en vida-, me tatuaría éste de Quevedo. (Creo que Caronte me acusaría de pasarle moneda falsa y me ahogaría por no acuñar moneda propia)

(Trataba de no comentar lo que por sí solo se comenta, pero no puedo resistirme a añadir un comentario más: hay que algo que choca cuando uno decide vincular el mejor poema amoroso con el nombre de Quevedo. Y es que Quevedo es mucho Quevedo. En Quevedo habitan muchos «otros» disonantes y antágonicos -. O como decía Borges, «Quevedo es menos un hombre que una dilatada y compleja literatura». Visto desde uno de sus perfiles -el del poeta burlón que ve hombres ridículos a una nariz pegada-, Quevedo nos parece incapaz de crear un poema amoroso. Incluso hubiéramos asegurado que era el poeta de la lírica castellana más negado para el amor. Y al contrario: en este poema no podemos encontrar ni un rastro de burla o ironía. Y es que Quevedo se borra a sí mismo cada vez que escribe, y es capaz de resurgir de sus cenizas de forma heterónima («mi decir es más valiente / por ser tantos y por ser uno»). Su multiformidad de Proteo asusta: el mismo poeta que parece tomarse a pecho las cosas del amor y cantarlas del modo más extremo, es también el poeta capaz de burlarse del amor con ironía hiriente).

*****

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansiosa lisonjera;

mas no, desotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama en agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
Medulas que han gloriosamente ardido:

Su cuerpo dejará no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.

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Lope de Vega

No es que quiera intervenir en la fenomenal antología de Pobrecito, pero dedicado al amor desde hace más de un año, he tropezado con esta maravilla del clasicismo y no he podido resistir la tentación de incluirlo. Perdón.

Amor
Soneto de Lope de Vega

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir del rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño,
esto es amor: quien lo probó lo sabe.

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POETAS 88. Alfonso Costafreda (Suicidios y otras muertes)

Nació en 1926 en Tárrega, Lérida. Su infancia iba a quedar marcada por la muerte de su padre en 1935. Se traslada a Madrid en 1945 para estudiar Derecho, y allí intima con el grupo de poetas que se movían alrededor de Vicente Aleixandre.  Continua sus estudios en la Universidad de Barcelona, donde comienza a relacionarse con Carlos Barral, Alberto Oliart, Jaime Ferrant, Gabriel Ferrater y Gil de Biedma. En 1949 recibe el premio Boscán por su libro «Nuestra elegía». Hasta 1953 repartió sus estudios entre París y Dublín. En 1955 gana una oposición para funcionarios internacionales de la Organización Mundial de la Salud y se traslada a Ginebra, donde coincide con el poeta José Ángel Valente, que le dedicaría más tarde un poema con motivo de su fallecimiento. En 1966 escribe su segundo libro, «Compañera de hoy». Carlos Barral estaba preparando en 1974 la publicación de su tercer libro «Suicidios y otras muertes», cuando le llega  la noticia de su trágico fin:  había pasado a engrosar -con obvia ironía- la lista de poetas suicidas que en su ultimo obra se había dedicado a glosar. El propio Carlos Barral aclaró que el suicidio en Alfonso «se había ido convirtiendo en los últimos años en una aspiración cada vez más abstracta que ya no necesitaba de motivos y circunstancias». En la  biografía que su amigo Jaime Ferrater escribió para Ediciones Júcar, puntualiza sobre una muerte que se había venido gestando en sucesivas crisis y a través de un aislamiento cada vez mayor: más que el suicidio, lo que le fascinaba eran los suicidas. «Veía en ellos el máximo signo de libertad. Encarnaban, seguramente para él, la máxima transgresión». A juicio de uno de sus antólogos, Costafreda «hizo una obra pequeña, en cuanto a cantidad, pero una de las de mayor sensibilidad de nuestra poesía. Por una de esas injusticias de la vida, y porque vivió tiempo fuera de nuestro país, la obra de Costafreda es prácticamente desconocida entre nosotros». Para mitigar un poco esa injusticia se dejan  seleccionados aquí un puñado de poemas de ese original, triste y hermoso libro, a la vez, que es «Suicidios y otras muertes», y que aparece presidido por una  cita de Antonin Artaud.

***** 

UNA VIDA GROTESCA

Me acerqué, vi el reflejo
de una vida deforme,
que por esta ciudad
he caminado tanto
que todo temor mío
encuentra aquí su nombre.

Tuve de mi existencia
la imagen que me daba
el temor de la muerte,
salí de un laberinto
donde todo era enorme.

Salí, así lo espero
de una vida grotesca

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Amor

Amor

Buscando una salida a la falta de un terreno firme que sirva de justificación al absurdo ontológico de la vida humana, sobre todo de su precariedad y su finitud, buscando esa idea salvadora, ausente de la creencia que consuela pero no explica, el pensamiento, voy a caer vez tras vez en un hecho universal, caleidoscópico en sus manifestaciones y con un carisma maravilloso y tan inexplicable como la vida misma. Hablo del amor o del Amor, entiendo que son la misma cosa.

Esta meditación provisional surge de la relectura de «Banquete», del recuerdo de la primera epístola de San Juan(I,4,8) y de varios de los ensayos sobre el amor de Ortega y Gasset. Pero el mismo concepto de amor es como un girón de niebla, como un fuego fatuo: es inútil tratar de asirlo, pero en la brega por alcanzar un consuelo subjetivo he adquirido la idea de que no sólo es algo fundamental para el hecho de vivir, es lo absolutamente importante.

Y aquí entra San Juan: «Dios es amor».

Para un fan de Espinosa traicionado por la mala memoria, respetuoso con la incomprensión, podría unir la rotunda aseveración de San Juan con el concepto de Dios como «todo» de Espinosa, de dónde se deduciría que todo es amor.

Una conclusión que no es precipitada sino la consecuencia de una larga línea de pensamiento, aunque su expresión sólo conduzca a una nueva aporía: No sabemos qué es ser y tampoco sabemos qué sea el «amor». Pero si bien la manifestación del ser como acto transitivo resulta difusa por extensa y también por diversa en sus matices de ser – estar – existir, las  manifestaciones de amor, siempre con un fondo de dulzura, nos acercan por la tercera vía del conocimiento espinosiana,  a la personalidad del ser uno y único, fundamental, con el que no cabe otra realidad que la de la unión completa, no como futuro sino como presente en acto.

Somos parte del todo, somos parte de Dios, de algún modo también somos amor. Me gustaría decir que exclusivamente somos amor pero hay demasiado sinsentido a mi alrededor para afirmarlo. A no ser que el amor sea otra cosa.

Por diversas que sean las manifestaciones del amor en lo temporal, por viciadas que estén por la capacidad de confusión, por la ignorancia que diría Sócrates, eros, filía o ágape son la consecuencia de la atracción irresistible de ser uno con el todo. Y este sentimiento-pulsión sí es universal, sólo hay que buscarlo, como la «voluntad» de Schopehauer, en el interior de la propia conciencia. Ese interior es como un agujero negro, imposible escapar de él cuando te has acercado más allá del límite de la coherencia y te has enamorado. Su contenido es la voluntad de ser uno con el todo, de ser amor. Y la salida no puede ser más que el silencio. Si alguna vez un sabio supo que era «ser» o que era «amor», ni quiso ni pudo comunicarlo, únicamente le quedó desaparecer en una sonrisa, aunque su cuerpo siguiera siendo tangible.

Menos cercano, sin haber alcanzado el límite, puedo pensar y decir que la voluntad, el ser, amor, dios, el uno: son la misma cosa. Y es inexpresable. El que lo haya vendido como fruto de su pensamiento, a sabiendas de su incapacidad, merece el calificativo que mi amigo Arturo le dedica: Filosofastro.

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POETAS 87. FELIPE BENíTEZ REYES

Nació en Rota, Cadiz, en 1960, donde estudió filología hispánica y comenzó desde muy joven su tarea creativa -su primer intento poético en forma de libro data de 1972-.  Suyos son, como poeta, los siguientes libros: «Vanos mundos», 1985; «Sombras particulares», 1992; «El equipaje abierto», 1996; «Escaparate de venenos», 2000. Consagrado desde hace ya tiempo como  autor de relatos («Un mundo peligroso», 1994), en 2007 recibió el premio Nadal por su novela  «Mercado de espejismos». También ha obtenido los premios Luis Cernuda, Loewe y el Premio Nacional de Literatura. Ha sido director de las revistas Fin de Siglo y Renacimiento. Su poesía puede encuadrarse en la llamada «Poesía de la Experiencia». Concibe la poesía como un ejercicio de fijación de la memoria, una suerte de biografía moral y estética. En alguna ocasión ha comentado que su intención al escribir poemas es la de que en ellos resuenen «los pasos que dimos hacia nosotros en busca de nosotros mismos».  La poesía  es vista, así, como una relectura de nuevos sentidos que el paso del tiempo nos va abriendo, «como el mensaje embotellado de un náufrago que el capricho de la marea devuelve a la misma orilla».

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ADVERTENCIA

Si alguna vez sufres -y lo harás-
por alguien que te amó y que te abandona,
no le guardes rencor ni le perdones:
deforma su memoria el rencoroso
y en amor el perdón es sólo una palabra
que no se aviene nunca a un sentimiento.
Soporta tu dolor en soledad,
porque el merecimiento aun de la adversidad mayor
está justificado si fuiste
desleal a tu conciencia, no apostando
sólo por el amor que te entregaba
su esplendor inocente, sus intocados mundos.

Así que cuando sufras -y lo harás-
por alguien que te amó, procura siempre
acusarte a ti mismo de su olvido
porque fuiste cobarde o quizá fuiste ingrato.
Y aprende que la vida tiene un precio
que no puedes pagar continuamente.
Y aprende dignidad en tu derrota,
agradeciendo a quien te quiso
el regalo fugaz de su hermosura.
                    («Los Vanos Mundos», 1985)

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Como si fuera yo

Autorretrato

Fue un día de esos en que te perdonas todo.
Por un rato me caí bien y, como los toreros,
no pude resistir la tentación de gustarme.
Y, entonces, me presenté.

Por si no me conoces aquí te digo lo que dice de mí
quien más está conmigo.
Un poco de lo que fui y otro poco de lo que espero.
Del presente nada puedo presentar, pues ya es pasado.

Nací de una familia que se me antoja feliz
y que quisiera repetir en el presente,
porque amor sí que hubo y yo lo regalo a los míos
multiplicado si pudiera, pero ellos
no son de este mundo de soledades.

Ni filósofo ni poeta soy. La ciencia se me olvidó,
como casi todo.
Así que respecto a la inteligencia soy más bien un cero.
No pienses que el cero es algo negativo:
Iría contra la matemática,
sólo es la epojé, la postura del observador,
consciente de que nada puede hacer
para cambiar el destino,
y, sabedor de que todo está predeterminado,
se limita a observar qué dibujó
el demiurgo para su vida, que fue amable y
suave, y disfruta de la intriga del hoy
como quien lee una buena novela:
que mantiene la curiosidad hasta
las últimas páginas,  hasta ayer,
y espera una última aventura y un final feliz.

De angustias, pocas. Algún prurito por lo del sexo,
tal vez los exámenes, a los que renuncié
pensando que ejercía mi libertad,
pero era mentira:
desde la desmemoria es difícil demostrar
que uno está ahormado a lo que otro cree que es filosofía.

Optimista por casual química de las endorfinas,
que me lleva a sentir que lo mejor está por venir
sea aquí o en otro lugar que no puedo describir,
ni comprender. Nada que ver con el pensamiento.

Pero sufrir, sufrí. De cariños y de amores.
Los unos se fueron en busca de mejores mundos,
los otros en busca de mejores hombres.
Otra cosa es que los encontraran.
Los que están en ese lugar mejor
y son ya parte del Todo, me añoran,
porque les falta mi pequeña
partícula para completar su destino.
Y yo a ellos. Yo a ellos los añoro más,
Porque si a ellos les falto yo
a mí me falta todo lo que no soy yo,
que es mucho universo.

De los amores pasados...
y de los presentes, y de los futuros,
si tienen sentido del humor, guardarán
buena memoria, pues fui leal, respetuoso
y verdadero. Sufrí lo correspondiente
cuando la vida nos separó y dejé escrito
en verso o en prosa que si la vida fuera otra
o, mejor, si hubiera muchas vidas,
cada uno de mis amores
tendría la suya conmigo: las amo a todas.
Una a una, pero mejor en conjunto.
No quiero presumir de lo que no es cierto:
Tampoco fueron tantas, ni duraron tanto:
Sólo lo suficiente para generar una broma
o un poema o un cuento.
Y un poco de infelicidad,
cosas de la finitud.
Pero de éstos mis pecados
me siento perdonado, y si no, me perdono yo.

Hubo cosas que callé y sigo siendo señor de ellas.
pero no soy la caja fuerte de los secretos.
Y también he de decir que mi falta de memoria
hace que, de esos, ya no quede casi nada en el recuerdo.
Recuerdo si que queda, pero de otras cosas:
del olor del pinar y la jara en agosto,
del amanecer en aquel mar, pobre pero virgen, de mi niñez,
del ruido del viento en la chimenea de mi dormitorio
cuando el levante rugía por la noche
y quería romper las palmeras...
de las voces de la subasta del pescado
que llegaban a mi cama en el silencio de la
mañana cruzando el umbral de la ventana abierta,
cabalgando en un rayo de sol y sombras.
Y la guardacostas V-20 arrancar a las seis:
BRRR! Paclopa! Paclopa!
Las cosas serias casi no dejaron huella,
es curioso, sólo un pequeño regusto amargo,
porque en las decisiones importantes
siempre hay alguien a quien se daña.
Me gustaría poder pedirles perdón.
Si fui listo y hábil siento ahora que me llegó
el tiempo de ser simplemente bueno.
Y aquí estoy, lleno de espera.
Aferrándome al papel para dejar un rastro,
no sé muy bien por qué.
Tal vez como aquel niño que dejaba miguitas de pan,
para que otra vez más encuentre el camino
de vuelta desde el Todo a la temporalidad.
La eterna rueda.
¡Qué pena de amnesis!
¡Me gustaría tanto seguir charlando con los amigos,
volver a enamorarme de los mismos amores.
corregir todo lo que ahora veo como errores!

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PENSAMIENTOS 8. William Shakespeare I

Iba a decir que Shakespeare no necesita presentación, pero más bien pienso ahora que es todo lo contrario. Lo que ocurre es que Shakespeare es bastante impresentable. También es poco fiable: lo que se sabe de Shakespeare puede ser falso, o no corresponder con el verdadero autor de las obras. En todo caso, Shakespeare no debería dejar indiferente a nadie. A mí no deja de asombrarme. Alguno se preguntará: ¿Es que Shakespeare pensaba? Tal vez, no tiene mérito suficiente para que se le dedique un espacio a sus pensamientos. Tal vez, lo suyo fuera idear agudas  frases, citas que merecen engrosar un gran libro de citas. Cada uno que piense lo que quiera. Yo podría argumentar que acaso me viera en apuros si tuviera que  destacar un solo pensamiento memorable entre todos los libros de algún célebre filósofo. Yo me pregunto ¿merece recordarse lo que es fácilmente olvidable? A mí me parece que Shakespeare pensaba y que lo hacía muy bien. La prueba es que los pensamientos que dejo aquí están extraídos de un solo libro: «Hamlet». Alguno de estos pensamientos ha corrido por la boca y la pluma de algún que otro filósofo. Se puede decir de Shakespeare lo que Alberto Manguel comenta de la Divina Comedia de Dante: uno se asombra de que semejante obra fuera obra de un solo hombre. Tanto es así, que alguno de los estudiosos ingleses de su obra dudan de que fuera Shakespeare el autor de las obras de Shakespeare. Y es que uno se niega a creer lo que resulta increíble. Que un un actor ingles de origen rural y que muere a consecuencia de una borrachera pueda ser capaz de urdir asombrosas tramas y crear personajes que se nos parecen a nosotros más que nosotros mismos. Los complejos  pensamientos y dichos de los personajes de Shakespeare sólo pueden ser la maquinación de un aristócrata instruído y leído que se toma la vida en serio. Tal vez Sir Francis Bacon o Edward de Vere, conde de Oxford. No podría ser la obra de Shakespeare un cuento dicho por un actor medio idiota y bohemio. En todo caso, pueden leerse estas citas aquí seleccionadas como agudas observaciones o como bellas metáforas. Contienen una feliz armonía entre la expresión y el pensamiento. Se hace la advertencia de que estos pensamientos seleccionados no son máximas, ni aforismos, ni nada que se le parezcan: están sacados de su artístico contexto y por ello pierden gran parte de su valor y de su cabal comprensión. Lo idóneo, por supuesto, sería aproximarse a «Hamlet».

*****

Hay, [Horacio],en la tierra y en el cielo más de lo que puede soñar la filosofía.

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