Mes: abril 2012

RETRATO DE MEDIO CUERPO CON CABEZA CORTADA

Aquí estoy yo de medio cuerpo para arriba
la cabeza a los pies por la pendiente rodando
con las manos vacias atadas a la espalda
como el reo que espera a ser ejecutado
sin más tributo que el palmo de terreno
que las plantas abarcan sobre el cieno
abierto bajo mis trémulos pies colgando
frente a la vista el horizonte propicio
para que algún verdugo me haga un estropicio
y ordene algún disparen fuego inesperado
muerdo la tierra y caigo con todo mi dentado
nada tengo que mostrar nada tendré ni tuve
contuve toda mi dinamita verbal sentimental
como podridas granadas me estalló el arsenal
de las palabras mentidas con que no tire a dar
-yermo dejan el espacio por dentro
su negación dice no con todo su silencio-
y así jugué con el mundo al escondite
y escondido de los hombres sin entrar en el envite
ningún puesto en propiedad de venta ambulante
tuve -me llévé todos mis productos por delante
fui terrible y colmilludo elefante
herido dentro de mi cacharrería-
ni oficio de vivir ni de poeta tenía
ni fui buhonero de mis propias hazañas
dije muchas mentiras pero no conté patrañas
ni fatuo coleccionista de condecoraciones fuí
no hinché el pecho ni enseñé ninguna pluma de mí
ni mutilado de la paz ni martir de la guerra
ni títulos ni nobleza me obligan o me encierran
porque nada tuve que mostrar ni vender
ni esquilmé a nadie con tristes imposturas
fuí más bien esa impresentable figura
que nadie quiere mostrar a sus visitas
el pariente pobre que no se muestra en las citas
como el hombre del saco al que hay que dar por saco
fui ese desconocido mendigo de la calle de al lado
la de la mala nota el del callejón atascado
el pordiosero al que se mira un instante piadoso
sin lanzar calderilla ni algún gesto bondadoso
por no mostrar el numerario miembro que le sobra
la pata de palo que le falta, su rostro de lepra
sin nariz o su boca postiza y desdentada
su visión perdida o el muñón de costra ganada
o ese cartel del hambre humana que dijera
«solar vacío aquí yace un hombre sin mollera
de medio cuerpo con cabeza cortada
de testamento os dejo esta escudilla
esta cabeza con serrín y alguna astilla» (más…)

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Frontera II

La frontera móvil (Frontera II)

Hablo de la frontera en la que me siento:
No es algo estático sino un límite móvil
que parece que se adapta a mi pensamiento.
Está allí donde he llegado.

Es un lugar para buscar la paz
y, en algunos momentos,
creer que la has alcanzado.
Pero no es verdad:
Nunca has renunciado a tanto
como es preciso para cruzar
al otro lado, al lado incierto.

A veces, por un momento,
quieres  perderte en el Todo,
y luego vuelves a sentir
el peso del cuerpo,
ridículamente leve pero abrumador
con su presencia ineludible,
como huella sobre el presente
del destino cumplido en el pretérito.

Los límites cambian pero no porque lo desees:
Debes renunciar pero no puedes.
En la frontera no hay libertad,
ni apariencia.
Sólo es posible dejarse llevar, poco o mucho,
por la misma mano que dibujó el pasado,
el futuro es como la capitulación
de la vela ante el sueño:
rendición de la voluntad adormecida.
Y esa suave somnolencia se parece a la paz.

Mientras, mi pensamiento se adapta a la frontera.

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Olvidar

Olvidar

Me gustaría olvidar la experiencia,
y comenzar todo de nuevo.

Deseo que sólo vive un segundo,
luego me alcanza el miedo.
No quiero revivir los dolores, pequeños,
que acumulé cada día o cada mes,
según cuando me tocaba estar despierto.
Heriditas de los por qué sin respuesta

Pero ya otra vez sin experiencia
te podría dar lo mejor de mí inocencia.
Torpemente, pero siempre lo mejor.
¿Sin aprender?
No. Luego, menos torpe cada vez,
a ser viejo volvería.

No puedo olvidar y sólo viviré una vez.
¿Ves? No tengo nada que ofrecer.

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Frontera I

La hoja del pensamiento (Frontera I)

El ser tiene mil hojas.
Una es la del pensamiento.
El pensamiento es un disco plano,
como el mundo de algunos de los antiguos.
Cuando se llega al borde
es imposible continuar:
No hay nada.
Nada en lo que apoyarse.
Ni siquiera hay camino al nadir.

Entonces los aventureros
que han alcanzado la frontera
Matan el tiempo, consumen la vida
y gastan su pensar en imaginar.
Se cuentan historias bellas,
como si fueran verdad
cuando lo cierto es que
una oscuridad densa,
sin esquinas que levantar,
lo llena todo.

Desde la frontera lo que se ve no es el mar:
La mirada se consume sin alcanzar ningún fin:
Ni una sombra, ni un dolor.
La ceguera es un no ver con objeto,
otra cosa es no saber mirar. No poder.
No hay luz, no hay espacio.
No hay tiempo.
Sin esas cosas mi intuición es la nada,
ni siquiera eso: Es el silencio que no se refleja,
El tacto insensible. La luz que no alumbra.
El hueco de los pensamientos vacíos.

Y la única esperanza es que acabe la vida.

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Apeiron

Expresión del destino

El cuerpo es la expresión en mí del destino.
Sólo eso.
Arturo hubiera dicho «voluntad»
Yo no, porque la voluntad está cumplida
y no oso, por ahora,
poner nombre a lo innombrable.

Que la historia esté acabada
y su turno sólo se repita como un eco.
Que nosotros vivamos sólo en el tiempo
nuestro mínimo papel en el drama,
y otras cosas,
como que, en nuestro mundo,
parece que todo finaliza,
no pueden significar
que sea lo temporal lo verdadero sin más.
Al contrario, miles de voces
dicen que hay que buscar
la verdad en otros mundos,
más lejos de lo que alcanza
el bastón de Bruno:
En el ser que no cambia de Parménides.
En la Inteligencia, primer motor, del estagirita.
En el Uno de Plotino.
En el Intelecto único de Averroes.
En la Naturaleza de Espinosa.
En la Voluntad de Schopenhauer.
Y en otras más que olvido
mientras buceo en Brahma,
que cantan al Todo quieto,
verdadero, bello, bueno
y Uno, en Paz.
Innecesaria libertad en la paz absoluta
que es también la de los cementerios,
y de la eterna rueda inmóvil.
Y el espacio arrasado se hace infinito,
lleno de nuestros infinitos espíritus.
Apeiron.

Pero a la Voluntad se la podría llamar Dios.

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ZAAK

Naturaleza Maya

MAJA. Comunidad del agua.

Es cierto que todo esfuerzo tiene su recompensa y para aquél que empieza por las dificultades siempre habrá un camino, pero precisamente por eso resulta tan difícil encontrarlo. Cómo puede ser posible hilar una historia coherente de un mundo tan lejano cuando a través de los siglos se han ido interpretando y reinterpretando los hallazgos a los que nos abandonamos en busca de una explicación que siempre resulta comprensible para la época que lo conoció pero no para la siguiente que debe reformularlos bajo un nuevo descubrimiento. Así es como después de tantos y tantos años unas se contradicen a otras dependiendo del momento en que se formularon. Por eso nos resulta más válida siempre la última porque debe tener más datos y por tanto ser más completa. Pero esto nos deja igual de perplejos porque, salvo caso cerrado, debemos esperar siempre un nuevo hallazgo que deje en pañales, sino en un absurdo, la teoría anterior. Además, tendríamos que contar con algo que nos parece muy sensato, deberíamos pensar si todos estaban de acuerdo con aquello que se escribía, dibujaba o representaba, o sencillamente con aquello que se practicaba. Debemos suponer que al artista de la arcilla podía no ser el mismo que practicaba el juego de la pelota, o sencillamente que el arquitecto no tuviera para nada que ver con la práctica de los sacrificios. Qué difícil sería según estos parámetros reescribir la historia, y por eso nos quedamos con los hallazgos y una historia que al relacionarlos resulte creíble. ¿Qué más podríamos hacer, sino seguir buscando «hallazgos»?.

En la historia del pensamiento aún es más difícil porque los hallazgos no lo describen con claridad como lo haría un libro con el pensamiento de su autor. Los Mayas, como casi todos los pueblos miraron al cielo buscando explicación. Antes que los jeroglíficos, está la geometría que nace sin tapujos mirando al cielo. Los «observadores», como así los llamaban, tenían dos modos, peculiares de toda la historia del pensamiento: la unidad y la relación. Si bien para el pueblo maya la unidad era, muy al contrario de nuestro pensamiento que la entiende como reunión, la independencia de todo lo que le rodea; y por tanto, el segundo modo como relación de unidades. Esto que parece tan simple es de una gran importancia, pensemos que nos hemos acostumbrado a establecer una relación de cosas que crecen sin cesar porque generan una nueva unidad, y este camino es infinito. Pero si tomamos la relación como lo que es, no hay por qué romper una unidad para crear una nueva relación, sencillamente lo necesario es distinguir las unidades y establecer de las relaciones que se pueden dar una nueva unidad. Por ejemplo, pensemos en nuestra forma de pensar en la que de un conjunto de cosas establecemos una relación, por ejemplo de cosas blancas: nieve, papel, nube, gabardina; y debemos romper esta unidad para llevarnos la nieve al conjunto de cosas frías; nuestro proceder es una constante construcción de grupos o conjuntos que deben constantemente romperse porque no pertenecen a uno sino a muchos y nunca los mismos al mismo; pero según el pensamiento maya tenemos una unidad, la nube y otra unidad, por ejemplo la nieve, y una relación entre dos unidades nos abre a otras unidades, por ejemplo, el frío. El mundo maya, como la comunidad en la que viven es una interpretación de independencia, la unidad es siempre independiente de todo lo que le rodea. Esto pienso que es extraordinario. El trabajo en torno a esto de Don José Díaz Ruiz, sencillamente magnífico. En la relación, la conciencia es de cercanía, juntas unas a otras. Esto nos lleva a una de las ideas más importantes del mundo maya: el tiempo. Curiosamente, en los grados de desconocimiento es el último, y representa el misterio; la relación más alta de entre todas las unidades, el calendario maya, lo que no podemos abarcar. En las relaciones estas unidades se autoinfluyen e independizan.

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Los absolutos

Los absolutos

Todo depende de los absolutos.
Sin saber qué  son la vida es ignorancia
y las teorías una pura invención:
llámense filosofía o religión.
O moral o ética.
Sólo pautas de comportamiento
que han sobrevivido, tal vez por casualidad.
No las mejores: las que han sobrevivido
y son, por un tiempo, compatibles.
Después guerras.

Pero nada de eso le importa
a quién sabe que es un relativo,
que su plan está trazado
y en alguna parte es conocido,
y yace archivado.
En verdad para todos todo es relativo.

Las cosas diversas que «son»
y parecen afectarnos en lo más profundo,
no «son buenas» ni «son malas»…
simplemente son diferentes entre sí.

Dios no es bueno,
aunque sea la referencia de lo no-relativo.
Ni malo: es «diferente».
Por eso no le entendemos, y no le creemos,
o le adoramos.

¿Y nosotros? Gritamos.
Relativos.
Relativos en el Uno,
porque el absoluto más olvidado, por obvio,
dice que somos «unum»,
con independencia absoluta,
consecuencia del «principium individuationis».
Pero no es verdad,
la causa de nuestra unidad
no se encuentra en este mundo.
De hecho no se sabe qué es.
Ni siquiera si es cierto que ha actuado
para hacernos «individuos»,
«Ipsum»: Identidad de uno mismo
oponiéndose a los demás.
Es posible que eso que creemos ser
no lo sea en una realidad absoluta.
Que no estemos separados en el Continuo
y tras este sueño más bien amargo
encontremos la belleza, la verdad y la bondad
siendo Uno todos al unísono
con todas las historias completadas.
Sí, ese uno de Plotino.
¡Qué mejor modo de amarse!

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