Mes: marzo 2013

POETAS 67. Konstantino Kavafis V (La historia de los dioses)

No es extraño que el poeta de la evocación y de la memoria que era Kavafis se adentrase en el recuerdo de la Historia para resucitar personajes y vidas con los que poder dialogar o iluminar la propia época que le tocó vivir. Los personajes históricos –ya sean celebres o anónimos- a los que Kavafis da vida en sus poemas se ven arrastrados por la corriente de la Historia, siempre apurados ante distintas disyuntivas, tomando decisiones que modifican incesantemente el curso de los acontecimientos, de sus vidas y de las vida de los otros. La polémica religiosa que tuvo lugar en los primeros siglos de la era cristiana, donde distintos cultos y formas de ver la vida se enfrentaban, fue para Kavafis fuente de inspiración y motivo para reflexionar. En algunas ocasiones, la identificación de Kavafis con determinados sucesos o personajes históricos le permitía ejemplificar mejor las dificultades a las que se enfrentaba con su vida y su obra. Así ocurre por ejemplo en su poema “No comprendo”, donde Juliano, el apóstata, aparece condenando las creencias de los cristianos, de una forma similar a como su biógrafo de Kavafis, Timos Malanos, condenaba alguno de sus poemas sin haberlos comprendido realmente, acaso por algún escrúpulo moral que le llevaba a repudiar la parte más escandalosa de su obra. Los poemas históricos de Cavafis abarcan veinte siglos de la vida griega, que van desde la época clásica hasta la caída de Bizancio. Apenas interesado por la Grecia Clásica, se centró especialmente  en la época en que la Magna Grecia sucumbe ante el poder de Roma: en esos personajes históricos decadentes y refinados que habitaban los reinos macedonios, seléucidas y ptolemaicos,  y en donde ya comienza a percibirse el eclipse de la cultura griega y su deriva histórica. Tal como ocurre en la epopeya homérica, los dioses se transfiguran en bellos cuerpos que descienden a la tierra para mezclarse con los hombres y turbarlos con el resplandor de su belleza. Dioses que cohabitan con los hombres, llenos de sensualidad, capaces de entregarse a la orgía y al imperio de los sentidos. En el poema “si ha muerto”, Kavafis opone al mesias de los cristianos la figura mítica de Apolonio de Tiana,  sabio por sus enseñanzas y artífice de milagros,  que desapareció un día sin que nadie tuviera noticia de su muerte, y al que se espera que retorne al mundo para enseñar la verdad y devolver a los hombres el antiguo culto a los dioses griegos. La tensión entre paganismo y cristianismo es puesta en escena en la serie de poemas que Kavafis escribió sobre Juliano, el emperador romano que reinstauró el paganismo como religión oficial. Esta pervivencia de distintas creencias y cultos, incluso en la intimidad de una misma persona, puede verse en el poema “la enfermedad de Kleito”, donde la sirvienta de un joven cristiano alejandrino gravemente enfermo regresa a los antiguos cultos con la esperanza de librar a su amo de una muerte a la que no es capaz de vencer el dios resucitado al que se implora. El desprecio que destilan los poemas dedicados a la figura del emperador Juliano viene justificado -a juicio de Jane Lagoudis Pinchin, en su obra sobre Alejandría- porque Juliano “tuvo el valor de negar la lógica conexión entre las correrías nocturnas de Cavafis y ese pasado helénico que el poeta solía manipular y justificar a su conveniencia”. Estas correrías nocturnas en busca del placer y las diversiones aparecen en el poema de temática religiosa “Miris, de Alejandría”, donde un personaje que habitó en el siglo IV acude al velatorio de un amigo cristiano al que sus parientes honran con el ritual de su credo. Se hace evidente aquí, en este poema donde un pagano descubre en el último momento la verdadera raíz e identidad de un amigo al que creía conocer, que lo que interesaba a Kavafis de la problemática religiosa era la complejidad histórica que provoca la aparición de distintos credos religiosos, al insertar modos heterogéneos de entender la vida, que más allá de la comunidad humana, producen la extrañeza, la incomunicación e incluso la enemistad entre los hombres.

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EL DIOS ABANDONA A ANTONIO

(1911)

Cuando de pronto a media noche oigas
pasar una invisible compañía
con admirables músicas y voces –
no lamentes tu suerte, tus obras
fracasadas, las ilusiones
de una vida que llorarías en vano.
Como dispuesto desde hace mucho, como un valiente,
saluda, saluda a Alejandría que se aleja.
Y sobre todo no te engañes, nunca digas
que es un sueño, que tus oídos te confunden;
a tan vana esperanza no desciendas.
Como dispuesto desde hace mucho, como un valiente,
como quien digno ha sido de tal ciudad,
acércate a la ventana con firmeza,
escucha con emoción, mas nunca
con lamentos y quejas de cobarde,
goza por vez final los sones,
la música exquisita de esa tropa divina,
y despide, despide a Alejandría que así pierdes.

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