Mes: septiembre 2013

Vacío

Vacío

Sentimientos como las olas,
van y vienen entre silencios.
Alma dormida que ignora el dolor:
¿Qué cantar si no siento?

Tiempo. Vida perdida, desamor.
Como una muralla entre el Atman y yo.
Tal vez sea ese dejar
correr los minutos sin búsqueda.
Cerrar los ojos,
y los oídos,
dejar que la pluma se seque
porque me da miedo lo que escribe,
tal vez esa soledad sin yo
sea lo que me impide volar,
fundir, confundirme,
ser dios.

Que horrible negrura
no poder comprender:
todo tan ajeno, tan distinto.
Y ahora que creí comenzar a entender
el porqué, empiezo a intuir
que debo dejar de ser,
clarísimo mensaje el del morir,
para ser lo que en verdad soy,
y no me creo.
Vacío en espera de amor.

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POETAS 100. Rûmi (II)

Yalal Ad-Din Muhammad Rûmi, también conocido como Mevalâna, que en árabe significa “nuestro señor”, fue un poeta místico musulman persa y erudito religioso que nació el 30 de septiembre de 1207 en Balj, actual Afganistán, y murió en Konia, en 1273. Hijo de un notable académico en Teología, fue educado en los valores islámicos tradicionales. Rûmi se casó a los 21 años, enviudó, se volvió a casar, y tuvo de ambos matrimonios cuatro hijos. Cuando con 24 años Rûmi sucedió a su padre en el cargo, ya era un afamado experto en jurisprudencia, ley islámica y teología. La inciación en los primeros misterios del sufismo se  debe al interés mostrado por uno de los amigos de su padre, Sayyid Burjanedín, que regresó a Konia  para tutelar su aprendizaje, que incluyó una serie de peregrinajes a los centros sufís más conocidos. (A modo de aclaración, se podría sintetizar el sufismo  como una forma mística de espiritualidad dentro del islam que afirma la doctrina de la unidad absoluta del ser, según la cual ninguna existencia puede colocarse fuera de Dios. El sufí ve lo real divino en la creación; el rostro de Dios en el rostro del hombre. El sufí es, en definitiva, el que ha realizado el objetivo de ver a Dios mostrándose en todas partes, y llevando a cabo la culminación del hombre universal y perfecto que ya habita en nuestro interior). Una vez  que Rûmi se convirtió en un maestro del sufismo, creó en Konia, en 1240, un círculo de enseñanza y meditación que aglutinaba un nutrido grupo de estudiantes. De relevante importancia para la evolución mística de Rûmi fue el encuentro, cuando el poeta contaba 37 años, con Sahms E-Tabrizi, un maestro sufí que durante mucho tiempo había estado vagabundeando en busca de un conocimiento más auténtico, inquiriendo a todo aquel que se encontraba en el camino y tratando de liberarse de la ortodoxia de teólogos y académicos. Bajo la tutela y amistad de Shams, Rumi se emancipó de la atadura de las convenciones y los dogmas en los que había sido educado y abandonó sus ambiciones de teólogo y erudito por la búsqueda del ser universal. La extraña desaparición de su maestro y amigo en diciembre de 1248 -acaso asesinado por los discípulos de Rûmi, que recelaban de su ambigua influencia- llevó a Rûmi a una infructuosa búsqueda de su paradero por diversas regiones, que se prolongó por espacio de dos años. Ya de regreso a Konia creo la “sama”-literalmente: audición, escucha-, una especie de danza espiritual ejecutada por los derviches giróvagos que, a decir del especialista en sufismo Halil Barcena, es una plegaria en movimiento que utiliza la corporeidad como instrumento, un movimiento en círculo que expresa el viaje alquímico, induciendo a la transformación interior y a la apertura extática. La ausencia de su amigo y maestro produjo en Rûmi una experiencia tan intensa, que su deseo de encontrarlo se convirtió en un acicate para su propia búsqueda espiritual. La distancia que separaba el alma de Rûmi de la imagen de su admirado maestro fue salvada por medio de una laboriosa identificación. Según Reza Arasteh en su libro sobre Rûmi, éste llegó a vislumbrar la imagen de Sahms en todos los objetos naturales del cielo y de la tierra. Mediante la comprensión sufí de que la esencia de la creación es una, al lograr identificarse y fundirse con la imagen de su maestro, Rûmi logró al mismo tiempo la fusión con el resto de las criaturas, alcanzando así un elevado estado de conciencia que comenzó por su propio vaciamiento: “no ser nada es la condición necesaria para ser”, escribió en cierta ocasión. En su esfuerzo por fusionarse con la figura de su  maestro, descubrió que tras cualquier imagen u objeto late la misma fuerza creativa del amor. Esta fuerza creativa que entrelaza todas las cosas del universo es lo que produce el cambio y la evolución de todo:”salvo la melodía del amor -llegó a escribir Rûmi- toda melodía que en el mundo he escuchado fue el sonido de un tambor”. De esta manera, Rûmi llegó a convertirse en el poeta del amor por antonomasia. Entre sus creaciones poéticas, se pueden destacar el “Diwan-e-Shams-e-Trabriz-i”, dedicada a su amigo e inspirador y compuesta por más de 40.000 versos, y el “Masnavi-ye-Manavi”, considerado una especie de segundo Corán y una de las cumbres de la poesía mística de todos los tiempos.

***** 

Tú que sólo oyes palabras de Amor,
deberías ver el amor.
Ver es diferente de oír.

 

Yo no era así antes.
No estaba fuera de mi mente y mis sentidos.
Antes solía ser sabio, como tú,
no era loco, demente ni destrozado,
como estoy ahora.

No era el admirador de la vida
que no tiene rastro ni ser.
Solía preguntar “¿Qué es esto?
¿Qué es aquello?”
y buscar continuamente.

Puesto que tienes sabiduría,
siéntate y piensa
que tal vez fuese yo así antes.
No he cambiado mucho.

Solía pretender hacerme
mejor que todo el mundo.
No me había cazado aún
el Amor que crece sin cesar.
Traté de elevarme por encima del cielo
con mi ambición;
pero no sabía
que estaba vagando por el desierto.
Al final, he sacado
un tesoro del suelo.

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