Categoría: Los diarios de Tolstoi

LOS DIARIOS DE TOLSTOI VII. (AMOR Y ALTRUISMO)

Los años de Tolstoi que se recorren en esta entrega están marcados por la muerte de su hijo menor Vániechka, que murió de escarlatina antes de cumplir los siete años. El 26 de febrero de 1895 escribe Tolstoi en su diario su propio telegrama de aquel suceso: “Enterramos a Vaniechka. Terrible, no, terrible no, un gran acontecimiento espiritual. Te doy las gracias, padre”. Tolstoi se tomó la muerte de su hijo como una manifestación de Dios, un acercamiento a él. En vez de ver en esta muerte un suceso doloroso, siente el júbilo que le produce la misericordia de Dios. Esta muerte no hace más que ponerle de manifiesto la mentira de la vida. Sin embargo, su mujer, Sofia Andreievna, queda sumida en un doloroso duelo, lo cual le va a generar, a la postre, una enfermedad nerviosa. Para Tolstoi, Sofia es incapaz de trascender por medio del amor esta pérdida, y lo achaca a que no consigue ver la vida de un modo religioso. Sofia iba a aliviar gran parte de su pena entregándose a la música. La admiración amorosa que va a profesar a un músico amigo de la familia, Sergei Teneiev, provoca una oleada de celos en Tolstoi, que quedan reflejados abundantemente en los diarios de esos años. El 1 de febrero de 1897, Tolstoi interrumpe una estancia en la hacienda de unos amigos para partir hacia Moscú con el objeto de evitar esta relación. Sofia Andreievna había empezado a dejar traslucir sus sentimientos, acudía a todos sus conciertos y se veían frecuentemente. Por medio de una carta escrita justo antes de su partida, recrimina a su mujer esta relación: “Es terriblemente doloroso y humillantemente vergonzoso que un hombre ajeno y superfluo y carente de interés en todos los sentidos dirija nuestra vida y envenene los últimos años o el último año de nuestra vida; es humillante y terrible tener que enterarse de cuándo y adónde va, y cuándo son sus ensayos” Tolstoi recrimina a Sofia, además, que esta historia venga quebrar un acercamiento que había comenzado poco antes de la muerte de su hijo y que se había prolongado después. Sobre estas relaciones con el músico, Sofia Andreyevna escribió en sus memorias: “Después de la muerte de mi hijo menor, Vaniechka, estaba absolutamente desesperada, tanto como sólo se puede estar una vez en la vida; por lo general una pena tan grande acaba con las personas… Pero yo sobreviví y se lo debo a un extraño incidente, a un medio curioso, a la música. Me intoxicaba de música hasta que aprendí a oírla y ya no podía vivir sin ella… Pero la música que actuaba en mí con mayor fuerza, la que mejor actuaba en mi era la de Taneiev, que fue el primero que me enseñó a través de su maravillosa manera de interpretarla, a oírla y a amarla… La personalidad de Taneiev casi no tenía nada que ver en todo este estado anímico”.Taneiev seguía visitando a Tolstoi como amigo de familia. Con él solía jugar al ajedrez y conversar sobre temas artísticos Según Selma Ancira, traductora de su diario, así como de su correspondencia, tiempo después Taneiev “acabó por sentirse tan incómodo por las atenciones de Sofia Andreyevna (tras recibir una carta que calificó de “absurda” y que destruyó) que rompió toda relación con ella”. Todavía a principios de 1897 los celos hacia Taneiev se le siguen manifestando en sueños. El 15 de enero Tolstoi escribe en su diario. “Casi no dormí en toda la noche. Me desperté porque vi en sueños el mismo agravio. Me duele el corazón. Pensé: de cualquier manera, de algo hay que morir. Si Dios no me permite morir por Su obra, tendré que morir así de estúpido y débilmente, por mí, a causa de mí mismo. Hay algo bueno y es que esto lo saca a uno fácilmente de la vida. No sólo no lo lamento, sino que tengo ganas de abandonar esta vida inmunda, humillante. Pensé, y es particularmente doloroso y desagradable, que después de haber sacrificado todo lo divino, después de haber renunciado a una vida de servicio a Dios, después de no haber distribuido mis bienes y de no haber abandonado a la familia para no destruir el amor, en vez de ese amor ahora tengo que presenciar esta humillante locura.”

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LOS DIARIOS DE TOLSTOI VI (La vida según la razón)

(Ahora que se celebra en este año 2010 el centenario de la muerte de Tolstoi, y aprovechando que está actualmente en cartel una película sobre el último periodo de su vida -«la última estación», se titula esa película-, se deja aquí otra entrega sobre los diarios de Tolstoi. En breve, se continuarán las siguientes entregas. Aunque queda subrayado que lo que con estas entregas se buscaba no era una reseña de la vida de Tolstoi, sino más bien una difusión de su pensamiento. Al final de cada entrega se hace una selección de los pensamientos que Tolstoi iba apuntando en los diarios. Los pensamientos es lo que importa; lo demás, seguramente, sobra. Pero como, tal vez, tantos pensamientos podrían hacerse difíciles de digerir por sí solos, se ha preferido introducirlos con una breve reseña de la vida de Tolstoi, tal como aparece reflejada en estos diarios. Se ha tratado de esbozar los acontecimientos y los sentimientos vitales de Tolstoi siguiendo un hilo cronológico. Quien no está al tanto de la figura y vida de Tolstoi, puede consultar aquí – en el apartado «Los diarios de Tolstoi»- las entregas desde el comienzo. O si no, creo que ahora mismo hay unas cuantas biografías en el mercado. En las próximas entregas, se tratará de abreviar la introducción e ir directamente a los pensamientos. También nos acercaremos ,paso a paso, a los últimos años de Tolstoi, que seguramente son también los más interesantes. Un folletín, quizás; no es de extrañar que diesen lugar a una película, a más de una novela.).

En 1891 Tolstoi tiene 64 años y sigue escribiendo intensamente. Acaba de publicar la novela «Sonata a Kreutzer» y está «ocupado terriblemente» en la redacción de algunos artículos sobre arte, ciencia y religión, etc. En Tolstoi, la escritura siempre es un etcétera. Día tras día, retoma por la mañana lo que tiene entre manos, revisa lo que ha escrito, corrige su última redacción y va avanzando, aunque sea poco. Tolstoi es todo un maniático de la corrección; no cesa de revisar sus textos por décima o vigésima vez. Después se toma un descanso, da un paseo, trata con la familia, atiende a los visitantes que acuden a su casa para pedirle consejo o, simplemente, conocerle, cumple con su régimen de lecturas. Aún así, Tolstoi se queja en su diario de que escribe a duras penas y se empieza a cernir sobre él la sospecha de que su carrera de escritor acaso esté acabada. «Se podrían reforestar de nuevo -observa Zweif en su biografía sobre Tolstoi- los bosques de Yasnaia Poliana, si todo el papel empleado para imprimir los recuerdos sobre Tolstoi se conviertiese de nuevo en árboles. Jamás un poeta vivió a conciencia tan abiertamente, pocas veces uno se abrió a los hombres con ese deseo de comunicar». Pronto va a descubrir que esta esterilidad para escribir le puede ahorrar el error de llevar una vida no dedicada a servir a Dios y a los demás. Tolstoi escribe una carta a los periódicos en la que declara conceder a todo el que quisiera el derecho a publicar gratuitamente en Ruisia y en el extranjero, en ruso o en traducción, todas las obras escritas después del años 1881, así como todas las obras que puedan aparecer en lo sucesivo.

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LOS DIARIOS DE TOLSTOI V (EL EVANGELIO SEGÚN TOLSTOI)

En 1919 Bertrand Russell escribe a su amante lady Ottoline una carta en la que le refiere un hecho crucial en la vida de Wittgenstein. “Sucedió algo curioso. Estaba Wittgenstein de servicio [durante la primera guerra mundial] en la ciudad de Tarnow en Galitzia y se encontró por casualidad con una librería que, a pesar de su condición, parecía tener a la venta únicamente tarjetas postales. El entró en el establecimiento y se encontró con que el negocio sólo tenía a la venta un único libro. Y lo compró simplemente porque era el único libro que había. Lo ha leído y releído una y otra vez y desde entonces la ha llevado consigo siempre, incluso cuando en el fragor de la batalla, silbaban las balas”. Por aquella época, en 1914, Wittgenstein cree volverse loco, constantemente piensa en el suicidio y todo hierve violentamente dentro de él. Tal como escribiría en una carta a Russell desde el frente “algo cuece en el fondo de mi alma sin descanso como si se tratase del fondo de un géiser. Deseo de continuo que se produzca finalmente una erupción definitiva y pueda convertirme en otro hombre”. Por aquel año confiesa a su amigo Von Ficker que ese único libro con el que se había topado en una librería de Galitzia “lisa y llanamente me mantuvo con vida”. Se trataba de la “Concordia y traducción de los cuatros evangelios” que Tolstoi había realizado 20 años antes. (más…)

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LOS DIARIOS DE TOLSTOI IV (LA FALSIFICACIÓN DEL ARTE)

Si hubiera que señalar en los diarios el pasaje por el que Tolstoi parece haber descendido a los infiernos, si hubiera que encontrar la sima más profunda por la que se ha precipitado abjurando de la humanidad entera, si hubiera que delimitar el momento en que toma conciencia de toda la locura y la vanidad humana, y a partir del cuál se convierte en un predicador zaratrustiano que se ha propuesto prevenirnos contra todas las falsas prédicas, tendríamos que remontarnos a la única entrada en el año 1871. Hace ocho que se ha casado, cinco años que no escribe en su diario, el año anterior ha concluido por fin Guerra y Paz completamente extenuado, le ha nacido su cuarta hija, cuenta 43 años y el día 16 de noviembre escribe una de las paginas más desoladoras que se han escrito nunca en diario alguno y que denuncian la tendencia del hombre y su cultura a desviarse de sus verdaderos fines para acabar en la insustancialidad y el artificio .“Existe -escribe Tolstoi en esa página- una literatura de la literatura: cuando el objeto de la literatura no es la vida misma, sino la literatura de la vida, y esa literatura de la literatura es el 999/1000 de todo lo que se ha escrito. Existe una política de la política: cuando el objeto de la política no es el Estado, sino la política contemporánea anterior, y es el 999/1000 de toda la actividad de las Cámaras. Existe una poesía de la poesía –y lo mismo en la música, y en la pintura y en la escultura y en la escritura-: cuando el objeto de la poesía no es la vida, sino la poesía anterior, y es el 999/1000 de todo lo que se ha creado. Existe una filosofía de la filosofía, cuando el objeto no es el pensamiento sino los sistemas. El primero es fácil e ilimitado, el segundo difícil y poco frecuente.”. A partir de esta entrada se puede vislumbrar con claridad cuál va a ser el derrotero que va a seguir Tolstoi en lo sucesivo: la búsqueda de ese raro 1/1000 restante. (más…)

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LOS DIARIOS DE TOLSTOI III (EL CONOCIMIENTO Y LA INQUIETUD DE SÍ)

Es posible que antes de llegar a los 30 años Tolstoi ya supiera que iba a ser Tolstoi, que ya supiera que se iba a convertir en un personaje extraño a su época, a su mundo aristocrático y al papel de novelista y hombre de letras al que se había entregado con dedicación. El 4 de marzo de 1855, cuando cuenta con 28 años, anota en el diario una suerte de experiencia mística o revelación que preanuncia alguna de las tareas que se va a echar sobre sus espaldas mucho tiempo después, especialmente a partir de la publicación de su “confesión”, cuando el artista cede su lugar al moralista y al profeta. En esta entrada del diario consigna lo que parece una conversión megalomaníaca y que arroja una luz sobre el tipo de móvil que impulsa y dirige a Tolstoi hacia el reformador político, social y religioso en el que se va a convertir años más tarde.”Ayer una conversación sobre lo divino y la fe me llevó hasta una idea grande, inmensa, a cuya realización me siento capaz de consagrar mi vida. Esta idea es la de fundar una nueva religión acorde con el desarrollo de la humanidad, la religión de Cristo pero despojada de la fe y de los misterios, una religión práctica que no prometa la felicidad futura, sino que dé a los hombres la felicidad en la tierra. Actuar conscientemente para la unión de los hombres por medio de la religión, ese es el fundamento de una idea que, espero, me apasionará.” No cabe duda que Tolstoi se conocía bien a sí mismo y podía intuir qué era lo que le iba a apasionar en el futuro. Pero por entonces Tolstoi se encuentra entregado a pasiones muy distintas. Y así podemos enterarnos por su diario que al día siguiente ha vuelto a perder doscientos rublos, y se ha vuelto a enredar otra vez en el juego, y quiere dejar la carrera militar y ya no sabe a ciencia cierta lo que va a hacer con su vida. Momentos de crisis que van a acompañar a Tolstoi incesantemente hasta el punto de que su huida y su muerte fuera de casa no son sino el último episodio de una sucesión continua de crisis. (más…)

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LOS DIARIOS DE TOLSTOI II(REGLAS PARA UNA VIDA MEJOR)

Tan importante era para Tolstoi el diario en el que llevaba registro de todas sus andanzas que se lo va llevar consigo en el momento en que decide huir. Aunque de los días en que Tolstoi se convirtió en un tránsfuga de su propia existencia a través de pequeñas estaciones ferroviarias, vagones de tercera y salas de espera desangeladas, se conservan numerosos testimonios, además del eco que el suceso tuvo en todos los diarios de la época, el relato que más valor tiene es el de su propio diario. En la cantina de la estación de tren de Jasenki-Schokino, tolstoi saca su diario y escribe. Nunca cesa de escribir. Alberto Cavallari, en su relato de los hechos titulado “La fuga de Tolstoi” lo deja patente. “Ni siquiera aquí, en la cantina de una pequeña estación cesaba aquella vida suya hecha de diarios, apuntes, cartas enviadas y no enviadas, hojas escondidas pero después dadas a copiar, reflexiones secretas que todos leían, en suma, aquella telaraña de palabras escritas que lo envolvían. Yasnaia Polaina había sido también la casa de los diarios. Tenía él, tenía su mujer sofía, tenía su hija Sacha, su médico Dusan Mackoviki, tenían los hijos y secretarios. Todos escribían en secreto apuntes, notas, diarios, cuadernos que después otros descubrían. Todos a menudo se los leían a los demás, porque la moda de la época demandaba que se viviese así, diciéndose la verdad. Todo creaba una enredada madeja de verdades que sólo producían daño, tejiendo hilos cortantes de sospechas, celos, pensamientos sinceros o artificiosos, incluso escritos para manipular los pensamientos de los demás. Todo alimentaba este culto a las verdades secretas convertidas en públicas que hacía más túpida la red del matrimonio-prisión: porque Sofía leía los diarios de Lev, Lev los de Sofia, Sacha los copiaba, y cada uno hacía daño al otro con estas verdades y confesiones que transformaba la prisión en una casa de cristal, donde la infelicidad de todos se convertía en una infelicidad pública. Incluso huyendo, Tolstoi no dejaba de ser el preciso notario de esta situación.” Pero cabe preguntarse cuál de los diarios que escribía Tolstoi se llevó cuando se dio a la fuga. Porque Tolstoi había decidido llevar un diario secreto que escondía de todo el mundo, pues la lectura casi pública de su diario le estaba arruinando la autenticidad de su escritura. En marzo de 1899 escribe: “El hecho de que lean y copien mis diarios está haciendo estragos en mi manera de escribirlos. Siempre tengo ganas de decir las cosas mejor, con mayor claridad, y no debo hacerlo. Ni voy a hacerlo. Continuaré escribiendo como antes, sin pensar en los otros, de manera espontánea”

Tan importante era escribir un diario para Tolstoi que el 19 de marzo de 1906 anota: “No sé si estos diarios le serán necesarios a los otros, pero para mí sí son necesarios, ellos son yo mismo. A mi me hacen feliz”. Tolstoi comienza a escribir su diario con 19 años. Ya desde el principio ve con claridad que ha de aferrarse a unas cuantas reglas para que su voluntad no flaquee y pueda dirigir su vida hacia los objetivos que se ha marcado. Y así, en la primera entrada del diario, que data del 19 de marzo de 1847, acaba concluyendo: “es más fácil escribir diez volúmenes de filosofía que llevar a la práctica una sola regla, no importa cuál.” Tolstoi se plantea un plan ambicioso para sus años juveniles: quiere estudiar medicina, francés, ruso, alemán, inglés, italiano y latín. Quiere estudiar economía rural, historia, geografía, matemáticas. Quiere escribir una tesis y alcanzar un determinado grado de perfección en música y en pintura. Y para todo ese plan exhaustivo y ambicioso de vida no cesa de redactar reglas que inmediatamente incumple, pues semejante programa desbocado excede todas sus fuerzas. Y esta es la razón por la que un mes después de comenzar el diario va a terminar dando prioridad a una sola regla: “lleva a cabo todo lo que hayas decidido llevar a cabo” Pronto va a elaborar una filosofía de la voluntad que le permita predominar sobre la razón para. A partir de ahí la proliferación de reglas es casi mareante. El día 16 de junio de 1847 elabora 43 reglas que trata de abarcar todas las dimensiones de la vida humana. Para dejar un ligero esbozo, anoto las siguientes reglas: 1) Aléjate de las mujeres 17) Sacrifica la décima parte de todo aquello de lo que puedas disponer para el bien de los otros. 30) que cada día tu amor por el género humano se exprese de alguna manera. 31) Encontrar el mayor número de personas a las que puedas amar más que a tus seres cercanos. 34) Intenta dar al intelecto todo el alimento posible.

Naturalmente la mayoría de las reglas que se propuso nunca las pudo llevar a cabo. Demasiadas reglas. Durante los años siguientes, después de abandonar la universidad, llevo una vida solitaria de terrateniente dedicado al estudio y la escritura, pero también entregada al desorden de una vida llena de lujo y disipación. De ahí que pronto se olvidase de sus reglas. Pero la escritura del diario en este primer año nos deja la idea de un joven voluntarioso que se ha propuesto convertirse en un hombre de hierro. Quiere saberlo todo, pretende realizar un manojo de actividades febriles y superarse continuamente de una manera casi enfermiza. Durante muchos años, este tipo insaciable y de una voluntad y ambición titánica parece disolverse y dejar paso a otro tipo que prefiere dedicarse a la vida desenfrenada y al puro ocio. Sin embargo no deja de escribir, se granjea pronto una fama como escritor –en una de las páginas del diario anota: “el zar ha llorado al leer mi novela- e intenta llevar por otros medios la vida que se había trazado. Trata de mejorar las condiciones de sus siervos, construye una escuela, procura modernizar sus técnicas agrícolas y comienza a escribir sus primeros textos.

Así pues Tolstoi es un escritor que sabía mucho de reglas. En el curso de su vida se fue desinteresado cada vez más de la literatura, a medida que iba sintiéndose cada vez más seducido por cuestiones filosóficas, religiosas o políticas. Por lo tanto, las reglas que aquí se recogen no son más que la quintaesencia de la filosofía de Tolstoi. Si contienen la forma de una regla o de una instrucción de vida es porque reflejan el carácter de Tolstoi: alguien que no podía escindir lo teórico de lo práctico, o para decirlo de manera parmenidiana, alguien que era incapaz de concebir el ser sin verlo bajo la forma del pensar y el obrar. Quería concordar su manera de actuar con su pensamiento. El pensamiento le parecía estéril si no lograba concretarse en acto. La filosofía una jerga confusa sino lograba transformar el mundo. Por eso, a menudo, el pensamiento de Tolstoi toma la forma de imperativo. Quiere ser un pensamiento que trasfunda su energía y su iluminación a la voluntad; quiere hacerse cuerpo con la acción del hombre. No en vano, uno de sus mentores era Enmanuell Kant, al que consideraba un líder religioso antes que un filósofo. Los pensamientos que aquí se recogen en forma de reglas han sido espigados de las páginas de su diario y abarcan toda su vida. En 1910, poco antes de morir, todavía anota en su diario:”Hay que preguntarse no ¿por qué vivo? sino ¿qué debo hacer?” Hay que recordar que uno de los libros de vocación política que escribe Tolstoi y que pronto iba a ser acogido por el anarquismo como idearium se titula precisamente “¿y ahora qué debemos hacer?” En consonancia con Kant, es precisamente esta inquisición moral lo que alienta el pensamiento de Tolstoi, que nunca pierde de vista que lo que hay que tratar siempre de salvar es la amenazada dignidad del hombre.

PENSAMIENTOS SOBRE LAS REGLAS PARA UNA VIDA MEJOR

La idea maravillosa que yo tenía –y que utilizó mal Leskov- se basaba en tres preguntas: ¿Qué momento es el más importante?, ¿Qué persona? ¿qué asunto?
El momento es el presente, este momento; la persona, aquélla con la que uno se relaciona en el momento presente; el asunto, salvar el alma propia, es decir servir a la causa del amor.

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Una sola cosa es útil, una sola cosa es necesaria: enseñar al hombre a vivir bien. ¿Y cómo hacerlo? Hay un solo medio: vivir bien uno mismo.


La tarea es la misma para todos: partiendo de nuestra posición de riqueza, de grandes necesidades y de ausencia de trabajo útil a los seres humanos, aprender a vivir con las mínimas necesidades y no desear grandeza y aprender un trabajo útil para los seres humanos. Y a esto hay que descender poco a poco, es decir, conforme se vaya obteniendo lo uno y lo otro.


Vivir hasta la noche o hasta un siglo. Vivir como si estuvieras viviendo tu última hora y como si sólo tuvieras tiempo de hacer lo más importante. Y al mismo tiempo como si lo que estás haciendo pudieras seguir haciéndolo hasta el infinito…


No pidas prestadas a otras personas las respuestas que han dado a preguntas que tú todavía no te has formulado.

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Cuando pienses en lo que tienes que hacer de manera inminente y, si puedes, en el momento mismo de hacerlo, pregúntate por qué haces lo que estás haciendo, si es por ti, por Dios, por tu conciencia íntima, o por la gente para obtener su aprobación. Pregúntate si harías lo que estás haciendo en caso de saber no sólo que nadie nunca se enterará de ello, sino que esa buena acción, según tu conciencia íntima, podría ser para los hombres una razón para condenarte.


Si te enfadas con la gente, piensa que la maldad puede estar en ti. Si te enfadas con los animales, es muy probable que la maldad esté en ti. Si te enfadas con las cosas, es necesario que sepas que debes dominarte.

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LOS DIARIOS DE TOLSTOI (EL SENTIDO DE LA VIDA)

El 31 de octubre de 1910 Lev Tolstoi se fuga de su propia casa. Tiene 82 años, grandes propiedades, un titulo nobiliario, larga prole y toda su obra literaria consumada. En ese momento es uno de los hombres más célebres del mundo. Gandhi le pide consejos por carta, Máximo Gorki le visita asiduamente, Thomas Edinson le envía emisarios para que lo fotografíen y le graben su voz, el ubicuo Rilke ha ido a rendirle sus respeto y continuamente acuden a su casa periodistas de todo el mundo para entrevistarlo. Es la única persona que se atreve a dirigirle al zar cartas desde los periodicos para quejarse de sus actos despóticos y pedir justicia. Lenín acaba de publicar “Lev Tolstoi, espejo de la revolución rusa” y algunos esperan que lidere el movimiento que está empezando a conmover la sociedad rusa. El santo sínodo lo ha excomulgado por sus manifestaciones religiosas pero el pueblo lo venera como un líder espiritual. Meses antes, en su último viaje a Moscú, miles de personas acuden a despedirlo a la estación cuando los periódicos informan que regresa a Yasnaia Polaina, la finca donde nació se crió y vive retirado desde hace más de 20 años. Y este hombre que está en la cima de la gloria y a un solo paso de la muerte escribe una carta a su mujer rogándole que no le busque y huye en la clandestinidad de la noche para evitar una escena. Y ya no volverá a regresar. (más…)

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