Categoría: Meditaciones provisionales

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Momento

(hypokeimenon))

(hypokeimenon))

En una fenomenología frívola quitaríamos a la palabra del título todo su sentido temporal, el momento al que me refiero no tiene nada que ver con el antes y el después, ni con la potencia y el acto, ni con otras cosas parecidas: Se refiere a ese no-temporal que no transcurre pero “esrae” entre aquellos pares de significados a los que tampoco puedo asignar un significante justo. Soledad de explorador en un universo ajeno al propio natural.

Trato de explicar o definir ingenuamente ese seudo universo al que me refiero: Imagino un punto adimensional y atemporal en un entorno en  el que, supuesta una transición “sui generis” de A a B, cómo de sujeto a objeto, no aparecen reflejadas propiedades de ninguno de los entes A o B… es decir que quizás no están presentes… pero A y B sí los admitimos como elementos del juego. Éste podría ser el comienzo de una historia cuántica, A y B no están pero su presencia sí. ¿Hay otro modo de entender?

No me cae bien Aristóteles[1] pero no podemos perderle de vista: Es el padre de la metafísica (Tal vez no):  El cuerpo real está formado, según el Hilemorfismo, en la conjunción de hýlē por “materia” y morphḗ por  “forma”, esta teoría aristotélica tuvo gran influencia en la Escolástica y  todavía produce en el presente un cierto desasosiego por no haber sido capaces de introducir[2]en el sistema una estructura  fundamental, aunque sea tan difícil de explicar cómo su porqué y su paraqué…

No están solos esos dos elementos, materia y forma: vuelve a aparecer la “Relación” como tercer actor imprescindible. Es el llamado hypokeimenon o substrato, que mantiene inalteradas (¿?) las propiedades ocultas de los actores[3] asegurando en la imaginación la forma durante el proceso y devolviéndola a la realidad sensible cuando éste finaliza. Comienzo y final hipotéticos, evidentemente e inexplicados aunque parece que el estagirita, por el camino de la filosofía, propone un modelo más atractivo.

El hupokeimenon vuelve a ser la manifestación de ese ente misterioso que ocupa, tal vez sin llenar espacio ni tiempo,  aunque sí el no tiempo y no espacio[4] que media entre el núcleo de los átomos y su corteza de electrones. Un hueco similar, pero más cercano a la materialidad puede imaginarse en las estructuras moleculares. Aristóteles lo hizo en su imaginación filosófica.

Para dar una imagen didáctica, ese centro geométrico en el que habitan A y B debe estar completado[5] con un “fluido”, real o soñado, el “éter” del XIX. Lo llamo así para diferenciarlo de un vacío inevitable e indefinible a cuyas propiedades podemos atribuir entre otras cosas la reproducción en B’ de los cambios sufridos por (en) B sin que aparezca un enlace de cualquier tipo entre ambos. Ésta es una de las particularidades asombrosas que exhiben los binomios de la mecánica cuántica (¿O no?).

El “éter” del XIX no era tan mal invento. Aunque el “fluido” tampoco calma las inquietudes de los que bucean más allá, por ejemplo dentro de la teoría de “cuerdas”, otro jardín muy lejos de lo que yo alcanzo a comprender. No parece que un desarrollo matemático, aunque sea de última generación, vaya a resolver todas las dudas cuánticas: Para seguir meditando sobre este tema deberé seguir un camino filosófico[6]… dejando en segundo plano formalidades, cómo si no fueran necesarias. Aparece la sospecha de que la Filosofía está por encima de la mecánica newtoniana y de otras cosas: ¿La lógica?, ¿La inteligencia?, ¿La intuición inmediata?, ¿La mecánica cuántica?, ¿El Dassein?, ¿La “Duración”?, ¿el “Interés desinteresado”? y más lejos o más ceca: el “Instinto”.

Intento hallar el parámetro común que liga Sujeto,   Predicado y Relación ¿Uniría también a los binomios díscolos?

Será un parámetro temporal como son: el Paso de la potencia al acto, el Tiempo, el Número…  Para seguir es imprescindible dejar volar la imaginación: filosofar y, por un momento, mirar para otro lado buscando otra verdad, suponiendo que la haya. Cómo ejemplo tenemos la desconocida ley de la gravedad.

En ese nivel “macro didáctico” podemos intuir nuestro fluido artístico, ya estabilizado, como un bloque de partículas mantenidas en sus posiciones por algo parecido a una “fuerza débil” mientras los intersticios entre ellas se han rellenado con una matriz, ni sólida ni liquida, quizás en un nuevo estado artístico de la materia… que tendría una manifestación dual: el producto resultante de la ejecución del proceso que estudiamos en cada intento y el enorme vacío intra atómico del párrafo anterior.

También se incluyen en el sólido[7] acabado partes vacías (¿Vacías?) menores, usualmente llamadas “poros” y su conjunto “porosidad” que es decisiva en el comportamiento físico de los materiales. Sobre estas partículas y su no-relleno podría escribirse otra novela.

Este modelo simplificado es la traslación “artística” de un mineral natural o de una simple proposición, al espacio filosófico provisional, aderezado con unas gotas de cristalografía. Puede que los electrones se hayan ido con las variables no temporales y podamos disminuir la distancia entre núcleos atómicos[8].(¡!)Sería un punto de densidad cuasi infinita: todos los neutrones agrupados en espera del último que instaurará espacio y tiempo…

El modelo de cálculo ideal a ensayar que proponemos es un espacio, quizás volumen, N dimensional en el que intervendrían tantos parámetros como podamos imaginar, pero esto sería inmanejable, demasiadas variables independientes y no sabemos cuáles resultarán definitorias, es fundamental simplificar el algoritmo. Siendo optimistas podemos partir de un conjunto de cuatro variables: tres del espacio y el invitado tiempo. Otras no las consideramos. Menos de cuatro nos llevan a pensar escenarios divertidos. (¿Por qué no?) Tres podrían ser  es el “mesotes” aristotélico. De momento dejamos este campo para que lo pisen tantos como quieran: ¿Dos y el tiempo?

A partir de ahí, la eliminación de cualquier variable hace que todas las propiedades representadas en la superficie (¿?) correspondiente se reubiquen, como en una fotografía plana que se arruga, o el dibujo plano de la distribución de habitaciones en una casa en el que, por “plano”, ignoramos la altura… En la realidad todo lo que esté representado en el volumen (¿?) investigado aparecerá en las representaciones no modificadas del resto de dimensiones. Si esto pasara de la teoría a un suceso “normal” tendíamos, por ejemplo, una cocina cuyos muebles no sobresalen de la pared del fondo… o no tienen ancho, o alto… o están detenidas en un limbo atemporal.

Este juego de auto representación requiere un esfuerzo muy importante pero nos sirve de descanso, posibilita una sonrisa, e ilumina fugazmente el lugar al que nos puede conducir una teoría mal interpretada.

Un inciso: Salvo jugadas del destino, ¿Por qué detenerme en cuatro dimensiones o parámetros? Me gustaría hacer una regresión pseudo eidética fuerte… También sobran las dimensiones espaciales  (o alguna) si podemos sustituirlas por algo afín al tema, acudo al recuerdo del amigo Bergson (Mezclo, pero Husserl tendría que añadir algo… ) Todo el volumen fundido en uno al que se otorga el papel de generador de cuerpos tangibles pero atemporales. Los regulares no son tantos. Los no-regulares o irregulares están por definir. Por ejemplo: Los polígonos planos: ¿deberán ser “cerrados”?.

 ¿Y el tiempo? Nada mejor que un tiempo relativo al que llamamos juntos con Bergson “Duración” Aunque no se sabe exactamente cómo y dónde se mide.

La conclusión inmediata es que, entre los cuatro seleccionados,  sólo hay un parámetro asequible aunque sea inmanejable: es el “tiempo”, que hace rato que se ha colado en la meditación. Además quien lo imaginara habría definido un sistema de dos parámetros: “Volumen-Duración” que aporta una novedad al proceso… ¿Quién no siente la atracción de las coordenadas polares?

La meditación provisional sobre el volumen espacial lleno de un poco de materia  y mucho de aquel “éter” (aunque de baja densidad) resulta muy atractiva pero a la imaginación le cuesta manejar espacios rellenos de poco ser o mucho humo.

La supresión del tiempo como variable no aplasta los muebles pero conduce a una inmovilidad parmenídea. No hay cambio… pero, si esto es cierto, deberá haber un punto detenido “antes”. Merece la pena meditar un poco sobre las consecuencias que podría tener un tiempo (¿eternamente?) detenido… las moscas nunca llegarán a estrellarse contra el vaso.[9] Quizás el tiempo se detuvo antes de que se fabricara el vaso…

Hace un siglo que nos lo advirtió Bergson: mientras estemos empeñados en medir el tiempo[10] con variables espaciales no lo entenderemos. Viceversa: Los resultados de todas las medidas del tiempo, basados en determinaciones espaciales son imperfectas. Se podrá afinar el proceso hasta altos grados de pureza, pero nunca se obtendrá un elemento “absoluto”. Absoluto es también un concepto y por eso inalcanzable. La duración bergsoniana soluciona el problema[11] del tiempo en los esquemas poli vectoriales y atisba la posibilidad de usar una magnitud seudo temporal para cuantificar el tiempo:(¿O no?)…

Boecio también aparece, lanza su modelo de gloria. Schopenhauer igualmente, pero en clave pesimista, el aburrimiento es el alcance de la satisfacción a costa de asomarse a un profundo pozo vacío: el próximo objetivo. El prisionero del puente respira en acto: el bien está alcanzado. A Don Arturo le queda comenzar de nuevo su ascético vencimiento sisífico[12] de la voluntad que deseaba otra cosa y se vuelve ascética. Ambos están contaminados de temporalidad.

¿Qué tipo de purificación sería aplicable?: ¡Química artística! : filtremos de cualquier desarrollo la variable tiempo… Aunque sea extraño en principio, imaginemos uno de esos matraces de decantación agitados por la imaginación. Pasado un tiempo de reposo tendríamos dos estratos: en el fondo uno que contendría todas las variables del proceso, excepto las indisolublemente ligadas con el Tiempo. Lo imagino como un líquido (¿?) incoloro, denso, de alta viscosidad… ¿Sólido?, ¿Frio? con propiedades contradictorias… como los gases super enfriados cerca del cero absoluto… Pura invención sin base, en espera de un milagro.

Por encima  un extracto de todo lo temporal que ahora suprimimos de algún modo provisional. ¿Caliente?: Es una sensación, nada más.

Eliminado el tiempo…  cómo lapso o cómo medida de antigüedad, tiempo Absoluto o cualquier otro parámetro similar que invente un pensador atrevido. Si quitamos todo lo  tenga relación temporal con el intrínsecamente “Ser” estamos acercándonos a una fenomenología husserliana. (¿O no?) O también mezclando Ser y tiempo, tratamos de entender a Heidegger… y su ser que es más ser porque lo aprecio… intuyo que el tiempo no pertenece a la esencia del fenómeno[13] y puede ser incluido en la reducción eidética (¿?). Eliminado el tiempo, las tres dimensiones espaciales vuelven a estar solas…

Doy un salto en el vacío: ¿Qué ha sido de la Verdad al sustraer una dimensión del esquema que estábamos siguiendo?:Un misterio que no podemos imaginar porque sólo tenemos información espacial. ¿Es la mentira (la no verdad) más válida?

En el experimento, podemos jugar con el tiempo y lo demás, la Verdad con mayúsculas, no la conocemos pero podemos comprobar que cuando salimos de este mundo dos sensaciones nos ocupan: la del no-sentir de los que mueren y la sospechada pero incógnita de los que ya han salido del tiempo y están en otro universo que tampoco nos pertenece. De los no natos ni eso. ¿Sienten las almas no nacidas? ¿Qué nos diría Agustín? Probablemente que serán personas en el futuro pero… ahora en su almario: suspendemos el juicio.

Quiero decir que en un entorno atemporal cuando nazco es cuando muero. O las dos cosas en el mismo momento, que no tiene duración ni lapso.  Es primavera pero las flores ya han muerto. La estación es ya otoño o verano, o invierno, o las tres cosas… este proceso parece lento si es autoconsciente impresión… me  parece que algo ha cambiado pero es únicamente la sensación[14] de estar en otro lugar, también sin duración y sin extensión, en el que probablemente hayamos muerto y renacido, como partícula elemental o cómo polvo enamorado.

¿Y las galaxias? Parecen inmensas pero no tienen tamaño… Todas caben en el punto adimensional con el que jugaba el Demiurgo o Brahma cuando se distrajo. Todo el universo es una alucinación. ¿O no? Y vuelvo a pensar que todos los entes, supuestos, imaginados o artísticamente detectados caben en ese lugar[15] en el que coinciden la nada y el todo, lo que será real pero aún no es… ¡Y el pasado inamovible!

Y Brahma volvió la vista. Y todo se hizo luz.

Lo llamamos Big bang y ya está en el Ahora temporal.

¡Qué poder el de la imaginación del hombre! No sé explicar cómo ni qué es algo fuera del tiempo pero percibo la huella que ha dejado y me atrevo a imaginar sus efectos. ¿Alguna religión osa enumerar algunos?

Nómina desordenada y conjunta de cualesquiera religiones[16]: (No hay método ni categoría):

Dieciocho huríes esperando caricias de algún tipo: (¿ y los varones?)

La inmortalidad;

La integración en el Atman;

La ubicuidad;(estar en dos o más lugares a la  vez)

La presencia absoluta de Dios ( y si no estaba en aquel momento, visita al intelecto agente y carta a los averroístas latinos);

El vestido blanco sin tacha;

 el deseo cumplido y no agotado;

La íntima comunión con lo amado (sea cual sea su diferencia…)

(textualmente en mi “cultura”: el ciento por uno y después la “vida eterna”.

¡Ah! Y curar a los enfermos y perdonar los pecados…

Resucitar a algunos muertos…

Pueden añadirse deseos…

¿Qué ha sido del mal? El mal nunca fue un absoluto, ni siquiera un concepto. Y el “por qué” aún está más lejos que antes de comenzar.

Volveremos a los átomos y los tiempos…


[1] ¡ Qué tontería!

[2] Disculpablemente

[3] A y B están en la conciencia cuántica del experimentador.

[4] Permítaseme la repetición de términos por la novedad de la       

propuesta… no hay más entes físicos que los que hay.

[5] Si suponemos menos válida la teoría del vacío imperfecto.

[6] ¿Artístico?, ¿Informal?.

[7] O un líquido, o un gas… en su caso. Los artísticos estados de la materia, incluyendo el plasma, a los que me refiero, no tienen por qué coincidir en propiedades con los “naturales”. Son figuraciones provisionales…

[8] Todos los escritores de Ciencia Ficción han investigado en este enorme espacio vacío.

[9] Ver en el apéndice.

[10] Tratar cómo otra variable más. O expresarlo matemáticamente.

[11]

[12] Cómo el de Sísifo.

[13] O “cómo sí”…

[14] El sentimiento.

[15] Lugar sin espacio y sin tiempo.

[16] Todas son bastante parceidas.

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Estopines y microcuentos

Estopines y microcuentos

 

Casi nadie sabe lo que es un estopín. Pues es como un fulminante, pero a lo bestia. Creo que bastante gente sabrá qué es un fulminante, otros no. Un fulminante es un accesorio que se usa para iniciar un proceso explosivo, como la acción de una bomba, un disparo de rifle o pistola, o un cañonazo. El fulminante de los cañones se llama estopín.

En sí los estopines son como un pequeño petardo que explota por percusión. Si no está colocado en un cañón dispuesto para disparar es casi inofensivo. A nadie se le ocurriría hacer una guerra sólo con estopines. Pero hay que reconocer que como los “cebadores” o iniciadores de las bombas, tienen un papel importante. Sin estopín no habría cañonazo. Otro tema es si lo que interesa es que se dispare el cañón o hacer un poco de ruido.

Todo esto fue una ocurrencia atribuible a que yo hice la mili en artillería, disparé 262 cañonazos, es decir usé 262 estopines. Y también en que, una noche, cuando me acosté empecé a pensar en la tontería de los microcuentos. Los microcuentos son despreciables, como los estopines. Espero que no haya una sociedad de amigos de los estopines que se tome esto a mal. Los estopines son despreciables para hacer la guerra, aunque su colaboración en el crimen sea necesaria, si hay cañones por medio. Ya sé que hay una sociedad de amigos de los microcuentos, por lo que no diré nada de su despreciabilidad para hacer literatura: Es una sociedad poderosa, con poderosos socios y mi opinión podría hacer que nunca me dieran el Premio Nacional de Literatura, suponiendo que alguna vez me diera por escribir literatura… en fin, y lo peor, es que hay intereses económicos por medio. Mejor callar.

Volviendo a mi historia: O sea, que los microcuentos y los estopines cumplen una función si se desea disparar un cañón o la imaginación del inadvertido lector. Pero si ese no es el fin, y el lector o el cañón no están cargados lo más que hacen es un ruido como el de un petardo. Se me nota que esa noche no estaba a favor de los microcuentos. Y alguno pensará que es porque me siento incapaz de escribir uno, y que por eso he escrito todo lo anterior. Alguno pensará que más bien que “sentirme” es que soy realmente incapaz de escribir algo en menos de 10 o 12 páginas.

Pues para demostrar lo falso de esa apreciación voy a escribir un microcuento:

Como un guía profesional que, ante la belleza más asombrosa, repite su excelencia con una cantinela monótona mientras su pensamiento está ausente…

Ya está. ¿Qué parece? ¿Parece un microcuento?

Es que no me atrevo a repetir algún microescrito de autor conocido, no me atrevo aunque no sea famoso, porque seguro que lo hizo con ilusión y lo publicó pensando que era literatura de la buena… ¡y a lo mejor lo es! pero aquella noche yo no lo apreciaba, y de aquellas ensoñaciones vienen estas opiniones. Y, además: ¿Por qué iba a quitarle la ilusión a un escritor con lo caras que están las ilusiones de los escribientes?

Pues el párrafo que he escrito antes puede valer para mis fines, como si fuera un microcuento.

Como Sócrates con la cabeza cubierta, diré que lo leído suscita mis emociones, y excita mis recuerdos. Puedo revivir aquel momento en el que me di cuenta de que nuestra relación había acabado, y que seguíamos juntos por rutina. Tu me hablabas como el guía del microcuento.

Ahora me pongo a recordar y, como todo el mundo, encuentro en mi vida un amor romántico no correspondido. Y me acuerdo de un nombre: Beatriz. Y, si estoy un poco deprimido, revivo el sabor amargo de la decepción, agudo y presente. Aunque el recuerdo sea muy viejo, de la primera juventud o de la adolescencia, veo de nuevo aquella mirada perdida, las respuestas vagas y la indiferencia ante mi pasión, esa actitud que me lleva a romper, por orgullo, sin darme cuenta de que es mejor la vida de un esclavo enamorado que la de un liberto solitario, o unido por lo razonable a alguien que nunca podrá aspirar a ser una “fiametta”. Una llamita en lo físico un incendio devastador en el alma.

Todo podría haber pasado frente al “campanile” florentino en vez de en el rincón oscuro de un bar, o en una esquina cualquiera, ella no estaba allí. Sus ojos no se hundían en los míos, no saltaban entre los rincones de mi cara buscando los rasgos conocidos; perdidos en el infinito inmediato desmentían el significado de sus palabras: “Sí… es verdad que te quiero…” Cuando yo ya sabía pero no quería admitir que todo…

Si suponemos que Sócrates es un personaje distinto de mí, resulta que todo lo que ha deducido de la lectura de esa frase inconexa, que hemos llamado microcuento, no es mérito mío, que la escribí, sino de los recuerdos de Sócrates y de su habilidad, grande o pequeña, para ponerlos sobre el papel o, simplemente para resufrirlos. El lector es el que pone todo. Podría argumentarse que hay frases más afortunadas que otras, que evocan más. Incluso que lo hacen con una fuerza terrible… yo no he visto ninguna pero debo admitir que hay estopines mejores que otros.

Ahora descubro mi cabeza, dice Sócrates.

La verdad es que yo no, pero un escritor de verdad casi podría escribir una historia, basándose en la frasecita, si la explosión del estopín le hallara de un humor apropiado. Realmente muchas historias se escriben a partir de un título o de una frase imaginada. Pero es mérito del que escribe explotar las sugerencias. En el pretendido microcuento no me transmite nada del personaje, ni del autor. Es el lector el que pone todo, entonces, si la literatura es el arte de transmitir por escrito, de un modo u otro, los pensamientos-sentimientos del escritor al lector y el plural no es irrelevante, una frase inconexa, o tres frases aisladas de un contexto extenso, eso no es literatura, eso son estopines.

En cambio una buena novela, una de esas que, cuando llegas a la página mil, lloras porque te queda poco para terminar su lectura, esas si que suponen una transmisión de sentimientos, pensamientos, posturas vitales… esas enseñan el punto de vista del genio, enseñan: nos indican una faceta de la realidad, nos ayudan a descubrir nuestro propio punto de vista, ese relámpago de comprensión de la vida que, como una visión fugaz del mundo, nos deja la esperanza de comprenderlo.

La polémica está servida. ¿Es que el Sócrates lúcido e independiente está contra Gracián?

 

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PENSAMIENTOS 15. Jalil Gibran

Gibran Jalil Gibran nació en Libano el 6 de enero de 1883 y murió en Nueva York el 10 de abril de 1931. Por su rama paterna, pertenecía a una familia maronita originaria de Siria que en el siglo XVI se estableció en Baalbek. Su padre se ganaba la vida como recaudador de impuestos. La familia de la madre, Kamlé Rahmé, era muy conocida en la región. Hija del sacerdote Estephan Rahmé , antes de conocer al padre de Kalil Gibrán, había inmigrado con su primer marido a Brasil en busca de fortuna. De este primer matrimonio había nacido en 1877 Boutros, el hermano mayor de Kalil. Mariana y Sultana eran las otras dos hermanas menores de Gibrán. Kalil se crió junto a sus hermanos escuchando las historias y leyendas que sobre el Líbano iba narrando la madre, quien se esmeró en darle la mejor educación a su alcance: aprende árabe, música, dibujo y descubre la biblia. Un álbum dedicado a Leonardo da Vinci, que le regaló la madre, convierte a Gibrán en un precoz admirador de su obra. Su gran aptitud para el arte y su exceso de imaginación iban a suscitar ya desde muy temprano la envidia y las burlas de sus compañeros. En 1891 el padre de Gibrán es arrestado por las fuerzas del orden debido a la mala administración de los impuestos que recaudaba. Es condenado, despojado de todos sus bienes y conducido a Beirut para ser encarcelado. Esta ausencia del cabeza de familia hunde al resto en la miseria y en 1895, después de malvender su escaso patrimonio, toman un barco para Boston en busca de condiciones más favorables. Una vez instalados en Boston, la madre se ve obligada a ir de puerta en puerta con un fardo a la espalda vendiendo ropa de casa, encajes y sederías de fabricación siria, mientras Boutros, el hijo mayor, se gana la vida como empleado en una tienda de tejidos. En Bostón, Gibran entra a estudiar en la escuela comunal de Quincy, situada en el barrio sirio de la ciudad. Su pericia para el dibujo pronto atraerá la atención de una de las profesoras que pone al adolescente en contacto con Fred Holland Day, una relevante figura del mundo artístico de la época. Fred Holland Day no sólo destacaba por ser un fotógrafo excelente dentro de la corriente simbolista, sino que además dirigía una pujante casa editorial con un moderno catálogo de libros. Entre los jóvenes efebos semidesnudos que desfilaron por su estudio para servir de modelos, Gibrán ocupó un lugar preferente. Pero Fred Holland Day se convirtió sobre todo en el primer mentor intelectual de Gibrán, descubriéndole el mundo gráfico y poético de William Blake, que tanta influencia iba a tener en su obra posterior. La fecundidad simbólica de la obra de Blake, marcada por la dialéctica espiritual del Bien y del mal, de la desintegración y la regeneración, va a estar presente en la imaginería de sus primeros bocetos. Por sugerencia de Day se inicia en las lecturas de Swinburne, Whitman, Keats, Emerson y los escritores románticos. También patrocina una exposición en la que se exhiben los retratos fotográficos hechos a Gibrán, además de una docena de sus propios dibujos. Esta obra precoz va a llamar la atención de una mujer que tendrá una importancia capital en su vida: Josephine Preston Peabody, una mujer de veintitrés años que ya había hecho sus primeras incursiones literarias. En febrero de 1897, un Gibrán apenas adolescente sucumbe a los encantos de una mujer que le dobla la edad, y que la esposa de un comerciante. La madre y el hermano mayor, exasperados por su comportamiento y por sus frecuentes ausencias nocturnas, deciden enviarle en un barco de vuelta al Líbano, donde arriba el 30 de agosto de 1898. En Becharré se reencuentra con su padre y entra a estudiar en el colegio de la Sagesse, donde permanecerá hasta julio de 1901. Durante esta época lee a Ibn Jaldún, Avicena, los poetas sufíes y profundiza en su conocimiento de la biblia. Aprende francés y se sumerge en las obras de Víctor Hugo, Chauteaubriand y Rousseau. También comienza a publicar sus primeros textos en una revista que él mismo edita en colaboración con un amigo. Con dieciocho años, Gibrán inicia una relación amorosa con Sultana Tabet, hermana de un compañero de clase; tiene 22 años y acaba de perder a su marido. La muerte repentina de la joven cuando apenas habían iniciado la relación iba a dejar en Gibrán un doloroso sentimiento que luego plasmaría en su primera novela: “alas rotas”. En abril de 1902 le llega la noticia de que una de sus hermanas está gravemente enferma y se ve obligado a embarcar rumbo a Boston, dejando atrás un país al que ya no retornará. Para cuando Gibrán desembarca en Estados Unidos, su hermana ya ha fallecido de una tisis galopante. A partir de ese momento Gibrán reanuda su relación con Josephine, que se va a prolongar durante un año y medio y que concluirá cuando la tibieza de esta relación acabe abocando a Josephine a casarse por motivos económicos con un inglés acaudalado. En poco menos de un año la desgracia se va a cebar con la familia de Gibrán. Su hermano Boutros fallece el 12 de marzo de 1903 contagiado de tuberculosis por alguno de sus clientes. El 28 de junio del mismo año muere su madre a consecuencia de un tumor, dejando la familia reducida al escritor, su hermana menor, Mariana, y un padre distante en otro continente. No sólo la muerte de sus parientes, sino también las deudas heredadas de sus negocios, hunden a Gibrán en la desesperación. Finalmente consigue clausurar la tienda de costura que había abierto la madre, vende el fondo comercial de su hermano, liquida las deudas y se decide a relanzar su carrera artística. Vuelve entonces a entrar en contacto con Day y acepta su encargo de trabajar en sus dibujos con el fin de ser mostrados en una exposición que tendrá lugar en mayo de 1904. En el curso de esa exposición Gibrán va a conocer a Mary Haskell, miembro de una acaudalada familia de Carolina, encarnizada feminista, militante de grandes causas sociales y políticas y fundadora de una institución educativa para chicas. A la vez que mantiene esta relación, Gibrán comienza a escribir sus primeros artículos para un periódico árabe en Nueva York. El 12 de noviembre de 1904, el estudio de Day va a quedar destruido por un incendio que se lleva por delante el trabajo fotográfico de 20 años de carrera, además de los dibujos que Gibrán había confiado a su amigo. A partir de este desastre, Gibrán va a dedicar más esfuerzo a la escritura que al dibujo. Una entrevista concedida a un periodista árabe revela en ese momento a un joven de 23 años fuertemente influido por la cultura occidental, que lee a Nietzsche y a Shakespeare, que se siente reflejado en Miguel Ángel, admirador de Mahoma y de Juana de Arco, y que ya manifiesta una gran fascinación por la figura de los locos. En el otoño de 1906 publica en árabe “Las ninfas del valle”, una antología de tres relatos alegóricos, obra teñida de romanticismo y que ya anuncia los temas predilectos del autor: la grandeza de Cristo, puesta de relieve frente a la mezquindad del clero; La metempsicosis y la locura como fuente de verdad y de libertad. Un año después comienza a frecuentar en secreto a una pianista, Gertrude Barrie, que se convierte en su amante, en una relación que se va a prolongar durante varios años. A la vez, la relación mantenida con Mary Haskel se convertirá en una relación de mecenazgo: para incentivar el progreso de su carrera artística le propone costearle una estancia de un año en Paris. Antes de su partida, Gibrán publica su tercer libro en árabe: “los espíritus rebeldes”, cuatro novelas realistas ambientadas en el Líbano y que manifiestan su rebeldía contra la opresión feudal, el clero y los hombres de leyes, denunciando el sometimiento del mundo oriental a tradiciones obsoletas. El libro levanta tempestades en Siria y Egipto. En una de las veladas organizadas por Mari Haskel, conoce a a la francesa Emilie Michel, 3 años mayor que Gibrán, mujer adicta al teatro y a quien Mari Haskel ha confiado la dirección de los cursos de francés en la Haskell’s School. Después de que Gibrán le haga un retrato, se iniciará una relación que va a culminar en París. El 1 de julio de 1908 Gibrán embarca en Nueva York y llega a París el 13 de Julio. La pareja se instala entonces en un estudio en el barrio de Montparnasse. Nada más llegar a París, Gibrán se inscribe como oyente en la Escuela de Bellas Artes y entra enseguida a estudiar en la Academia Julian, por donde habían pasado alumnos como Matisse, Bonnard y Léger. Pronto Emile parte de nuevo para América y se instala en Nueva York con la ambición de dedicarse al mundo del teatro. Gibrán tratará de aliviar su soledad mediante el trato con su amigo Youssef Hoayek, con quien vuelve a encontrarse en Paris. Da clases de dibujo durante dos veces por semana a cinco estudiantes para ganarse algo de dinero e inicia una serie de retratos consagrados a las grandes personalidades de su tiempo. Su amigo Youssef ha dejado de Gibrán una semblanza de esta época: “Me acuerdo bien del estado de ánimo de Gibrán; arrastraba los pies por el frío suelo, y su alma volaba por el infinito. Atormentado, empantanado en la vida, fuma mucho, se toma varias tazas de café al día, lee y relee a Gide, Rilke, Tolstoi y Nietzsche, además de compartir con Ernest Renan la admiración por la figura de Jesús de Nazaret”. En una carta escrita a Mari Haskel llegará a definir a Jesús como el más grande de los artistas y el mayor de los poetas. “Llamarlo Dios lo empequeñece. Pues en tanto que es Dios, sus maravillosas palabras resultarían mediocres; pero en tanto que hombre, constituyen la más pura de las poesías”. Gibrán consigue que le admitan una de sus obras, “El otoño”, en el salón de Printemps, una de las más importantes exposiciones anuales de París. Reanuda su relación con Emile, que vuelve de Nueva York sin haber obtenido en el teatro el éxito que ansiaba; su convivencia se va a prolongar todavía unos meses más. El 22 de noviembre de 1909 parte con ella para América. Atrás deja un periodo de aprendizaje de dos años en los que consigue perfeccionar su técnica con la pintura al óleo, la aguada y la acuarela, además de todo el bagaje vital e intelectual que ha ido acumulando. A su llegada a Boston estrecha las relaciones con su protectora Mari Haskel y le pide en matrimonio. Su rechazo, excusando una diferencia de edad, sume a Gibrán en un desengaño amoroso que tratará de mitigar entregándose al trabajo. Pinta y escribe artículos para periódicos árabes y se esfuerza por convencer a los medios libaneses y sirios de Boston para fundar una asociación en defensa de la causa de los países árabes sometidos por el imperio otomano. Entre los artículos, destaca una carta abierta de un poeta cristiano a los musulmanes en el que llama a todos los musulmanes a levantarse contra el ocupante, pues culpa al Estado otomano de la decadencia de la civilización islámica. Un poco asfixiado por la ciudad pequeña en que se ha convertido Boston después de su experiencia parisina, y ansioso de prosperar en su carrera artística, decide mudarse a Nueva York después de una segunda negativa de Mari a unirse con él. Sin embargo, ésta continua protegiéndole con una pequeña asignación mensual que más tarde se convertirá en una donación total de 5000 dólares para que pueda dedicarse por entero a su obra. Como muestra de agradecimiento, le lega a cambio todo cuanto posee. Gibrán ya lleva en su equipaje a Nueva York un manuscrito de su primera novela “Alas rotas” y un ejemplar de “Así habló Zaratrusta”, que se va a convertir en su libro de cabecera. En uno de sus viajes a Nueva York, Mari Haskel le propone consumar su relación y convertirse en amantes, pero ahora es Gibrán quien la desdeña, herido en su amor propio por haber sido rechazado como esposo. Celoso de su libertad, Gibrán va a escoger el no querer comprometerse jamás con ninguna mujer. “Si llegara a tener una mujer a la que pudiera pintar o a la que pudiera escribir poemas, lograría olvidar su existencia. Ninguna mujer enamorada soportaría mucho tiempo un marido así”, le llega a confesar en una carta a Mary. Gibrán aspirará a volcar la energía de su líbido en las diversas disciplinas artísticas a las que se entrega. Más tarde llegará a decirle a Mary :“si hubiéramos tenido lo que se dice una relación sexual, con el tiempo eso nos habría separado. Nuestras vidas han conocido la misma trayectoria y se nos han ahorrado las relaciones sexuales”. Para poder mantenerse despierto por las noches y dedicarse por entero a su obra, bebe café fuerte y toma baños de agua fría, además de ingerir alcohol con demasiada generosidad. Esta forma de vida desarreglada empieza a afectar a su cuerpo: “Sobre su rostro, que solo tiene treinta y tres años, se hallan grabados más de cuarenta”, anota Mary en su diario. En 1913 vuelve sobre un antiguo proyecto de realizar retratos de grandes personalidades: Thomas Edison, Carl Gustav Jung, Henri Bergson y Sarah Bernhardt acceden a posar para él. En estos años también comienza a colaborar en un nuevo periódico que aparece en Nueva York, Al founoun (Las artes), publicando artículos y poemas en prosa. A la vez, aparecen ensayos literarios dedicados a los grandes místicos, Ghazali e Ibn al-Farid, cuya impronta sufista va a tener repercusión en las ideas y el ropaje simbólico que reviste su obra. Con el estallido de la primera guerra mundial, Gibrán se moviliza y acepta el puesto de secretario del Comité de Ayuda para los siniestrados de Siria y de Monte-Líbano. Su función será la de reclutar a los sirios y libaneses de América que estén dispuestos a combatir al lado de los Aliados, para liberar la región del yugo otomano. Con el fin de que su mensaje llegue a adquirir la mayor difusión entre los medios occidentales, comienza a estudiar con intensidad la lengua inglesa para así convertirla en vehículo de su escritura. En ese idioma lee infatigablemente a Shakespeare y la biblia. El tema del loco, como figura capaz de desentrañar la estupidez y la pereza de los hombres y de desvelar las máscaras de la sociedad, comienza a seducirle y se embarga en el proyecto de un libro centrado en esta figura: la locura, para Gibrán, representa “el primer paso hacia la ausencia del egoísmo”. El libro, bajo el título de “El loco”, se publicará finalmente a mediados de octubre de 1918. El horror de la guerra va a provocar que Gibrán durante esta época se refugie en la pintura; el fruto de este esfuerzo se plasmará en varias exposiciones que tienen lugar en diversas galerías de Nueva York. Para Gibrán, la misión del arte consistirá en “comprender la naturaleza y en transmitir nuestra comprensión de ella a los que la ignoran (…) El arte es un paso que se da desde lo visible conocido hacia lo secreto desconocido, de la naturaleza hacia el infinito”. Con estas premisas, ya se intuye que la obra pictórica de Gibrán va a estar influida por el simbolismo de William Blake. Pero a diferencia de Blake, quien también utilizaba su obra gráfica como un complemento de su escritura, el mundo de Gibrán no está tan dominado por las fuerzas destructoras del Mal y del Apocalipsis; la naturaleza, inspirada por un espíritu sereno, aún sigue siendo un pórtico para que se revele lo divino y podamos penetrar a lo infinito. El periodo que va de 1914 a 1920 va a estar marcado por la influencia de Eugéne Carriere; ensaya la técnica del dibujo a la aguada y sus personajes se vuelven más etéreos y transparentes: el interés por el tema de la maternidad va a reflejarse en una serie de cuadros dominados por este motivo. En diciembre de 1916 se encuentra con Rabindranath Tagore, con quienes muchos críticos vieron en su figura y obra más de un paralelismo. En el año 1920, Gibran funda, junto a un grupo de otros ocho escritores libaneses y sirios de Nueva York, “La liga de la Pluma”. Su objetivo era publicar las obras de sus miembros y las de otros autores árabes que merecieran su apoyo, así como estimular la traducción a la lengua árabe de las obras maestras de la literatura mundial. La liga se convirtió, gracias a las ideas iconoclastas que promovía, en el símbolo del renacimiento de las letras árabes. Para Gibrán, la lengua árabe carecía de futuro si no llegaba a liberarse de sus lastres tradicionales. Para ello era necesario entablar un auténtico diálogo con Occidente con el fin de metabolizar la influencia europea sin dejarse poseer por ella. En agosto de 1920 se publica en el Cairo una antología en la que figuran treinta y un artículos de Gibrán aparecidos en diversos periódicos de lengua árabe. El libro se titulará “Las tempestades”. Animado por un poderoso hálito revolucionario, fustiga en “Las tempestades” los defectos de los orientales –su apego al pasado y a las tradiciones arcaicas-, preconiza la emancipación del matrimonio y rechaza “todas las servidumbres que encadenan a la humanidad”. Tomando siempre partido por los oprimidos, Gibrán rechaza el estado de sumisión y de debilidad en el que se encuentran y, dejándose llevar por un soplo nietzscheano, les arenga a que aspiren al poder y a la grandeza. En torno a esta época la salud de Gibrán comienza a resentirse y su corazón se debilita. Un médico le diagnostica una depresión nerviosa provocada por un exceso de trabajo y una alimentación deficiente. A partir de este periodo de su vida, diversas mujeres con las que había mantenido una relación íntima comienzan a comprometerse con otros hombres, ahondando la soledad en la que siempre se había querido situar. Mary Haskell se casa con un hombre que casi le dobla en edad. Los celos que provoca Gibrán en el marido van a ser el motivo principal de que sus encuentros comiencen a hacerse cada vez menos frecuentes. También por la misma época se casa la pianista Gertrude Barrie con un violinista italiano fanático de la aviación. Entre 1919 y 1923 Gibrán va a estar dedicado casi exclusivamente a escribir “El profeta”, la obra que lleva gestando casi desde sus inicios como escritor. Finalmente el libro se publica en septiembre de 1923. Como toda la obra de Gibrán, “El profeta” es un libro de clara inspiración moral y religiosa. Su protagonista, Almustafá, antes de partir hacia su isla natal desde la tierra en que ha vivido doce años en soledad y meditación, es reclamado por las gentes del lugar para que les obsequie con el fruto de sus pensamientos. A manera de testamento, ofrece sus lecciones de vida y sus recomendaciones sapienciales. Se ha visto en este libro, por su articulación en versículos y su cascada de imágenes y parábolas, la influencia de la biblia y los evangelios, influencia que el mismo Gibrán reconoció más de una vez a lo largo de su obra. También se le ha comparado con “Así habló Zaratrusta”. Pero el orbe religioso en el que habitan los protagonistas proféticos de los libros de Gibrán es fruto de un amplio sincretismo religioso y de un largo aliento místico. En Gibrán confluyen el cristianismo, el islam, el sufismo, las grandes religiones de la India, el esoterismo, la teosofía y la psicología jungiana. Encuentra eco en las obras de Nietzsche, Blake, Gide, Maeterlink, Renan, Emerson y Whitman. Al igual que para el Zaratrusta nietzschiano, el hombre aparece definido como una criatura que debe superarse, que debe trascenderse en busca de su yo más divino. El hombre debe aspirar a alcanzar la unidad universal, pero esta unidad queda compendiada en la imagen de Dios. En “los dioses de la tierra” Gibrán define al hombre como “un dios que se eleva lentamente”. Pero es un dios panteísta que resulta inmanente a la humanidad y también a la naturaleza. Dios se halla tras todas las manifestaciones de la naturaleza y sólo por medio de la comunión con los elementos naturales, a través de los árboles, los ríos y la luz, puede el hombre alcanzar la fusión mística y el sentimiento de armonía y unidad con el todo. La buena acogida del “Profeta” en los medios de prensa americanos convierte a Gibrán en una persona célebre, pero el éxito del libro no acaba de  sacarlo de su habitual penuria; una desafortunada inversión en un proyecto inmobiliario le deja casi arruinado, teniendo que volver pedir la ayuda de Mary Haskell para hacer frente a sus deudas. A partir de 1926, abandona el proyecto de prolongar el profeta con una segunda parte y se embarca en un libro sobre la figura de Jesús. Después de 18 meses de dedicación, a principios de 1928 aparece publicado el libro “Jesus, el hijo del hombre”. Los dolores originados por sus diversas dolencias llevan a Gibrán a refugiarse en el alcohol. El 5 de enero de 1929 se hace un examen médico que revela una alarmante hipertrofia del hígado. Los médicos le aconsejan que se someta a una operación, tras un tratamiento con radio que no da resultado, pero Gibrán prefiere que la enfermedad siga su curso sin intervenciones quirúrgicas. Con fecha de 13 de marzo de 1930, redacta su testamento y deja como herederas a su hermana mariana y a Mary Haskell. En julio alquila una casa al borde del mar buscando el reposo para su enfermedad y durante dos meses trabaja en “El vagabundo”, obra que no va a ver publicada en vida . El jueves 9 de abril de 1931 ingresa en el hospital aquejado de una cirrosis hepática y de un principio de tuberculosis en un pulmón. Gibran entra en coma profundo y expira al día siguiente. Siguiendo su última voluntad, Mary Haskell da su aprobación para que el cadáver de Gibrán sea enviado a Becharré y el 23 e julio de 1931 su féretro envuelto en las dos banderas, libanesa y norteamericana, deja el continente americano a bordo del buque Sinaia. El jueves 20 de agosto de 1931 llega a Beirut, donde el féretro es recibido con todos los honores por las autoridades del Líbano.

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-La ambición es una forma de trabajo

-Dios hizo la verdad con muchas puertas para acoger a todos los creyentes que llamen a ellas

-La educación no siembra semillas en ti, pero hace que germinen tus semillas. (más…)

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Esto no es filosofía 8

8.- Dos arquetipos pero un ser o un pensar

 Me parece recordar y si no es así haremos como si lo fuera: En el Islam en torno al siglo VIII, quizás hasta el XVI[1],  el mundo se dividía en dos partes: La casa del Islam y la casa de la guerra. La moral, las leyes, las costumbres, los derechos, etc., para los mismos creyentes, eran distintos si se encontraban físicamente en una u otra Casa. Desgraciadamente el Islam no ha evolucionado todo lo deseable para el mundo occidental.

Esto es sólo una anécdota para introducir el concepto de dualidad extensa:El Universo total es dual, no sometido al tiempo y al espacio  y ajeno al principio de causalidad.  “Es” y engloba a todo cuanto existe: 0 y 1; Noúmeno y Fenómeno; Idea y Realidad; Voluntad y Representación. Bien y mal si los hubiera. ¿Dios y yo?: Sí, a Dios y a mí también. No se comprende pero es así, lo dice la canción que cantan todas las cosas todas.

Sólo el no-universo es Uno.

¿Y el “mal”? Mal en el sentido de dolor, existencial o no, Dice Don Arturo que es imprescindible para doblegar la “Voluntad”, beatificarse por la ascesis y, no lo dice pero debe ser así, alcanzar el Nirvana.

Ahora convendría hacer una comparación y adivinar en que casa estamos, en la de los filósofos o en la de los eruditos. ¿Somos o pensamos?

[1].- Lepanto en 1571.- El Estado Islámico está resucitando esta antigua realidad en el siglo XXI.-

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Esto no es filosofía 7

7.- El arte y Yo

El joven Monclús, en un arrebato que parecía imitación de otros repentes artísticos pero no lo era, destrozó gran parte de unos maravillosos óleos que había pintado.

Leo, oigo-escucho, medito, busco un texto o una voz. Pudiera ser una música. Me parece extraño pero no puedo descartar el sentimiento de lo intuido ante algo que me parezca una obra de arte. Rara vez. Posiblemente todo el arte que me movería está destruido, necesariamente destruido para ser arte.

La otra parte es el Yo, mi yo en este caso. Ese Yo es mi primer acto de conocimiento, mi primera intuición: ¿O no? Me parece discutible: “existo luego puedo dudar” no es un pensamiento tan banal. ¿Hay experiencia sensible de mí mismo? ¿Quién es el objeto y quién el sujeto en este primer acto de conocimiento? ¿Cuándo se produce? ¿Por qué ocurre? ¿Todo se integra, desaparece, y queda únicamente la relación?

Me siento uno con todos los pintores de paisajes rotos que no llegaron a ser conocidos, los músicos de partituras olvidadas, los poetas de versos soñados y nunca escritos. Es la relación lo que nos une: el intento de trascender sin posibilidad de hacerlo.

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Esto no es filosofía 6

6.- Objetivación.-

 Quizás en esta palabra y su no-significado están las razones por las que esto no es filosofía. El entendimiento o la razón, sin querer, se hacen una pregunta: ¿Es objetivable el Uno?

La pregunta viene al caso porque intento centrar el concepto de Voluntad en Schopenhauer y según de qué escrito es la lectura parece que “Voluntad” y” Uno” son algo muy próximo. De hecho, al comienzo del libro IV dice inequívocamente “Puesto que la voluntad es la cosa en sí,[…]”[1] Pero esta afirmación lo único que hace es retrotraer el problema a definir qué es “la cosa en sí”. Otra aporía de la que un no-filósofo intentaría salir siguiendo a Schopenhauer así:

En primera y lejana aproximación “Voluntad” es algo que “objetivado” da lugar a una representación. O, tal vez, a todas las representaciones porque la primera duda es si la Voluntad es una o son varias. Si cuando dice Voluntad se refiere al Uno, a la Idea platónica, a la Cosa en sí, al Noúmeno… o a algo nuevo, distinto. Algo como el entendimiento agente de Averroes…Un entendimiento para todos los pensadores y cuando se alcanza se comprende todo, se está realmente en el Atman.

En vez de resplandecer la verdad se aumentan las dudas: ¿Qué es objetivar? ¿Ser un objeto para un sujeto? Podría ser la operación de introducir un objeto en el espacio-tiempo-causalidad. Así, si el Uno es objetivable podría definirse el Ser como la “Propiedad primigenia y fundamental de todo lo objetivable”. Y “Existir” sería “Ser en el tiempo”.  Pero: ¿Quién objetiva? ¿Cualquier sujeto que contempla una entelequia tiene la capacidad de objetivar? ¿Quién posee la causa eficiente? ¿La capacidad de ser objeto es una propiedad de lo intuido o algo que “pone” el que intuye? El paso de la Idea o de la Cosa en sí a lo existente, el nacimiento del fenómeno sin causa ¿No es un acto de creación ex nihilo reservado al sujeto?

La metafísica transcendental no es posible. Kant dixit.

[1] WWV Trotta 2004.- T.1 pag. 331

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Esto no es filosofía 5

5.- Vanidad de vanidades (Eclesiastés 1,2; 2,21-23)

No siempre se medita sobre pensamientos propios: Muchas veces un texto ajeno dispara el entendimiento, incluso la razón. Eso siento de este comienzo del Eclesiastés:

 ¡Vanidad de vanidades, dice Qohélet; vanidad de vanidades, todo es vanidad! Hay quien trabaja con destreza, con habilidad y acierto, y tiene que legarle su porción al que no la ha trabajado. También esto es vanidad y grave desgracia. Entonces ¿Qué saca el hombre de todo su trabajo y de los afanes con que trabaja bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente. También esto es vanidad.

¿Quién pudiera decirlo mejor? Y dicen que Schopenhauer era pesimista.

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Esto no es filosofía 4

 4.- Apocalípticos e integrados

 Es el título de un ensayo extenso de Umberto Eco, de 1965. El título es sugerente pero el contenido no tiene que ver con este deslizarse. Para mí los eruditos son “integrados”, su pensamiento es apolíneo. Los pensadores son “apocalípticos”, dionisíacos, y el producto de sus cavilaciones es, a veces, escandaloso. Por ejemplo:

Los derechos humanos no existen. Son un ente de razón. Nadie tiene derecho a evitar totalmente el dolor, de cualquier clase, físico o moral. Nadie tiene derecho a la vida. Ambos supuestos derechos son negados por la naturaleza que nos tortura y nos mata. La vida no es el bien supremo, que decía Semprún; todos tenemos justificación ética para matar, siempre que sea por un bien que nos parezca “mayor”. Lo hacemos con los animales que nos alimentan y con los enemigos que se nos oponen, y viceversa si les damos la oportunidad. Esto no lo decía Semprún.

Pero jamás se me ocurrirá decir que los apocalípticos son “mejores” que los integrados o los pensadores más simpáticos que los eruditos. Si no sé que pueda ser “lo bueno” ¿cómo voy a saber que es “mejor”?

 

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Esto no es filosofía 3

3.- Esto no es erudición (Continua “Esto no es filosofía”)

Todo esto no es erudición. Un erudito sabe, almacena en su memoria una enorme cantidad de información ordenada y dispuesta a aclarar cualquier duda que se plantee acerca de su o sus especialidades. Detrás de lo que dicen o escriben los eruditos hay ficheros virtuales llenos de precisiones, esquemas y estructuras que sirven para intentar comprender el mundo. Y para responder a cualquier cuestión de modo casi inmediato. En resumen tienen memoria cultivada. Otros mortales son incapaces de recitar las doce categorías kantianas, cosa a la que el incapaz de mi yo no da mayor importancia, sobre todo después de que Schopenhauer se planteara en el apéndice “Critica a la filosofía…” que sólo era necesaria una categoría, que imagino que sería la de “Uno” porque no recuerdo otra que fuera imprescindible, aunque sí quedó impresa en mi recuerdo la ausencia de “Ninguno” como concepto puro a priori, acompañando a “Uno”, “Varios”, “Todos”. Me parece que es discriminar a la Nada, aunque excuso a Kant porque ya debía tener en la mente la imposibilidad de la metafísica trascendental… y no debía recordar los sermones del Maestro Eckhart. Esto es una demostración de los jardines a los que puede conducir el “pensamiento artístico” acompañado por mi ignorancia. De paso tengo que reconocer que me dan mucha envidia sana los eruditos, sobre todo si son amigos. Si alguien pretende ser erudito debe encomendarse a Santa Catalina de Alejandría que es la patrona de ellos, tal vez porque lo fuera ella misma. Los que saben más acerca de todos los que se han llamado filósofos antes que ellos son eruditos. Pero ¿Qué aportan al pensamiento artístico?

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