Categoría: Cuentos de Tupa

e-mail

Si P.H. puede escribir una postal yo puedo escribir un e-mail. No es un «cuento de niños» que era lo previsto, sino un descanso… además, como es corto, a lo mejor lo lee alguien…

Internet
www.secreta@xmail.com
Recibí el mail con tu foto.
Estás muy bien y, por la postura, no se te nota casi nada que te falta el brazo derecho.

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Calcetines

Otro cuento contado por lo que queda de niño en el protagonista. No se si lo he conseguido pero he querido retratar la inocencia de la mirada, la incapacidad de percibir el drama de la vida, de la niñez. Si queréis saber como me divertía de pequeño, incapaz de percibir los dramas que me rodeaban, podéis leer “Calcetines”.

Calcetines
A lo mejor uno se figura que la vida siempre ha sido igual, pero el siglo pasado era muy distinto. Por ejemplo los calcetines se zurcían. Ahora zurcir es una habilidad de operarios muy raros y apreciados que únicamente se dedican a recomponer prendas de un cierto valor dañadas por un desgarro o una quemadura, pero antes, todas las amas de casa que se preciaran sabían zurcir y todas tenían un huevo de madera que se metía dentro del calcetín para facilitar la recomposición de un roto, normalmente llamado “tomate”. Este sencillo instrumento, desaparecido de la vida diaria tenía, y mantiene, un cierto encanto, aunque claro, ha perdido su utilidad. (más…)

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Mi profesora de francés…

A mi real profesora de francés que sí se llamaba Marina y era presuntamente francesa, pero ni era alta ni delgada ni nada, sin embargo me enseñó muy bien la lengua de Chateaubriand, aunque luego se me haya olvidado. Y también a todas las Marinas del mundo, incluidas las de guerra.

Mi profesora de francés se llamaba Marina.

Era una mujer de unos treinta años delgada y guapa, aunque en aquel momento yo no apreciara ninguna de las dos cosas. Fundamentalmente porque tenía 13 años y además en cuestiones de apreciación del sexo opuesto fui bastante tardío. Había algunos adelantados, en lo que a la percepción se refiere, y sus barruntos de lo que podría ser la atracción, se traducían en comentarios difíciles de entender para un no iniciado. Entonces se imponía el disimulo para no ser menos hombre que los demás. La verdad adquiría tintes extraños y ciertas reuniones confidenciales producían un ambiente que podría describirse como un caldo espeso. (más…)

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Cuentos

Escribir es una especie de psicoanálisis vergonzoso. Una búsqueda del inconsciente freudiano sin poner de manifiesto a los demás, los probables lectores, los descubrimientos que hallamos en ese bucear en el oscuro mar del yo que no conocemos.

Releyendo lo escrito pueden encontrarse motivos para escribir que el escritor no sabía que estuvieran allí.

Leyendo lo escrito por otro puede caerse en la tentación de suponer aquellos motivos, de creer que el autor se desnuda. Por eso es peligroso publicar entre amigos, pueden pensar que conocen al autor mejor que él mismo. Malo es que te lo digan: tu vida se presenta como una foto en color sepia, medio borrada y tan envejecida que en la figura que aparece allí no te reconoces. Y cuando dices:

“-No, yo no soy así” No te creen.

Peor es que no te lo digan. Seguramente es porque creen haber descubierto algo malo.

Y lo horrible, lo más horrible, que no te lean.

A pesar de todo hay desgraciados que escriben compulsivamente, lo hagan bien o mal. Y publican aunque nadie los lea. Es la ventaja del Blog.

Por algún motivo que no confesaré he escrito algunos cuentos con protagonistas entre la infancia y la adolescencia. Son historietas sin más pretensión que entretener un rato. Adjunto uno de ellos con la esperanza de que alguien lo lea y, sin pensar que me conoce mejor, me diga que le gustó un poco.

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