Mes: julio 2007

e-mail

Si P.H. puede escribir una postal yo puedo escribir un e-mail. No es un «cuento de niños» que era lo previsto, sino un descanso… además, como es corto, a lo mejor lo lee alguien…

Internet
www.secreta@xmail.com
Recibí el mail con tu foto.
Estás muy bien y, por la postura, no se te nota casi nada que te falta el brazo derecho.

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impresiones de verano (VI)

~·~·~·~

brisa en la hierba
trazando un cauce oculto
¿lo sabe el ciervo?

~·~·~·~

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impresiones de verano (V)

~·~·~·~

se vuelve al cielo
y busca sombra de alas
mas sólo hay nubes

~·~·~·~

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Viaje al fondo de la tierra

VIAJE AL FONDO DE LA TIERRA
Como puedes ver, mirando en el dorso la foto de esta postal, durante los últimos días la grieta en los Urales se ha estado ahondando y ensanchando mucho más que lo que anunciaron por televisión –creo que nos queda, incluso, menos tiempo del que habían calculado en el Instituto de Ontorio- Antes de iniciar el viaje teníamos cuatro o cinco grietas para elegir, además de varias decenas de volcanes que se habían ido despertando en los últimos meses, y es una pena que no se pueda prever con bastante anticipación donde va a tener lugar el siguiente temblor de tierra. Ahora mismo, si te digo la verdad, este planeta me esta pareciendo más fantástico que nunca; de hecho, estaba empezando a pensar que la vida en esta tierra era demasiado aburrida para que valiera la pena vivir en ella. Sin embargo, ha sido en este viaje donde me he dado cuenta que en este planeta todavía quedan muchos fenómenos prodigiosos por manifestarse y tengo que decir que la expedición ha sido todo un acierto; de todas las grietas que teníamos para elegir, ésta grieta en los Urales era, sin duda, la más extraordinaria. La raja, desde luego, era descomunal: uno se sentía diminuto e impotente ante ese crujir de la tierra. Lástima que por aquel agujero todo se viese tan negro. Creo que puedes recomendar, con toda confianza, la agencia de viajes que se ha encargado de organizar nuestra expedición: todas las promesas que se anunciaban en el cartel publicitario y en los folletos de mano acabaron cumpliéndose. El viaje no pudo ser más emocionante. Llegamos a sentir un vértigo de montaña rusa; la tierra no paraba de conmoverse y abrirse debajo de nuestros pies, expeliendo de vez en cuando alguna fumarola que parecía como si fuese a abrirse la misma boca del infierno, y de las doce personas que iniciamos el viaje, no hemos regresado más que cuatro. Ahora que tengo que volver a Madrid me siento de verdad vacío. ¿Podrías mirarme si han vuelto a anunciar más viajes de esos tan espectaculares? Aquí no hemos podido todavía asomarnos a la televisión. El guía nos ha contado, sin embargo, que una maravillosa lluvia amarilla está empapando el desierto de Sonora y que un éxodo de americanos ha empezado a extenderse tras la frontera mejicana. ¿Nos estaremos volviendo, precisamente ahora, todos nómadas y mestizos? Antes de partir, la misma agencia estaba anunciando viajes de saldo para ver los bosques de sequoias gigantes del National Park de California, tal como están saliendo estos días en televisión, envueltos en llamas, con sus enormes pies en ascuas y sus verdes hojas de butano crepitando contra los cielos. Debe sentirse, en fin, algo espectacular, como si nos cayese encima una lluvia de cometas encendidos. Es una lástima que en estos momentos especialmente delicados, cuando es necesario tomar tantas decisiones impostergables, vengan las agencias de viajes a ponérnoslo tan difícil. Parece como si el planeta se hubiera vuelto loco de repente y no diera abasto con tanto corrimiento de tierra. De hecho, la oferta de viajes es tan ingente que nosotros mismos estuvimos vacilando durante varios días entre bañarnos en las aguas sulfurosas del Cráter Lake en Oregon o llegar hasta la ribera del lago Nicaragua para contemplar desde lejos como ruge y espolvorea nieve roja el volcán del Momotombu; y es que resulta que ahora mismo no sé que voy a hacer con todo el dinero que he ido ahorrando de una manera tan guardosa en la libreta. Tú me entiendes, ¿verdad? Nada me molestaría más que el fin del mundo me acabase pillando medio dormido en la chaise-longe mientras veo por la televisión “Adivina quién gana esta noche”.

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impresiones de verano (IV)

~·~·~·~

muere una rosa
la brisa que la mecía
ahora la abrasa

~·~·~·~

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impresiones de verano (III)

~·~·~·~

sobre el ciprés
cruzan las nubes de Julio
no lo regarán

~·~·~·~

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impresiones de verano (II)

~·~·~·~

álamo y cedro
¿quién os ha reunido así
para mirar al cielo?

~·~·~·~

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impresiones de verano

Para ver si animo a publicar a los más literatos, iré dejando por aquí un puñado de líneas que reuní el pasado Lunes de camino al trabajo [quién dice que la inspiración llega en vacaciones? o que desplazarse para trabajar fuera de la ciudad y usar transporte público no tiene sus ventajas?]. En ellas se recogen impresiones, buscadas deliberadamente para que cristalizasen en forma de algo similar al haiku [aunque parece que nuestra lengua no se presta mucho a esa métrica, he procurado no apartarme demasiado de la pauta 5-7-5, siguiendo las recomendaciones de Ángel]

Releyendo luego todo, reparo en que hay algunos elementos dominantes (el cielo, las nubes, la brisa, el aire cálido en el que se perfila la presencia de plantas o la ausencia de animales) que se repiten, si bien el papel que despempeñan dentro de la unidad de cada poema puede diferir bastante [acaso trazas de eso tan característico de Oriente que es descubrir opuestos en el seno de cada cosa?]

Precisamente por tratarse de sólo 3 líneas, cada haiku se ha escrito más despacio de lo que parece; en ayuda de que su lectura no sea muy apresurada, la publicación se hará por entregas ;d

Por último, querría pedir a quien le sugieran algo –sea o no lo que motivó su escritura– que aporte su comentario…

~·~·~·~
ahora cesa la voz
el aire se detiene
todo es sólo luz
~·~·~·~

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ACOTACIÓN A PIE DE PÁGINA

[1] Durante mucho tiempo el autor tuvo esta página sobre la mesa de su escritorio. La tuvo en forma de folio en blanco, esperando a ser escrita. Ni siquiera había alumbrado el título, ahora ya definitivamente desenfocado en la cabecera de esta página, pues ¿cómo iba a colocar un título que aún no correspondía a un folio en blanco, un título que debía esperar a la conclusión del texto para llegar a ser definitivo? Y sin embargo, al autor le gustaba barajar los títulos antes de empezar a escribir sus textos o, a veces, le llegaba la ocurrencia mientras los estaba escribiendo. Llamarle por su nombre al texto que había de nacer, le evocaba un sinfín de imágenes, y las imágenes iban despertando palabras que luego ya no podía detener. Cuando veía que el título no se ajustaba a la materia del texto que estaba urdiendo, lo cambiaba; a veces, tanto lo cambiaba que el nuevo título no conseguía hacer recordar al viejo. El nuevo título solía hacer mención a alguna deriva que recientemente había irrumpido en el texto, pero resultaba que aquella intromisión ya estaba de alguna manera trastocando el texto, lo que hacía que el título se tambalease y se acabara viniendo abajo. Debido a todas esas mudanzas, al autor le costaba mucho dar término a sus textos. Cada vez que cambiaba el título iba modificándose  el sentido del texto, a veces, incluso, en el mismo momento en que lo tachaba. ¿Y cómo iba a escribir aquel texto si ya había comenzado a mudar su sentido? El autor pensaba que tendría que ir retocando el texto conforme el sentido se fuera perfilando de un modo u otro y dejarse guiar por ese rumbo titubeante  y movedizo que no paraba de modificar el título. Podía ocurrir que no cambiase más que una coma, un signo de interrogación, o acaso no fuera más que el paréntesis en que ahora colocaba el titulo y que hacía, a la vez, entreverar todo el texto aún no nato entre unos paréntesis provisionales ¿Y si fuera, simplemente, que se le había ocurrido colocar la letra en bastardilla? La bastardilla también repercutiría sobre el texto; no se podía modificar la bastardilla del título y pensar que el texto iba  a continuar inalterable. Era como si la bastardilla se pusiera a interrogar al texto y le estuviese indicando  que también él tendría que ir en  bastardilla, lo que tal vez abriese en el mismo texto otro punto de giro que acabaría modificando el título. Por supuesto, todos estos cambios en el seno de sus textos, provocaban en el autor algunas convulsiones. Se desalentaba y le venían ganas de retorcer los papeles que traía entre manos. Por eso, últimamente, acababa dejando un folio en blanco encima de su escritorio, acaso con la idea loca, que no se atrevía siquiera a confesarse a sí mismo, de que el texto se fuese escribiendo solo. Y por eso no se atrevía ni a escribir el título. Ni siquiera se atrevía a pensar en la suerte de texto que podría reflejarse en aquel folio cuando dejara de estar en blanco. “! Que se escriba solo!”, se decía a sí mismo cuando pasaba cerca de su escritorio, “dejémoslo ahí que dormite un buen tiempo sobre la mesa”, pensaba, “dejémoslo que sueñe y que se vaya escribiendo solo”.  Naturalmente, esto que se decía el autor cuando pasaba al borde del texto que estaba incubando, allí, sobre el escritorio, no se lo decía de una forma literal, ni siquiera premeditada, sino que lo hacia de una manera que estaba más allá de las palabras  y más acá de todas las meditaciones. Y de esta manera había empezado a comprender que no podía dejar que pasaran muchos días más sin atravesar aquel folio en blanco. Pues veía que si seguía dejando aquel folio en blanco encima de la mesa, su vida se alteraría extremadamente, tal vez, incluso, quedase suspendida. El autor, a veces, cuando quería reflexionar sobre lo estaba ocurriendo en su entorno, gustaba de asomarse a la superficie de aquel folio, aún libre de mácula, y contemplar cómo había ido mudando su vida en los últimos días. Y pensaba, mientras intentaba traspasar con los ojos aquella blancura impenetrable, que su vida había ido transformándose en aquel pedazo de papel  que todavía no había empezado a ser escrito. El autor sabía que  iba a llegar el momento en que tendría que deslizar su pluma sobre la superficie de aquel folio, tendría que abrir surcos y remover allí, hincar la pluma en lo hondo, desparramar la tinta; y tenía miedo ya de lo que pudiera brotar de aquel papel, pues sabía que fuera lo que fuera aquello que escribiese, arrastraría la semilla de algo que no vivía en el papel, algo venido del otro margen,  trasplantado desde aquella vida que tanto había cambiado desde que el folio estaba sin tocar. Y tenía miedo de lo que pudiera brotar de allí, de lo que ya estaba brotando en su vida misma. Y sólo había una manera de acabar con la maldición de aquel folio en blanco, sólo un modo de acabar con el sortilegio y abortar aquel texto maldito que había estado sembrando sin querer en aquella pagina en blanco. Por eso, el autor estaba ahora empuñando la pluma y escribiendo sobre lo alto del aquel folio un título, daba igual cuál fuera aquel título, un título al sesgo que diera muerte a aquel folio inanimado, unas pocas palabras que pudieran congelar algún instante de su vida  movediza, cualquier ardid que le permitiese  nacer al otro margen,  aunque no fuera más que a título de acotación a pie de página.

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Calcetines

Otro cuento contado por lo que queda de niño en el protagonista. No se si lo he conseguido pero he querido retratar la inocencia de la mirada, la incapacidad de percibir el drama de la vida, de la niñez. Si queréis saber como me divertía de pequeño, incapaz de percibir los dramas que me rodeaban, podéis leer “Calcetines”.

Calcetines
A lo mejor uno se figura que la vida siempre ha sido igual, pero el siglo pasado era muy distinto. Por ejemplo los calcetines se zurcían. Ahora zurcir es una habilidad de operarios muy raros y apreciados que únicamente se dedican a recomponer prendas de un cierto valor dañadas por un desgarro o una quemadura, pero antes, todas las amas de casa que se preciaran sabían zurcir y todas tenían un huevo de madera que se metía dentro del calcetín para facilitar la recomposición de un roto, normalmente llamado “tomate”. Este sencillo instrumento, desaparecido de la vida diaria tenía, y mantiene, un cierto encanto, aunque claro, ha perdido su utilidad. (más…)

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