Mes: junio 2015

POETAS 110. Inger Christensen (Alfabeto)

Inger Christensen (Vejle, Dinamarca, 16 de enero de 1935 – 2 de enero de 2009) fue una poeta, novelista y ensayista danesa. Nació en Vejle (costa oriental de Jutlandia), donde realizó sus primeros estudios. Más tarde se trasladaría a Copenhague, y allí se graduó como profesora de Matemáticas en 1958. De este año datan sus primeros poemas, que van a ser publicados en el diario Hvedekorn, bajo el auspicio del poeta y crítico danés Poul Borum, con quien se casará un año más tarde, conviviendo juntos hasta su divorcio en 1976. En 1963 entra a dar clases en el Colegio de Artes de Holbaek. Tras impartir dos cursos, decide consagrarse a la literatura, llevando a imprenta tres obras de poesía durante la década de los sesenta: Luz (1962), Hierba (1963) y Ello (1969), un largo poema filosófico sobre el origen del lenguaje y del mundo, donde hace un recorrido por los sentimientos más esenciales del hombre: el miedo y el amor; el poder y la impotencia. También en los años sesenta comienza su aprendizaje como novelista y publica dos novelas. En el relato corto de 1976, “la habitación pintada”, la escritora abordará la vida y obra del pintor del renacimiento Andrea Mantegna. En 1991 escribe “el Valle de las mariposas”, un ciclo de sonetos experimentales donde la fragilidad de las mariposas le sirve como símil para hacer una indagación sobre el dolor humano. También escribió relatos para niños, obras teatrales y numerosos ensayos. En 1978 entró a formar parte de la Academia Danesa, y en 1994 se convirtió en miembro de la Academia Europea de la Poesía. Recibió el Premio Austriaco de Literatura Europea y el Premio Nórdico en 1994, y también el Premio Europeo de Poesía en 1995, además de figurar durante los últimos años de su vida como una de las candidatas perennes al premio nobel de Literatura.

Pero su obra fundamental la escribió en 1981 y la tituló “Alfabeto”. Se trata de un largo poema rigurosamente estructurado de acuerdo a dos principios de composición: la secuencia de Fibonaci y el orden alfabético. La secuencia de Fibonacci es la sucesión infinita de números naturales, en la cual cada término es la suma de los dos anteriores, y fue descrita por el matemático renacentista Leonardo de Pisa. Está sucesión numérica que ha rendido su utilidad lo mismo en la computación que en la teoría de juegos, también se manifiesta en el orden biológico, bien en las ramas de los árboles, en la disposición de las hojas del tallo o en la flora de la alcachofa. Como la misma poeta se encargó de recordar cuando publicó su “Alfabeto”: “Las proporciones numéricas están en la naturaleza, como la forma en que un puerro se envuelve en sí mismo desde dentro”. Inger va a tratar de que su composición poética se arregle de acuerdo a esta proporcionalidad natural: es decir, cada estrofa va a estar compuesto por un número de versos que será la suma del número de versos de las dos estrofas anteriores. 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55… Al mismo tiempo, este orden creciente de estrofas sometidas al orden de los números, va a estar también regida por el orden de las letras, convirtiéndose el poema en un inventario de las cosas del mundo de acuerdo a una clasificación alfabética que va a tener su término en la letra N, ya que el crecimiento exponencial de versos que genera la sucesión de Fibonacci supondría una extensión inabordable en un solo libro de poemas.

Y es en este orden alfanumérico donde se da acogida a ese otro orden natural en el que se va desarrollando el entramado de seres y cosas que forman el mundo, y donde incluso la muerte está ahí sólo para apuntalar mejor ese mismo orden. Pero poco a poco comienza a infiltrarse insidiosamente el desorden provocado por la mano del hombre. En el catálogo de seres y cosas que la poeta celebra a fuerza de invocaciones, se va entreverando una serie de productos humanos que comienzan a ir contaminando y desintegrando tanto la belleza del poema como la inocencia del mundo en él reflejado; y así van haciendo acta de aparición entre los albaricoqueros y las palomas y las flores del sauco, también la dioxina, y el cobalto y los productos de fisión, los errores sistemáticos, el control remoto, los fusiles y el llanto y el lugar del crimen junto al ícaro caído, que viene a simbolizar el poder autodestructor del hombre que ha querido escalar por encima de sus posibilidades. Al lado de los halcones también desfilan los cazabombarderos, a la vez que el poema comienza a expandirse hacia un orden cósmico y telúrico: junto a los corrimientos de tierra y los terremotos se abre un espacio donde ya se premoniza la caída de la bomba de Hiroshima, que “con su blanca oscuridad” va a comenzar a desintegrar el poema y a poner un velo de tinieblas. Por medio de variaciones y repeticiones y nuevas recombinaciones de las palabras que van surgiendo, los objetos y seres naturales designados por ellas también van reconfigurándose en otro orden y sentido, para acabar reflejando el desorden cósmico en el que el hombre se coloca. Junto a la aparición de la Historia también aparece la posibilidad del Olvido, la posibilidad de enterrar toda la naturaleza bajo una capa de muerte y destrucción: “existen las calles, las fronteras, el olvido”. Los experimentos que se realizan con la bomba de hidrógeno en el atolón trazan un factor de irrealidad que va desintegrando el mundo real en que vivimos. El hombre, con su poder de transformarlo todo, se convierte a la vez en el ser que puede aniquilar el mundo y convertirlo en nada: “La bomba de cobalto existe/Envuelta en su capa/De isótopos de cobalto 60/Cuyo periodo de desintegración/Garantiza un efecto/Extremadamente dañino/No hay más que/Decir, nosotros garantizamos/Que el daño será el mayor posible/.” Crítica situación de cataclismo que hace tomar conciencia a la poeta de que el ser humano es sobre todo un ser para la muerte y que el equilibrio de esta relación del ser humano con la muerte pasa por restaurar una relación armoniosa con el mundo natural que le da cobijo. El arte del poeta ha de convertirse entonces en juntar las palabras simplemente para hacer que las cosas queden colocadas en su sitio, siendo consciente de que la intervención del hombre en el mundo natural produce un desorden por donde se puede colar la nada, el poder de las tinieblas. Hay que llegar a pensar líricamente, de la misma forma que el viento escribe su poesía en el agua;  el hombre debe aprender a establecer un vínculo poético con el mundo para remozarlo con su nueva sensibilidad. Hay que pensar como una nube o una hoja de un árbol, nos dice Inge, es decir, hay que pensar teniendo también en cuenta la coexistencia con las nubes y con las hojas de los árboles. Hay que pensar ecológicamente si se quiere pensar líricamente y si se quiere sobrevivir a la deshumanización del hombre. Después de la inminencia del cataclismo queda  un estado de conciencia desolado en el que aparece la compasión como el sentimiento resultante que toma conciencia de que «las cosas tal vez ya no pueden seguir como están». Conciencia de que el poder creador del hombre puede convertir al mundo en un caos y, por tanto, poder demónico que puede venir a desbaratarlo todo. En este horizonte desolado por el poder destructor de la civilización humana, la poesía sirve para abrir un espacio en donde el mundo se vuelve a recolocar de nuevo, dejando que los seres y las cosas lleguen a hacer oír su voz más allá del atronador ruido y confusión con que el hombre ha venido a ensordecer el mundo. Un mundo, nos recuerda Inge, cuya luz resplandece ahora en el cielo pareciéndose al fuego de la bomba un poco.

Al ser el poema una celebración de la existencia de las cosas a través de la pronunciación de los sonidos con que se presentan las palabras, cualquier lector que no conozca la lengua danesa puede, mediante la lectura de la versión original -que aquí se ofrece-, tener un atisbo, recibir algún eco del efecto sonoro que la poeta quiso dar a su orbe de versos. Nunca en verso una lengua tan remota para el lector, se podría decir, ha podido llegar a hacerse tan íntima y tan próxima. Es por este motivo por lo que la selección de las primeras estrofas se ofrece también aquí en su lengua original, con el fin de que se pueda tener acceso a una visión y a una audición lo más cabal posible de uno de los grandes poemas del siglo XX. La traducción del danés al español se le debe a Francisco J. Uriz.

1

Abrikostraeerne findes, abrikostraeerne findes

Los albaricoqueros existen, los albaricoqueros existen

2

Bregnerne findes og brombaer, bromaer

Og brom findes; og brinten, brinten

Los helechos existen; y zarzamoras, zarzamoras

Y bromo existen; y el hidrógeno, el hidrógeno

3

Cikaderne findes; cikorie, chrom

Og citrontraeer findes; cikaderne findes;

Cikaderne, ceder, cypres, cerebellum

Las cigarras existen; chicoria, cromo

Y limoneros existen; las cigarras existen;

Cigarras, cedros, cipreses, cerebelo

4

Duerne findes; drommerne, dukkerne

Draeberne findes; duerne, duerne;

Dis, dioxin og dagene; dagene

Findes; dagene doden; og digtene

Findes; digtene, dagene, doden

Las palomas existen; los soñadores, las muñecas

Los asesinos existen; las palomas, la palomas;

Niebla, dioxina y días; los días

Existen; los días, la muerte; y los poemas

Existen; los poemas, los días, la muerte

(más…)

Loading