Cuerpos gloriosos

 Cuerpos gloriosos

Rezan los católicos, y yo con ellos, que creemos en la resurrección de la carne. Claro que lo que cada uno piensa acerca del resultado de tan maravilloso fenómeno no tiene por que coincidir.

Hace poco argumentaba yo a un amigo jesuita, que la resurrección de la carne debe ser una figura poética, en la que no se puede creer mas que a fuer de metáfora, porque si uno resucita para encontrarse con todos los achaques… vaya faena, a pesar de la omnisciencia, la traslación gloriosa, el don de la ubicuidad y las vestiduras blancas.

La verdad es que la información fidedigna de lo que serán los cuerpos gloriosos es bastante escasa. Sabemos que no serán como creían los Saduceos, cuyos hermanos se casaban con la cuñada viuda hasta dejarla preñada como fuera, sino como ángeles…

Entonces voy y caigo en esa manía recurrente que es figurarme como serán las cosas el día que el tiempo no siga corriendo, no exista… A fin de cuentas todo depende de que el tiempo se pare o no… Bueno, todo todo no, porque lo de las blancas vestiduras debe ser consultado con un físico… ¿Como se altera una radiación si ya no se puede vibrar ?

Entonces tendremos el don de la ubicuidad: lo encuentro normal; al no haber más que presente, se está «al mismo tiempo» aquí y allí, no como en los atascos de tráfico. Y esto que llamaban algo así como la «traslación gloriosa», o don de la ubicuidad, lo cual me parece lo mismo, debió ser la idea base para hacer la M 40 y similares en el espíritu.

Tengo que confesar que una de las cosas que más me preocupa, más que lo del sexo, que ya es preocupante en sí, es lo de la música: Si música es el arte de combinar los sonidos en el tiempo… ¿Que pasará con mis sonatas para piano de Mozart ? Y eso que no soy muy fiel y hay temporadas en que cohabito musicalmente con Vivaldi… pero eso, ¿Que pasará con los conciertos de flauta de Vivaldi ? y, ¿Para que y cómo tañeremos el arpa?.

Y lo que decía antes, lo del sexo: pásese uno toda la vida mortal en plan deficitario y váyase a la otra para enterarse que de lo dicho, nada… ¡No es justo!

Empiezo a explicarme por qué el personaje de ficción que más se acerca al estado que contemplo: el ángel del libro «El enigma del espejo» de Jostein Gaarder , se queja de falta de variedad, precisamente por la ausencia de la sensación de vértigo imaginario que podría producirle el tiempo. Bueno, esto no es muy exacto, pero a mi me pareció interesante, y eso que el buen ángel estaba bastante resignado.

Lo de la omnisciencia, en cambio, si me lo explico. O, mejor, me lo explicó una película que he visto con gozo media docena de veces: «Atrapado en el tiempo», de Bill Murray.

El protagonista de la película, haga lo que haga, vuelve sistemática y misteriosamente al amanecer de un mismo día: «el día de la marmota»; así, puede ser todo lo que se puede ser, y acaba siendo bueno, además de pianista.

¿Será la Eternidad así?: Un día que se repite. Eso estaría bien, y prometo que aprenderé piano, además de investigar lo de las vestiduras blancas y tratar de poner mi balance en números negros en otras cuestiones obvias.

No me puedo imaginar un «Continuo», que es donde algunos modernos dicen que están todas las almas esperando «el santo advenimiento», lleno de «cyndyscrawfords» y «robertsredfords», cuerpos que al menos fueron gloriosos una temporada, por poner un ejemplo. Si solo están ellos no me parece interesante, y, si estamos todos, así de transfigurados, aquello parecerá una playa de California llena de clónicos.

Sería maravilloso pero poco práctico. Quiero decir que no me figuro al cielo como lo que hay detrás de la pantalla de televisión a la hora de los anuncios, tan llena de cuerpos repletos de bifidus, fundamentalmente porque tengo una conciencia bastante real de mi identidad carnal y no me veo perdiendo el «tiempo detenido» entre todas mis conocidas convertidas en «claudiaschifers», sin hacer nada.

O, ¿Tal vez esto será el infierno?

                                                                             

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