Adivinanza

Como os veo muy callados os propongo un juego. Hay una pequeña trampa, como en todos los juegos, pero creo que perdonable.

El juego es adivinar quién es el autor del siguiente texto:

   

Si el contenido total de mi alma

se me hiciera consciente,

resurgirían todas las fugitivas

impresiones olvidadas

no bien percibidas,

y aún las que se me pasaron inadvertidas.

Llevo dentro de mí todo cuanto ante mí desfiló

y conmigo lo perpetúo,

y acaso va todo ello en mis gérmenes,

y viven en mí mis antepasados

todos por entero,

y vivirán, juntamente conmigo,

en mis descendientes.

Y voy yo tal vez, todo yo,

con todo este mi universo,

en cada una de mis obras.

Podéis escribir el nombre del autor como un comentario, y añadir un comentario si os apetece.

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4 respuestas a “ Adivinanza ”

  1. Pobrecito hablador dice:

    Me parece una buenísima idea lo de la adivinanza. Propongo más. Que se abra un debate sobre el texto incógnito, sobre su contenido. Yo no tengo ni idea, ¿no será apocrífo, no será cosa tuya? No sé quien, pero te digo lo que me parece. Seguramente no es un poema. Tal vez lo has desfigurado. Me resulta muy juanramoniano. Podría decir Waltwitmaniano. Pero no, la entonación, la manera de usar las palabras es de alguien que acaricia y mima el español. (y no creo que sea sudamericano, es muy español: por lo tanto no es borges, aunque sea muy borgiano. Podría ser jungiano y también agustianiano. Desde luego, quien sea, es bastante platónico, así que no tiene mal gusto. ¿no será unamuniano, no? no serás tú unamuniano ¿no?

    La idea me gusta. Yo la acojo. ¿Quién no acaricia esa idea de vez en cuando?. Pero cómo es posible dejar al descubierto de manera consciente todo el contenido anímico? ¿no será eso una quimera? ¿Existe el kensho, el satori, la iluminación? hacer consciente todo el contenido del alma sí, pero sólo lo podemos hacer de una forma sucesiva. En todo caso, sólo podemos poner una determinada intensidad e intencionalidad en cada sucesión, en cada instante de tiempo y vida sucesiva.

    Apunto lo que dice borges: sólo una cosa no hay y es el olvido. Efectivamente, nada se olvida en el universo, todo queda registrado, también en el alma. Pero hay grados de consciencia. La inconsciencia es el olvido. ¿Pero lo que ha sido olvidado por inconsciente puede ser rescatado de ese olvido por una aparición súbita o gradual de la conciencia, por un crecimiento de la conciencia?. ¿Y cuales son en ese caso las técnicas para conseguirlo, eso es lo que interesa? Eternidad, sí, pero aquí y ahora. Eternidad para potenciarnos nosotros, no para conformarnos con que la potencia esté en el universo, en los antepasados y sucesores. Porque si no es así, ¿qué clase de eternidad es esa, tan vaga?. Si hay eternidad que sea por nuestras obras.

    Solo puedo decir que así sea, que me apunto a la idea, que es una bonita manera de ser eterno, que esa la única manera genuina de ser hombre, ser así de esta manera eterno: pero entonces pongamos la eternidad, toda la intensidad-eternidad en cada una de nuestras obras: ¿Pero vuelvo a lo mismo, yo no creo que sea una quimera, pero cómo se consigue? (Por cierto, es también una idea mística y desde luego es también muy nietzschiano: pero nietzsche era muy griego y estaba muy desesperado y no creía en nada y se tuvo que agarrar al eterno retorno, último intento de fundar una escatología atea (no sé si las otras escatologías serán mejores, así que no descalifico a Nietzsche, por comparación.), Pero el mundo en sí es un perpetuo ritornello, es y somos un eterno torbellino que todo lo retorna.

    (deja un tiempo para la solución y para el debate, apunto.)

  2. Thoth dice:

    Barrunto quién es el autor… [sea el autor fáctico, haya o no variaciones sobre un presunto texto original, o meramente sea quien prodría haber inspirado a Tupa para, acaso, versificar por su cuenta]. Además de que el tono, y la problemática, son muy suyas (del autor_a_adivinar), sé de ahí fuera que en los últimos tiempos ronda las meninges de aquel cuyo trasunto literario es Tupacalos [EG: a ver si pronto te dejo la apalabrada novela del autor en cuestión!]
    Para quienes aún estén adivinando, vaya –si no me equivoco– una pista: eso de «novela» no podía yo escribirlo propiamente, sin cursiva; y además, despista.

  3. Tupacalos dice:

    ¡Siiii! Es Unamuno y el truco escribirlo en versos en vez de en prosa. Pero: ¡a que es bueno!

  4. Pobrecito hablador dice:

    A mí me parece un texto muy bueno; un motivo más para tomarse a Unamuno muy en serio y convertirlo en referencia. (Yo personalmente, en cuanto encuentre un hueco, pienso tomármelo en serio).

    Ya de paso, comento que en mi trabajo, y de forma azarosa y casi espontaneamente, hemos formado entre cuatro personas una tertulia que se reune una vez por semana para tocar temás filosóficos -llevamos tres semanas y nuestras discusiones sobre temas trascendentes ´se están convirtiendo en un espectáculo en la cafetería del trabajo-, y entre nosotros hay un quijotista y unamuniano empedernido que nos adoctrina sobre sus santos patronos. Hace unos días me entregó un artículo de Amancio Sabugo Abril sobre Unamuno – en Cuadernos hispanoamericanos- y entresaco de él un párrafo para que pueda servir de contribución a la difusión del pensamiento-sentimiento de Unamuno. En este artículo nos da razónes sobradas para rescatar y revindicar a Unamuno precisamente en estos tiempos y en esta sociedad anestesiada e insípida. Ya de paso, te animo, Tupacalos, a que continues esta sección con otras aportaciones, a ser posible del pensamiento-sentimiento español. Aquí queda lo que dice Amancio Sabugo sobre Unamuno.

    El hombre teme el dolor y su dimensión almada la angustia. La civilización del placer, -de la que todos somos sujetos y objetos victimales -anestesia el alma, prescinde ella, si fuera posible. Después de la muerte de Dios tan proclamada como temida por los filósofos, el proceso tiene que terminar en la muerte del alma. Sio se mata el alma, ya no hay conciencia y tampoco angustia. Pascal, Spinoza, Kierkegaard, Unamuno, Sartre, o Heidegger, resultan superfluos. La angustia y la esperanza pueden presentarse como un pensamiento alienado e irracional. La filosofía de la realidad no precisa del sufrimiento, ni de la fe, los ha suprmido de sus planteramientos. Hasta el marxismos de rostro más humano (humanista) el marxianismo resulta anacrónico e innecesario. La filosofía de la realidad es la teoría de la ciencia que ya no es guía del hacer científico, sino su corolario ycrítica interesada.la filosofía de la realidad prescinde de las pasiones. Puede prescindir de la misma razón ya innecesaria (¿Qué fueron sino todas esas epidemias de los estructuralismo sino mordazas de lógica contra la razón, contra el mismo humanismo anterior?)

    La lectura de Unamuno nunca nos es extraña. Hoy se elude este tipo de literatura porque no queremos problemas. Se busca una literatura exterior, enajenadora, evasiva. Se prefiere vivir mil historias, convertidas en imágenes de cine o televisión a la propia biografía. Se tema a la muerte que se aleja, engalana y enmascara. Pero también se huye de la propia, convertida en trayectoria circular, pozo sin fondo. El mundo parece absurdo. Unamuno que quería creeer puede ser un guía para el hombre anestesiado de dolores y también de alegrías, tan lejos de su propia vida como de la muerte irremediable. Pensar espanta. Se prefiere la prisa cotidiana, la enajenación continua. Pensar. El pensamiento convertido en víscera, dolliente, exprimido en palabras, materia de poesía. El no pensar sería la aniquilación, la paz. Esa paz es la misma muerte. pero para Unamuno sólo hay paz en la guerra. Su pensar no es enajenamiento.

    Unamuno es un pensador incómodo porque hace pensar y replantearse los antiguos y eternos problemas que los nuevos sofistas -desde los gramáticos estructurales hasta los llamados filósofos de la ciencia- quieren dar resueltos sin ni siquiera planteárselos. Pensar es sentir profundamente, padecer. ¿ Por qué no vender la capacidad de pensar, la misma posibilidad de ser hombre? Que las imágenes hablen por los pensamientos. Se busca desaforadamente la felicidad, pero tal vez se encuentre cuando no se la persigue. El hombre parece un extraño ser, sin Dios y sin alma, un cuerpo hastiado que vuelve de una fiesta y asiste al entierro de su propio espíritu. No es una figura romántica. No hay en él desesperación, sino indiferencia.

    Ser lector de Unamuno, o de autores interiores como Camus, Heidegger, Kierkegaard, Nietzsche, Spinoza, Pascal, Juan de la Cruz o Teresa de Jesús, Kempis o San Agustín, es vivir sus peripecias. Transformar el objeto de sus libros en sujeto de vividura personal. No importan sus posibles heterodoxias. En su lectura siempre se llega a alguna parte. Se vive la esperanza, incluso con los desesperanzados, como Nietzsche o Unamuno.

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