DESAFORISMOS II

Todo hombre sabe en el fondo que su acto más importante tuvo lugar el día de su nacimiento y pasa toda su vida deslumbrado por ese protagonismo inesperado, esperando que llegue el siguiente momento importante. Y lo que más le molesta es saber que no le va a ser posible estar presente en ese segundo acto.
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Con qué seriedad y virtud representamos el papel que hemos elegido para disfrazarnos.
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Entre las infinitas cosas valiosas que pueden contemplarse en este mundo, a menudo el hombre suele elegir la más insignificante: acaba contemplando su propio ombligo.
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Todos tenemos el complejo de Segismundo. Esperamos que nos liberen de la prisión en la que no merecemos estar y que nos traten como al príncipe ignorado que todavía no ha sido descubierto.

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Si el mundo es cada vez más incoloro, más inodoro y más insípido es porque las grandes marcas comerciales han colonizado al fin las calles de nuestras ciudades.

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Una rara justicia: tratamos a los demás de la misma manera que ellos se tratan a sí mismos. Respetamos a los demás en la medida que se respetan a sí mismos. A quienes no se respetan no les podemos conceder respeto. Nos doblegamos en función de la fuerza con el que el otro nos hace inclinar la cerviz.

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El desafío de todo hombre es realizarse eternamente entre cosas caducas, perfeccionarse entre cosas imperfectas, ir volviéndose virtuoso entre hombres defectuosos.

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Uno sólo puede llegar a ser aquello que ya es: la paradoja reside en que para llegar a ser, necesita ser eso que quiere llegar a ser. Por eso lo principal es sentir que ya se es quien se quiere ser. Darse cuenta de que es en el propio presente donde está la llave de los sueños. Traer a presencia eso que todavía no se ha traído porque lo vemos como una lontananza, pero que es algo con lo que ya se cuenta y que tiene que hacerse proximidad.

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El desajuste con los sueños, con aquellos que soñamos en convertirnos viene precisamente de nuestra disconformidad con el presente. No somos lo que soñamos porque en el presente nos sentimos lejos de nuestros sueños; pero todo presente es la materialización y confluencia de muchos proyectos antiguos, el despliegue de un plan y un sueño que en un tiempo pasado albergamos para este presente. Toda nuestra vida se puede ver como la ejecución de un sueño sostenido, vivido y dirigido. Si no lo logramos ver así es porque vivenciamos la vida con absoluta discontinuidad.

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