DESAFORISMOS III

Quien ama a una persona ama a la humanidad entera. Pero no logramos dar ese salto porque nos falta la imaginación suficiente. Vemos obstáculos en los otros allí donde deberíamos ver puentes. En vez de cruzar los puentes nos estrellamos contra los obstáculos.

El amor: Sólo ama quien ya posee esa fuerza de amar. Pero para poseer esa fuerza, es preciso amar. Hay una fuerza de signo contrario que es la resistencia a amar y que viene precedida por el odio y que no causa más que destrucción: en uno mismo y en el entorno. El odio como una debilidad que hay que padecer previamente para poder odiar. Pero para caer en esa debilidad es preciso aplicarse a odiar. El amor visto como la fortaleza de quien tiene la capacidad de amar y por tanto de crear y construir. El odio visto como la debilidad de quien ha perdido la capacidad de amar dedicándose a destruir todo cuanto construye el amor. Poderes de polos opuestos que están eternamente combatiéndose.


¿Por qué resulta que el amor es inefable? Porque resulta que no es una cosa de la que se puede hablar sino que sólo cabe probarlo mediante una vida que lo demuestre y exprese. Pero este tipo de vida penetrada por el amor sólo se puede llevar a cabo mediante el merecimiento, mediante una suerte transformación; con el deseo de amor no basta: hay que hacerse digno de alcanzar el estado en que el odio haya sido por fin extirpado.


El amor de sí es el enemigo del amor. Porque amor es siempre amor de otro y de lo otro. Ese escrúpulo con el que nos miramos a nosotros mismos, esa obsesión de estar siempre pendientes de nuestra imagen, de nuestros actos y de nuestras cosas es el mayor obstáculo para la entrega. Y si nuestras vidas están vacías es porque ninguno de nuestros instantes se halla henchido de amor. Amor significa entrega, pero la paradoja está en que para entregarnos a los otros debemos antes hurtarnos a nosotros mismos, escapar de la fuerza de gravedad narcisista con la que nos atrapa nuestro yo.


La mayor prueba de que hay que amar a todas las criaturas es que todas las criaturas son fruto del amor. Se engendra por amoroso acoplamiento de dos seres distintos. Y eso quiere decir que todo cuanto en el mundo hay ya participa del amor en distintos grados. Pero la mejor prueba de que se ama el mundo es poner el amor, no en uno mismo y en sus cosas, sino en cada cosa que se haga. Uno sólo puede transformarse en amor cuando todas sus obras son hechas por amor.


Lo más importante que puede llegar a ser un hombre es uno mismo, y precisamente eso que es lo más importante resulta ser lo único y lo que mejor sabe hacer todo hombre y, puesto que la clave de su vida es realizar su humanidad de esta manera, todo hombre tiene la posibilidad de realizarse de la manera más sencilla haciendo lo único y lo que mejor sabe hacer: ser uno mismo.


Una observación relevante y obvia, pero que suele pasarse por alto. Todo cuanto hacemos es único y original; todo cuanto hacemos es hecho por primera vez y tiene carácter de novedad. Por eso toda vida es un experimento. Nadie lee el mismo libro y de la misma forma. Todo lo que vamos ejecutando es inexplorado y se ha hecho por primera vez. Nadie ha escrito en el papel estas palabras que estoy yo escribiendo ahora. Nadie ha pensado en ti como he pensado yo. Se puede decir, en un sentido abstracto, que con nuestras vidas estamos repitiendo las mismas vidas que han vivido los demás hombres. Pero no es más que un error de generalización. Todo es nuevo bajo el sol. Todos los hombres somos iguales, pero cada vida y cada humanidad resulta ser única. Cada hombre es libre de llevar su humanidad a una cima o de precipitarla hacia el abismo. Y cada hombre lleva a todos los hombres a la gloria de esa cima o al cieno de ese abismo. Nadie hace una casa. Hace su propia casa y, desde este punto de vista, no hay una forma igual de hacer una casa. Cada hombre es único, como única es la manera de conducir su vida. Y lo es en todo momento, desde el principio al final. Cuanto más consciente sea de esta unicidad, más original serán sus acciones. No se trata de hacer la misma casa, pues no existe tal. Se trata de hacer una casa distinta. Una casa no es un objeto de construcción sino un verbo: es el verbo por el cual acabamos habitándonos a nosotros mismos.

Loading

Los comentarios están cerrados.