VENDRÁN MÁS AÑOS MALOS Y NOS HARÁN MÁS TONTOS

Uno de los motivos de la inseguridad del hombre es que desconoce cómo va a ser el futuro. Sabe, cuando echa una ojeada a los periódicos o al telediario que el mundo presente es más pobre y crítico, más violento e inhumano, tal vez más injusto y desigual, pero mantiene la esperanza que todo este pésimo panorama mejore en algún futuro próximo. Pero también le agobia el temor de que acaso no esté asistiendo más que al comienzo de un cataclimo que empeorará drásticamente la condición humana. Pero de lo que uno puede estar seguro en el día de hoy, después de haberse asomado al periódico, es que el mundo de mañana será mucho más tonto de lo que lo es hoy, si es alguno dudaba de se pudiera traspasar el actual límite de tontería al que premeditadamente se está llegando. Y me baso en dos noticias que paso a presentar sin más preámbulos, porque hablan por sí mismas. La primera es una ínfima noticia que ocupa una delgadísima columna que debería producir sonrojos a los directores de los periódicos que dictan cuál es el espacio marginal que deben ocupar las noticias más importantes en un mundo cada vez más frívolo. Y su titular dice que “LA CRISIS EMPUJARÁ AL HAMBRE A 16 MILLONES DE NIÑOS”. 16 miñones de niños llorando de hambre serían capaces de constituir un coro de potente llanto capaz de consternar a los gobiernos de todo el mundo. Pero imagino que, después de todo, los gobiernos, que antes de quedar embargados de pena pretenden embargar a todos sus subditos para que continuen aumentando su botin los plutocratas del mundo entero, probablemente han urdido algún artilugio capaz de desconcertar este llanto unido para que sus penas no consigan ahogar  en llanto nuestras pingues comidas. Y perdón por la frase barroca que no está dictada más que por  la mala leche que me provoca el mundo. Voy al grano y a la noticia escueta. De acuerdo con un estudio del Instituto para la Investigación de Politicas Alimentarias presentado ayer en Maputo (Mozambique), la acción combinada de la crisis financiera y la del precio exorbitado de los alimentos va a suponer que en 2020 sean 16 millones de niños más lo que se sumen a los 900 millones de personas actualmente malnutridas en el mundo. Pero aquí no acaba la cosa. Lo desconcertante es darse cuenta de según la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO), el número de personas con hambre en el mundo ha pasado de 848 millones a 923. El aumento, por tanto, 75 millones de personas más en sólo cuatro años. Tal parece que el mundo, antes de que un cataclismo nuclear lo entierre para siempre, acabará devorándose a sí mismo de pura hambre. Un hambre que cada vez resulta más cara, una vez que se sabe que los más pobres se ven obligados a destinar a la compra de comida entre el 50% y el 75% de su salario. Y esto no ocurre tan lejos. Esto puede ocurrir en el último lugar del mundo al que hemos ido a pasar nuestras vacaciones. Un mundo interplanetario que hace que los marcianos que ayer se morían de hambre en la remota Africa se hayan convertido en nuestros vecinos y en nuestras nodrizas y nuestros enterradores. En Bangladesh, sin ir más lejos, un aumento de precios del 50%, que es lo que se prevee, hará aumentar un 25% el número de mujeres y niños con deficiencias de hierro. Este déficit de hierro provocaran en las mujeres una peor resistencia a las enfermedades y mayores riesgos durante el embarazo y el parto. Es decir más hambre y más muerte. Pero lo que más  llama la atención de la noticia es que provocará en los niños que logren sobrevivir un déficit en el desarrollo cognitivo. Si uno jugara a hacerse el cínico, diría que unos cuantos millones de niños muertos aliviarán un poco el hacinamiento de nuestras ciudades. Así que poco  importa que se nos mueran unos cuantos millones de niños que no son nuestros. Así, nuestro nicho ecológico en el que malvivimos tendrá más hueco y será más grande. Lo que hace a la noticia intolerable es que nos asegura que el mundo de mañana va estar repleto de adultos todavía más tontos de los que somos ahora , debido a que el hambre de nuestros días les va a hacer pasar a los paises subdesarrollados de una edad de hierro a una edad de plomo. Y a diferencia del hierro, como sabemos, el plomo nos envenena la atmósfera y la sangre. Y esto me hace pasar a la segunda noticia. Porque, por si esto nos supiera a poco, nos enteramos también por el periodico de hoy que el aire contaminado puede perjudicar el desarrollo del cerebro durante el embarazo o la niñez. La verdad es que uno se alegra de  haber sido niño en un mundo en que todavía se podía oler en el aire la fragancia de las boñigas de vaca, pero empieza a creer que esa sospecha que le asalta casi todos los días de que se está volviendo cada vez más tonto es una sospecha fundada precisamente en el aire que se respira, que exigimos respirar, como diría Celaya, trece veces por minuto. Ya no nos queda más recurso para no volverse irremediablemente tonto que taparse la boca y las narices y dejar para siempre de respirar a fin de que la muerte por fin nos acabe iluminando. Según los estudios realizados con niños en las ciudades de New York, Boston y Mexico D.F., los pequeños que crecen en zonas con el aire más sucio pueden sufrir alteraciones estructurales que se pueden traducir en retrasos en funciones cognitivas superiores, como el aprendizaje y la memoria. Quien quiera comprobar los detalles neurológicos por los que este proceso se produce, no tiene más que hojear la prensa de hoy, pero si lo que uno busca son palabras gruesas que los políticamente correctos periódicos nunca quieren usar,  esto sólo quiere decir lisa y llanamente una cosa: el día de mañana seremos más lerdos y desmemoriados. Tan desmemoriados que probablemente no nos acordemos ya de que la culpa de nuestra gran tontería la tiene el  mundo que nos estamos fabricando a marchas forzadas. Personalmente, diré aquí que no me asusta un mundo más contaminado. Me moriré de todos modos y ya cuento desde ahora con morirme mucho más podrido que cuando vine al mundo. Pero uno pensaba que una de las metas seguras que un hombre podía proponerse para dar sentido a la vida era irse volviendo un poco más lúcido e inteligente, habida cuenta de que el cupo de los hombres que se enriquecen es un cupo muy limitado. Pero ahora me entero, leyendo las paginas de los periódicos de hoy, que estamos contruyendo un mundo en que apenas queda ya hueco para la inteligencia, un mundo fisica e inexorablemente cada vez más tonto, un mundo que le haría levantarse a Alberti de la tumba con su gesto desengañado y recitar aquello de “era tonto y el mundo que he pisado y he aspirado me ha hecho dos veces tonto”.

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Una respuesta a “ VENDRÁN MÁS AÑOS MALOS Y NOS HARÁN MÁS TONTOS ”

  1. numa dice:

    Gracias. En tu denuncia también está mi desahogo.
    Y sí, yo también, sin duda, sé que soy tonto.

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