Ápeiron

POETAS 35. BERTOLT BRECHT

(Augsburg, 1898-Berlín Oriental, 1956)

Se pueden leer poemas de tono más íntimo que los aquí seleccionados en: amediavoz.com/brecht.htm 

Casi todos ellos en versión de Jesús Munárriz y Jenaro Talens. La traducción de los poemas que se pueden leer a continuación es de Jesús López Pacheco.

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HOLLYWOOD

Para ganarme el pan, cada mañana

voy al mercado donde se compran mentiras.

Lleno de esperanza,

me pongo a la cola de los vendedores.

(1942)

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LEYENDA SOBRE EL ORIGEN DEL LIBRO «TAO-TE-KING», DICTADO POR LAO-TSE EN EL CAMINO DE LA EMIGRACIÓN

 

A los setenta años, ya achacoso,

sintió el maestro un gran ansia de paz.

Moría la bondad en el país

y se iba haciendo fuerte la maldad.

Se abrochó los zapatos.

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Empaquetó las cosas necesarias.

Pocas: Pero algo había de llevar.

La pipa en que fumaba cada noche.

El libro que leía a todas horas.

Algo de blanco pan.

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Gozó mirando el valle, y lo olvidó

cuando la senda comenzó a ascender.

Rumiaba el buey, alegre, hierba fresca

mientras llevaba al viejo.

Pues iba muy de prisa para él.

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Caminó cuatro días entre peñas

hasta que un aduanero lo paró.

«alguna cosa de valor?» «Ninguna.»

«Es un maestro», dijo el joven guía

del buey. Y el aduanero comprendió.

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Y el hombre, en un impulso afectuoso,

aún preguntó: «Que ha llegado a saber'»

Y el muchacho explicó: «Que el agua blanda

hasta a la piedra acaba por vencer.

Lo duro pierde.

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Aprovechando aquel atardecer,

tiró el guía del buey, siguiendo viaje.

Ya se perdían tras de un pino negro

cuando los alcanzó el buen aduanero.

Les gritaba. «!Esperadme!».

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«Dime otra vez eso del agua, anciano.»

Se detuvo el maestro: «¿Te interesa?»

«Soy sólo un aduanero», dijo el hombre,

«pero quiero saber quien vencerá.

Si tú lo sabes, dímelo.

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!Escríbemelo! !Díctalo a este niño!

No lo reserves sólo para ti.

En casa te daré tinta y papel.

Y también de cenar. Yo vivo allí.

¿Aceptas mi propuesta?»

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Examinó el anciano al aduanero:

chaqueta remendada, sin zapatos,

viejo antes de llegar a la vejez.

No era precisamente un triunfador.

Murmuró: «¿Tu también?»

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Había vivido demasiado para

no aceptar tan amable invitación.

«Quien pregunta, merece una respuesta.

Parémonos aquí», dijo en voz alta.

«Hace ya frío», el guía le apoyó.

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Echó pie a tierra el sabio de su buey.

Escribieron durante siete días

alimentados por el aduanero,

quien maldecía ahora en voz muy baja

a los contrabandistas.

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Una mañana, al fin, ochenta y una

sentencias dio el muchacho al aduanero.

Y, agradeciéndole un pequeño don,

se perdieron detrás del pino negro.

No es fácil encontrar tanta atención.

 

No celebremos, pues, tan sólo al sabio

cuyo nombre en el libro resplandece.

Al sabio hay que arrancarle su saber.

Al aduanero que se lo pidió

demos gracias también.

(«Historias del Calendario, 1939)

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MALOS TIEMPOS PARA LA LÍRICA

Ya sé que sólo agrada

quien es feliz. Su voz

se escucha con gusto. Es hermoso su rostro.

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El árbol deforme del patio

denuncia el terreno malo, pero

la gente que pasa le llama deforme

con razón.

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Las barcas verdes y las velas alegres del Sund

no las veo. De todas las cosas,

Sólo veo la gigantesca red del pescador.

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¿Por qué sólo hablo

de que la campesina de cuarenta años anda encorvada?

Los pechos de las muchaccchas

son cálidos como antes.

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En mi canción, una rima

me parecería casi una insolencia.

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En mí combaten

el entusiasmo por el manzano en flor

y el horror por los discursos del pintor de brocha gorda.

Pero sólo esto último

me impulsa a escribir.

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1941

 

Huyendo de mis compatriotas

he llegado a Finlandia. Amigos

que ayer no conocía disponen camas para mí

en un cuarto limpio. Por la radio

oigo las noticias sobre el triunfo de la escoría humana. Con curiosidad

considero el mapa de la Tierra. Arriba, por Laponia,

hacia el mar artico,

todavía veo una pequeña puerta.

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*

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LOA DEL ESTUDIO

!Estudia lo elemental! Para aquellos

cuya hora ha llegado

no es nunca demasiado tarde.

!Estudia el «abc»! No basta, pero

estúdialo. !No te canses!

!Empieza! !Tú tienes que saberlo todo!

Estás llamado a ser un dirigente.

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!Estudia, hombre en el asilo!

!Estudia, hombre en la cárcel!

!Estudia, mujer en la cocina!

!Estudia, sexagenario!

Estás llamado a ser un dirigente.

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!Asiste a la escuela, desamparado!

Persigue el saber, muerto de frío!

!Empuña el libro, hambriento! !Es un arma!

Estás llamado a ser un dirigente.

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!No temas preguntar, compañero!

!No te dejes convencer!

!Compruébalo tú mismo!

Lo que no sabes por ti,

no lo sabes.

Repasa la cuenta

tú tienes que pagarla.

Apunta con tu dedo a cada cosa

y pregunta: «Y esto, ¿de qué?

Estás llamado a ser un dirigente.

(1933)

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LAS MULETAS

Durante siete años no pude dar un paso.

Cuando fui al gran médico,

me preguntó: «¿Por qué llevas muletas?»

Y yo le dije: «Porque estoy tullido.»

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No es extraño», me dijo.

«Prueba a caminar. Son esos trastos

los que te impiden andar.

!Anda, atrévete, arrástrate a cuatro patas!»

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Riendo como un monstruo,

me quitó mis hermosas muletas,

las rompió en mis espladas y, sin dejar de reír,

las arrojó al fuego.

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Ahora estoy curado. Ando.

Me curó una carcajada.

Tan sólo a veces, cuando veo palos,

camino algo peor por unas horas.

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LA MÁSCARA DEL MAL

Colgada en mi pared tengo una talla japonesa,

máscara de un demonio maligno, pintada de oro.

Compasivamente miro

las abultadas venas de la frente, que revelan

el esfuerzo que cuesta ser malo.

(1942)

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PREGUNTAS DE UN OBRERO ANTE UN LIBRO

Tebas, la de las Siete Puertas, ¿quién la construyó?

En los libros figuran los nombres de los reyes.

¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?

Y Babilonia, destruida tantas veces,

¿quién la volvió a construir otras tantas? ¿En qué casas

de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron?

La noche en que fue terminada la Muralla china,

¿adónde fueron los albañiles? Toma la Grande

está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?

¿Sobre quiénes triunfaron los Césares? Bizancio, tan cantada,

¿tenía sólo palacios para sus habitantes? Hasta en la fabulosa Atlántida,

la noche en que el mar se la tragaba, los habitantes clamaban

pidiendo ayuda a sus esclavos.

El joven Alejandro conquistó la India.

¿El solo?

César venció a los galos.

¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?

Felipe II lloró al hundirse

su flota. ¿No lloró nadie más?

Federico II venció la Guerra de los Siete Años.

¿Quién la venció, además?

Una victoria en cada página.

¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?

Un gran hombre cada diez años.

¿Quién pagaba sus gastos?
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Una pregunta para cada historia.

1934

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EL HUMO

La casita entre árboles junto al lago,

del tejado un hilo de humo.

Si faltase

qué desolación

casa, árboles y lago.

(1953)

 

 

 

 

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