POETAS 75. José Agustín Goytisolo II

(Barcelona 1928-1999). La muerte de la madre durante un bombardeo en plena guerra civil va a marcar su infancia y su posterior poesía. En 1945 ingresa en la Facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona, donde coincide con Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral y Jaime Ferrán. Cursa los últimos años en Madrid, donde se relaciona con Emilio Lledó, José Ángel Valente y José Caballero Bonald. En 1953 gana el accésit del premio Adonais, siendo el primer miembro del grupo catalán de los cincuenta que publica. Interviene en las Conversaciones Poéticas de Formentor, que a través de “Papeles de Son Armadans”, convoca Cela en mayo de 1959 para hablar de poesía, encuentro al que también asisten Dámaso Alonso, Gerardo Diego y Vicente Aleixandre. En alguna ocasión Goystisolo se sintio identificado con la denominación de poeta industrial,  que hace referencia, según su propia versión, a esos poetas que hablan de “letras protestadas, de la huelga de tranvías, de las casas de prostitución. Los demás sólo hacían referencia a la meseta, la encina y esas cosas”. Es esta experiencia urbana la que atraviesa su libro ”Algo sucede” (1968), donde los poemas reflejan  el ámbito urbano y la experiencia de lo cotidiano. Con la publicación de este libro, seguido de “Bajo tolerancia” (1973),  comienza a reunir textos autobiográficos que toman como fondo vital una determinada situación política, haciendo uso de un tono coloquial y cínico, donde un sujeto algo maniaco-depresivo, que gusta del alcohol, el café y las mujeres, deambula compulsivamente  por bares y calles, y se topa con personas a las que luego hace desfilar como secundarios del poema. A partir del “Rey mendigo”, 1888, Goystisolo abundará en el uso de la tercera persona, lo que le permite un distanciamiento idóneo para el tono elegíaco y la meláncolía que suscita el paso del tiempo. Este tono irónico, ya teñido de desesperanza, se convertirá en el ” leit motiv” de su último libro “las horas quemadas”(1996).

*****

EL ROSTRO QUE CONJURA

Cuando llegue la hora de partir
que a su lado esté ella: que le mire
y que apriete su mano. No le asusta
regresar a la nada. Más quisiera
llevar al otro lado su figura.
La eternidad no existe. Cuando supe
amar a esta mujer y cuando mira
a quien le mira sabe que el infierno
estuvo aquí; también su paraíso.
Al fin y al cabo nadie le invitó
a entrar en este mundo que sabía
no iba a durar por siempre para él.
Pero ha tenido el rostro que conjura
ver al final. El viaje no le importa.
                                                                  («Las horas quemadas», 1996)

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ORDEN DE REGISTRO 

No miren por ahí
todo son libros;
no es entre mis papeles
ni en la cama
donde vayan a hallar
algo escondido.
¿Cuánto cobran ustedes
mensualmente?
No nada; pensaba
lo que vale este registro.
En fin ya son las tres
¿qué esperan encontrar?
es tristísimo.
Sí de acuerdo retiren
lo que quieran;
vamos abajo pues;
perdonen olvidaba
el abrigo.
Adiós mujer
no pongas esa cara;
te digo
que están equivocados
son sólo unos poemas
versitos tontería.
Yo regreso ahora mismo.
                              («Tiempo y olvido», 1977)

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NOTICIA DE LA AGENCIA LOGOS APARECIDA EN LAS PÁGINAS INTERIORES DE TELE-EXPRES EL DÍA 8 DE ABRIL DE 1976

«El niño de diez años M.A.M.M.
que vie en Zaragoza
ha ingresado el día 7 en el Reformatorio
del Tribunal tutelar de Menores
tras de su detención y estancia en la Comisaría
por proferir insultos a las fuerzas del orden.
Estando solo en casa
el niño M.A.M.M. según declaró luego
redactó una poesía conteniendo
varios insultos a la policía.
Una vez hecho esto
llamó por el teléfono al 091
se puso al habla con la policía
y les cantó el poema que él había compuesto
empleando para ello alguna tonadilla popular.
Al parecer
la llamada que efectuó ese niño
fue registrada convenientemente
y minutos después de producirse 
las fuerzas de orden público con varios efectivos
se personaron en el domicilio
al que pertenecía aquel teléfono
y encontraron al niño en cuestión. Fue difícil
llegara convencer a los agentes
de que la poesía era obra exclusiva del muchacho
y de que éste se hallaba en la casa
completamente solo
cuando se decidió a llamar por el teléfono.
Instruidas las diligencias oportunas
para lo cual el niño tuvo que acudir
por tres veces seguidas la Comisaría
éste ha sido ya puesto a la disposición
del Tirbunal Tutelar de Menores de esa capital
y posteriormente ha quedado privado
de libertad
en el Reformatorio de la Institución.»

Yo había comenzado simplemente
a leer en voz alta a mi mujer y a mi hija
esa nota de agencia que resulta normal en tiempos como estos
cuando de un modo absurdo lo aseguro
me dolieron los ojos
se me trabó la lengua como a un niño asustado
no pude continuar con la lectura
estrujé con los puños las páginas del diario
y como me conozco y sé cuando no aguanto más
al verme así rajé
por no llorar.
                  («Tiempo y olvido», 1977)

*****

A VECES

A veces
alguien te sonríe tímidamente en un supermercado
alguien te da un pañuelo
alguien te pregunta con pasión qué día es hoy en la sala de espera del dentista
alguien mira a tu amante o a tu hombre con envidia
alguien oye tu nombre y se pone a llorar.

A veces
encuentras en las páginas de un libro una vieja foto de la persona que amas y eso te da un tremendo escalofrío
vuelas sobre el Atlántico a más de mil Kilómetros por hora y piensas en sus ojos y en su pelo
estás en una celda mal iluminada y te acuerdas de un día luminoso
tocas un pie y te enervas como una quinceañera
regalas un sombrero y empiezas a dar gritos.

A veces
una muchacha canta y estás triste y la quieres
un ingeniero agrónomo te saca de quicio
una sirena te hace pensar en un bombero o en un equilibrista
una muñeca rusa te incita a levantarle las faldas a tu prima
un viejo pantalón te hace desear con furia y con dulzura a tu marido.

A veces
explican por la radio una historia ridícula y recuerdas a un hombre que se llama Leopoldo
disparan contra ti sin acertar y huyes pensando en tu mujer y en tu hija
ordenan que hagáis esto o aquello y enseguida te enamoras de quien no hace ni caso
hablan del tiempo y sueñas en una chica egipcia
apagan lentamente las luces de la sala y ya buscas la mano de tu amigo.

A veces
esperando en un bar a que ella vuelva escribes un poema en una servilleta de papel muy fino
hablan en catalán y quisieras de gozo o lo que sea morder a tu vecina
subes una escalera y piensas que sería bonito que el chico que te gusta te violara antes del cuarto piso
repican las campanas y amas al campanero o al cura o a Dios si es que existiera
miras a quien te mira y quisieras tener todo el poder
preciso para mandar que en ese mismo instante se detuvieran todos los relojes del mundo.

A veces
                sólo a veces gran amor.
                                            («A veces gran amor», 1981)

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ES NECESARIO

Para que surja un artista es necesario
que concurran algunas circunstancias como éstas:

que su familia esté bien avenida
que la madre no cuente sus desastres
que el padre deje de comportarse como una bestia
que el tirano de turno ame los libros
que los periodistas sean misericordiosos
que nadie defraude las esperanzas
que no se hable de derechos humanos
que cierren los colegios y las cárceles
que todo el mundo pueda pisar el césped
que ningún hombre quiera salvar a los demás.

Y en fin para que surja un artista se precisa
que nazca un niño y luego no muera del disgusto.
                                        («Sobre las circunstancias», 1983)

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SOBRE LOS GRANDES HOMBRES

Sobre los grandes hombres siempre hay ciertos detalles
que se ocultan en los textos y en las biografías
para evitar que los padres se escandalicen
al pensar que sus niños los puedan llegar a conocer.

Alejandro fue un mal alumno de Aristóteles
Diógenes fabricó moneda falsa
Cesar usó peluca y se vestía de matrona romana
Carlomagno era un liante de cuidado
Alfonso el Sabio compartió amante con el rey de Murcia
Petrarca tuvo dos hijos de madre desconocida
Colón trabajó a porcentaje y no fue nada claro con las cuentas
Catalina la Grande era superficial en sus juicios políticos
George Washington especuló con terrenos en Virginia
Carlos Marx no podía ocultar ciertos rasgos de avaro
Victor Hugo fue un miserable
Wagner odiaba desaforadamente a los judíos
Einstein fue un aprensivo en cuestión de alimentos
Martin Luther King no fue tan negro como ahora se dice.

Muchos niños dejarían de odiar así a los grandes hombres al advertir sus rasgos y costumbres de gente muy normal.
                                                                       («Sobre las circunstancias», 1983)

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XIX PRECISAMENTE

Pensando en su final
dicen algunos cualquier lugar
es bueno
                    un descampado
un hoyo en la cuneta
                                            el fuego el humo
deshacerse en el mar.

Pero yo
dado a los mitos y a las ironías
prefiero imaginar
que habré de corromperme aquí
bajo esta losa con tu nombre inscrito
precisamente donde tú no estás.
                                                 («Final de un adios», 1984)

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SIN AFÁN NI DESTINO

Oye silbar el viento de la noche
nunca es el mismo: siempre se renueva.
En su casa de entonces él tenía
la estrecha cama cerca del balcón.
Prefería la música en los árboles
a dormir. Es muy díscolo este niño:
no atiende a lo que dicen los mayores.
A las voces del viento sí atendía
porque nada ordenaban. Eran ritmos
fluyendo entre la sombra sin afanes
precisos: como él que no entendía
por qué todo se hacía para algo
cuando la vida era feliz sin rumbo.
el único sentido de la vida
era sin duda no tener sentido.
                                         («Las horas quemadas», 1993)

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AIRE DE LA SIERRA

Bajo aquel cielo leve y transparente
el frío se metió en su gabardina
en su jersey, camisa y camiseta.
Abrigo sí tenía aunque muy viejo:
mejor ir aterido que dar pena.
En las calles plazas y anchos bulevares
de la Moncloa andaba muy deprisa
porque el aire nevado de la Sierra
era más duro que una cuchillada.
mejor el barrio viejo. Lavapiés:
el alboroto de los vendedores
y la gente empujándose. Las tapas
y el vino devolvían a su cuerpo
una sensación falsa de calor.
                                       («Las horas quemadas», 1996)

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EQUIVOCÓ SU VIDA

Personas que creía conocer
pero que no recuerda le saludan:
Muy buenas tardes. ¿Todos bien en casa?
Una muchacha alegre le da un beso.
Las tiendas han cambiado de lugar
y las fachadas son de otros colores:
alguien borró el anuncio del café.
Los árboles son tilos y no plátanos
y arrancaron los bancos de la plaza.
¿Dónde estará su casa? Este portal
no es; horas en blanco. ¿Qué hace aquí?
¿Cómo se llama y quién le está siguiendo?
Equivocó su vida; no su barrio.
                                                    («Las horas quemadas», 1996)

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