POETAS 96. Pedro Salinas I (Seguro Azar)

 Se deja aquí un puñado de poemas de los tres primeros libros de Pedro Salinas, poeta mayor de la generación del 27 -nacido en Madrid en 1891-, que temprano colaboró en la vida cultural de la España de principios del siglo pasado, que llegó a ser un muy joven secretario del Ateneo, que fue lector de español en la Sorbona, donde se dejó hechizar por la prosa de Marcel Proust, al que más tarde tradujo con fortuna, que se casó con Margarita Botella, a la que prontó traicionó por Katherine Whitmore, para quien dedicara la trilogía «La voz a ti debida», «Razón de amor» y «Largo lamento» -trilogía de la que también se seleccionarán aquí poemas, si eso fuera posible-, más tarde la propia Katherine Whitmore -que en el año 32 había venido de Estados Unidos a estudiar en la Universidad de Verano de Sant4nder, de la que Salinas fue profesor y secretario- reapareció en España algunos años después, a mediados  de los años 30, complicando la vida matrimonial del poeta y levándole a un intento de suicidio, lo que no impidió que prosiguiera con su relación en el exilio norteamericano -al estallar la guerra civil- en cuya universidad dió vocacionalmente clases de literatura española, rindió tributo y escribió ensayos sobre Jorge Manrique y Rubén Dario, entre muchos otros, y asistió al adios definitivo de su relación con Katherine en 1939, una vez que ésta consumara su matrimonio con su colega Brewer Whitmore. Entre San Juan de Puerto Rico, Baltimore y Boston pasó sus últimos años dando clases, siendo ésta última ciudad donde le alcanzó la muerte -1951- después de un largo cáncer. Su cuerpo fue enterrado en San Juan de Puerto Rico. Los libros aquí seleccionados pertenecen a su etapa inicial («Presagios», 1923; «Seguro Azar», 1929; «Fábula y Signo, 1931) y en ellos se puede apreciar la huella de Juan Ramón Jiménez, los ecos de las vanguardias, el afán por recrear un nuevo lenguaje simbólico en los modernos objetos de la ciudad y la técnica,  el afán y el desvelo amoroso por llegar a la plenitud de la mujer amada, que se perfila y oculta de forma huidiza en este mismo mundo simbólico y moderno.

*****

1

Suelo. Nada más
Suelo. Nada menos.
Y que te baste con eso.
Porque en el suelo los pies hincados,
en los pies torso derecho,
en el torso la testa firme,
y allá, al socaire de la frente,
la idea pura, y en la idea pura
el mañana, la llave
-mañana- de lo eterno.
Suelo. Ni más ni menos.
Y que te baste con eso.

(«Presagios», 1924)

*****

8

!Cuánto rato te he mirado
sin mirarte a ti, en la imagen
exacta e inaccesible
que te traiciona el espejo!
«Bésame», dices. Te beso,
y mientras te beso pienso
en los fríos que serán
tus labios en el espejo.
«Toda el alma para ti»,
murmuras, pero en el pecho
siento un vacío que sólo
me lo llenará ese alma
que no me das.
El alma que se recata
con disfraz de claridades
en tu forma del espejo.

(«Presagios», 1924)

*****

20

Estos dulces vocablos con que me estás hablando
no los entiendo, paisaje,
no son los míos.
Te diriges a mí con arboledas
suavísimas, con una ría mansa y clara
y con trinos de ave.
Y yo aprendí otra cosa: la encina dura y seca
en una tierra pobre, sin agua, y a lo lejos,
como dechado, el águila,
y como negra realidad, el negro cuervo.
Pero es tan dulce el son de ese tu no aprendido
lenguaje, que presiente el alma en él la escala
por donde bajarán los secretos divinos.
Y ansioso y torpe, a tu vera me quedo
esperando que tú me enseñes el lenguaje
que no es mío, con unas incógnitas palabras
sin sentido.
y que me lleves a la claridad de lo incognoscible
paisaje dulce, por vocablos desconocidos.

*****

22

La balanza -bien lo veo-
está vencida hacia el lado
del platillo malo.
¿Quién me puso allí ese peso? No fui yo, pero allí esta
puesto en mi daño,
y cargo con pesadumbres
que trajeron otras manos.
Señor, lo que yo no puse
¿por qué me es fuerza quitarlo?
!Y hay muchas cosas queridas
en ese plato malo!

(«Presagios», 1924)

*****

27

Esta cadena de hierro
que tanto pesa, me es leve
de llevar y no la siento.
Hay otra cadena hecha
de olas, de tierras y vientos,
de sonrisas y suspiros,
que me ata y no sé adónde,
que me esclaviza a ese dueño
desconocido, a ese dueño…

(«Presagios», 1924)

*****

34

La obediencia que esta noche
me susurras al oído
obediencia es de veleta.
¿Estar quedo? ¿Cambiar mucho?
Eso será como quieran
los aires que muevas tú
para jugar con la ausencia.
no te quejes de mis vueltas
y de no encontrarme nunca
cara a cara:
el huirte es obediencia.
Y si mi alma no te está
nunca quieta,
no la llames volandera:
fidelidad te he jurado
-yo de hierro, tú de aire-
de veleta.

(«Presagios», 1924)

*****

1

CUARTILLA

Invierno, mundo en blanco.
Mármoles, nieves, plumas,
blancos llueven, erigen
blancura, a blanco juegan.
Ligerísimas,
escurridizas, altas,
las columnas sostienen
techos de nubes blancas.
Bandas
de palomas dudosas
entre blancos, arriba
y abajo, vacilantes
aplazan
la suma de sus alas.
¿Vencer, quién vencerá?
Los copos
inician algaradas.
Sin ruido choques, nieves,
armiños, encontrados.
Pero el viento desata
deserciones, huidas.
Y la que vence es
rosa, azul, sol, el alba:
punta de acero, pluma
contra lo blanco, en blanco,
inicial, tú, palabra.

(«Seguro Azar», 1924-1928

*****

2

Figuraciones

Parecen nubes. Veleras
voladoras, lino, pluma,
al viento al mar, a las ondas
-parecen el mar- del viento,
al nido, al puerto, horizontes,
certeras van como nubes.

Parecen rumbos. Taimados
los aires soplan al sesgo,
al sur equivoca al norte,
alas, quillas, trazan rayas
-aire, nada, espuma, nada-,
sin dondes. Parecen rumbos.

Parece el azar. Flotante
en brisas, olas, caprichos,
!qué disimulado va,
tan seguro, a la deriva
querenciosa del engaño!
!Qué desarraigado, ingrávido,
entre voces, entre imanes,
entre orillas, fuera, arriba,
suelto! Parece el azar.

(«Seguro Azar»)

*****

7

SIN VOZ DESNUDA

Sin armas. Ni las dulces
sonrisas, ni las llamas
rápidas de la ira.
Sin armas. Ni las aguas
de la bondad sin fondo,
ni la perfidia, corvo pico.
Nada. Sin armas. Sola.
Ceñida en tu silencio.
«Sí» y «no», «mañana» y «cuando»
quiebran agudas puntas
de inútiles saetas
en tu silencio liso
sin derrota ni gloria.
!Cuidado! que te mata
-fría, invencible, eterna-
eso, lo que te guarda,
eso, lo que te salva,
el filo del silencio que tú aguzas.

(«Seguro Azar»)

*****

11

ORILLA

¿Si no fuera por la rosa
frágil, de espuma, blanquísima,
que él a lo lejos se inventa,
quién me iba a decir a mí
que se le movía el pecho
de respirar, que está vivo,
que tiene un ímpetu dentro,
que quiere la tierra entera,
azul, quieto, mar de julio?

(«Seguro azar», 1924-1928)

*****

14

QUIETUD

No, si no se acaba hoy
esto que tengo empezado,
ya lo sé…Sí hay que dejarlo.
Tu, alfabeto; tú intención;
Tú, papel blanco, !qué inútiles
esta noche
que otra perfección me entrega,
infecunda virgen alta,
de cristal, antigua, inmóvil!
Me llama un ocio, un quehacer
de no hacer nada, de estarse
como agua pura, ni río,
ola ni torrente, agua
quieta esperando que pasen
por arriba alas o nubes,
las almas que tengo fuera.
Un ocio
tan hondo que yo ya sé
que lo que tengo empezado
se cumple en el no acabar,
su sinfín tiene perfecto,
no se ve, ya de tan claro.

*****

16

DOMINIO

Con tu palabra última
-adiós-
anoche encadenaste
la noche a tu silencio.
Aunque el rayo de sol
en los ojos me hiera
con su ciega evidencia,
la noche limpia y pura
tal como anoche era
tu silencio conserva.

Y no se irá a su nada,
secreta, ultraterrena,
hasta que tú, con la primer palabra
de tus labios de hoy
-adiós-crees el día.

*****

LA DIFÍCIL

En los extremos estás
de ti, por ellos te busco.
Amarte: !qué ir y venir
a ti misma de ti misma!
Para dar contigo, cerca,
!qué lejos habrá que ir!
Amor: distancias, vaivén
sin parar.
En medio del camino, nada.
No, tu voz no, tu silencio.
Redondo, terso, sin quiebra,
como aire las preguntas
apenas le rizan,
como piedras, las preguntas
en el fondo se las guarda.
Superficie del silencio
y yo mirándome en ella.
Nada, tu silencio, sí.

O todo tu grito, sí.
Afilado en el callar,
acero, rayo, saeta,
rasgador, desgarrador
!qué exactitud repentina
rompiendo al mundo la entraña,
y el fondo del mundo arriba,
donde él llega, fugacísimo!
Todo, sí, tu grito, sí.

Pero tu voz no la quiero.

(«Seguro azar», 1928)

*****

NÚMEROS

Tenías abecedario
innumerable de estrellas;
clara
ibas poniendo la letra,
noche de agosto.
Pero yo, sin entenderla,
misterio, no la quería.
Aquí en la mesa de al lado
dos hombres echaban cuentas.
Más bellas que los luceros
fúlgidas, cifras y cifras,
cruzaban por el silencio,
puras estrellas errantes,
señales de suerte buena
con largas caudas de ceros.
Y yo me quedé mirándolas:
-!qué constelación perfecta
tres por tres nueve!- olvidado
de Ariadna, desnuda allí
en islas del horizonte.

*****

LA DISTRAÍDA

No estás ya aquí. Lo que veo
de ti, cuerpo, es sombra, engaño.
El alma tuya se fue
donde tú te irás mañana.
Aún esta tarde me ofrece
falsos rehenes sonrisas
vagas, ademanes lentos,
un amor ya distraído.
Pero tu intención de ir
te llevó donde querías,
lejos de aquí, donde estás
diciéndome:
«aquí estoy contigo, mira»
Y me señalas la ausencia.

*****

27

35 BUJÍAS

Sí. Cuando quiera yo
la soltaré. Está presa
aquí arriba, invisible.
Yo la veo en su claro
castillo de cristal, y la vigilan
-cien mil lanzas- los rayos
-cien mil rayos- del sol. Pero de noche,
cerradas las ventanas
para que no la vean
-guiñadoras espías- las estrellas,
la soltaré. (Apretar un botón).
Caerá toda de arriba
a besarme, a envolverme
De bendición, de claro, de amor, pura.
En el cuarto ella y yo no más, amantes
eternos, ella mi iluminadora
musa dócil en contra
de secretos en masa de la noche
-afuera-
descifraremos formas leves, signos,
perseguidos en mares de blancura
por mi, por ella, artificial princesa,
amada eléctrica.

(«Seguro azar», 1928)

*****

33

AMADA EXACTA

Tú aquí delante. Mirándote
yo. !Qué bodas
tuyas, mías, con lo exacto

Si te marchas, !qué trabajo
pensar en ti que estás hecha
para la presencia pura!

Todo yo a recomponerte
con sólo recuerdos vagos:
te equivocaré la voz,
El cabello ¿cómo era?,
te pondré los ojos falsos.

Tu recuerdo eres tú misma.
Ahora ya puedo olvidarte
porque estás aquí, a mi lado.

36

MIRAR LO INVISIBLE

La tarde me está ofreciendo
en la palma de su mano,
hecha de enero y de niebla,
vagos mundos desmedidos
de esos que yo antes soñaba,
que hoy ya no quiero.
y cerraría los ojos
para no verlo. Si no
los cierro
no es por lo que veo.
Por un mundo sospechado
concreto y virgen detrás,
por lo que no puedo ver
llevo los ojos abiertos.

*****

PASILLO DE LA PRISA

!Quémate día, quémate
en la -!quémate día!- hoguera
de la prisa!
!Pronto, la llama alta,
que me espera otro tú, otro día!
!Más alta llama! Te echaré
porque te acabes antes
todo lo que me pidas.
Toda mi perfección guardada y seca,
ahorro de tanto años,
!cómo la despilfarro,
viéndola chispear, brotar, chascando
para que ella me invente al consumirse
un mundo en blanco!
Desnudo del ayer, del hoy desnudo
!qué ardiendo, qué saltando!
lo recordado -briznas-,
lo deseado -qué olor fresco de retama-,
en la hoguera lo veo. Yo lo eché.
Pero aún me quedo yo.
Derecho, yo también
a la llama, a la prisa,
a llegar, a pasar, limpio, por fuego
más allá, al otro lado
-fénix, al otro día-
del día, de la prisa.

(«Seguro azar»,1928)

*****

47

FE MÍA

No me fío de la rosa
de papel,
tantas veces que la hice
yo con mis manos.
Ni me fío de la otra
rosa verdadera,
hija del sol y sazón,
la prometida del viento.
De ti que nunca te hice,
de ti que nunca te hicieron,
de ti me fío, redondo
seguro azar.

(«Seguro azar», 1928)

*****

AMIGA

Para cristal te quiero,
nítida y clara eres.
Para mirar al mundo,
a través de ti, puro,
de hollín o de belleza,
como lo invente el día.
Tu presencia aquí, si,
delante de mí, siempre,
pero invisible siempre,
sin verte y verdadera.
Cristal. !Espejo, nunca!

(«Seguro azar» 1928)

*****

2

RELÓ PINTADO

Las dos y veinticinco. Sí.
Pero no aquí, no.
¿En qué día serían
las dos y veinticinco esas,
en qué mundo serán
las dos y veinticinco, de qué año?
!Qué bien está esa hora
boba, suelta, volando
por los limbos del tiempo!
Se ve que es una hora
en que no pasó nada más que ella:
sus sesenta minutos
lentísimos, sesenta besos largos,
inocentes
En la mejilla tierna de una tarde
de un setiembre cualquiera, no sé dónde.
Hasta dejar de ser
hora de paso en su ascensión
a esto que ya es ahora: un alma de hora
escogida -¿por qué?-,
salvada de entre todas en la esfera
de aquel reló pintado, falso, alegre
medida de lo eterno.

(«Fábula y signo», 1931)

*****

8

LO NUNCA IGUAL

Si esto que ahora vuelvo a ver
yo no lo vi nunca, no.
Dicen que es lo mismo, que es
lo de ayer, lo de entonces;
el cielo, el escaparate,
el buzón de echar las cartas
y la barca por el río.
!Mentira! Si yo ya sé
que se murió todo eso
en otoño, al irme yo.
Que esto ahora
-imposible identidad
de un nueve con otro nueve-
es otra cosa, otra tierra
que brotaron anteayer,
nuevas, tiernas, recientísimas,
tan parecidas a aquellas
que todos me dicen: «Mira,
aquí vivías tu, aquí»

(«Fábula y signo», 1931)

*****

23

TÚ, MÍA

Estate tú donde quieras,
sigue, si quieres, creciendo.
Yo ya te tengo.

Aunque hables días y noches,
nada dices ya,
tu palabra última fue
aquella que yo te oí.
Días rindes y motores,
de tanto buscarte rumbos.
Quieta
estás, clavada en el sitio
donde te dejé de ver.
No darás un paso más.

Nunca cumplirás más años.
Te pasarán por el cuerpo
completos los almanaques,
escuadrones de los santos
del día una y otra vez.
El tiempo
siempre te estará aguardando
en el minuto siguiente
a este en que te tengo yo.
Tú eres ya una fecha sola.

Y cuando te canses ya
de vivirte en los espejos,
en las sombras, en los ojos,
de verte tan parecida
a ti, que quieras ser tú,
volverás aquí, a la cima
más alta de ti, al momento
tan perfecto, tan sin par,
imposible en lo mejor,
que quise dejarte así,
y me marché de tu lado
diciéndole al tiempo: basta.

(«Fábula y signo», 1931)

*****

LA RESIGNADA

!Si tu misma no sabes
que no te has acabado!
Cruzas las manos blancas,
te calas las venas,
cierras los ojos,
no te mueves, de miedo
a estar ya cara al cielo,
delgadas tablas entre
la tierra y tú.
Te resignaste ya
a la enorme sospecha:
se acabó.
!Qué sumisión a esa
muerte
que tú crees aquí!
Pero que está tan lejos,
tan lejos, yo lo veo.
Sueño, sí, no la muerte.
La señal más segura
es que no estarás sola
como los muertos cuando
abras los ojos. (Sola
ya detrás del gran mundo).
No.
Al abrirlos verás
que estaba yo a tu lado,
esperando, y por eso,
por estar yo esperando,
nada más que por eso
-no por el sol y el año,
y lo azul y las huellas-,
no será muerte, no.
Sueño, sí, con su aurora.

*****

28

UNDERWOOD GIRLS

Quietas, dormidas están,
las treinta, redondas, blancas.
Entre todas
sostienen el mundo.
Míralas, aquí en su sueño,
como nubes,
redondas, blancas, y dentro
destinos de trueno y rayo,
destinos de lluvia lenta,
de nieve, de viento, signos.
Dispiértalas,
con contactos saltarines
de dedos rápidos, leves,
como a músicas antiguas.
Ellas suenan otra música:
fantasías de metal,
valses duros, al dictado.
Que se alcen desde siglos
todos iguales, distintas
como las olas del mar
y una gran alma secreta.
Que se crean que es la carta,
la fórmula, como siempre.
Tú alócate
bien los dedos, y las
raptas y las lanzas,
a las treinta, eternas ninfas
contra el gran mundo vacío,
blanco en blanco.
Por fin a la hazaña pura,
sin palabras, sin sentido,
ese, zeda, jota, i…

(«Fábula y signo», 1931)

*****

29

LOS ADIOSES

I

Adiós. Si te digo adiós,
no nos separaremos tan pronto.
Ya no había nada que decirse.
Y de repente alguien,
tú o yo,
echó la salvación,
esa palabra, adiós, entre nosotros.
Y ahora ya no podemos
irnos así.
Hay que quedarse.
Tenemos que decirnos adiós.
Desenredar esa madeja
del adiós redondo.
Explicar, explicarnos, las entrañas
vivas o muertas del adiós.
Decir adiós, adiós,
de día, de noche;
adioses negros, blancos;
adiós riendo, adiós llorando.
Juntos ya siempre por la despedida,
inseparables
al borde mismo -adiós- del separarse.

II

Poner telegramas:
«Imposible viaje. Surgió adiós imprevisto».
Escribir cartas, diciendo:
«Ya no puedo operarme.
Tengo una despedida».
Colgar en la puerta de casa
un papel blanco, donde no esté escrito:
«Cerrado, por adiós».

III

Apoyados
estamos en la baranda
sobre el agua del adiós.
No está turbia ni vacía.
Tiene nubes, hojas, vuelos,
dentro,
que van y vienen, que pasan
sin hacer ruido.

La flotan números, letras,
por encima, sueltas;
no cuentan nada, no dicen
nada.
Cifras elíseas, letras
vestidas de paraíso,
asunción y vacación,
disponibles a otra vida.
Se te ve en el agua -adiós-
mucho mejor que en tu cara.
Se te ve en el agua -adiós-
mucho mejor que en mi alma.
No saldrás nunca de aquí
ya.
Vivirás así, escapada
de tu cara, de mi alma,
tercera de ti y de mí,
nueva,
hija fresca del adiós.
Vivir:
miramos en el adiós.

(«Fábula y signo», 1931)

*****

31

LUZ DE LA NOCHE

Estoy pensando, es de noche,
en el día que hará allí
donde esta noche es de día.
En las sombrillas alegres,
abiertas todas las flores,
contra ese sol que es la luna
tenue que me alumbra a mí.
Aunque todo está tan quieto,
tan en silencio en lo oscuro,
aquí alrededor,
veo a las gentes veloces
-prisa, trajes claros, risa-
consumiendo sin parar,
a pleno goce esa luz
de ellos, la que va a ser mía
en cuanto alguien diga allí
«Ya es de noche».
La noche donde yo estoy
ahora,
donde tú estás junto a mí
tan dormida y tan sin sol
en esa
noche y luna del dormir,
que pienso en el otro lado
de tu sueño, donde hay luz
que yo no veo.
Donde es de día y paseas
-te sonríes al dormir-
con esa sonrisa abierta,
tan alegre, tan de flores,
que la noche y yo sentimos
que no puede ser de aquí.

(«Fábula y signo», 1931)

*****

32

PREGUNTA MÁS ALLÁ

¿Por qué pregunto dónde estás
si no estoy ciego,
si tú no estás ausente?
Si te veo,
ir y venir,
a ti, a tu cuerpo alto
que se termina en voz,
como en humo la llama,
en el aire, impalpable.

Y te pregunto, sí,
y te pregunto de qué eres,
de quién;
y abres los brazos
y me enseñas
la alta imagen de ti,
y me dices que mía.

Y te pregunto, siempre.

(«Fábula y signo»,1931)

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