POETAS 1. César Vallejo II (Los heraldos negros)

Antes de revolucionar el panorama de la poesía hispana con «Trilce» (1923) y de trasladarse a Europa para acabar muriendo en París en 1938, César Vallejo va a publicar en Lima, todavía bajo la influencia modernista, un primer libro titulado «Los heraldos negros», que data de 1918, alguno de cuyos poemas se seleccionan aquí. César Abraham Vallejo había nacido como hijo menor de una familia de doce hermanos, el 16 de marzo de 1892, en Santiago de Chuco, gran población de la cordillera peruana. Estudiante aventajado durante los primeros años, se traslada a Trujillo en 1910 para estudiar Filosofía, que pronto abandona para conocer de primera mano las condiciones de vida de los trabajadores de las minas de Quiruvilca, experiencia que más tarde iba a dejar impronta en su novela «El tungsteno». Tras un breve periodo de estudios de medicina en la Universidad de Lima durante 1911, regresa a Trujillo para trabajar como ayudante de cajero en la Hacienda azucarera «Roma», experiencia de la que saldrá marcado de por vida, en palabras de su mujer Georgette Vallejo, tras contemplar como «4000 peones se extenuan hasta el sol poniente, con un puñado de arroz por alimento, cobardamente retenidos por el alcohol que, dominicalmente y a sabiendas, se les vende a crédito». En 1913 regresa a Trujillo para continuar sus estudios universitarios, que consigue costear al compatibilizarlos con un trabajo de profesor en un colegio. Tras graduarse con su tesis «El romanticismo en la poesía española», comienza a frecuentar los círculos intelectuales de la ciudad y a escribir sus primeros versos. En 1918 se muda a Lima donde comienza a colaborar con la publicación de poemas en diversos periódicos y revistas, a la vez que consigue un puesto de director en un colegio, del que más tarde será cesado al ser descubierta la relación que mantiene con Otilia Villanueva, muchacha de quince años y cuñada de uno de sus colegas, que más tarde inspirará algun poema de su libro «Trilce». 1918 será también el año en que muere la madre del poeta y en el que da a la imprenta los poemas que componen «Los heraldos negros», que habrán de esperar al año siguiente para su publicación definitiva.

Aunque todavía no se había liberado del ropaje y de los símbolos del modernismo, se pueden ya atisbar en los poemas de este primer libro los rasgos y obsesiones que estarán presentes en  el Vallejo posterior: la pugna entre los ideales humanos y la realidad cotidiana -que alentará una posterior preocupación social-, el desamparo del hombre y su solidaridad con él, la hondura metafísica que inquiere de un modo perplejo por el destino último del hombre, su obsesión por la muerte y su defensa de la vida, un tono que va de la tristeza más honda a la alegría más extrema, y su gusto por los giros coloquiales, por los ambientes indígenas y de evocación familiar, y una inclinación ya patente a romper con los convencionalismos del lenguaje y con la lógica de la razón. Llama la atención en este libro, más que el recurso a una mitología y a unos símbolos prestados, el abundante uso de imágenes y metáforas religiosas, que al fin no hacen otra cosa que dar voz al diálogo entre el hombre y Dios, haciendo intervenir a Cristo como una figura intermedia que logra salvar el abismo entre ambos mundos, y que se convierte en clave alegórica que da sentido al absurdo de un mundo huérfano de Dios. Puesto que Dios no es capaz de sofocar el dolor que agobia a la humanidad, a través de la compasión por sus semejantes el hombre logra desempeñar el papel del que Dios parece haber abdicado. El principal cargo del que acusa Vallejo a Dios -«yo te señalo con el dedo deicida»- es haber desertado del mundo. El hombre acusa el desvalimiento en que le deja Dios -«yo nací un día en que Dios estaba enfermo»-, y esa misma falta de providencia abre la puerta del mundo a la presencia del absurdo y a la victoria de la muerte. Pero el Dios que asoma en las páginas de «Los heraldos negros» es un Dios todavía bifronte y que conserva un rostro humano al que se puede consagrar Vallejo: es ese Dios que a fuerza de amar se duele de cuantos males asedian al hombre ( «yo te consagro, Dios… porque siempre debe dolerte mucho el corazón»). Dios sólo valdrá para Vallejo como cifra de todo el amor que da sentido al hombre, pero  ya no será el Dios sordo a los quejidos de esta tierra, sino el Dios ultramundano que garantiza la gran unidad metafísica, aquello que es «uno para todos, un latido único de corazón, un solo ritmo», algo que va más allá de toda razón y que sólo podría «experienciarse» tras haber rasgado el velo de la muerte. El amor verdadero no es aquel que «todavía es una tumba con sexo de mujer que atrae al hombre», sino el del «tálamo eterno» que da satisfacción al ansia de amor universal. Si el hombre siente que no maneja su destino  es porque hay una toma de conciencia de que la tumba es el destino que nos aguarda (todavía con reminiscencias de la tumba dariniana que «aguarda con sus fúnebres ramos»). Y contra este sinsentido que hace vana la vida no parece haber para Vallejo más contraveneno que el del amor, único poder capaz de torcer el destino del hombre y otorgarle la verdadera ley que alumbra su libertad. Se advierte así en esta primera poesía de  Vallejo un aliento prometéico. En un mundo que se caracteriza por truncar cualquier brote de esperanza y de promesa, el amor humano se convierte en algo pecaminoso que llega a infringir lo que se ha constituido en norma y ley: la carencia de amor. No puede transformarse el amor del hombre en algo sagrado y puro -un ansia de pureza total late en los poemas amorosos más profanos de este libro- mientras no se haya instaurado su reino en este mundo. La falta de esta prueba del amor de Dios por su creación hace que toda manifestación de amor en el hombre se vuelva una profanación, una herejía, una blasfemia, una rebeldía prometeica y una prueba de la propia ausencia de Dios. El Prometeo de Vallejo no será el semidios castigado por haber hurtado el fuego a los dioses, sino por haber dotado al hombre de una capacidad de amor y de piedad inconcebible para Dios. Al hombre le es dado poseer  lo que a Dios más le falta. Es en este contexto donde cobra relieve la figura de Jesús como nuevo Prometeo, y en donde aparecen el ágape y el ayuno como símbolos cristianos que ponen en entredicho la comunión universal de las almas. El desayuno y el almuerzo como contrapartidas simbólicas del gran ayuno y orfandad en que dios ha dejado postrado al hombre, en esta tierra que no es sino un valle de lágrimas, «un dado roído y ya redondo a fuerza de rodar a la aventura». Pero también aparece la muerte como metáfora de la gran unidad metafísica que resuelve el anhelo y la angustia existencial en amorosa compenetración de todas las almas: «dulce es la tumba… donde todos se unen en una cita universal de amor». Se nota aquí, en algunos poemas que son como plegarias con intención paródica o de enmienda, que el posterior compromiso social de Vallejo arranca de una raíz metafísica. Todo hombre, por el hecho de haber venido al mundo, está usurpando el lugar que corresponde a otro -«yo vine a darme lo que estuvo asignado para otro»-. Así es como para Vallejo la vivencia en esta tierra exige en el hombre una responsable convivencia que atienda a la miseria del hombre, a retribuir al hombre lo que le ha sido usurpado o robado por otro hombre. La desigual condición humana sólo puede ser compensada por el afán de compartir un destino común y por el anhelo de fraternidad universal, de amor por los desherados de la tierra y por los que no almuerzan nunca, todo ello matizado por el dolor de vivir en una gran víspera que no llega a culminarse en la fiesta prometida; anhelo por recobrar el paraiso perdido que años más tarde se convertirá  en hambre de utopía: «quisiera yo tocar todas las puertas,/y suplicar a no sé quién, perdón,/y hacerle pedacitos de pan fresco/aquí, en el horno de mi corazón».

*****

LOS HERALDOS NEGROS

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé!

Son pocos, pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombre nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!

*****

AUSENTE

Ausente! La mañana en que me vaya
más lejos de lo lejos al Misterio,
como siguiendo inevitable raya,
tus pies resbalarán al cementerio.

Ausente! La mañana en que a la playa
del mar de sombra y del callado imperio,
como un pájaro lúgubre me vaya,
será el blanco panteón tu cautiverio.

Se habrá hecho de noche en tus miradas;
y sufrirás, y tomarás entonces
penitentes blancuras laceradas.

Ausente! Y en tus propios sufrimientos
ha de cruzar en un llorar de bronces
una jauría de remordimientos!

*****

AVESTRUZ

Melancolía, saca tu dulce pico ya;
no cebes tus ayunos en mis trigos de luz.
Melancolía, basta! cuál beben tus puñales
la sangre que extrajera mi sanguijuela azul!

No acabes el maná de mujer que ha bajado;
yo quiero que de él nazca mañana alguna cruz,
mañana que no tenga yo a quien volver los ojos,
cuando abra su gran O de burla el ataúd.

Mi corazón es tiesto regado de amargura;
hay otros viejos pájaros que pastan dentro de él…
Melancolía, deja de secarme la vida,
y desnuda tu labio de mujer…!

*****

LA ARAÑA

Es una araña enorme que ya no anda;
una araña incolora, cuyo cuerpo,
una cabeza y un abdomen, sangra.

Hoy la he visto de cerca. Y con qué esfuerzo
hacia todos los flancos
sus pies innumerables alargaba.
Y he pensado en sus ojos invisibles,
los pilotos fatales de la araña.

Es una araña que temblaba fija
en un filo de piedra;
el abdomen a un lado,
y al otro la cabeza.

Con tanto pies la pobre, y aún no puede
resolverse. Y, al verla
atónita en tal trance,
hoy me ha dado qué pena esa viajera.

Es una araña enorme, a quien impide
el abdomen seguir a la cabeza.
Y he pensado en sus ojos
y en sus pies numerosos…
!Y me ha dado qué pena esa viajera!

*****

EL POETA A SU AMADA

Amada, en esta noche tú te has sacrificado
sobre los dos maderos curvados de mi beso;
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernesanto más dulce que ese beso.

En esta noche rara que tanto me has mirado,
la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso.
En esta noche de setiembre se ha oficiado
mi segunda caída y el más humano beso.

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;
se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.

Y ya no habrán reproches en tus ojos benditos;
ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura
los dos nos dormiremos, como dos hermanitos.

*****

SETIEMBRE

Aquella noche de setiembre, fuiste
tan buena para mí… hasta dolerme!
Yo no sé lo demás; y para eso,
no debiste ser buena, no debiste.

Aquella noche sollozaste al verme
hermético y tirano, enfermo y triste.
Yo no sé lo demás… y para eso
yo no sé por qué fui triste… tan triste…!

Sólo esa noche de setiembre dulce,
tuve a tus ojos de Magdala, toda
la distancia de Dios… y te fui dulce!

Y también una tarde de setiembre
cuando sembré en tus brasas, desde un auto,
los charcos de esta noche de diciembre.

*****

HECES

Esta tarde llueve como nunca; y no
tengo ganas de vivir, corazón.

Esta tarde es dulce. Por qué no ha de ser?
Viste gracia y pena; viste de mujer.

Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo
las cavernas crueles de mi ingratitud;
mi bloque de hielo sobre su amapola,
más fuerte que su «No seas así!»

Mis violentas flores negras; y la bárbara
y enorme pedrada; y el trecho glacial.
Y pondrá el silencio de su dignidad
con óleos quemantes el punto final.

Por eso esta tarde, como nunca, voy
con este búho, con este corazón.

Y otras pasan; y viéndome tan triste,
toman un poquito de ti
en la abrupta arruga de mi hondo dolor.

Esta tarde llueve, llueve mucho. !Y no
tengo ganas de vivir, corazón!

*****

DESHORA

Pureza amada, que mis ojos nunca
llegaron a gozar. Pureza absurda!

Yo sé que estabas en la carne un día,
cuando yo hilaba aún mi embrión de vida.

Pureza en falda neutra de colegio;
y leche azul dentro del trigo tierno
a la tarde de lluvia, cuando el alma
ha roto su puñal en retirada,

cuando ha cuajado en no sé qué probeta
sin contenido una insolente piedra.

Cuando hay gente contenta; y cuando lloran
párpado ciego en purpúreas bordas.

Oh pureza que nunca ni un recado
me dejaste, al partir del triste barro

ni una migaja de tu voz; ni un nervio
de tu convite heroico de luceros.

Alejaos de mí, buenas maldades,
dulces bocas picantes…

Yo la recuerdo al veros, !oh, mujeres!
Pues de la vida en la perenne tarde
nació muy poco !pero mucho muere!

*****

YESO

Silencio. Aquí se ha hecho ya de noche,
ya tras del cementerio se fue el sol;
aquí se está llorando a mil pupilas
no vuelvas; ya murió mi corazón.
Silencio. Aquí ya todo está vestido
de dolor riguroso; y arde apenas,
como un mal kerosene, esta pasión.

Primavera vendrá. Cantarás «Eva»
desde un minuto horizontal, desde un
hornillo en que arderán los nardos de Eros.
!Forja allí tu perdón para el poeta,
que ha de dolerme aún,
como clavo que cierra un ataúd!

Mas… una noche de lirismo, tu
buen seno, tu mar rojo
se azotará con olas de quince años,
al ver lejos, aviado con recuerdos
mi corsario bajel, mi ingratitud.

Después, tu manzanar, tu labio dándome,
y que se aja por mí por la vez última,
y que muere sangriento de amar mucho,
como un croquis pagano de Jesús.

Amada! Y cantarás;
y ha de vibrar el femenino en mi alma,
Como en una enlutada catedral.

*****

HUACO

Yo soy el coraquenque ciego
que mira por la lente de una llaga,
y que atado está al Globo,
como a un huaco estupendo que girara.

Yo soy el llama, a quien tan sólo alcanza
la necesidad hostial a trasquilar
volutas de clarín,
volutas de clarín brillantes de asco
y bronceadas de un viejo yaraví.

Soy el pichón de cóndor desplumado
por latino arcabuz;
y a flor de humanidad floto en los Andes,
como un perenne Lázaro de luz.

YO soy la gracia incaica que se roe
en áureos coricanchas bautizados
de fosfatos de error y de cicuta.

A veces en mis piedras se encabritan
los nervios rotos de un extinto puma.

Un fermento de sol;
!levadura de sombra y corazón!

*****

IDILIO MUERTO

Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita
de junco y capulí;
ahora que me asfixia Bizancio, y que dormita
la sangre, como flojo cogñac, dentro de mí.

Dónde estarán sus manos que en actitud contrita
planchaban en las tardes blancuras por venir,
ahora, en esta lluvia que me quita
las ganas de vivir.

Qué será de su falda de franela; de sus
afanes; de su andar;
de su sabor a cañas de Mayo del lugar.

Ha de estarse a la puerta mirando algún celaje,
y al fin dirá temblando «Qué frío hay… Jesús!»
Y llorará en las tejas un pájaro salvaje.

*****

ÁGAPE

Hoy no ha venido nadie a preguntar;
ni me han pedido en esta tarde nada.

No he visto ni una flor de cementerio
en tan alegre procesión de luces.
Perdóname, Señor: qué poco he muerto!

En esta tarde todos, todos pasan
sin preguntarme ni pedirme nada.

Y no sé qué se olvidan y se queda
mal en mis manos, como cosa ajena.

He salido a la puerta,
y me dan ganas de gritar a todos:
si echan de menos algo, aquí se queda!

Porque en todas las tardes de esta vida,
yo no sé con qué puertas dan a un rostro,
y algo ajeno se toma el alma mía.

Hoy no ha venido nadie;
y hoy he muerto qué poco en esta tarde!

*****

LA DE A MIL

El suertero que grita «La de a mil»,
contiene no sé que fondo de Dios.

Pasan todos los labios. El hastío
despunta en una arruga su ya no.
Pasa el suertero que atesora, acaso
nominal, como Dios,
entre panes tantálicos, humana
impotencia de amor.

Yo le miro al andrajo. Y él pudiera
darnos el corazón;
pero la suerte aquella que en sus manos
aporta, pregonando en alta voz,
como un pájaro cruel, irá a parar
adonde no lo sabe ni lo quiere
este bohemio dios.

Y digo en este viernes tibio que anda
a cuestas bajo el sol:
por qué se habrá vestido de suertero
La voluntad de Dios!

*****

EL PAN NUESTRO

Se bebe el desayuno… Húmeda tierra
de cementerio huele a sangre amada.
Ciudad de invierno.. La mordaz cruzada
de una carreta que arrastrar parece
una emoción de ayuno encadenada!

Se quisiera tocar todas las puertas,
y preguntar por no sé quién; y luego
ver a los pobres, y, llorando quedos,
dar pedacitos de pan fresco a todos.
Y saquear a los ricos sus viñedos
con las dos manos santas
que a un golpe de luz
volaron desclavadas de la cruz.

Pestaña matinal, no os levantéis!
El pan nuestro de cada día dánoslo,
Señor…!

Todos mis huesos son ajenos;
yo tal vez los robé!

Yo vine a darme lo que acaso estuvo
asignado para otro;
y pienso que, si no hubiera nacido,
otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón… A dónde iré!

En esta hora fría, en que la tierra
trasciende a polvo humano y es tan triste,
quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién, perdón,
y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón…!

*****

ABSOLUTA

Color de ropa antigua. Un julio a sombra,
y un Agosto recien segado. Y una
mano de agua que injertó en el pino
resinoso de un tedio malas frutas.

Ahora que has anclado, oscura ropa,
tornas rociada de un suntuoso olor
a tiempo, a abreviación… Y he cantado
el proclive festín que se volcó.

Más, no puedes, Señor, contra la muerte,
contra el límite, contra lo que acaba?
Ay! la llaga en color de ropa antigua,
cómo se entreabre y huele a miel quemada!

Oh unidad excelsa! Oh lo que es uno
por todos!
Amor contra el espacio y contra el tiempo!
Un latido único de corazón;
un sólo ritmo: Dios!

Y al encogerse de hombros los linderos
en un bronco desde irreductible,
hay un riesgo de sierpes
en la doncella plenitud del 1.
Una arruga, una sombra!

*****

DESNUDO EN BARRO

Como horribles batracios a la atmósfera,
suben visaje lúgubres al labio.
Por el Sahara azul de la Substancia
camina un verso gris, un dromedario.

Fosforece un mohín de sueños crueles.
Y el ciego que murió lleno de voces
de nieve. Y madrugar, poeta, nómada,
al crudísimo día de ser hombre.

Las horas van febriles, y en los ángulos
abortan rubios siglos de ventura.
Quien tira tanto el hilo; quién descuelga
sin piedad nuestros nervios,
cordeles ya gastados, a la tumba?

Amor! Y tú también. Pedradas negras
se engendran en tu máscara y la rompen.
La tumba es todavía
un sexo de mujer que atrae al hombre!

*****

AMOR PROHIBIDO

Subes centealleante de labios y ojeras!
Por tus venas subo, como un can herido
que busca el refugio de blandas aceras.

Amor, en el mundo tú eres un pecado!
Mi beso es la punta chispeante del cuerno
del diablo; mi beso que es credo sagrado!

Espíritu es el horópter que pasa
puro en la blasfemia!
El corazón que engendra al cerebro
que pasa hacia el tuyo, por mi barro triste.
Platónico estambre
que existe en el cáliz donde tu alma existe!

Algún penitente silencio siniestro?
Tú acaso lo escuchas? Inocente flor!
… Y saber que donde no hay un Padrenuestro,
el Amor es un Cristo pecador!

*****

LA CENA MISERABLE

Hasta cuándo estaremos esperando lo que
no se nos debe… Y en qué recodo estiraremos
nuestra pobre rodilla para siempre! Hasta cuándo
la cruz que nos alienta no detendrá sus remos!

Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones
por haber padecido!…
Ya nos hemos sentado
mucho a la mesa, con la amargura de un niño
que a media noche, llora de hambre, desvelado…

Y cuándo nos veremos con los demás, al borde
de una mañana eterna, desayunados todos!
Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde
yo nunca dije que me trajeran.
De codos
todo bañado en llanto, repito cabizbajo
y vencido: hasta cuándo la cena durará!

Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla,
y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara
de amarga esencia humana, la tumba…
Y menos sabe
ese oscuro hasta cuándo la cena durará!

*****

PARA EL ALMA IMPOSIBLE DE MI AMADA

Amada: no has querido plasmarte jamás
como lo ha pensado mi divino amor.
Quédate en la hostia,
ciega e impalpable
como existe Dios.

Si he cantado mucho, he llorado más
por ti !oh mi parábola excelsa de amor!
Quédate en el seso
y en el mito inmenso
de mi corazón!

Es la fe, la fragua donde yo quemé
el terroso hierro de tanta mujer;
y en un yunque impío te quise pulir.
Quédate en la eterna
nebulosa, ahí
en la multiciencia de un dulce noser.

Y si no has querido plasmarte jamás
en mi metafísica emoción de amor,
deja que me azote
como un pecador.

*****

EL TÁLAMO ETERNO

Sólo al dejar de ser, Amor es fuerte!
Y la tumba será una gran pupila,
en cuyo fondo supervive y llora
la angustia del amor, como en un cáliz
de dulce eternidad y negra aurora.

Y los labios se encrespan para el beso,
como algo lleno que desborda y muere;
y, en conjunción crispante,
cada boca renuncia para la otra
una vida de vida agonizante.

Y cuando pienso así, dulce es la tumba
donde todos al fin se compenetran
en un mismo fragor;
dulce es la sombra, donde todos se unen
en una cita universal de amor.

*****

LAS PIEDRAS

Esta mañana bajé
a las piedras !oh las piedras!
Y motivé y troquelé
un pugilato de piedras.

Madre nuestra, si mis pasos
en el mundo hacen dolor
es que son fogonazos
de un absurdo amanecer.

Las piedras no ofenden; nada
codician. Tan sólo piden
amor a todos, y piden
amor aun a la Nada.

Y si algunas de ellas se
van cabizbajas, o van
avergonzadas, es que algo de humano harán…

Mas no falta quien a alguna
por puro gusto golpee.
Tal, blanca piedra es la luna
que voló de un puntapié…

Madre nuestra, esta mañana
me he corrido con las hiedras,
al ver la azul caravana
de las piedras,
de las piedras,
de las piedras…

*****

LOS DADOS ETERNOS

Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
tú no tienes Marías que se van!

Dios mío, si tú hubieras sido hombre
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado…
Tal vez !oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebre de lodo.

Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.

*****

LOS ANILLOS FATIGADOS

Hay ganas de volver, de amar, de no ausentarse,
y hay ganas de morir, combatidos por dos
aguas encontradas que jamás han de istmarse.

Hay ganas de un gran beso que amortaje a la Vida,
que acaba en el áfrica de una agonía ardiente,
suicida!

Hay ganas de… no tener ganas, Señor;
a ti yo te señalo con el dedo deicida:
hay ganas de no haber tenido corazón.

La primavera vuelve, vuelve y se irá. Y Dios,
curvado en tiempo, se repite, y pasa, pasa
a cuestas con la espina dorsal del Universo.

Cuando las sienes tocan su lúgubre tambor,
cuando me duele el sueño grabado en un puñal,
!hay ganas de quedarse plantado en este verso!

*****

SANTORAL

Viejo Osiris! Llegué hasta la pared
de enfrente de la vida.

Y me parece que he tenido siempre
a la mano esta pared.

Soy la sombra, el reverso: todo va
bajo mis pasos de columna eterna.

Nada he traído por las trenzas; todo
fácil se vino a mí, como una herencia.

Sardanápalo. Tal, botón eléctrico
de máquinas de sueño fué mi boca.

Así he llegado a la pared de enfrente;
y siempre esta pared tuve a la mano.

Viejo Osiris! Perdónote! Que nada
alcanzó a requerirme, nada, nada…

*****

LLUVIA

En Lima… En Lima está lloviendo
el agua sucia de un dolor
qué mortífero! Está lloviendo
de la gotera de tu amor.

No te hagas la que está durmiendo,
recuerda de tu trovador;
que yo ya comprendo… comprendo
la humana ecuación de tu amor.

Truena en la mística dulzaina
la gema tempestuosa y zaina,
la brujería de tu «si».

Mas, cae, cae el aguacero
el ataúd de mi sendero,
donde me ahueso para ti…

*****

AMOR

Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos;
y cuál mi idealista corazón te llora.
Mis cálices todos aguardan abiertos
tus hostias de otoño y vinos de aurora.

Amor, cruz divina, riega mis desiertos
con tu sangre de astros que sueña y que llora.
!Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos
que temen y ansían tu llanto de aurora!

Amor, no te quiero cuando estás distante
rifado en afeites de alegre bacante,
o en frágil y chata facción de mujer.

Amor, ven sin carne, de un ícor que asombre;
y que yo, a manera de Dios, sea el hombre
que ama y engendra sin sensual placer!

*****

DIOS

Siento a Dios que camina
tan en mí, con la tarde y con el mar.
Con él nos vamos juntos. Anochece.
Con él anochecemos, Orfandad…

Pero yo siento a Dios. Y hasta parece
que él me dicta no sé qué buen color.
Como un hospitalario, es bueno y triste;
mustia un dulce desdén de enamorado:
debe dolerle mucho el corazón.

Oh, Dios mío, recién a ti me llego
hoy que amo tanto en esta tarde; hoy
que en la falsa balanza de unos senos,
mido y lloro una frágil Creación.

Y tú, cuál llorarás… tú, enamorado
de tanto enorme seno girador…
Yo te consagro Dios, porque amas tanto;
porque jamás sonríes; porque siempre
debe dolerte mucho el corazón.

*****

UNIDAD

En esta noche mi reloj jadea
junto a la siente oscurecida, como
manzana de revólver que voltea
bajo el gatillo sin hallar el plomo.

La luna blanca, inmóvil, lagrimea,
y es un ojo que apunta… Y siento cómo
se acuña el granMisterio en una idea
hostil y ovóidea, en un bermejo plomo

!Ah, mano que limita, que amenaza
tras de todas las puertas, y que alienta
en todos los relojes, cede y pasa!

Sobre la araña gris de tu armazón,
otra gran Mano hecha de luz sustenta
un plomo en forma azul de corazón.

LOS ARRIEROS

Arriero, vas fabulosamente vidriado de sudor.
La hacienda Menocucho
cobra mil sinsabores diarios por la vida.
Las doce. Vamos a la cintura del día.
El sol que duele mucho.

Arriero, con tu poncho colorado te alejas,
saboreando el romance peruano de tu coca.
Y yo desde una hamaca,
desde un siglo de duda,
cavilo tu horizonte y atisbo, lamentado,
por zancudos y por el estribillo gentil
y enfermo de una «paca-paca»-

Al fin tú llegarás donde debes llegar,
arriero, que, detrás de tu burro santurrón,
te vas…
te vas…

Feliz de ti, en este calor en que se encabritan
todas las ansias y todos los motivos;
cuando el espíritu que anima el cuerpo apenas,
va sin coca, y no atina a cabestrar
su bruto hacia los Andes
occidentales de la Eternidad.

*****

LOS PASOS LEJANOS

Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce…
si hay algo en él de amargo, seré yo.

Hay soledad en el hogar; se reza;
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huida a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
si hay algo en él de lejos, seré yo.

Y mi madre pasea allá en los huertos,
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan salida, tan amor.

Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.

Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.

*****

A MI HERMANO MIGUEL

In memoriam

Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa,
donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba: «Pero, hijos…»

Ahora yo me escondo,
como antes, todas estas oraciones
vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los corredores.
Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.

Miguel, tu te escondiste
una noche de agosto, al alborear;
pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
cae sombra en el alma.

Oye, hermano, no tardes
en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.

*****

ENEREIDA

Mi padre, apenas,
en la mañana pajarina, pone
sus setentiocho años, sus setentiocho
ramos de invierno a solear.
El cementerio de Santiago, untado
en alegre año nuevo, está a la vista.
Cuántas veces sus pasos cortaron hacia él,
y tornaron de algún entierro humilde.

Hoy hace mucho tiempo que mi padre no sale!
Una broma de niños se desbanda.

Otras veces le hablaba a mi madre
de impresiones urbanas, de política;
y hoy, apoyado en su bastón ilustre
que sonara mejor en los años de la Gobernación,
mi padre está desconocido, frágil,
mi padre es una víspera.
Lleva, trae, abstraído, reliquias, cosas,
recuerdos, sugerencias.
La mañana apacible le acompaña
con sus alas blancas de hermana de la caridad.

Día eterno es éste, día ingenuo, infante
coral, oracional;
se corona el tiempo de palomas,
y el futuro se puebla
de caravanas de inmortales rosas.
Padre, aún sigue todo despertando;
es enero que canta, es tu amor
que resonando va en la Eternidad.
Aún reirás de tus pequeñuelos,
y habrá bulla triunfal en los Vacíos.

Aún será año nuevo. Habrá empanadas;
y yo tendré hambre, cuando toque a misa
en el beato campanario
el buen ciego mélico con quien
departieron mis silabas escolares y frescas,
mi inocencia rotunda.
Y cuando la mañana llena de gracia,
desde sus senos de tiempo,
que son dos renuncias, dos avances de amor
que se tienden y ruegan infinito, eterna vida,
cante, y eche a volar Verbos plurales,
jirones de tu ser,
a la borda de sus alas blancas
de hermana de caridad !oh, padre mío!

*****

ESPERGESIA

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha…
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que mastico… Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.

Todos saben… Y no saben
que la Luz es tísica,
y la Sombra gorda…
Y no saben que el Misterio sintetiza…
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.

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