POETAS 70. Juan Ramón Jiménez VI (La estación total)

(Moguer, Huelva 1881- San Juan, Puerto Rico 1958). Juan Ramón Jiménez vivió su primera juventud entre Huelva y Sevilla, ciudad, está última, en que comenzó a cursar estudios de derecho, interrumpidos luego por su traslado a Madrid en 1900. Allí publica sus primeros libros, se entera de la ruina del negocio familiar, e ingresa durante varios meses en un sanatorio psiquiátrico, aquejado de una neurosis depresiva provocada por la noticia de la muerte del padre -se imaginó que era él mismo quien moría o podía morir, y desde aquel momento un pavor a la muerte le acompañó de por vida-. En 1906 se retira durante unos años a Moguer y allí escribe “Platero y yo”, hasta que en 1911 regresa definitivamente a Madrid con el ansia de estar en contacto permanente con los poetas y las ideas importantes del momento. Decisivo para la vida y la obra de Juan Ramón iba a ser el encuentro en 1913 con Zenobia Camprubí, culta escritora y traductora de Tagore, y que se iba a convertir, a la postre, en la esposa, secretaria copista, traductora y agente de su obra. Los años en Madrid antes del exilio son años en que publica gran parte de su obra en revistas y comienza a ejercer su magisterio sobre las generaciones poéticas posteriores, dirigiéndose siempre, tal como reza la dedicatoria en uno de sus libros, “a la inmensa minoría”. Juan Ramón fue un poeta puro e hipersensible que dedicó su vida a la belleza, y que compuso exquisitos y repulidos poemas, acorazado en su torre de marfil, siempre aislado del ruido exterior dentro una habitación acorchada, alejado de bullicios y visitas, y sólo interrumpido en su tarea creativa por la entrada de una críada que le anunciaba la hora del crepúsculo, mientras a la vez le abría la puerte del balcón que daba al poniente. A este respecto, cuenta Sanchez Barbudo que, el día de la proclamación de la república, J.R.J no pudo sumarse al júbilo general porque por entonces tenía en casa -una de las muchas casas a las que se mudaban en busca siempre de más tranquilidad- una cuadrilla de albañiles que estaban levantando otra pared con la que aislarse aún más del ruido exterior. Al estallar la guerra civil, el poeta abandona España con destino a Washington para ocupar un puesto en la embajada cultural y dedicarse a la docencia. Antes de trasladarse a Puerto Rico en 1950, sufre otra crisis depresiva que le conduce a un nuevo internamiento. Se cuenta que Juan Ramón nunca logró superar la nostalgia del exilio -se echaba a llorar si oía hablar en español o escuchaba flamenco- y que éste era uno de los motivos de las constantes crisis que le impedían trabajar en su obra y que obligaban a hospitalizarlo. El 28 de octubre de 1956 fallecía, en San Juan, Zenobia Camprubí después de una larga enfermedad de cáncer, y tras haber renunciado a un tratamiento adecuado en Estados Unidos, ya que J. R. J no soportaba el tráfago de la vida americana y tampoco quería quedarse solo. Después de la desparición de Zenobia, abatido por una nueva depresión, fue hospitalizado y no volvió a escribir ya más poemas hasta su muerte en 1958. En uno de sus últimos apuntes en una libreta, dejó constancia de su recuerdo atormentado: “A Zenobia de mi alma este último recuerdo de su Juan Ramón, que le adoró como a la mujer más completa del mundo y no pudo hacerla feliz”. Tres días antes de fallecer Zenobia, le había sido concedido al poeta el premio nobel de literatura, “por su poesía lírica que, en el idioma español, constituye un ejemplo de elevado espíritu y pureza artística”. Este implacable proceso de depuración por el que pasa su obra, puede ser resumido con las propias palabras del poeta: “1. Influencia de la mejor poesía “eterna” española, predominando el Romancero, Góngora y Becquer. -2 El “modernismo”, con la influencia especial de Rubén Darío. -3 Reacción brusca a una poesía profundamente española, nueva, natural y sobrenatural , con las conquistas formales del “modernismo”. -4 Influencias generales de toda la poesía moderna. Baja de Francia. -5 Anhelo creciente de totalidad. Evolución creciente, seguida, responsable, de la personalidad íntima, fuera de escuelas y tendencias. Odio profundo a los ismos y a los trucos. – y siempre Angustia dominadora de eternidad”. Después de un periodo modernista y de exacerbada sensibilidad romántica, surge una poesía más metafísica e íntima que se culmina en 1915 con “Diario de poeta y mar” -antiguamente titulado “Diario de poeta recién casado” y modificado después por el propio Juan Ramón-. En 1917, con “Arenal de Eternidades” -antiguamente, titulado “Eternidades”-, da el salto definitivo hacia la “poesía pura” mediante un verso libre que aparece despojado de adjetivaciones y que busca la precisión de la inteligencia. Pertenecen a este periodo “Piedra y Cielo” (1919) y “Belleza” (1923). Con la publicación en 1949 de “Animal de fondo”, Juan Ramón Jiménez entra en su fase más mística, abrigando una concepción panteista del mundo y de la vida. El poeta puede alcanzar la redención dedicándose a la Obra, la cual le salva de la aniquilación y le reintegra al ser total de la belleza.

El 26 de agosto de 1936, después de obtener los pasaportes que le facilita el mismo Manuel Azaña, Juan Ramón y Zenobia emprenden el camino del exilio : pasan brevemente por Paris, toman en Cherburgo un buque  y desembarcan en Nueva York, para instalarse más tarde en Washington. En estos primeros momentos, la pareja va a tomar parte activa en la causa republicana y participan en comités de apoyo a la democracia española por medio de mítines y otras actividades. Aunque un buen grueso de los poemas que incluirá en su libro «La estación total» ya habían sido publicados en distintas revistas españolas antes de su exilio, el libro no verá la luz hasta el año 1946. Estos años que median entre la escritura de los poemas y su publicación son años de trashumancia por distintos ciudades americanas -La Habana, Florida, San Juan de Puerto Rico-, años también de silencio creativo, de crisis depresivas y reescritura constante de los poemas ya elaborados. «La estación total» marca el comienzo de su tercera etapa, la que llamó «suficiente y verdadera» y abarca un largo periodo de gestación que media entre los años 1923 y el estallido de la guerra civil. Se deja aquí una selección de poemas de este libro capital en la evolución de Juan Ramón Jimenez, así como de otros libros que coinciden con este periodo. En este libro comienza a perfilarse una visión metafísica del mundo que raya con la mística y que ya venía anunciándose desde años anteriores. La poesía comienza a ser cada vez más el centro de la vida del poeta, aquello que lo pleno, pues descubre que eso infinito a lo que ha estado aspirando ya lo llevaba incorporado dentro y  nada le falta para estar completo. Se produce una divinización estética del mundo que comienza a percibirse como una divinización metafísica, como la manifestación de lo divino en la creación: los árboles se vuelven divinos, los ríos serán de oro para siempre. El poeta adquiere un entusiasmo poético y comienza a endiosarse, a sentirse autosuficiente porque siente que lleva un dios en su pecho, porque se considera un forjador de universos y le basta ya con rotar sobre su propio centro. Su obra la concibe como un modo mágico de supervivencia, reflejo de su espíritu, medio para salvarse de lo perecedero; su obra como algo vivo que deja su vida completa y la totaliza. En su labor creadora el poeta se aproxima a la creación y atisba su infinito y su eternidad. Una eternidad que no es abstracta, sino que reside en el momento bien vivido, en instantes plenos, que por reflejar la belleza de las formas, su perfección, se tornan instantes de oro, fuera del tiempo, compenetrados con la totalidad del mundo. Sólo en estas eternidad del mundo el poeta puede realizar su ansia de belleza perfecta y cumplir su obra. No es la eternidad abstracta de los filósofos sino algo que se manifiesta en los elementos primordiales de la naturaleza, en su gracia y en su belleza. No obstante, en esta dificultad de dar nombre a lo innombrable, de encontrar ese estado puro antes de la llegada de los nombres y de las identidades, su lengua se va haciendo más abstracta, su visión más intelectual; su verso se hace prosa y renuncia a lo adjetivo para centrarse en lo sustantivo del mundo. La eternidad a la que aspira Juan Ramón, y de la que deja reflejo en muchos de sus poemas, reside en una vivencia más intensa del tiempo, que sabe descubrir en cada momento presente la madurez de todos sus tiempos. Cada instante por sí mismo ya posee su propia perfección y no necesita de la nostalgia de un pasado mejor o la promesa de un futuro tentador. Se empieza a instaurar en su retina también la visión del paraíso, que no cesa ni aún con la presencia de la muerte, pues la vida se vivencia ya como un ilimitarse, un sentirse un cosmos, un espíritu que aspira a fundirse con el mundo y que siente en esta fusión la misión más alta del hombre, donde la muerte comienza a vivirse como totalización, como aquello que da el más amplio sentido a una vida humana. Cuando el poeta comienza a percibir la vida como algo que se halla en un horizonte completo, como algo rotundo y perfecto, la muerte deja de ser un espantajo y cobra un sentido más puro, algo que puede ser vivido como una liberación espiritual, «como una noche bella y clara». La muerte anuncia un mundo repleto de sentido, «un abrir la vida solamente adentro». En esta etapa, la muerte es para Juan Ramón la encarnación de la verdad de la vida; es ensimismamiento, y por tanto encuentro con su verdadero centro, con su raíz más íntima y con su ser más hondo. Y esta conciencia de la muerte sin miedo hace que el poeta pueda descubrir la eternidad en el mundo, su eterno retornar lleno de vida, la plenitud de la estación total.

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LA ÚNICA ROSA

Todas las rosas son la misma rosa, amor, la única rosa.

Y todo queda contenido en ella, breve imajen del mundo !amor! la única rosa.

(«Formas del huir», 1917-1924)

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EL SOLO PERDIDO

No me alcanzarás, amigo.
Llegarás ansioso, loco. Pero yo me habré ya ido.

(!Y qué espantoso vacío
todo lo que hayas dejado detrás por venir conmigo.!

!Y qué lamentable abismo
todo lo que yo haya puesto por medio, sin culpa, amigo!)

No podrás quedarte, amigo
Yo quizás volveré al mundo. Pero tú ya te habrás ido.

No podré quedarme, amigo.
Tú quizás vuelvas al mundo. Pero yo me habré ya ido.

(«Formas del huir», 1917-1924)

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CONTIGO, CONMIGO

!Cómo me traes la esfera inmensa
del mundo mío y me la encierras
dentro de mí!

!Cómo, conmigo, vengo yo a tí!

!Cómo me vuelves dentro de mí
la flor, la estrella, el viento, el sol, el agua, el sueño!…

!Cómo, contigo, vengo yo a mi!
(1918)

(«Formas del huir», 1917-1924)

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INDECISIÓN

!Espera, instante de oro, que quiero gozarte allí;

instante de oro, espera, que quiero gozarte aquí!

(«Formas del huir», 1918-1924)

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LA FIESTA

Todos los días yo soy yo. Pero !qué pocos días soy yo!

Todos los días el cielo vive en mis ojos. Mas ¿cuándo es dios?

Todos los días me hablas, y !qué pocas veces oigo tu voz!

(«Formas del huir», 1918-1924)

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CALOR, FUGAS

Hay un yo que está durmiendo (moscón fijo de la idea!)
y hay un yo que está velando para que yo no me duerma.

(«Formas del huir», 1918-1924)

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TORBELLINO

!Corazón, imán ardiente de entretiempo!
!Dinamismo
Elegiaco, que me pega, en ardiente torbellino,
al costillar amarillo
(hojas, carnes, luces, almas) lo ardiente desconocido!

                   («Forma del huir», 1918-1924)

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SUR

!Nostalgia aguda, infinita, terrible, de lo que tengo!

(«Forma del huir», 1918-1924)

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JUEGO LIBRE

Cojeremos flores y nos las daremos.
Los «!adiós!» serán (!alegres!) para al punto vernos.

!Qué quietos los ojos en los ojos grandes!
Besos porque sí. (!Silencio!) Los divinos árboles.

De oro será el río siempre, aunque anochezca.
Si vamos al cielo (por algo) diremos: «!Espera!»

(«Forma del huir», 1918-1924)

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MI DESVELADOR

Pájaro del sueño rosa, ¿de dónde eres, dónde estas?

(¿Cómo entra, ojos cerrados, en nuestra honda oscuridad?)

Pájaro del sueño dulce, ¿quién te llama, adónde vas?

(«Forma del huir», 1918-1924)

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SEPULCRO HERMOSO

Obra mía, alma mía, carne mía, mi solo hijo, mi único hijo conocido, mi siempre joven hijo; forma de mi infinito corazón, fin de mi vida siempre ansiosa, mi mundo entero (cielo y tierra) mi eternidad (pasado y presente y futuro de la existencia toda de todas partes) obra mía, por quien lo he dado todo, por quien me he dado todo, hasta quedarme muerto en mí y vivo en ti, sepulcro hermoso de mi vida viva; di ¿te hundirás también como yo? Di, di ¿te hundirán también; y el sol, un día, será sobre tus esparcidos restos tristes (tu hueso seco en descubierta fosa) primavera y olvido, putrefacción no deseada ver, inmunda flora?
(192-)

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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DE SIGLOS

Tú, así labrada con mi vida ardiente hecha diamante para ti; tú, con tanto soñar perfeccionada, como una estrella por los siglos… !Qué pálido pensar que tú, obra bella, te has de morir, lo mismo que se muere de siglos una estrella!
(194-)

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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SI DEJO UN LIBRO

¿Qué importa a otros que yo deje, con mi muerte, de leer libros de otros, si dejo un libro mío que leer?

¿Qué importa a otros que yo me quede sin ver más, si me han de ver a mí, como un amigo, en los parajes misteriosos o desnudos, mientras el sol, el sol de todos, dé en este mundo?
(192-)

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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!QUÉ VIVO ME SERÉ!

Contigo han de gozar, palabra, un día, todos, como con una tierna cosa fuerte. Y tendrán un afán de hacerte de ellos…

Y yo, muerto de nombre y de morada !qué vivo me seré dejándolos frenéticos de amor!

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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EN EL TODO

!Concéntrarme, hasta oírme el centro último,
el centro que va a mi yo más lejano,
el que me sume en el todo!

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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DE LOS POBRES HOMBRES
(El andaluz universal y la esfinje)

Esfinje salteadora, mitolójica mía; férrea virjinidad de cortas redondeces; espantadora altiva de los pobres hombres; yo sabré (dura, estéril) tu gran secreto frío; yo ganaré mi día eterno contra ti; !y te echarás al mar tú, horrible, y te hundirás en la insondable sombra!
(192-)

(«Las tres presencias desnudas», 1927-1924)

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LA TORRE ABIERTA

!Qué goce, frente mía, de las luces que has de encender, como estrellas el cielo; qué goce de las flores que has de abrir, como edades la tierra, corazón!

Pensamiento, !o vida!, sentimientos que ya son míos aún sin ser (!qué goce ser el dueño de una cosa que no existe!), desconocidos aún y conocidos ya; !qué goce conocer, amar, sufrir cosas desconocidas todavía!

!Qué júbilo, alba dulce, que has de azular mil veces las alas nuevas de mis ojos pensativos, que has de alegrar mil veces el latir nuevo de mi encerrador corazón!

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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LA OBRA

Al lado de mi cuerpo muerto, mi obra viva.

!El día de mi vida completa en la nada y el todo (la flor cerrada con la flor abierta); el día del contento de alejarse.

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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ES UN DEJAR EN EL AIRE

Sé que el dejar de mi vida es un dejar en el aire; que el vendaval de los tiempos se llevará todo, como si fuera vuelo, onda o llama; que sólo quedará de él (sí arruinado en nos) el gran testigo solar, la comprensión de la luna.

No, dejar mío; serás, borrado, existencia inmensa, desveladora virtud; serás, como otro antesol, infinita norma bella, sinfín de angustioso afán, mina de eterno secreto: !Mortal dejar inmortal, alma del aire de hoy!

(«Las tres presencias desnudas, 1917-1924)

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LA OBRA

Día tras día, mi ala cavadora, minadora (!qué duro azadón de luz!) me entierra en el papel blanco…

(!Ascensión mía, parada, mejor cisne vertical, vivo aún y ya sin grito, en futuros del ocaso!)

…!De él, ascua pura inmortal, quemando el sol de carbón, a las espaldas del todo, volaré refigurado!

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1923)

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VOZ MÍA

Voz mía, canta, canta;
que mientras haya algo
que no hayas dicho tú,
tú nada has dicho.

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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MANZANO UNIVERSAL DE DAR PERENNE

Humana fuente de oriental rompida, surtidor de delicia entre el troncal del hombre, tierna, suave agua redonda así por lo tendido del vivir gustoso; mujer desnuda, ¿un día dejaré yo de verte de pie, echada; te tendrás que quedar, columna sola, sin los espejos asombrados de estos dos incansables ojos míos, que contemplaban tu hermosura plena, con la insaciable plenitud de su mirada?

(!Estíos de este mundo; verdes frondas, mansiones de parar al sol, aguas para sumirse entre las flores a las dos glorias del crepúsculo; lunas alegres sobre el cuerpo mismo estrellas en las rosas, calor, amor, frescor: mujer desnuda!)

Límite exacto de la vida unánime, perfecto continente de todo el contener, armonía formada, único fin gozoso, definición real de la belleza; mujer desnuda, un día se romperá mi línea salvática de hombre, me tendré que expandir por dentro y fuera en la naturaleza abstracta…Pero te dejaré mis ojos en mis cantos, como ojos abiertos de río subterráneo, manzano universal de dar perenne, para tu aparición de llegada concreta.
(1920-1924)

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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NOCTURNO

Te mando estas grandes rosas blancas, para que, entre tus brazos de mármol, absorban de tus pechos frescura.

Si sale a tu balcón, la noche completará con pláteas estrellas el concierto de rosa y mujer.

!Qué perpetuidad más deseada: la mujer con la estrella y la rosa, las tres formas más bellas del mundo!

                 («Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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LA MÚSICA, 2

!La música, mujer desnuda,
corriendo loca por la noche pura!

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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SOL

El agua eterna (en sombra de sol) canta y las flores siempre nuevas la escuchan. !Aquí no venga nadie más que la mujer desnuda, que la canción desnuda, y la muerte desnuda!

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ROSA MAYOR DEL HOMBRE

!Cómo se va cerrando ya tu flor azul, mujer, el cáliz amplio de tu secreto vago, sencillo e infinito, tu copa de los cielos inmanentes; cómo se va redondeando con el sol, pintándose del iris de la tierra con el alba y la luna, tu forma esterna, tu revés, este cuerpo desasido, de los ojos del cuerpo presuroso; precioso engaño, matinal mujer, rosa mayor del hombre, perfecta urna sellada!

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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Y QUÉ SONIDO

!Y qué sonido de oro que se va,
de oro que ya se va a la eternidad,
qué triste nuestro oído de escuchar
ese oro que se va a la eternidad,
este silencio que se va a quedar
sin su oro que se va a la eternidad!
(1919)

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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LÍMITE

Límite, emoción, cómo me fundes el ser y lo haces universo; cómo, contigo, soy el cielo constelado en mar poniente, armonía, belleza, eternidad.

¿Qué es vida, sino este ilimitarse, este sentirse totalizado en fundición de único?

Y ¿Qué será sentirse para siempre único eterno, cuando borre por siempre, ilímite, emoción, nuestro contorno material la muerte?
(1917)

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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CLARO

Grande, tan grande la vida, con límites tan sin raya, que sea (!gloria!) mayor que la muerte vanidosa.

Que la muerte vanidosa sea sólo el punto negro (olvido a veces no visto) puesto al fin de su gran luz.

Puesto al fin de su gran luz, punto que no significa, que no añade ya más término a lo que completo acaba.

(«Las tres presencias desnudas»)

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LA MUERTE

Muerte, !si tu enterrarnos no fuese abismo duro y seco, sino suave hondura, profundidad inmensa!

!Si no muriéramos en tierra sino en aire y desnudos y en aire  nos quedáramos!

!Si fueras, muerte, como un negro verano de galerías libres; si no importara, en tí, que el sol cayera, porque la noche eterna fuese bella y clara!

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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LA MUERTE

Morir es sólo mirar adentro; abrir la vida solamente adentro. Ser castillo inexpugnable para los vivos de la vida.

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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MÁS MUERTE

Ésta es la muerte.
Seriedad involuntaria, en ellos y en nosotros, de una mujer, un hombre, que se van por el foro de esta vida (en donde, como en «los teatros», creímos un momento en la mentira,  y amamos como de verdad, qué triste, como de verdad), se van a la distancia única (de la que no se vuelve, porque es todo y nada), la ocupación total, el hogar absoluto, la verdad, sí, qué triste, otra verdad, la verdad, sólo eso era, la verdad.
(Washington, 1942)

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1923)

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EN ISLA NUESTRA

Y estar muerto es estar con uno mismo, con uno solo; y olvidarse inmensamente de la vida esta y sumirse profundo en uno uno, hasta quedar lejano (inmensamente) del contorno, en el contorno duro, insensible, quieto, fijo.

Pero dentro será el mundo infinito, más grande que éste, porque tendremos en nosotros con el acostumbrarnos a lo hondo, el fin y el centro, lo único, dioses de lo aislado en secreta isla nuestra.
(1913)

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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NO, AMARILLA, NO PUEDES TÚ SEGAR

¿Cómo, muerte amarilla, guadañera de costillar de lira y manta negra, cómo tenerte odio, asco, miedo?

¿No estás aquí conmigo gustosa trabajando; no estás ociosa del sofá, conmigo? ¿No te toco tus cuencas en mis ojos? ¿No me insinúas, con rozar de aceite, que no sabes de nada, que eres monda, inocente y pacífica? ¿No aprovechas, conmigo todo: gracia, soledad, amor, hasta tus tuétanos? ¿No te estoy aguantando, equilibrista de tres pies, la vida? ¿No te traigo y te llevo, ciega, como tu lazarillo? ¿No repites con tu boca pasiva lo que quiero que hables? ¿No soportas, esclava, la bondad con que te obligo? ¿Qué verás, que dirás, adónde irás sin mi? ¿No seré ya, muerte, tu muerte, a quien tú, muerte, debes sufrir, mimar, amar?

Cuando yo te abandone de carne y de conciencia, ¿no serás tú la muerta, tú la cal, y yo la flor, la vida? Cuando te hayan chupado mis gusanos ¿qué dicterio funesto jeroglífico podrán formar tus huesos esparcidos?

No, amarilla, no puedes ni segar. La que tiene guadaña es tierna y dulce, habita fuera en májica estación y siega con el filo de la hoja de rosa.

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1923)

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MANO A CONTRALUZ

No somos más que un débil saco de sangre y huesos, y un alfiler, verdad, puede matarnos; pero corre en nosotros la semilla que puede dejar fuera de nosotros la mariposa única de luz sólo y de sombra sólo y sólo nuestras, sin piel, red ni armadura, ni posibilidad de ser cazada por nada humano ni divino; el ser invulnerable inmaterial, tan largo como el mundo, que colma libre lo infinito y se sale de él a lo imposible.
(1920)

(«Las tres presencias desnudas»

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EL MORIR Y EL MORIDERO

Nada me importa esta muerte que es la caída del cuerpo, no me moriré al morirme de esta manera de aquí.

!Qué alegría no saber qué muerte será mi muerte, ni en qué siglos, ni si en esto o en lo que habrá de mudar).

Qué alegrón esta conquista del ignorarse, ceñido de hojas secas ya, el morir, el morir y el moridero.

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1924)

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VIDA EN EL AGUA

Quisiera que mi vida se cayera en la muerte, como este chorro alto de agua bella en el agua tendida matinal; ondulado, brillante, sensual, alegre, con todo el mundo diluido en él, en gracia nítida y feliz.

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1923)

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UN ARCA DE PRESENCIA QUE ENTRAÑAR

La muerte es madre nuestra de las madres, nuestra madre primera que nos quiere a través de las otras madres vivas, siglo a siglo, y nunca, nunca nos olvida.

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LA MUERTE

!Vida, divina vida! Cada hora un deleite nuevo, de cosa no sabida, dicha o pena; aprendizaje eterno, de flor en yel, de luz en fruto, de piedra en brisa; !de amor y de belleza!

Qué afán al olvidarse cada noche, del recuerdo avivado de mañana!

Y luego al fin, !qué gozo! en su momento justo, la suprema delicia, el cumplimiento (!anochecer, eterno amanecer!) del secreto infinito de la muerte.

(«Las tres presencias desnudas», 1917-1923)

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EN TI

Cómo aprendemos a morir en ti, sueño. Con qué belleza majistral nos va llevando (por jardines que nos parecen cada vez más nuestros) al gran conocimiento de la sombra.

/«Las tres presencias desnudas», 1917-1923)

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CON LAS TERCERAS

Qué gozo ahora este meter mis brazos en esta mar inmensa de mi canto; saber, mientras el agua rica me aprisona, que es grande su olear de olas tranquilas; que vuelve hasta el principio (aquella costa casi desconocida ya de mi, pero tan mía).

Saber que estas gotillas que me emperlan la carne de mis sienes, han estado con las primeras, en las flores de mi mañana azul; con las segundas, en las nubes doradas del cenit…

Y que estarán en lo esperado ya, con las terceras, cuando el agua mía sin orillas de cielo ni de tierra, me cubra toda todo, en una májica marea alta de invariable y mítica estabilidad.
(1925)

(«Hacia otra desnudez», 1917-1936)

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LO INCREADO COMPLETO Y LO CREADO

Esta noche sí es noche. El cielo con estrella sí me saca lo alto y lo inmortal; esta noche sí estoy encima, sí creo que de alzarme como un fuego, llego a una boca única.

Esta noche sí amo y sí sonrío y sí canto, y sí grito, y sí siento en mí el dios, la madre y el hermano, el hombre todo, el animal, la cosa, lo increado completo y lo creado.

Esta noche, el azul sí me ahoga el pasado, el día !noche!, como un agua infinitamente dócil que es total, y se sabe que es total.
                                          (1920)

                          («Hacia otra desnudez, 1917-1936) 

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A TI ME LLEGO, ROSA

No te vayas a ti, rosa desnuda, a ver si con no irte a ti, me dejas para siempre a mí contigo, a mí conmigo.

Invádeme, recójeme, retráeme, dejáme menos yo, nada yo, nada para la tierra informe.

Rosa desnuda última y primera, rosa formada y bien formada, encárname en tu ser, con la obra aún, ya con la muerte.

Sé tú, desnuda mi descanso, sé tú la suma, para mí, rosa, mujer ya casi y obra ya, de mujer, muerte y obra.

A ti me llego, rosa.
(1943)

(«Hacia otra desnudez», 1917-1936)

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SIEMPRE MAR

Tú, mar, cielo rebelde, otra vez para mí caído de los cielos, condenado a la cárcel de la tierra; yo, el hombre miserable salgo a verte, cautivo eterno porque estás de espaldas y el cielo te vijila con la frente.

Tu destino es bregar, desesperarte, vaciarte las cuencas de tus ojos, arrancarte las olas con las uñas, saltarte con abrirte el pecho, desangrártelo en ti mismo; y otra vez con la sangre en tus heridas, con los ojos, las olas, en su sitio, soñar, en tu cansancio con la gloria que nos hace entrever la de la altura.
(1947)

                («Hacia otra desnudez», 1917-1936)

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PECHO SUMO

Qué blancura (qué luz)! Más blanco (y encendido)
sin ser blanco (ni lúcido) que todo lo que es blanco (y luminoso).

(«Hacia otra desnudez», 1917-1936)

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EL OASIS

Verde brillor sobre el oscuro verde. Nido profundo de hojas y rumor, donde el pájaro late, el agua vive, y el hombre y la mujer callan, tapados (el áureo centro abierto en torno de la desnudez única) por el azul redondo de luz sola en donde está la eternidad.

Pabellón vivo, firme plenitud, para descanso natural del ansia, con todo lo que es, fue, puede ser, abierto en concentrada suma; abreviatura de edén sur, furia un poco mayor (amparo solo de la desnudez única) en donde está la eternidad.

(«Hacia otra desnudez», 1917-1936)

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ASTROS

Por fuera luz de plata; por dentro fuego rojo,
Como los cuerpos mundos del eterno tesoro.

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LA FUSIÓN

Al amanecer,
el mundo me besa en tu boca, mujer.

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FRENTE

!Cuánto infinito abarcada desde esta piedra del mundo!
No estoy en el «desde aquí», sino en el «ya de lo último»

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VIVO Y MUERTO

Tierra, tierra, tierra. Y ahora yo, yo, yo, yo.
!Cielo puro, día libre, sostenedme en mi ilusión!

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AGUA MUJER

¿Qué me copiaste en ti, que cuando falta en mí
la imajen de la cima, corro a mirarme en tí?

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A LOS SIGLOS

!Venid, siglos venideros, tened! Y ahora, huid, volad,
que ya os volveré a cojer antes de vuestro final.

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EL DÍA BELLO

Y en todo desnuda tú.

He visto la aurora rosa
y la mañana celeste,
he visto la tarde verde
y he visto la noche azul.

Y en todo desnuda tú.

Desnuda en la noche azul
desnuda en la tarde verde
y en la mañana celeste,
desnuda en la aurora rosa.

Y en todo desnuda tú.

             («Hacia otra desnudez», 1917-1923)

*****

LA NUBE GRANA

Como esa nube es mi vida: mientra me enciendo, me apago.

(!Sal a tus barandas, mírame con tus grandes ojos altos
batidos de luz y sombra, mientras me voy apagando!)

Me apago mientras me enciendo, nube grana de mi ocaso.

(«Hacia otra desnudez», 1917-1936)

*****

EL PÁJARO YERTO

!Qué negro está, grande y negro,
el día blanco de nieve!

!Déjame que me caldee
en lo leve
de tu seno,
tu nido de oro caliente!

(«Hacia otra desnudez», 1917-1936)

*****

LA NIEVE

Llama blanca, la nieve
sofoca como el sol.
Su copo, como el ascua
de la contraria siesta,
incita al otro temple
del refujiado amor.

(«Hacia otra desnudez», 1917-1936)

*****

MI CASA

Entre las nubes abiertas,
el ocaso trasluciente,
los colores, los rumores
de las moradas eternas
que ya se abrirán

Y detrás de la presencia
del fondo májico, crece
la platería, alegría
de las antorchas estrellas
que ya vivirán.

(«Hacia otra desnudez», 1917-1936)

*****

EL SER UNO

Que nada me invada de fuera, que sólo me escuche yo dentro.
Yo dios de mi pecho.

(Yo todo: poniente y aurora; amor, amistad, vida y sueño.
Yo solo universo).

Pasad, no penséis en mi vida, dejadme sumido y esbelto.
Yo uno en mi centro.

          («Hacia otra desnudez», 1917-1936)

*****

LUZ TÚ

Luz vertical,
luz tú;
alta luz tú,

luz, oro;
luz vibrante,
luz tú.

Y yo la ciega, sorda, muda, negra sombra horizontal.

(«Hacia otra desnudez», 1917-1936)

*****

ES EL MENOS

Tras la hoja verde calla el mirlo negro,
caída de agua, sitiado de viento.

(Lo no es lo sí y el hombre es el menos):

El día está vano de cielo deshecho.

(«Hacia otra desnudez», 1917-1936)

*****

LUNA DEL HOMBRE

La hermosa luna llena de esta noche profunda y conseguida, levanta en rapto blanco, redonda donación, la desnudez total de la mujer pasada, del oriente cercano y duro.

Una plena alegría, desde el este de la marórea espuma, se derrrama por todo, en marea de gloria; y las rosas alertas reciben en su fresca boca unánime a su divina reina humana.

!Y cómo sale el hombre a esta luna de carne redonda de mujeres! !Cómo la coje en él definida y rotunda, neta y suave, de la concavidad radiante del azul de primavera verdadera!

(«Hacia otra desnudez», 1917-1936)

*****

ESTRELLA ERRÁTICA

Si tu órbita te vuelve a mi, o a ti me vuelve a mí la mía, una segunda tarde, puerta del mar poniente de lo eterno, habrá habido razón de vida y gloria.

Pero si, estrella errática, te vas y ya no vuelves más, pero si nunca yo en negra exactitud, cerrando nuestra luz para nosotros, pudiera completar tus ojos con los míos, habrá habido razón de infierno y muerte.

(«Hacia otra desnudez», 1917-1936)

*****

ASTRO EN TU OESTE

Daremos esa luz que nadie ha dado.

Tú en el norte, en tal este, en un sur, clara, fija.

Yo en mi sima sin número ni nombre, ansioso, fúnebre, revuelto, torcido en chispas impensables.

!Astro en tu oeste tú, de esperanza verde y sola!

Yo en mi nada, meteoro enmimismado de desconsolación.

(«Hacia otra desnudez», 1917-1936)

*****

DESDE DENTRO

Rompió mi alma con oro. Y como májica palmera reclinada en su luz, me acarició, mirándome desde dentro, los ojos.

Me dijo con su iris: «Seré la plenitud de tus horas medianas. Subiré con hervor tu hastío, daré a tu duda espuma».

Desde entonces !qué paz! no tiendo ya hacia afuera mis manos. Lo infinito está dentro. Yo soy el horizonte recejido.

Ella. Poesía. Amor, el centro indudable.

(«La estación total», 1923-1936)

*****

LO QUE SIGUE

Como en la noche, el aire ve su fuente oculta. Está la tarde limpia como la eternidad.

La eternidad es sólo lo que sigue, lo igual; y comunica por amonía y luz con lo terreno.

Entramos y salimos sonriendo, llenos los ojos de totalidad, de la tarde a la eternidad, alegres de lo uno y lo otro. Y de seguir, de entrar y de seguir.

y de salir…

(Y en la frontera de las dos verdades, exaltando su última verdad, el chopo de oro contra el pino verde, síntesis del destino fiel, nos dice qué bello al ir a ser es haber sido).
(1933)

(«La estación total», 1923-1936)

*****

LA OTRA FORMA

Hondo vaivén de sólidos y luces traslada la estación de un sitio a otro. Enmedio del viaje natural !qué hacer con nuestra loca vida abierta!

¿verdor solar con apariencia eterna, tierra que duplicar con nuestra boca, agua en que refrescar la vena viva, poniente al que mirar en el descanso?

Ya no sirve esta voz ni esta mirada. No nos basta esta forma. Hay que salir y ser en otro ser el otro ser. Perpetuar nuestra explosión gozosa.

El ser que siempre hemos querido ser (¿y en él quedarnos ya?) fuerza cerrada de la embriaguez que nos echo en su seno. Estatua ardiente en paz del dinamismo.
(1933)

(«La estación total», 1923-1936)

*****

EL OTOÑADO

Estoy completo de naturaleza, en plena tarde áurea madurez, alto viento en lo aún verde traspasado. Rico fruto recóndito, contengo lo grande elemental en mí (la tierra, el fuego, el agua, el aire) el infinito.

Chorreo luz: doro el lugar oscuro; trasmino olor: la sombra huele a dios; enano son: lo amplio es honda música; filtro sabor: la mole bebe mi alma; deleito el tacto de la soledad.

Soy tesoro supremo, desasido, con densa redondez de limpio iris, del seno de la acción. Y lo soy todo. Lo todo que es el colmo de la nada, el todo que se basta y que es servido de lo que todavía es ambición.
                                                                  (1935)

(«La estación total», 1923-1936)

*****

AURORA

Estará auroreando, primero, sobre ti el campo seco, Guadarrama rosa; aún soñará tu tierragris en esa lucha dulce del sol que viene y la huidera sombra; el gorrión accidental, la fija esquila gotearán su son, su pío de la hora.

!Qué plenitud, tú en lo definitivo, fundida a lo que nunca cambiará ya de historia; estensión de tu yedra, tu nueva vida solitaria por lo real profundo sin pasadiza forma;
semilla verdadera de lo fijo, escultura, conciencia enquistada en la tierra que no se desmorona!

!Un momento, en su riel, el alto tren del alba conducirá sus deslumbrados presos de una pena a otra).

-!Tú dentro ya, tú fuera, tú ya libre, el vivo muere, el muerto es inmortal, sustancia voluntaria para más alta obra!
                                                          (Agosto, 1932)

(«La estación total», 1923-1932)

*****

FLOR QUE ENVUELVE

Igual, la flor retorna a limitarnos el instante azul, a dar una hermandad gustosa a nuestro cuerpo, a decirnos, oliendo inmensamente, que lo breve nos basta.

Lo breve al sol de oro, al aire de oro, a la tierra de oro, al áureo mar; lo breve contra el cielo de los dioses, lo breve enmedio del oscuro no, lo breve en suficiente dinamismo, conforme entre armonía y entre luz.

Y se mece la flor, con el olor más rico de la carne, olor que se entra por el ser y llega al fin de su sinfin, y allí se pierde, haciéndonos jardín. La flor se mece viva fuera, dentro, con peso exacto a su placer. Y el pájaro la ama y la estasía, y la ama, redonda, la mujer, y la ama  y la besa enmedio el hombre.

!Florecer y vivir, instante de central chispa detenida, abierta en una forma tentadora; instante sin pasado, en que los cuatro puntos cardinales son de igual atracción dulce y profunda; instante del amor abierto como la flor! !Amor y flor en perfección de forma, en mutuo si frenético de olvido, en compensación loca; olor, sabor y olor, color, olor y tacto, olor, amor, olor!

El viento rojo la convenece y se la lleva, rapto delicioso, con un vivo caer que es un morir de dulzor, de ternura, de frescor; caer de flor en su total belleza, volar, pasar, morir de flor y amor en el día mayor de la hermosura, sin dar pena en su irse ardiente al mundo, ablandando la tierra sol y sombra, perdiéndose en los ojos de la luz!
(1933)

(«La estación total», 1923-1936)

*****

SU SITIO FIEL

Las nubes y los árboles se funden y el sol les trasnparenta su honda paz.
Tan grande es la armonía del abrazo, que la quiere gozar también el mar,
el mar que está tan lejos, que se acerca, que ya se oye latir, que huele ya.

El cerco universal se va apretando, y ya en toda la hora azul no hay más
que la nube, que el árbol, que la ola, síntesis de la gloria cenital.
El fin está en el centro. Y se ha sentado aqúi, su sitio fiel, la eternidad.

Para estos hemos venido. (Cae todo lo otro, que era luz provisional).
y todos los destinos aquí salen, aquí entran, aquí suben, aquí están.
Tiene el alma un descanso de caminos que han llegado a su único final.
(1935)

(«La estación final», 1923-1935)

*****

GRACIAS, VIDA, MUERTE

Gracias, vida, porque he sabido
entrar en el secreto del espíritu.

(Gracias las dos, porque he querido
llegar a lo infinito).

Gracias, muerte, porque he podido
sostenerme en el mar del idealismo.

(«La estación total», 1923-1936)

*****

CREADOR SEGUNDO

¿Qué me importa, sol seco?
Yo hago la fuente azul en mis entrañas.

Nieve sin luz ¿y qué?
Yo hago en mi corazón la fragua grana.

¿Qué me importa, amor humo?
Yo hago la eternidad de amor en mi alma.

(«La estación total», 1918-1936)

*****

MI REINO

Sólo en lo eterno podría yo realizar esta ansia de la belleza completa.

En lo eterno, donde no hubiese un son ni una luz ni un sabor que le dijeran «!basta! al ala de mi vida.

(Donde el doble río mío del vivir y del soñar cambiaran azul y oro.)

(«La estación total», 1923-1936)

*****

RENACERÉ YO

Renaceré yo piedra, y aún te amaré mujer a ti.

Renaceré  yo viento, y aún te amaré mujer a ti.

Renaceré yo ola, y aún te amaré mujer a ti.

(«La estación total», 1923-1936)

*****

ROSA ÚLTIMA

-!Cójelaa, coje la rosa!
-!Que no, que es el sol!

-La rosa de llama, la rosa de oro, la rosa ideal.

-!Que no, que es el sol!

-La rosa de gloria, la rosa de sueño, la rosa final.

-!Que no, que es el sol!
-!Cójela, coje la rosa!

(«La estación total», 1923-1936)

*****

LA ESTRELLA VENIDA

En el naranjo está la estrella.
!A ver quién puede cojerla!

!Pronto, venid con las perlas,
traed las redes de seda!

En el tejado está la estrella.
!A ver quién puede cojerla!

!O, qué olor a primavera
Su pomo de luz eterna!

En los ojos está la estrella.
!A ver quién puede cojerla!

       («La estación total», 1923-1936)

*****

CUATRO

Tres le dieron yel:
el que iba tras él,
el que iba con él,
el que iba ante él.

Calmaba la vida con la luz enmedio:
«!Qué feo es lo bello!».

A tres les dio miel:
al que iba ante él,
al que iba con él,
al que iba tras él.

Cantaba la vida con la sombra enmedio:
«!Qué feo es lo bello!»

(«La estación total», 1923-1936)

*****

VIENTO DE AMOR

Por la cima del árbol iré
y te buscaré.

Por la cima del árbol he de ir,
por la cima del árbol has de venir,
por la cima del árbol verde
donde nada y todo se pierde.

Por la cima del árbol iré
y te encontraré.

En la cima del árbol se va
a la ventura que aún no está,
en la cima del árbol se viene
de la dicha que se tiene.

Por la cima del árbol iré
y te cojeré.

El viento la cambia de color
como el afán cambia el amor,
y a la luz de viento y afán
hojas y amor vienen y van.

Por la cima del árbol iré
y te perderé.
(1931)

(«La estación total», 1923-1936)

*****

MI TRISTE ANSIA

Lo que corre por la tierra es humo, no agua.
Y su azul se desvenece como mi ansia.

Lo que vuela por el aire es bruma, no ala.
Y su pluma se deshace como mi ansia.

Lo que sube por la sombra es sueño, no alma.
Y su gris se descompone como mi ansia.

*****

UNA MUJER PARTIDA

No te has ido. Es que antes, unidos cuerpo y alma, estabas entre el mundo.

Y ahora (no te has ido), alma y cuerpo distantes, el mundo está entre ti.

(«La estación total», 1923-1936)

*****

ES MI ALMA

No sois vosotras, ricas aguas
de oro las que corréis
por el helecho, es mi alma.

No sois vosotras, frescas alas
libres las que os abrís
al iris verde, es mi alma.

No sois vosotras, dulces ramas
rojas las que os mecéis
al viento lento, es mi alma.

No sois vosotras, claras altas
voces las que os pasáis
del sol que cae, es mi alma.

(«La estación total», 1923-1936)

*****

!Y ALERTA!

Tesoro de mi conciencia, ¿dónde estás, cómo encontrarte?

Destellos, vetas, olores, tu mina por todas partes.

Cada mañana, el anuncio (defraudado) del «!quién sabe!»

Cada noche, el «!si será mi sueño el hondo diamante!».

Pero el secreto aquí siempre y !alerta! sin revelarse.

(«La estación total», 1923-1936)

*****

CRIATURA AFORTUNADA

Cantando vas, riendo por el agua, por el aire silbando vas, riendo, en ronda libre y oro, plata y lenta, dichoso de pasar y repasar entre el rojo primer brotar de abril, !forma distinta, de instanntáneas igualdades de luz, vida, color, con nosotros, orillas inflamadas!

!Qué alegre eres tú, ser; con qué alegría universal eterna! !Rompes feliz el ondear del aire, bogas contrario el ondular del agua! ¿No tienes que comer ni que dormir? ¿Toda la primavera es tu lugar? ¿Lo verde todo, lo azul todo, lo floreciente todo es tuyo? !No hay temor en tu gloria; tu destino es volver, volver, volver, en ronda plata y lenta, libre y oro, por una eternidad de eternidades!

Nos das la mano, en un momento de afinidad posible, de amor súbito, de concesión radiante; y, a tu contacto cálido, en loca vibración de carne y alma, nos encendemos de armonía; nos olvidamos, nuevos, de lo mismo; lucimos, un instante, alegre de oro. !Parece que también vamos a ser perenes como tú, que vamos a volar del mar al monte, que vamos a saltar del cielo al mar, que vamos a volver, volver, volver por una eternidad de eternidades! !Y cantamos, reímos por el aire, por el agua reímos y silbamos!

!Pero tú no te tienes que olvidar, tú eres presencia casual perpetua; eres la criatura afortunada, el májico ser solo, el ser insombre, el adorado por el calor y gracia; el libre, el embriagante robador, el lento que, en ronda azul y oro, plata y verde, riendo vas, silbando por el aire, por el agua cantando vas, riendo!
(1932)

(«La estación total», 1923-1936)

*****

ROSA DE SOMBRA

Quien fuera no me vio, me vio su sombra que vino justa, cálida a asomarse por mi vida entreabierta; esencia gris sin más olor; ola en donde dos ojos hechos uno se inmensaban.

(Sombras que ven del todo, y no reciben mirada. Nos alarman, mas son invulnerablemente tranquilas como aceite.

Con su espiralidad de escorzo exacto inventan todo acto imposible de espionaje, de introducción, de envolvimiento.

Sobrecojen sin miedo, muerden sin labio, se van sin compromiso.

A veces nos dejaron una rosa, esencia gris sin más olor, prenda sensual de fe sin nombre).

Una rosa de sombras y de sombra, alargada a mi mano esbeltamente, con música sin son, con corrida sonrisa, por cuerpo que no vio, guardo en mi mano abierta.
 (1930)

(«La estación total, 1923-1936)

*****

PACTO PRIMERO

El Guadarrama sale de la noche, de azul mejor, de más gran rosa, bañado de desnudos infinitos, con luz y norma de incalculable eternidad.

No es nuestro todavía ni otra vez; aún por sus aires hondos está fuera de nuestra relación; aún no ha llegado, en la usual escala, a plantarse en el suelo; aún es de meteriales de otro grado.

Cuando se una y se afiance a la insubible superficie de nuestra acostumbrada realidad y sus caminos y sus aguas encuentren su fusión rota en lo oscuro, este húmedo teatro de fechadas atónitas de aurora, tapas de carne horizontal, será Madrid de España; y ese harapo rojo, lacio, amarillo, fin de una caja, cubos ahora huecos, para hombres y mujeres, será bandera y española… Al fin, nosotros coincidiremos con nosotros.

Y empezará otro día vagamente obligado a su función, en este inadecuado transunto del vivir, con la condescendencia eternal, ajena, sonriente, de la naturaleza insigne y grande.

(«La estación total», 1923-1936)

*****

OTRO COMO EL OTRO

Aún en las montañas no son piedra, sino armonía, luz, elevación, instante valedero, antes de su caída en otro día.

Aún su ser está dentro, son ellas, otra vez, sin situación ni nombre de ¿nosotros? aún no son ¿Guadarrama? ni separan ¿Segovia? de ¿Madrid?

(Y yo, el sorprendedor del alba rara, no me llamo tampoco, todavía, El Andaluz universal, ni el Creador sin escape, ni El Vencedor oculto, ni siquiera El Cansado de su nombre; ni vivo aquí, en ¿Velázquez, 96, 2º, ángulo, oeste? bajo ¿Don Braulio Máñez de Lecoa? sobre ¿Don Teodoredo Arpente?)

Es el profundo aún oscuro de este mundo, primero una vez más, temprano todavía, tras los siglos, que nos deja tan fuera de ¿los otros? tan hondos en ¿nosotros? inmenso morear, única mina, manzana de evasión, huidora rosa, del pensamiento en sí, de nuevo hermosamente incomprendido.

*****

EN FLOR 50

Brotado todo estoy de flor y hoja, en esta verde soledad luciente donde hablan dos pájaros tranquilos.

Como al almendro, abril me llena todo de brillos ricos, cálidas estrellas sacadas por mis íntimas raíces.

¿Una vez más esta frescura nueva, que cubre el tronco gris, que lo promete de nuevo alegremente renovado?

Si lo eterno es instante !eternidad perfecta, fiel, con la promesa májica de lo que si no es ser bien podría!

Promesa que es pasado y porvenir, presente que es promesa de sí mismo, que en la repetición tiene su gloria.

No será en otro abril mejor color, olor mejor, mayor felicidad de vida en flor que en este alto abril.

Abril penúltimo, que en hora retenida, es el colmo supremo de quien ama el retorno gustoso de su vida.

(«La estación total», 1923-1936)

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LA GRACIA

Está en el aire, como uno, como una más bella que nosotros, más bella que ninguna, que ninguno; de todo toma luz, color, esencia; y si el aire se aumenta y se conmueve, se echa en el viento, viene y va, con el deleite de sentirse ella, sobre el alto verdor en lo mecido.

!Qué claro y qué constante, en el azul, su cuerpo transparente, que lo convierte en rienda de su dicha; sobre el agua, qué plenamente exacto al movimiento líquido, que encuentra en sostenerlo su destino; qué rico entre lo verde de la tierra expresada en alegría, con posibildad de fruto eterno!

Hasta ella puede sonreír la vida en la hora sola y nueva, cuando las alegrías contra el sur exijen en sus límpidas corrientes la forma libre, representativa de la felicidad humana; y mar y cielo, al fondo único, componen limitados por la tierra, costas de soledad, ventura y gloria, del hondo verdadero paraíso.

(No hay más que ir a ella, llegar en vibración suprema a ella, y ella es de nosotros; pues para ella hemos venido, sin ella no podemos ser ni no ser, irnos ya sin ella).

Las sendas naturales que por tierra, aire, agua, fuego, conducen a su cuerpo y a su alma, en oriente, poniente, sur y norte, las tenemos que abrir con alma y cuerpo, entera embriaguez embelesada de pájaro, de flor, de ola, de llama: la locura consciente.

Y !qué feliz el que la alcanza en el presente único; quien puede sorprenderla en su ansia de nosotros; instante universal en que concurren para nosotros y ella, ante la complacencia de lo eterno !gracia! todas las primaveras!
(Madrid, 1931)

(«La estación total», 1923-1936)

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MENSAJERA DE LA ESTACIÓN TOTAL

Todas las frutas eran de su cuerpo, las flores todas, de su alma. Y venía, y venía entre las hojas verdes, rojas, cobres, por los caminos todos de cuyo fin, con árboles desnudos pasados en su fin a otro verdor, ella había salido y eran su casa llena natural.

¿Y a qué venía, a qué venía? Venía sólo a no acabar, a perseguir en sí toda la luz, a iluminar en sí toda la vida con forma verdadera y suficiente.

Era lo elemental más apretado en redondez esbelta y elejida: agua y fuego con tierra y aire, cinta ideal de suma gracia, combinación y metamórfosis. Espejo de iris májico de sí, que viese lo de fuera y desde dentro lo de dentro; la delicada y fuerte realidad de la imajen completa. Mensajera de la estación total, todo se hacía vista en ella.

(Mensajera !qué gloria ver para verse uno mismo; en sí mismo, en uno mismo, en una misma, la gloria que proviene de nosotros!)

Ella era esa gloria !y lo veía! Todo, volver a ella sola, sólo, salir toda de ella.

(mensajera, tú existías. Y lo sabía yo).

(«La estación total», 1923-1936)

       

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