Impresiones de otoño (I)

Se inaugura una nueva estación, en la que el viento irá dejando caer por aquí algún que otro ‘haiku’, esporádico como las hojas.

Éste primero va dedicado a Eva, a Pobrecito hablador y a A.C., que caminaron hace unos días junto a los árboles a los que se alude (aunque no sé si repararían en los pájaros que se paseaban, no por las ramas, sino por la verticalidad de los troncos…). El último verso, por supuesto, va para Tupacalos ;)

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sol en las hojas

pájaros sobre el tronco

recóndita raíz

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2 respuestas a “ Impresiones de otoño (I) ”

  1. Pobrecito hablador dice:

    Zen

  2. Pobrecito hablador dice:

    Disculpas por mi anterior comentario, que incluye todo lo peor del zen: el silencio que nada comunica y que por lo tanto se convierte en un ruido más. Como no lo puedo borrar, trataré de enmendarlo con un comentario puntual.

    No sé nada de haikus, pero me resulta evidente que no es a través del ruido que emite un ordenador como mejor puede saborearse un haiku. Se necesita silencio. Puesto que los haikus están elaborados a base de finas pinceladas, es preciso, al igual que hacemos con los cuadros impresionistas, mantener la distancia adecuada para ver surgir la figura que intenta delimitar el boceto. Habría que recitarlo adecuadamente y esperar a oir el eco que va dejando el sonido del recitado.

    Sólo puedo decir que este haiku, tal como a mí me ha llegado, ha alcanzado la expresión co-rrecta. Me recuerda a ciertos poemas de octavio Paz -no es casualidad que haya traducido algunos poemas japoneses. Un árbol es un árbol y todo aquello que lo rodea. Un árbol no es un árbol. Un árbol aspira a ser más que un árbol. Nadie sabe lo que se esconde dentro de un árbol. Las cosas son los que no son. Las cosas no son lo que son. Quien cree que las cosas son lo que son, se ha quedado atrapado en las trampas de los nombres. Habría que buscar el verdadero nombre de las cosas: Hallar su raíz recóndita.

    Advierto, además, que este es un haiku musical. Los árboles cantan, los pájaros son inmóviles, las hojas despiden ondas de luz. El mundo es una confusión de lenguas debajo de las cuáles acontece la verdadera comunicación.

    Tal vez mi glosa esté glosando lo que no es. En todo caso, dejarse llevar por las sugerencias es una manera de comunicarse con un poema.

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