LOS OTROS PENSADORES (Ernest Jünger)

En alguna ocasión, Borges, que se jactaba de ser un voraz lector, llego a decir: “Que otros se jacten de los libros que han escrito, yo me jacto de los libros que he leído” Se podría dar un paso más; se podría decir: “habría que jactarse de los textos que otros han  escrito”.

 

Digo esto, porque me gustaría iniciar una sección, abierta al resto de lectores, en la que tuvieran eco las reflexiones de poetas y novelistas. Incluso deberían entrar también pintores, escultores, arquitectos, historiadores. Y otros analfabetos. Así quedaría patente que no es sólo el pensar patrimonio de los filósofos. Quedaría en entredicho esa funesta escisión entre el filósofo y el poeta. Quedaría acorralada  también esa definición estanca que señala al filósofo como el que piensa bien y al poeta como el  que dice bien.  Esa separación ha llevado a que parezca que el filósofo no sabe decir y que el poeta no sabe pensar. Pero ya un filósofo presocrático escribió un poema para señalar que ser y pensar y decir son una y la misma cosa.

 

Probablemente se trata de la vieja querella, reavivada por Platón, entre la filosofía y la poesía. Pero en toda querella late una polémica artificial que puede apaciguarse. En toda querella ya hay una desintegración y una disarmonía. Acaso la historia del hombre no sea más que la representación de ese desintegrarse y el progreso mismo un regreso a la barbarie por el camino de la especialización. Todas las virtudes humanas han logrado unificarse e integrarse en la técnica. Pero en esa transferencia de poderes y facultades del hombre a la máquina, el hombre se ha ido desintegrando y se ha sustraído a sus propios poderes y facultades.

 

En su Historia de la Literatura Europea y Edad Media Latina, E. R. Curtius  dedica un capítulo a las relaciones entre poesía y filosofía y muestra como era un tópico de la antigüedad y la Edad media el intentar armonizar ambas artes. Se afirmaba que la poesía contiene y debía contener no sólo una sabiduría secreta sino también un conocimiento universal de las cosas. Y se hace eco de unas elocuentes palabras de Goethe, ejemplo, él mismo, de armonización entre el poeta, el pensador y el hombre de acción. Ante la pregunta de cuál sea la función del poeta en el mundo, Goethe pone en boca de Wilhelm Meister las siguientes palabras:

 

“En el fondo de su corazón crece innata la hermosa flor de la sabiduría, y mientras los demás sueñan despiertos y se angustian con monstruosas imaginaciones que les llegan por todos sus sentidos, él vive el sueño de la vida como hombre despierto, y las cosas más extrañas que sucedan son para él pasado y futuro a un mismo tiempo. De este modo, el poeta es a la vez maestro, amigo de los dioses y de los hombres.”

 

Pero no se trata de hacer una apología del poeta sino una  recusación del filósofo que expulsa a los poetas y del poeta que expulsa a los filósofos. Porque cuánto más se aproximen ambos, más profundos poetas y filósofos serán.  Los seres más perfectos son andróginos. Los jinetes más diestros son centauros. Los hombres más sabios son tontos.

 

La sección está abierta a cualquier aportación, porque toda sección para subsistir necesita colaboraciones. Si alguien quiere cambiar el título a la sección, es muy libre de hacerlo. Siempre nos encontramos textos que nos hacen pensar y que no están en los tratados de filosofía. A mí, de hecho, los tratados de filosofía me estriñen y me cohíben pensar. Pero luego cierro las tapas del tratado, abro un libro de Edgar Allan Poe y digo ¡Eureka!

 

Supongo que ya alguien habrá escrito un libro filosófico plagiando todas las pintadas que se topaba detrás de la puerta del water o en algún paredón de fusilamiento. Y es que es en los momentos más apurados donde le da al hombre por ponerse a pensar. Yo recuerdo especialmente una pintada anarquista que me encontré el año pasado en el monte haciendo el camino de Santiago. Me vino muy bien porque no me había llevado ningún libro para el camino. Decía, más o menos: “Los libros me ensañaron a pensar. Pensar me hizo libre” Por supuesto, esto, escrito sobre una pared con grandes trazos de pintura adquiere una solemnidad y una verdad que queda ridiculizada en estas letritas de pata mosca que va regurgitando mi ordenador. También recuerdo aquella humorada de taza de water digna de un Julio Camba que decía más o menos: “Si la tauromaquia es arte, el canibalismo es gastronomía. Más abajo, se podía leer: Ningún obrero sin  jornada y ningún torero sin cornada”. Aún no me ha quedado muy claro si quien hizo la pintada era un toro o un anarco.

 

El texto que dejo aquí es un texto humilde. Ya habrá tiempo de encontrar textos más profundos que los de Heráclito. Este texto me lo he encontrado hoy mientras descansaba de la fatigosa lectura de un filósofo que me estaba haciendo ir de la Ceca a la Meca. Y es que a mí las teorías del conocimiento me agotan. Hay tanto que conocer y que saber que uno no sabe por donde ponerse a empezar. Y para centrarme me puse a leer los diarios de Ernest Jünger, titulado “Radiaciones”, pero como enseguida me tope con una alusión a Heráclito, me dije “!que fastidio!, ya no se puede descansar de la filosofía ni leyendo literatura”. El susodicho texto venía a decir, más o menos, lo siguiente

 

Se me han hecho claras las diferencias entre la primera y la segunda guerra mundial. Entonces, en la primera guerra, las más altas condecoraciones para abatir adversarios, hoy, en la segunda guerra, la pequeña cinta –medallita- por un paseo para recoger un herido. También es notable la distancia a la que he quedado del fuego. Tiene razón Heráclito, nadie cruza dos veces el mismo río. Lo que en ese cambio hay de misterioso es que responde a modificaciones en nuestro interior –somos nosotros los que nos formamos el mundo y lo que nosotros vivimos no está sujeto al azar. Es nuestro estado interior el que atrae y selecciona las cosas. El mundo es como lo hemos creado nosotros. Cada uno es capaz, por tanto, de transformar el mundo –ese es el enorme significado que ha sido concedido al ser humano. Y de ahí que sea tan importante el que trabajemos en nosotros.”

 

(Ernest Jünger, escritor, filósofo, novelista e historiador alemán nacido en Heidelberg en 1895 y fallecido en Wilfingen en 1998)

 

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Una respuesta a “ LOS OTROS PENSADORES (Ernest Jünger) ”

  1. Tupacalos dice:

    Me gustó. El texto y la idea. Hay que estar alerta y tener la oportunidad de poder registrar lo inspirado. Hoy he leido algunas frases que me han sugerido otras ideas, pero no han pasado del subrayado amarillo. Pero me ha quedado la inquietud, volveré y tal vez pueda generar un exabrupto folodófico.

    Aparte de todo, los seres más perfectos son mestizos, mezclados, como los andróginos, pero no necesariamente estos.

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