POETAS 105. Lêdo Ivo

Lêdo Ivo fue un poeta y novelista brasileño, representante de la generación del 45, a la que pertenecía Guimaraes Rosa, y que proponía, entre otros temas, el regreso a la experiencia vital, el amor y la naturaleza. Nació el 18 de febrero de 1924 en Maceió, capital del estado de Alagoas, en el noreste de Brasil . En el año 1943 se trasladó a Río de janeiro donde terminó la carrera de Derecho, cuyo ejercicio cambiaría por el del periodismo, que era la carrera que mejor le iba a familiarizar, como dijo en cierta ocsión, con las miserias de la condición humana. Ese mismo año iba a publicar su primer libro de poemas “As imaginaçoes”. Durante el año 1953 viajó una larga temporada por diversos países de Europa. En el año 1963 una invitación del gobierno de EEUU le permitió visitar varias universidades del país. En 1980 pasó a ocupar un sillón en la Academia Brasileña de las letras. Autor prolífico, con más de veinte poemarios publicados, lanzó su ultimo libro, “Marmazo”, en 2011, poco antes de que la muerte le sorprendiera en Sevilla al año siguiente mientras hacia un viaje por el país que admiraba tanto por su poesía. Especial admiración sentía por Lorca y Machado. Entre sus libros de poesía se pueden destacar “Finisterra”, “A noite misteriosa” y O Rumor da noite”. Con su poesía ha intentado explorar los nexos irracionales entre sucesos y objetos sin relación aparente. Ya desde el principio de su obra se puede observar en muchos de sus poemas una conciencia del lugar que ha de ocupar el poeta en el mundo. Así mismo la muerte ocupa un lugar prioritario entre sus preocupaciones. Su poesía busca que vida y muerte hagan sus vasos comunicantes, consiguiendo de este modo extrañas notas surreales. Poesía que presta atención a los pequeños detalles y a las cosas humildes, y que en muchas ocasiones se convierte en una denuncia de un mundo deshumanizado que trata de monetarizar las relaciones humanas. Para Ledo el poeta debe hacer de la transgresión íntima un emblema personal y “la creación poética se inicia en la frontera misteriosa donde las teorías terminan”.

IDENTIDADES

Víctor Hugo tenía la absoluta certeza de que Víctor Hugo era un pseudónimo de Dios

Y se consideraba propietario del cielo, de la tierra y del océano.

Rimbaud no sabía que era Rimbaud, por eso abandonó

Los viejos parapetos de Europa

Y se fue a vivir a África.

Byron sabía que era Byron

Tanto así que abandonó Inglaterra

Y sedujo a su propia hermana.

Walt Whitman siempre se pensó Walt Whitman.

Amaba a América y a los penes erectos de sus camaradas

Como si fueran futuros rascacielos.

Baudelaire vio en un espejo el abismo que se lo tragó.

Paul Claudel pensaba que era el suplente de Dios

Y se derramaba en caudalosos versos blancos

Para celebrar la belleza del universo.

Tristan Corbière, en el lecho de muerte,

Oyó el graznido de las gaviotas en la playa de su infancia

Y se convenció de ser él mismo Tristan Corbière.

La duda de ser Paul Valéry

Persiguió a Valéry la vida entera

Especialmente durante las mañanas, cuando buscaba su yo perdido

Entre los enigmáticos sueños de la noche.

La convicción de ser T. S. Eliot

Brotaba de T. S. Eliot apenas despertaba

Por esa razón sus impecables camisas blancas y el aire doctoral.

La sospecha de ser Rainer maria Rilke

Acudía a Rainer maria Rilke en sus días finales

Cuando, en la soledad del castillo de Muzot,

Extendía su mano para tomar una rosa.

Para ser Mallarmé, Mallarmé se escondía como un fauno en el bosque de la página en blanco

Y escuchaba el llamado de las sirenas

Mezclado con el silbato de los trenes de la estación de Saint-Lazare.

A Paul Varlaine no le interesaba ser o no Paul Verlaine.

Él sabía que en el otoño las hojas de los árboles son

Arrastradas por el viento.

Y esto es lo esencial.

Lo demás es literatura.

 

(Mormazo, 2011)

LA CAPA

En el suelo de la infancia voy a encontrar

todos los objetos que perdí:

la capa azul, el libro de grabados,

y tu boca fría, tu boca fría.

 

Mi capa azul, en el suelo de la infancia,

Cubre los objetos y las alucinaciones.

Es una capa azul, de un azul profundo

Como en ningún tiempo podrá ser encontrado.

Un azul como éste, ya no existe jamás.

 

Y a todos ustedes que son puros o relapsos,

Vírgenes en el invierno y repulsivos en el verano,

Les hago mi petición de azul profundo:

Cúbranme, con esta capa el día en que muera.

 

Cuando esté muriendo, pueden tener la certeza,

Una capa azul, de un azul profundo,

Envolverá mi cuerpo de la cabeza a los pies.

(As imaginaçoes, 1940-1943)

 

VALS FÚNEBRE DE HERMENGARDA

Aquí estoy junto a tu sepultura, Hermengarda,

Para llorar tu pobre carne pura que ninguno de nosotros vio pudrirse.

Otros vendrían lúcidos y enlutados,

Sin embargo yo vengo borracho, Hermengarda, yo vengo borracho.

Y si mañana encontraran la cruz de tu tumba tirada por el suelo

No fue la noche, Hermengarda, ni fue el viento.

Fui yo.

 

Quise amparar mi embriaguez en tu cruz,

Y me arrastré en la tierra en que reposas

Cubierta de margaritas, de todos modos triste.

 

Aquí estoy junto a tu tumba, Hermengarda,

Para llorar nuestro amor de siempre.

No es la noche, Hermengarda, ni el viento.

Soy yo.

(As imaginaçoes, 1940-1943)

 

 

JUSTIFICACIÓN DEL POETA

Padre, mis pensamientos no caben en tu sala con piano tranquilo a un lado y oscuras sillas vacías cerca de la ventana

Mis inquietos pensamientos no caben en la salita con flores muriendo en los jarrones y paisajes sonriendo en las molduras

Deja que ellos se muevan más allá de las cortinas azules y caminen mucho más allá de las ventanas abiertas

Deja que se mezclen con el calmo resplandor de la luna

No te preocupes si los demás se espantan con tu hijo de ojos vivos y cabellos siempre desaliñados

No te preocupes si recito poemas cuando la noche cae

El tiempo no existe en el alma del poeta

todo es universal y abarca todos los tiempos

los poetas, papá, son los corazones del mundo

son las manos de Dios escribiendo los poemas del mundo inseguro

no importa, papá, que digan que estoy loco

que lloro recargado en los puentes y me conmuevo en los teatros

que pregunto por la oscura Adriana cuando la madrugada baja

en silencio

en silencio

los poetas son los pianos del mundo

sólo ellos permanecerán inalterables delante de las musas y de Dios

sólo ellos tendrán la noción de la agonía del mundo

ayer un niño español fue despedazado por una bomba

mañana se encontrarán poemas en el bolsillo del suicida soñador

mientras tanto las grúas trabajan incansablemente día y noche

y los obreros fatigan sus brazos y sus piernas

ninguna oscilación habrá en la Poesía

ella quedará en equilibrio porque los ritmos la amparan

y Adriana no se prostituye.

Soy una elección. Soy una revolución.

(Imaginaçoes, 1940-1943)

 

EL HOMBRE VIVO

Me felicito a mí mismo por ser transitorio.

Siempre tuve miedo de la eternidad,

ese gran perro oscuro que me olfateaba las piernas

y me seguía sin morder.

 

Aguardando a la muerte como quien espera una carta

Traída por un cartero divino,

Nada tengo para las fiestas del día siguiente.

Toda mi vida fue este esperar sin fin.

Entre el sueño y el mar total, en el paisaje celeste,

Solté mi cometa.

Vi el farol de mi tierra, y mi infancia entera

Estirada en cien leguas delante del mar.

 

Nada quiero de ti, Muerte, ni aún las recompensas del otro lado

Con que amenizas el fin de los que sufrieron mucho.

Dame apenas el sueño sólido de los que mueren

Y son llevados a la tierra de los pies juntos.

 

Que la vida sea un sueño, y los sueños sean sueños

Del sueño desdoblado de los que viven.

Efímero late en el tiempo un corazón solitario

Y la sombra de la tierra es poca para cubrirlo.

(linguagem, 1950-1951)

 

MUY POCO PARA MÍ

Es muy poco para mí tener un pájaro en la mano.

Ellos siempre vuelan y se pierden

Entre los otros pájaros.

 

Es muy poco tener una mujer al alcance,

Beber todas las líneas de su cuerpo

Implorar, arrodillarse, mentir.

 

Ellas siempre se van, huyen, mueren,

Si bien algunas florezcan en otras mujeres,

En un espalda reclamada, una rodilla, en un seno.

 

Aún más mezquino es quedarse aislado,

Oculto entre el mar y el árbol

Reuniendo las piedras de un promontorio derruído.

 

Irrisorio es un pájaro, mujer es alta nube.

En el sur hay mares más bellos que éste.

Pero el que se queda solo, se perdió para siempre.

 

Es muy poco para mí un recinto cerrado.

Por eso estoy siempre en la calle, conversando con los hombres,

Destilando la desnuda tarde entre el polvo y la retórica.

(Linguagem, 1950-1951)

 

OFICIO DE LA MORTAJA

Futuro, el vivo yace dentro del muerto

Y su mano inmóvil no fustiga

Las moscas circundantes, ni las flores

Reales y metafóricas que lo rodean.

El hombre muerto desvive y forja la fábula

De una tumba cambiada en luz y altura.

Las moscas abren las alas para verlo

Pasar en dirección a la eternidad.

¡oh gloria de estar muerto y reclamar

El reino prometido a todos los hombres

Que en el muro de la vida buscaron

El portón del jardín del Paraíso!

Y el muerto siente el olor de las frituras

En el restaurante cercano de la capilla:

Los vivos comen carne y beben lágrimas.

Y el sudor de los que se aman, y el estremecimiento

De las ortigas a los vientos funerarios

Y las heces que, en el mar, hablan de los hombres,

A todo atento el lúcido finado,

Y su oreja nota el anacoluto

De la pálida viuda en negro duelo;

Y sus ojos contemplan, formidables,

El tránsito soberbio de la ciudad

Cuando anochece, abeja gigantesca,

Babilonia de luz, música y vidrio.

El antiguo transeúnte que hay entre los muertos

Lo convida a tomar café de pie

A la puesta del sol que huele a sándwich

Y la gasolina –adiós, oh vida inmensa

Que se nutre de risa, polvo y plegaria,

Adiós, oh papagayo que haces cabriolas,

Adiós, rodillas amadas, brisa pura

De la playa, a todo adiós. No sólo de moscas

Vive, crucificado y mudo, el muerto.

Guerrero de lo absoluto, mata a la muerte.

Ser de promesa, horizontal y póstumo,

El hombre vive de la espera. Y ni difunto

Renuncia a su eternidad.

(Magias, 1955-1960

 

A LOS CORREDORES DE FILADELFIA

Es el día terrible y atareado

De los corredores de seguros

Que, aún en la niebla, estacionan sus carros

En los parques de estacionamiento.

 

Toda América está en el seguro

Contra la muerte, el fuego y los accidentes.

Las catástrofes son pagadas

Con un cheque, una sonrisa y un enérgico apretón de manos.

 

Protegido por la Plymouth Mutual Life Insurance Company,

Veo la luna de catarro que se cierne

Entre refinerías, antenas de TV y una inflamada torre rococó.

Pioneros y puritanos beben coca-cola.

 

América puso mi vida en un seguro.

¿Pero quién me asegurará contra la eternidad?

No quiero ser inmortal.

Que mi alma cremada no alcance a los ángeles.

(Estaçao Central, 1951-1954)

 

FIERRO VIEJO

El tiempo tiene ojos. La eternidad

Tiene oídos y escucha las injurias del mundo.

¿La pila gotea? ¿el carro se atascó? ¿la vajilla se quebró?

El que está más allá del puente de madera y del depósito de pólvora

Capta las pequeñas cosas esparcidas en la hierba

Y encuentra, al caer la tarde, los alfileres perdidos.

Apenas los bostezos y borborigmos alcanzan ese erario terrestre

Que atesora las ideas de los objetos abandonados.

A los caños obstruídos y las botellas rotas

Y los sueños enlatados y las hélices de los navíos caducos

Y las pilas descargadas y los viejos relojes sin cuerda

La eternidad los redime.

 

El tiempo con sus párpados de herrumbre,

Deja en lo oscuro un emblema. Pero la pasta dentrífica exprimida

Resplandece, gemela del sol, entre cepillos y frascos

Y pesadillas y esperanzas disueltas

Y discos nasales y días destrozados

Y bandejas perforadas.

 

Los pezones se estremecen en las camas sacudidas

Por el paso de los trenes.

¿Por qué el hombre clavó su amor en los durmientes podridos de la vida?

Las hojas cubren la marca de las ruedas de la carroza en la arena

Y el otoño se evapora, y las galletas se endurecen

En la despensa llena de moho.

 

Cuando la noche cae, entre liendres, el día es un perro

Que se echa para morir.

Y amontonado en lo oscuro, todo lo que el hombre amó

recibe la visita del viento.

 

Sólo he amado lo perecedero: el pequeño pargo

Que se pudre en la playa, la pelusa

Entre el pubis y el ombligo, la tarde en el ópalo

Convertida en chatarra.

 

La llave de la vida se enmoheció en mis manos

Y no abre más ninguna puerta.

(Finisterra, 1965-1972)

 

 

TRASEÚNTE AL ANOCHECER

Lo que resta de mí cuando anochece

Es una gota de sudor donde contemplo

La vida entera gastada en un solo día.

Astro o señal de tránsito, mi sueño

Esperó que yo pasara y se extinguió.

Trabajé, pero a cambio sólo me dieron

Un pan de poliéster; y envejezco

Entre señales roídas por el viento

Y palabras sin sonido y sin sentido,

Hélice de navío en dique seco.

Cae la noche y reclamo: no gané

Ningún dios o dinero o amor nuevo.

¿sudor? ¿Rocío? Me disuelvo en las tinieblas.

(Finisterra, 1965-1973)

 

FINISTERRA

Ando en la multitud y mi nombre es Nadie.

 

En la ciudad que huele a pez podrido

Y gasolina y demagogia

Pisado por la tarde voy rozando las escamas

De las paredes que cosen mi dolor.

Bajo este cielo de vinagre chupado por turbinas

Un vómito de cifras me confunde.

Llevo en la brisa marina mi amor de hombre

Y nadie sabe que amo a no ser por los perros

Que olfatean mis pasos por las alamedas.

En el auditorio del miedo mi fervor responde

A una estridencia de piedras desmoronadas

Y en las galerías oigo escurrir

Mi amor de agua; y mi amor de flor

brota en los quioscos pálidos y atraviesa

Las pedrerías y las cuentas del día adornado

De rafia amarilla y blanca.

¡Oh día, altar de los hombres, corral de mármol!

Las reses se aproximan tontas al matadero

Y la sombra de mi querer calcina las calzadas.

Los días son rufianes ocultos en los bares

Donde nadie paga los intereses de mi alma.

Y este amor que me chupa por cuanto yo chupo

El jugo oculto en la gruta insensata,

Abre un cráter entre las rajas y las rocas

De la tierra que me nutre en sus pechos de polvo.

Las palizadas de la incertidumbre se levantan y aíslan las torres

Donde se relevan los centinelas que acechan en la oscuridad

La llegada de los pelotones invisibles.

En el camino entre el viaducto y el motel

Yo cuando vengo… Partida y llegada

Son quimeras del horizonte y graznar de gaviotas

Que irritan a los burócratas de la aduana.

Y caminando por el Río vivo de todos los asombros,

Red que en lo oscuro encuentra un cardumen de sardinas,

Hombre que detrás del sol y de la alegría se enfrenta

Con las terrazas cenicientas de la amargura.

La hora hace una arco de luz para que pase

Entre los millonarios los padres los basureros los payasos y las prostitutas que son mis semejantes.

Aquí los bancos son más bellos que las catedrales.

Y, cabizbajos, confiamos a los gerentes de nuestros pecados: Codiciamos a la mujer del prójimo; y su mansión; y su esclavo; y su yate; y su buey y su jumento; y sus bonos a largo plazo, y el sol de su piscina.

Comulgamos en las ventanillas. Y cuando la Bolsa cae

Nuestras almas monetarias tiemblan.

Entre el terror y el telestar

Y la hormiga que sube la escalera del Ministerio de Hacienda

Señales luminosas se forman. ¡Oh nuevo glosario del mundo!

Adiós a las viejas palabras que no significan nada

Y por un momento flotan en las letrinas.

Como los cementerios de automóviles, los museos guardan la chatarra.

El arte de hoy está en las tapias, en los carteles que anuncian licuadoras.

¡Oh diálogo de las constelaciones, oh sintaxis planetaria!

Con las palabras dementes que aprendí en la escuela

Y gastadas como las suelas de los zapatos

Ya no sé cantar el mundo ni decir mi amor.

Y mi silencio come un pan cocido

En los hornos de la mentira.

¡Oh día sin labios

Oh día lleno de escamas como un pez

Que nada en mi jaula

Dime qué cielo retuvo el grito de Elpenor!

¿Dónde está la sepultura de Nabucodonosor?

Canta para mí, oh musa, al varón industrioso Nick Carter…

¿Dónde encontraré todos esos viejos túmulos

Con sus lápidas rotas y epitafios

Escritos en la lengua antigua de los muertos?

Las trompetas resuenan en la explanada de Elsinor.

Los leones de granito rugen en la mañana.

Y pisando las palabras amarillas de un otoño

como el cuerpo de Cristo

soy en la multitud de boca lacrada.

Soy un hombre aislado de los otros hombres

Que caminan como si ya estuvieran muertos.

En los parques de estacionamiento la luz de la tarde quema

La hierba que me separa de mis hermanos

En este mundo roído por el terror:

Ellos gritan donde yo no puedo escucharlos.

Y la aurora roe mis puños iracundos.

Y las ratas roen las muñecas de mi alma.

Recostado en el horizonte bebo la albura de la noche

Que ilumina la fachada de los hospitales.

¡Oh noche bella como un navío!

Soy un grano

En el silo.

Soy el viento

Que viene de los suburbios de orina y querosén

Y ciego lentamente los ojos de las estatuas.

Los gigantes del mundo me preguntan: “cuál es tu nombre?”

Y respondo: “Yo me llamo Nadie.”

Los gigantes merodean en los yates anclados en las islas.

La cólera de la vida tiembla en las calzadas.

Y el día se disuelve, impostura

Deshecha en el aire reverente. Y tú que eras gemido y carne

Me sigues desvanecida en mi salvia.

Y como los viejos aviones duermen en los hangares

Así duermo yo en ti y el silencio es un triunfo

Carente de rocío. Y ninguna valva se contrae

Y los peces se acumulan en las cestas fétidas

De los supermercados diluidos

En el pasmo de las fornicaciones.

Y mi vida de descascara como aquellos viejos balcones

Abiertos en Nueva York hacia el esplendor y la mentira.

Soy el que no cabe en el alarido

Que de la rotonda de la bolsa de los Valores

Sube hacia un cielo sin sílabas.

En el día bursátil el sudor de los hombres se cambie en números

Pero lejos de ti sólo oigo las palabras roncas

Que salen de tu garganta visible para el amor.

Oh mujer, esponja del hombre,

Ocupas todo el paisaje como un pájaro,

Oh sol desnudo, oh mi yegua carguera,

Paseo por tu cuerpo como un niño en un palacio

Y soy la luz de los espejos que iluminan tu espalda.

Vago por las planicies y colinas a la puesta del sol

Espantando a los pájaros que ondulan en tus párpados

Y persiguiendo el arcoíris.

Y junto a las tapias escarlatas de la tarde

Que bloquea el cansancio de los hombres

Voy arrastrándome en la tierra quebrada

Donde el odio pasa a galope, esparciendo la muerte.

Oh noche de los semáforos y los espantapájaros y de las tarántulas ocultas en los trapiches

Oh noche de los murciélagos que en mi infancia sostenían los estandartes del sueño

Las hélices de tus navíos cargados de estrellas cruzan los anfiteatros del mar.

¿Pero dónde está la finisterra que me prometiste, más allá de las islas idiotas y de los mitos corroídos por el salitre?

Como un candelabro en el teatro cuando las luces se encienden

Mi vida entera se estremece al caer de la noche

Y oigo en la oscuridad el cántico de todo lo que parte.

(Finisterra, 1965-1972)

 

A UN CRÍTICO

Soy el que soy cuando no soy.

Soy el espejo donde los otros

En mí se contemplan.

Piensas que no paso

De un pájaro canoro

Aunque yo sea una esfinge.

Y porque no me descifras

Te devoro.

(Soldado raso, 1980-1988)

 

EN UN BURDEL

El mundo es rumor y exageración.

La puta que gime en la cama

Dice que te ama.

(Soldado raso, 1980-1988)

 

EN EL NAVÍO DE LA VIDA

Pasajero del navío

Que no para en ningún puerto

Finjo no ver que la muerte

Me quiere vivo, y no muerto.

(Soldado raso, 1980-1988)

 

EL MENTIROSO

Todas las veces que sueño

Miento en verdad.

Soy una invención

De la realidad.

(Soldado raso, 1980-1988)

 

LOS POBRES EN LA TERMINAL DE AUTOBUSES

Los pobres viajan. En la terminal de autobuses

Ellos alzan los cuellos como gansos para mirar

Los letreros de los camiones. Sus miradas

Son las de quien teme perder alguna cosa:

La maleta que guarda una radio de pilas y una chamarra

Que tiene el color del frío de un día sin sueños,

El sándwich de mortadela en el fondo de la bolsa,

Y el sol de suburbio y polvo más allá de los viaductos.

Ellos temen perder su propio viaje

Escondido en la niebla de los horarios.

Los que dormitan en las bancas despiertan asustados,

Aunque las pesadillas sean un privilegio

De aquellos que abastecen los oídos y el tedio de los psicoanalistas

En consultorios asépticos como el algodón que tapa los poros de la nariz de los muertos.

En las filas los pobres asumen un aire grave

Que une temor, impaciencia y sumisión.

¡Cómo son grotescos! ¡Y cómo nos incomodan sus olores aún a la distancia!

Y no tienen noción de las conveniencias, no saben comportarse en público.

El dedo sucio de nicotina restriega el ojo irritado

Que retuvo del sueño sólo la legaña.

Del seno caído y túrgido un hilito de leche

Que escurre hacia la pequeña boca habituada al llanto.

En la plataforma ellos van y vienen, saltan y aseguran maletas y paquetes,

Hacen preguntas inoportunas en las ventanillas, susurran palabras misteriosas

Y contemplan las portadas de las revistas con el aire espantado

De quien no sabe el camino del salón de la vida.

¿Por qué ese ir y venir? ¿Y esas ropas estrafalarias,

Esos amarillos de aceite de palma que duelen a la vista delicada

Del viajante obligado a soportar tanto olores incómodos,

Y esos rojos contundentes de feria y de parque de diversiones?

Los pobres no saben viajar ni saber vestirse.

Tampoco saben vivir: no tienen noción de la comodidad

Aunque algunos de ellos posean hasta un televisor.

En verdad los pobres no saben ni morir.

(Tienen casi siempre una muerte fea y poco elegante.)

Y en cualquier lugar del mundo ellos incomodan,

Viajantes inoportunos que ocupan nuestros lugares

Aún cuando estemos sentados y ellos viajen de pie.

(A noite misteriosa, 1973-1982)

 

LA VENTANA Y LA MESA

Puedo ver desde la ventana a todos los que surgen

Aunque estén todavía muy lejos y el comprador de madera

No se distingue del gitano o del mendigo,

Y el paseante que levanta la cabeza para ver la parábola dibujada en el cielo por el gavilán

Tiene el mismo andar del visitante desde hace mucho tiempo esperado

Y que prometió traer la muda de la alamanda.

A veces la marcha del caballo surge entre los árboles

Y los bultos coloridos que se movían junto a la cerca con sus sombrillas virginales

Se disuelven más allá de los barrancos

Dejando apenas el rumor de voces que no podré recoger.

Cuando soy espera y presentimiento, jamás sé distinguir

Lo que me fue desinado como una dádiva del día puro

De los legados que los otros recibieron.

Como el caballo inquieto que vaga por el pasto ajeno parece tener dos dueños,

Este instante que estoy en la ventana se presta a confusiones.

Los que están lejos son todos y nadie, provocan niebla e incertidumbre.

Y jamás tienen nombre y rostro. Por eso, mi corazón está siempre

Con los que vencen el desconocimiento, el ventarrón y la distancia y se aproximan como proas de navíos,

Y de masa indistinta y rumorosa se convierten

En voz nítidas y calor en el día que será compartido

Como el pan y el vino en mi mesa eucarística.

(A noite misteriosa, 1973-1982)

 

LA MONEDA ENMOHECIDA

Esta moneda ya no vale nada.

No sirvió tenerla guardada durante tantos años, escondiéndola de la marcha de las constelaciones y del avance de la hiedra que cubrió el muro.

En el silencio ella no prosperó.

El viento de la noche entró por las grietas de las puertas,

Ventanas y tejas quebradas y ofendió la efigie de César.

El ocio ennegreció las armas del Estado.

Os que mandaron acuñarla murieron lejos del pueblo

En mansiones impenetrables

Y aún después de muertos tuvieron derecho a una guardia de seguridad

Que los protegiera del clamor insensato.

 

El tiempo no multiplica lo que el hombre

En contra del hombre sustrae.

En la boca silenciada, la sangre permanece viva

Y escurre para siempre de la efigie

Que ninguna corrosión habrá de cubrir.

(A noite misteriosa, 1973-1982)

 

EL DINERO DE LOS POETAS

El dinero de los poetas descansa en los supermercados.

Los sueños de los poetas están guardados en los bancos.

En el desperdicio del mundo el poema de amor se inclina al suelo

Como la paloma que, en la plaza al atardecer, busca el grano de maíz tirado por el turista

Antes que la noche la devuelva al secreto de su cornisa.

 

Quiero esconderme en ti, oh casa, pero ninguna llave abre mi puerta.

En la playa lacerads por los caracoles ningún viento rasga mi estandarte.

Donde estoy, el sol no hiere el dorso de un lagarto

Ni el agua de las lajas lava la muerte.

 

Bajo la escalera de mármol y deposito en la caja fuerte la joya brillante de mi pesadilla

Para mí sólo guardaré la moneda humillada por el orín

Que el tiempo condenó a no ser pan.

(A noite misteriosa, 1973-1982)

 

 

EL SUEÑO DE LOS PECES

No puedo admitir que los sueños

Sean un privilegio de las criaturas humanas.

Los peces también sueñan.

En el lago pantanoso, entre miasmas

Que aspiran a la espesa dignidad de la vida

Ellos sueñan con los ojos siempre abiertos.

 

Los peces sueñan inmóviles, en la bienaventuranza

Del agua fétida. No son como los hombres, que se agitan

En sus lechos desastrados. En verdad,

Los peces difieren de nosotros, en que aún no aprendemos a soñar

Y nos debatimos, como ahogados, en el agua turbia

Entre imágenes hediondas y espinas de peces muertos.

 

Junto al lago que yo mismo mandé excavar,

Volviendo verdad un incómodo sueño de infancia,

Interrogo el agua oscura. Las tilapias se esconden

De mi sospechosa mirada de propietario

Y se rehúsan a enseñarme como debo soñar.

(Maro océano, 1983-1987)

 

LOS TESOROS

Desde la infancia me acostumbré a esconder lo que amo, para evitar la envidia y la codicia, y ese rencor que desborda todos los corazones, aún de aquellos que son los más abastecidos por la fortuna del destino. Mis palabras eran un tesoro. Yo las enterré en las dunas, entre el viento y el mar.

Desde ese momento inscrito en la línea pálida del océano, la prosodia del mundo dejó de importunar mis oídos. Mi alma se volvió de tal modo silenciosa que pasé a escuchar lo que está más allá del silencio, en el lugar privilegiado en que la tarde se cambia vagorosamente en noche y sólo el leve temblor de una hoja aún herida por la claridad consigue imponerse al pasmo del universo.

Mudo y despojado de la insensata virtud de poder expresarme y celebrar los seres y las cosas, yo era apenas una mirada. Y esa mirada alcanzó finalmente el seno radiante que estaba esperándome. Mi mano avanzó hasta sus pies bienamados.

Me volví adoración. Aunque todavía hubiera sol, yo ya estaba preparado para ocupar mi lugar en la oscuridad – el lugar para mi reservado entre las estrellas, cuando la Noche se abre como una gran puerta y dos creaturas finalmente enlazadas descubren que la eternidad es una promesa de éxtasis.

 

EL DESEMBARQUE

Al bajar en la estación ferroviaria, el viajero confía a un cargador su equipaje. Incapaz de distinguir entre lo necesario y lo superfluo, acostumbra viajar con una sucesión de maletas. En ellas se apilan las ropas más contristantes y los objetos más dispares –y hasta los retratos escogidos para despertar nostalgias y las postales pálidas que ya no tienen el poder de evocar los viajes perdidos.

Una vez desembarcado, se desembaraza ligeramente de los cuidados que lo mantuvieron alerta durante el viaje, y por un momento se siente aliviado y listo para nuevas aventuras.

Yo soy ese viajero. Desde la infancia aprendí a retener y guardar, y traigo siempre conmigo una multitud de paisajes y recuerdos, el rumor del mar lejano, el olor de las hortalizas en el mercado sitiado por la tarde, el grito de éxtasis que se detuvo en la oscuridad como un pájaro. Incluso un guijarro blancuzco que un día encontré en la playa acostumbra acompañarme: por motivos inexplicables, no lo dispenso.

Tengo demasiadas maletas en este viaje, baúles llenos de palabras y frases, imágenes y metáforas, símbolos y alegorías.

Mi reino es el exceso, ese rival incomparable del rigor y la medida. Con todo cada vez que desembarco, encuentro siempre esperándome, el cargador solícito que se inclina delante de mí y, para mi alivio, se apodera obsequiosamente de mis metáforas ociosas y me asegura esa libertad provisoria que, siendo igual a la pobreza y a las privaciones es la única que vale la pena ser sufrida.

 

ODA A LA PERMANENCIA

Rechazo la voz iracunda que condena anticipadamente las señales de la vida y del mundo.

No me agradan los paseantes que, contemplando los rascacielos y los mendigos que se lavan en los lagos inmundos de las plazas, las gradas de los estadios, las luces de los aeropuertos, los transeúntes y las estatuas, las escaleras eléctricas de los centros comerciales y las inscripciones obscenas de los mingitorios de los bares, las blancas represas murmurantes y el suelo industrial que esconde los gaseoductos, los cementerios de automóviles y los chalecos colgados como espantapájaros rotos en las puertas de las lavanderías, los moteles con jardín y los afiches rasgados de los outdoors, adiviertan que este presente habrá de deshacerse, y será menos que ceniza esparcida por el viento del mundo.

Me incomoda la agresión de esa voz rencorosa que, apuntando hacia el pasado desvaído, desde ya argumenta que el futuro, aunque todavía sea una promesa suspendida en el aire, como un globo invisible, también pasará, y ese monótono rumor de los hombres exprimidos en las bancas de las estaciones de autobuses o caminando por los corredores ministeriales se disipará, volviendo nada, el ejemplo de las grandes ciudades milenarias convertidas en hierba.

Que la permanencia, y no el polvo sea el ejemplo –y la memoria, y no el olvido, sea el argumento de nuestras vidas y la consolación de nuestras muertes.

 

LA ESCALERA

Fue en la infancia cuando comencé a subir esta escalera sinuosa –este laberinto geométrico que ostenta, en cada uno de sus rasgos, la pomposa dignidad del fierro. Aún hoy, dirigido por la fatiga y rodeado por la monótona sucesión de las estaciones ignoro lo que me espera allá arriba. ¿Una biblioteca? ¿La torre sincrónica de un faro? ¿Una terraza desde donde pueda asistir a la llegada interminable de los navíos? ¿El vuelo de una gaviota que atraviesa la neblina?

Desde el principio abolí la posibilidad de estar siendo conducido hacia el Infierno o el Paraíso, esas ficticias parejas finales que, no perteneciendo a la geografía terrestre, no se incluyen entre los sitios prometidos a mis pasos futuros.

Antiguamente, cada escalón subido correspondía a un minuto. Después, los escalones se fueron volviendo referencias de las horas, de los días, de las semanas, de los meses y, finalmente, de los años. Ahora, acabo de pisar un nuevo escalón en la larga escalera que se enrolla en el espacio. Es un nuevo año que se abre, como una flor, en el jardín incorruptible de las estrellas. Habré de subir otros escalones, hasta caer extenuado en el rellano de cierto existente en lo más alto de esta bizarra construcción reservada únicamente a mi ascensión personal –para que mi soledad sea al mismo tiempo una verdad y un trabajo.

Evidentemente, nada me espera allá arriba. Yo soy lo propio que se espera, el convidado de ningún banquete, el visitante de sí mismo. E, inmóvil en el escalón recién conquistado, me siento invadido por una extraña alegría y, contemplando el largo pasamanos que se curva entre el día y la noche, a mí mismo me digo, en una celebración íntima: ¡Feliz año nuevo!

 

EL INCÓMODO

Entre los numerosos dioses que, en el universo, atraen nuestra reverencia, o provocan guerras e interminables discusiones teológicas, alimentando la vocación conflictiva de los hombres, hay uno que es el único y verdadero Dios.

No sabemos cuál sea, ya que Él, por cualquier razón que desconocemos -¿modestia, orgullo, desinterés, sentimiento de misericordia?-, se enfila entre los falsos dioses que, desde siempre suscitan la adoración o el temor de los hombres.

Sabemos confusamente que Dios es aquel que no nació ni morirá nunca. Jamás podremos identificarlo. Siendo eterno, y por eso diferente a nosotros, Él está fuera de nuestra capacidad de discernir entre lo falso y lo verdadero.

Y sería una hipocresía esconder de nosotros mismos la evidencia de que la eternidad de Dios nos incomoda y nos hace morir de envidia.

(Mar océano, 1983-1987)

 

EL DEMONIO

Quien va al bosque se encuentra con el demonio

Que vive en un claro.

La mañana nacía cuando atravesé el portón y comencé a andar

En el camino sinuoso como una serpiente.

Aunque no fuera otoño, las hojas de los árboles caían

Sobre mis hombros.

Eran negros los pájaros posados en los arbustos

Y que se rehusaban a volar a mi paso.

 

Caminé el día entero

La vida entera atravesé el portón y anduve entre los árboles.

No encontré el claro. No encontré al Demonio

Que continúa esperándome

En el bosque inaccesible.

(Crepúsculo civil, 1988-1990)

 

MARINA

El día es negro

Como tu pubis

 

En esa negrura

Prendo luz oscura

 

Del viejo deseo

Y la noche raya

 

Como un navío

En tu playa

 

EL SILENCIO INCOMPLETO

¡Qué silencio incompleto entre tantos rumores!

Ahora, y sólo ahora, ellos intentan decirnos

Que amaron y olvidaron, siempre quedaron lejos

De la verdad final. El amor es una deuda

Irreparable contraída en la oscuridad

Y sólo la muerte libera a los deudores reincidentes.

 

Todo terminará en un océano de sombras.

Los muertos también acaban, después de tantas lágrimas

Y misas cantadas y anuncios en los diarios.

Nacemos para evaporarnos, después de haber sido

El agua que cubre la rampa del astillero.

Nacemos para decir nuestro nombre al viento.

 

Nuestros cuerpos se arrastraron hasta la entrada de la gruta.

¿Pero dónde estaban las almas en aquel instante

De éxtasis y servidumbre? Estaban escondidas

como los murciélagos, dormían plácidas como las placentas.

Esperaban el momento de huir de nuestros cuerpos desastrados

Y asilarse en el cielo entre los arcángeles.

 

¡Islas negras, sombras errantes de nuestro horror!

El otro lado de la vida es aquí mismo.

El otro lado del río es donde estamos,

Mirando el agua arrastrar el vómito de las destilerías.

Y sólo en sueños volvemos a oír el silbido del tren

Que atraviesa bufando el paisaje lacustre.

 

Ahora que es tarde nos gustaría ser como las babosas

Y arrastrarnos lentamente en la vereda oscura.

A pesar de nuestros pasos emperarrados, somos seres veloces.

El viento clava en nosotros sus navajas de diamante.

Los sueños nos deshojas como si fuéramos árboles.

Los navíos partieron y nos dejaron en la playa.

 

Sólo en el momento de nacer es que renacemos.

Nuestra resurrección está en el comienzo, en el minuto inicial

Del primer llanto en que descubrimos la luz.

Tuvimos la vida entera para justificar nuestra venida.

Desperdiciamos la oportunidad. Y ahora la noche cae,

La noche viene del cielo y usurpa nuestra tiniebla.

(Crepúsculo civil, 1988-1990)

 

LA PERRA

Atraídos por el olor de la sangre de sus entrañas

Los perros siguen a la perra en celo como si fueran el séquito

De una reina negra. Y la olfatean en un movimiento impúdico

Que tal vez merece ser llamado amor.

La perra finge que la persecución la incomoda

Y seduce como las mujeres solicitadas.

Un olor penetrante de vida la acompaña

Entre los dos soles que limitan el paso del día.

En la noche, cuando la encierran en el galpón,

Los perros quedan del lado de afuera, desolados y fieles.

Y sus gruñidos en la oscuridad nos enseñan

Que el amor es una pasión inútil, una puerta cerrada

 

(Curral de peixe,1991-1995)

 

LAS NECESIDADES

Una puerta cerrada no es suficiente para que el hombre

Esconda su amor. Él también necesita de una puerta abierta

Para poder partir y perderse en la multitud cuando ese amor explote

Como el barril de pólvora en el arsenal alcanzado por el rayo.

Un tejado no basta para que el hombre se proteja

Del calor y de la tempestad. Para huir del relámpago

Él necesita de un cuerpo extendido en la cama

Y al alcance de su mano aún temerosa

De avanzar en lo oscuro cuando la lluvia cae en el

Silencio del mundo abierto como una futa

Entre dos estruendos.

En la noche que declina, en el día que nace,

El hombre necesita de todo: del amor y del rayo.

(Curral de peixe, 1991-1995)

 

A MI MADRE

Lo que existió una vez existirá para siempre.

Aunque desaparezca bajo la fúnebre pala de tierra

O en la ceniza que esconde la cacería tostada.

No habrá de morir. Más allá del recuerdo

Lo que fue vida se mueve entre las sombras

Y el sueño: se mueve más allá del sol.

 

Ahora que estás muda para siempre

Te comienzo a oír. Ocupas el silencio

Como el fuego que avanza en el cerro o en la lluvia obstinada.

Hacia donde voy me sigues, con tu insistencia.

Y reclamas el día.

(Curral de peixe, 1991-1995)

 

LA QUEMA

Queme todo lo que pueda:

Las cartas de amor

Las cuentas telefónicas

La lista de la ropa sucia

Las escrituras y certificados

Las habladurías de los colegas resentidos

La confesión interrumpida

El poema erótico que ratifica la impotencia y anuncia la arterioesclerosis

Los recortes antiguos y las fotografías amarillentas.

No deje a los herederos hambrientos

Ninguna herencia de papel.

 

Sea como los lobos. Viva en un cubil

Y sólo muestre a la canalla de las calles sus dientes afilados.

Viva y muera cerrado como un caracol.

Diga siempre o a la escoria electrónica.

 

Destruya los poemas inacabados, los borradores, las

Variantes y los fragmentos

Que provocan el orgasmo tardío de los filólogos y escoliastas.

No deje a los catadores de la basura literaria ninguna migaja.

No confíe a nadie su secreto.

La verdad no puede ser dicha.

(Curral de peixe, 1991-1995)

 

REAPARICIÓN DE MI PADRE

Hoy por casualidad, volví a ver a mi padre

En su mañana forense.

En un traje de casimir aunque fuera verano

Él entraba y salía de los despachos

Y atravesaba la calle del Comercio

Con su carpeta marrón, lentes de tortuga

Y sombrero de fieltro.

 

De vez en cuando mi padre paraba en algún lugar:

En la Junta Comercial, en una ferretería, a la puerta de una zapatería.

Con su mirada miope contemplaba el rostro de Carole

Lombard en el cartel del cine Floriano.

Entraba en el Bar Colombo para mear.

Proseguía su camino

Entre mendigos, trabajadores eventuales y ministerios públicos

Y se sumía en la oscuridad de una tienda de raya.

 

Mi padre iba y venía en el centro de Maceió.

Yo presumía que él estuviera vivo.

Solo me rendí a su muerte lenta

Cuando pasó cerca de mí sin reconocerme.

Entonces supe lo que era la muerte.

Y al mismo tiempo supe lo que es la vida:

El lugar donde hay sol y las personas se hablan.

(Curral de peixe, 1991-1995)

 

UNA REFERENCIA

Prefiero los pájaros que graznan a los que gorjean

Como los cuervos o los que pían en la oscuridad

Como las vigilantes lechuzas blancas que infestan mis bosques.

El canto melodioso ablanda los cuerpos

Y anestesia las almas que renuncian a la reflexión y al tormento

Y temen al rumor del día predatorio.

Siempre deseé que mi reino fuera el de la disonancia:

Del gavilán que, posado en la estaca, rumia su impiedad;

De los pájaros graznadores que incomodan a los

Partidarios de una regencia musical del mundo

Como si estuviéramos en un teatro, oyendo una sinfonía.

Al gorjeo que conduce al deleite y envuelve al sueño

Le opongo el graznido que semeja

El insomnio y el malestar.

(O rumor da noite, 1996-2000)

 

LA EXCAVADORA

Todo silencio me molesta.

Siempre omite alguna cosa:

Una traición tramada entre las glicinias

La explicación final sobre la existencia o inexistencia de Dios

El rumor de las ratas en los desperdicios

El choque entre la hélice y el viento en el aeródromo abandonado.

Pero la mañana irrumpe en las obras de construcción y oigo el ruido de la excavadora.

Los hombres ya despertaron y volverán a construir o destruir.

Van a hacer nuevas casas y nuevos túmulos.

En la mañana de sol el wolskwagen se detiene en el baldío del motel.

Una vez más pene y vagina van a intentar entenderse

En este mundo de tantos desencuentros.

La excavadora trabaja y los surcos avanzan en el cráter abierto como una corola.

Visto por los ojos somnolientos del cobrador del ómnibus que pasa por la avenida

El mundo es una representación.

(O rumor da noite, 1996-2000)

 

LA DIFERENCIA

Los tráilers avanzan en la autopista

Y una procesión de hormigas amorosas atraviesa la alameda.

Pero yo sé que en el orden del mundo ha sido cambiado

Aunque el tiempo, inmóvil en el claro como un espantapájaros,

Continúe reverenciando el musgo y los hongos

Y todo lo que prospera en el silencio y en la oscuridad.

Una abeja zumba, inoportuna y dorada.

Los tráilers transportan relucientes carros que incendian el sol.

Galpones de fibrocemento, cultivos de brócoli y sombras maternales de mangueras

Insisten en regular el fluir del tiempo.

Pero yo sé que este día es diferente de todos los otros.

Hay un tenedor fuera de lugar en la mesa puesta.

Un toldo no bajó a la hora del sol.

Un cilindro de gas fue abandonado en el patio.

(O rumor da noite, 1996-2000)

 

EL RUIDO DEL MAR

En la tarde del domingo, vuelvo al cementerio viejo de Maceió

Donde mis muertos jamás terminan de morir

De sus muertes tuberculosas y cancerígenas

Que atraviesan la brisa marina y las constelaciones

Con sus toses y gemidos e imprecaciones

Y sus esputos oscuros

Y en silencio los animo a volver a esta vida

En que desde la infancia ellos vivían lentamente

Con la amargura de los días largos pegada a sus existencias monótonas

Y el miedo de morir de los que asisten al caer la tarde

Cuando, después de las hormigas tanajuras alas que se esparcen

En el suelo maternal de Alagoas y ya no pueden volar:

Les digo a mis muertos: Levántense, vuelvan a este día inacabado

Que necesita de ustedes, de su tos persistente y de sus gestos enfadados

Y de sus pasos en las calles torcidas de Maceió. Vuelvan a los sueños insípidos

Y a las ventanas abiertas sobre la canícula.

En la tarde del domingo, entre los mausoleos

Que parecen suspendidos por el viento

En el aire azul

El silencio de los muertos me dice que ellos no volverán.

No vale la pena llamarlos. En el lugar en donde están, no hay retorno.

Sólo nombres en lápidas. Sólo nombres. Y el ruido del mar.

(O rumor da noite- 1996-2000)

 

LA INCOMODIDAD

El día está lleno de palabras.

Escurren como el agua de las alcantarillas o la saliva de los demagogos.

Se esparcen en el suelo como las hojas de un otoño excesivo.

Desbordan los basureros junto con las latas de coca-cola y los restos de comida.

Son piojos que avanzan en la selva de la tarde.

 

Nadie puede vivir sin las palabras.

Esto explica la incomodidad de los pasajeros del metro.

Condenados a un silencio temporal

Se miran unos a otros sospechosamente en el andén de la estación

Y se estremecen cuando las puertas del tren se cierran.

 

Arrullados por los baches de un viaje sin paisaje

Oyen los vagones chirriar en los rieles taciturnos

Desde la oscuridad que sostiene el clamor de la ciudad.

Es lo que sobre del rumor del mundo. Pero ellos desean el instante

En que, vueltos de nuevo al día locuaz, volverán a hablar.

(O rumor da noite, 1996-2000)

 

EL PASO

Que me dejen pasar –es lo que les pido

Delante de la puerta o delante del camino.

Y que nadie me siga en el paso.

No tengo compañeros de viaje

Ni quiero que nadie se quede a mi lado.

Para pasar exijo estar solo

Solamente conmigo acompañado.

Pero si me prohibieran el paso

Por ser diferente o indeseado

De todos modos pasaré.

Inventaré la puerta o el camino

Y pasaré solo.

(O rumor da noite, 1996-2000)

 

RILKE VA AL DENTISTA

Rilke va al dentista.

Ninguno de sus ángeles lo acompaña.

O todos sus ángeles lo acompañan.

Es otoño en Berlín. Las hojas de los tilos

Caen como los pájaros silenciosos.

El hombre no fue hecho para los pequeños dolores.

Protegido del frío por un espeso abrigo

(regalo de la princesa Maria von Thurn und Taxis)

Rilke se encamina al consultorio del dr. Bödecker.

Las calles iguales a los mares sucesivos

Lo conducen a la vida, y no a la muerte.

(O rumor da noite, 1996-2000)

 

LA HISTORIA DEL SUICIDA

“Una vida que no termina en suicidio es una vida frustrada,

Un mar atravesado por el grito de un naufragio,

Una luz humillada por la oscuridad de la madrugada,

Una tediosa aceptación del día”, decía el suicida.

Y se aventó del puente Rio-Niterói cuando el sol naciente,

Partía la noche en viento y vela,

un gallo cantaba su bella alborada,

una mosca zumbaba su melancolía

en la aurora que anticipaba el ruido del mundo,

y un navío pasaba por el mar ya iluminado.

En el día que nacía como nace el día,

Luz incierta que extingue la madrugada,

El suicida cayó en el agua fría de la bahía

Y no halló la muerte. Sólo halló la nada.

(O rumor da noite, 1996-2000)

 

MI PATRIA

Mi patria no es la lengua portuguesa.

Ninguna lengua es la patria.

Mi patria es la tierra blanda y pegajosa donde nací

Y el viento que sopla en Maceió.

Son los cangrejos que corren en la lama de los manglares

Y el océano cuyas olas continúan mojando mis pies cuando sueño.

Mi patria son los murciélagos suspendidos en el estuco

De las iglesias carcomidas.

Los locos que bailan al atardecer en el hospital junto al mar,

Y el cielo curvo por las constelaciones.

Mi patria son los silbatos de los navíos

Y el faro en lo alto de la colina.

Mi patria es la mano del mendigo en la mañana radiante.

Son los astilleros podridos

Y los cementerios marinos donde mis ancestros

Tuberculosos y con paludismo no paran de toser y de temblar en las noches frías.

Y el olor del azúcar en los almacenes portuarios

Y las lisas que se debaten en las redes de los pescadores

Y las trenzas de cebolla enroscadas en la tiniebla

Y la lluvia que cae sobre los corrales de peces.

La lengua que uso no es ni nunca fue mi patria.

Ninguna lengua engañosa es la patria.

Ella sirve apenas para que yo celebre mi grande y pobre patria muda,

Mi patria disentérica y desdentada, sin gramática y sin diccionario,

Mi patria sin lengua y sin palabras.

(Plenilunio, 2001-2004)

 

LAS PALABRAS PROSCRITAS

Los poetas son sepultureros que entierran palabras

Y se contentas con algunas migajas del diccionario.

Criaturas frugales, no admiten que las palabras brillen como luces de navíos

Vistas desde la playa blanca de la páginas, de la playa banal de la vida.

Exigen que ellas tengan la sumisión de las fieras domadas de un circo

O anden vestidas con el sayal de los franciscanos.

Pero en la frígida noche barrida por las constelaciones

Las palabras proscritas se levantan de sus tumbas

Y, en el espacio reservado a las fulguraciones perpetuas,

Componen el gran poema del universo.

(Plenilunio, 2001-2004)

 

LOS CUERVOS

Todavía hoy veo a los cuervos.

Están posados en la hierba.

Ninguno de ellos grazna.

 

Siempre me acuerdo de los cuervos

Y de sus plumas lustrosas y suaves

Que brillan en el día inmóvil.

 

Cuando voy por una gran ciudad

Y atravieso un puente o un río

Los cuervos silenciosos me acompañan.

 

Y es ese silencio el que me incomoda.

El silencio de los cuervos posados en la hierba.

El silencio del mundo cuando hay cuervos.

(Plenilunio, 2001-2004)

 

UNA BÚSQUEDA INCESANTE

No he desistido aún de encontrar a Dios.

No creo que el gavilán lo esconda en sus alas

Ni los sueños lo abriguen en los pliegues de su oculta sabiduría.

A veces, un grito rasga el espacio estival

Del bajío que divide mis bloques.

Entonces me inclino a creer que oí

El grito de Dios, después de un largo silencio.

No piso la hormiga negra que avanza

En un saliente del camino en declive

Y me envuelve la percepción de que conseguí evitar

La muerte de Dios en uno de sus avatares.

Dedico el día entero a la búsqueda incansable

Y de repente la noche cae: la noche negra como una hormiga.

Dios pasea incólume entre las constelaciones.

(Plenilunio, 2001-2004)

 

ACECHANZA DE LA MUERTE

La muerte no respeta nuestra privacidad

Y vive rondándonos de noche y de día.

Insiste en esparcir a los cuatro vientos

Los secretos de nuestra intimidad

Lo cual no es más que una descarada mentira.

La muerte no es una flor para olerse.

Se vuelve muy aconsejable quedarse lejos de ella

De su cerco insistente y detestable

Y evitar los lugares que frecuenta.

Para nuestra seguridad y nuestra paz

Atranquemos puertas y ventanas

Que ella no entre en nuestras casas

Ni aún en forma de ligera brisa.

Cuando pase delante de nosotros,

La guadaña escondida entre sus mantos

Hagamos mejor como si no la viéramos

Aunque nos juzgue unos maleducados.

 

La muerte es falsa e interesada

Además de entrometida.

Nada se gana con ella

Y sí perdemos nuestras vidas.

No debemos confiar en sus promesas fatuas

Jamás cumplidas en el instante después

Del último suspiro

Y que perturban nuestro paso en el mundo

En busca del día perdurable.

Con la muerte asesina y su guadaña

Y sus largas manos de puta ambiciosa.

Todo cuidado es poco.

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