POETAS 5. Octavio Paz (VI). Salamandra

Entre 1959 y 1962, el periodo en que escribirá los poemas que luego va a recoger en su libro “Salamandra”, Octavio Paz vuelve a residir en París trabajando como diplomático en la embajada mexicana. Había arribado a París por primera vez en diciembre de 1945, en una ciudad donde triunfaba un existencialismo escindido entre la influencia de Jean Paul Sartre y la ascendencia de Albert Camus. En la polémica que enzarzó a ambos escritores, Octavio Paz se va a encontrar mucho más cerca de Camus, con quien le unía “una profunda y espontánea simpatía”. También le unía la fidelidad a España y a su causa, además del enrolamiento en la tradición libertaria y anarquista. “No le debo a Camus –escribió Paz en “Itinerario”- ideas acerca de la política o la historia sino algo más precioso: encontrar en la soledad de aquellos años un amigo atento y escuchar una palabra cálida”. En esta primera estancia en París, además de respirar la atmósfera existencialista, Octavio Paz se siente atraído desde el principio por un surrealismo que por aquel tiempo ya empezaba a declinar. Seducido por la personalidad magnética de Breton, comulga con su exaltada idea de libertad y del amor único, pero desconfía desde un principio de la creencia ingenua en la escritura automática. Invitado por Breton, entra a colaborar en el Almanaque Surrealista de Medio Siglo y asiste a las reuniones del grupo, en el Café de la Place Blanche, donde traba contacto con Benjamin Péret, Max Ernst, Miró, Julien Gracq. Peret, quien a juicio de Paz era el más genuino poeta surrealista, se convertirá desde entonces en su mejor amigo parisino. Cuando después de un largo intervalo vivido en México, Octavio Paz regresa a Paris en 1959, su obra poética y ensayística ya le han convertido en un escritor influyente y la traducción del Poema “Piedra de Sol” por parte de Benjamin Peret le abre las puertas del mundo literario parisino. En esta época entra en relación con Roger Callois y con Cioran. También con Yves Bonnefoy, Kostas Axelos y Cornelius Castoriadis. En París, Octavio Paz se dedica a explorar una ciudad que va reconstruyendo con la memoria y la imaginación, caminando por pasajes y barrios que le dejan una sensación de “déjà vu” provocada por anteriores lecturas de novelas y poemas. Unido a unos pocos amigos por afinidades intelectuales y literarias, frecuenta alguna de sus casas, pero es en los cafés y los bares de París donde tienen lugar alguno de sus encuentros más felices, que luego aparecerán trasladados a sus poemas de aquella época. “Vivía inmerso en la vida literaria de aquellos días, rememorará Paz más tarde, mezclada de ruidosos debates filosóficos y políticos. Pero mi secreta idea era la poesía: escribirla, pensarla, vivirla. Agitado por muchos pensamientos, emociones y sentimientos contrarios, vivía tan intensamente cada momento que nunca se me ocurrió que aquel género de vida pudiera cambiar.» Pero en 1962 le llega el nombramiento como embajador de México en la india y tiene que cambiar París por Nueva Delhi. Atrás deja tres años de intensa vida parisina y un libro de poemas en el que recogerá parte de estas vivencias, y donde es palpable tanto la huella de la ciudad parisina como la influencia del surrealismo. «Salamandra» es, efectivamente, un libro de poemas de marcado carácter surrealista: las imágenes se vuelven oníricas, las metáforas se hacen audaces y parecen llevarnos hacia otra dimensión de la realidad que ayuda iluminarnos más nítidamente. Los versos de estos poemas, más que ponerse uno encima de otro, se yuxtaponen, pierden su puntuación y adquieren sentidos latentes y azarosos. Pero Salamandra es también un libro que recibe cierta inspiración oriental, una como visión zen de la existencia que no desentona con alguna de las búsquedas que dieron sentido a la aventura surrealista: “Todo es puerta y todo es puente”. Estos versos que aparecen en uno de los poemas de «Salamandra» podrían servir de lema al programa promovido por el surrealismo. ¿Puerta y puente hacia qué? Hacia la otra realidad a la que apunta el lenguaje de signos con que nos habla el mundo: hacia la transparencia y la iluminación que la comprensión de estos signos otorga. Las cosas comulgan, se corresponden, cohabitan, respiran bajo un mismo cielo y ello hace que sean intercambiables, propician la posibilidad de la metáfora. Por medio de la metáfora el poeta logra borrar los límites que aíslan a las cosas, se abren puertas y puentes por donde todo se comunica y se hace transparente. A través de la metáfora se logra hacer visible lo invisible, instaurar un nuevo tiempo en que las cosas echan a andar de otra manera. El mundo ha sido vuelto a bautizar mediante los nombres y las imágenes que el poeta ha ido creando para invocar su propio mundo. Ya no es un mundo ajeno, es un mundo que ha sido apropiado por medio de un acto creador. En Octavio Paz se descubre una mágica correspondencia entre la escritura y el mundo sobre el que el poeta escribe: ambos, escritura y mundo, están enhebrados por la misma aguja del tiempo, se acompasan en un mismo latido y están unidos por la misma duración. Todo lleva la marca de la fluencia con que el mundo transcurre. Por eso, a menudo, la poesía de Paz se torna una reflexión sobre el tiempo: la sustancia del tiempo impide que las cosas permanezcan, pero a la vez el pasado de las cosas, invocado por la memoria, retorna mágicamente a cada instante, regresan constantemente las cosas que se fueron, y este refluir del tiempo garantiza y refuerza la presencia y profundidad del mundo. Pero esta refluencia del tiempo hace que la existencia también aparezca amenazada por la irrealidad de la cosas. El vivir se contamina de la misma irrealidad que lleva el tiempo en sus entrañas, un tiempo que es inaprehensible y fugaz. Y la poesía, cuya esencia consiste en ser lenguaje -y, por tanto, palabra en el tiempo-, también participa de esta irrealidad, pues toda palabra dicha se desvanece en el mismo instante de ser pronunciada, ya rematada por el silencio o por la siguiente palabra, o bien adquiriendo resonancias que la contradicen o anulan: “yo sé que estoy vivo entre dos paréntesis”, llegará a decirnos precariamente en uno de sus versos. Pero el poeta busca ir más allá de la mudanza que el tiempo ejerce sobre las cosas, y no se deja embaucar por cada uno de los rostros que toma el tiempo. Más allá de sus varias manifestaciones, hay un centro de claridad donde el devenir del tiempo se manifiesta como transparencia,  y es esa transparencia posible que se nos brinda tras lo ilusorio de las cosas lo que trata de encontrar el poeta al escribir poesía. «A través del poema -nos recuerda Paz en “el arco y la lira”- vislumbramos el rayo fijo de la poesía. Ese instante contiene todos los instantes. Sin dejar de fluir, el tiempo se detiene, colmado de sí”.

AQUÍ

Mis pasos en esta calle

Resuenan

                 En otra calle

Donde

           Oigo mis pasos

Pasar en esta calle

Donde

Sólo es real la niebla

REPETICIONES

El corazón y su redoble iracundo

El obscuro caballo de la sangre

Caballo ciego caballo desbocado

El carrusel nocturno la noria del terror

El grito contra el muro y la centella rota

Camino andado

                             Camino desandado

El cuerpo a cuerpo con un pensamiento afilado

La pena que interrogo cada día y no responde

La pena que no se aparta y cada noche me despierta

La pena sin tamaño y sin nombre

El alfiler y el párpado traspasado

El párpado del día mal vivido

La hora manchada de ternura escupida

La risa loca y la puta mentira

La soledad y el mundo

Camino andado

                             Camino desandado

El coso de la sangre y la pica y la rechifla

El sol sobre la herida

Sobre las aguas muertas el astro hirsuto

La rabia y su acidez recomida

El pensamiento que se oxida

Y la escritura gangrenada

El alba desvivida y el día amordazado

La noche cavilada y su hueso roído

El horror siempre nuevo y siempre repetido

Camino andado

                            Camino desandado

El vaso de agua la pastilla la lengua de estaño

El hormiguero en pleno sueño

Cascada negra de la sangre

Cascada pétrea de la noche

El peso bruto de la nada

Zumbido de motores en la ciudad inmensa

Lejos cerca lejos en el suburbio de mi oreja

Aparición del ojo y el muro que gesticula

Aparición del metro cojo

El puente roto y el ahogado

Camino andado

                           Camino desandado

El pensamiento circular y el círculo de familia

¿qué hice qué hiciste qué hemos hecho?

El laberinto de la culpa sin culpa

El espejo que acusa y el silencio que se gangrena

El día estéril la noche estéril el dolor estéril

La soledad promiscua el mundo despoblado

La sala de espera en donde ya no hay nadie

Camino andado y desandado

La vida se ha ido sin volver el rostro.

REVERSIBLE

En el espacio

                       Estoy

Dentro de mí

                       El espacio

Fuera de mí

                       El espacio

En ningún lado

                           Estoy

Fuera de mí

                     En el espacio

Dentro

             Está el espacio

Fuera de sí

                   En ningún lado

Estoy

             En el espacio

Etcétera

DISPARO

Salta la palabra

Adelante del pensamiento

Adelante del sonido

La palabra salta como un caballo

Adelante del viento

Como un novillo de azufre

Delante de la noche

Se pierde por las calles de mi cráneo

En todas partes las huellas de la fiera

En la cara del árbol el tatuaje escarlata

En la frente del torreón el tatuaje de hielo

En el sexo de la iglesia el tatuaje eléctrico

Sus uñas en tu cuello

Sus patas en tu vientre

La señal violeta

El tornasol que gira hasta el blanco

Hasta el grito hasta el basta

El girasol que gira como un ay desollado

La firma del sin nombre a lo largo de tu piel

En todas partes el grito que ciega

La oleada negra que cubre el pensamiento

La campana furiosa que tañe en mi frente

La campana de sangre en mi pecho

La imagen que ríe en lo alto de la torre

la palabra que revienta las palabras

la imagen que incendia todos los puentes

la desaparecida en mitad del abrazo

la vagabunda que asesina a los niños

la idiota la mentirosa la incestuosa

la corza perseguida

la mendiga profética

la muchacha que en mitad de la vida

me despierta y me dice acuérdate

PAUSA

         A la memoria de Pierre Reverdy

Llegan

Unos cuantos pájaros

Y una idea negra.

Rumor de árboles,

Rumor de trenes y motores,

¿va o viene este instante?

El silencio del sol

Traspasa risas y gemidos,

Hunde su pica

hasta el grito de piedra de las piedras.

Sol-corazón, piedra que late,

Piedra de sangre que se vuelve fruto:

Las heridas se abren y no duelen,

Mi vida fluye parecida a la vida.

CERTEZA

Si es real la luz blanca

De esta lámpara, real

La mano que escribe, ¿son reales

Los ojos que miran lo escrito?

De una palabra a la otra

Lo que digo se desvanece.

Yo sé que estoy vivo

Entre dos paréntesis.

IDENTIDAD

En el patio un pájaro pía,

Como el centavo en su alcancía.

Un poco de aire su plumaje

Se desvanece en un viraje.

Tal vez no hay pájaro ni soy

Ese del patio en donde estoy.

LA MIRADA

Entre la tarde que se obstina

Y la noche que se acumula

Hay la mirada de una niña.

Deja el cuaderno y la escritura,

Todo su ser dos ojos fijos.

En la pared la luz se anula.

¿Mira su fin o su principio?

Ella dirá que no ve nada.

Es transparente el infinito.

Nunca sabrá que lo miraba.

EL MISMO TIEMPO

No es el viento

No son los pasos sonámbulos del río

Entre las casas petrificadas y los árboles

A lo largo de la noche rojiza

No es la sombra subiendo las escaleras

Todo está quieto

                               Reposa el mundo natural

Es la ciudad en torno de su sombra

Buscando siempre buscándose

Perdida en su propia inmensidad

Sin alcanzarse nunca

                                     Ni poder salir de sí misma

Cierro los ojos y veo pasar los autos

Se encienden y apagan y encienden

Se apagan

                 No sé adónde van

Todos vamos a morir

                                     ¿sabemos algo más?

En una banca un viejo habla solo

¿Con quién hablamos al hablar a solas?

Olvidó su pasado

                               No tocará el futuro

No sabe quién es

Está vivo en mitad de la noche

                                                      Habla para oírse

Junto a la verja se abraza una pareja

Ella ríe y pregunta algo

Su pregunta sube y se abre en lo alto

A esta hora el cielo no tiene una sola arruga

Caen tres hojas de un árbol

Alguien silba en la esquina

En la casa de enfrente se enciende una ventana

¡Qué extraño es saberse vivo!

Caminar entre la gente

Con el secreto a voces de estar vivo.

Madrugadas sin nadie en el Zócalo

Sólo nuestro delirio

                                   Y los tranvías

Tacuba Tacubaya Xochimilco San Ángel Coyoacán

En la plaza más grande que la noche

Encendidos

                     Listos para llevarnos

En la vastedad de la hora

                                             Al fin del mundo

Rayas negras

Las pértigas enhiestas de los troles

                                                               Contra el cielo de piedra

Y su moña de chispas su lengüeta de fuego

Brasa que perfora la noche

                                                 Pájaro

Volando, silbando, volando

Entre la sombra enmarañada de los fresnos

Desde San Pedro hasta Mixcoac en doble fila

Bóveda verdinegra

                                 Masa de húmedo silencio

Sobre nuestras cabezas en llamas

Mientras hablábamos a gritos

En los tranvías rezagados

Atravesando los suburbios

Con un fragor de torres desgajadas

Si estoy vivo camino todavía

Por esas mismas calles empedradas

Charcos locos de junio a septiembre

Zaguanes tapias altas huertas dormidas

En vela sólo

                         Blanco morado blanco

El olor de las flores

                                 Impalpable racimos

En la tiniebla

                         Un farol casi vivo

Contra la pared yerta

                                       Un perro ladra

Preguntas a la noche

                                      No es nadie

El viento ha entrado en la arboleda

Nubes nubes gestación y ruina y más nubes

Templos caídos nuevas dinastías

Escollos y desastres en el cielo

                                                       Mar de arriba

Nubes del altiplano ¿dónde está el otro mar?

Maestras de los ojos

                                     Nubes

Arquitectos de silencio

Y de pronto sin más porque sí

Llegaba la palabra

                                 Alabastro

Esbelta transparencia no llamada

Dijiste

         Haré música con ella

Castillos de sílabas

                                 No hiciste nada

Alabastro

                 Sin flor ni aroma

Tallo sin sangre ni savia

Blancura cortada

                               Garganta sólo garganta

Hoy estoy vivo y sin nostalgia

La noche fluye

                           La ciudad fluye

Yo escribo sobre la página que fluye

Transcurro con las palabras que transcurren

Conmigo no empezó el mundo

No ha de acabar conmigo

                                              Soy

Un latido en el río de latidos

Hace veinte años me dijo Vasconcelos

“Dedíquese a la filosofía

Vida no da

                   Defiende de la muerte”

Y Ortega y Gasset

                               En un bar sobre el Ródano

“Aprenda alemán

Y póngase a pensar

                                   Olvide lo demás”

Yo no escribo para matar al tiempo

Ni para revivirlo

Escribo para que me viva y reviva

Hoy en la tarde desde un puente

Vi al sol entrar en las aguas del río

Todo estaba en llamas

Ardían las estatuas las casas los pórticos

En los jardines racimos femeninos

Lingotes de luz líquida

Frescura de vasijas solares

Un follaje de chispas la alameda

El agua horizontal inmóvil

Bajo los cielos y los mundos incendiados

Cada gota de agua

                                Un ojo fijo

El peso de la enorme hermosura

Sobre cada pupila abierta

Realidad suspendida

                                     En el tallo del tiempo

La belleza no pesa

                                 Reflejo sosegado

Tiempo y belleza son lo mismo

                                                       Luz y agua

Mirada que sostiene a la hermosura

Tiempo que se embelesa en la mirada

Mundo sin peso

                             Si el hombre pesa

¿no basta la hermosura?

                                            No sé nada

Sé lo que sobra

                           No lo que basta

La ignorancia es ardua como la belleza

Un día sabré menos y abriré los ojos

Tal vez no pasa el tiempo

Pasan imágenes de tiempo

Si no vuelven las horas vuelven las presencias

En esta vida hay otra vida

La higuera aquella volverá esta noche

Esta noche regresan otras noches

Mientras escribo oigo pasar el río

No éste

             Aquél que es éste

Vaivén de momento y visiones

El mirlo está sobre la piedra gris

En un claro de marzo

                                       Negro

Centro de claridades

No lo maravilloso presentido

                                                   Lo presente sentido

La presencia sin más

                                     Nada más pleno colmado

No es la memoria

                               Nada pensado ni querido

No son las mismas horas

                                             Otras

Son otras siempre y son la misma

Entran y nos expulsan de nosotros

Con nuestros ojos ven los que no ven los ojos

Desde el tiempo hay otro tiempo

Quieto

             Sin horas ni peso ni sombra

Sin pasado o futuro

                                   Sólo vivo

Como el viejo del banco

Unimismado idéntico perpetuo

Nunca lo vemos

                             Es la transparencia

MADRUGADA

Rápidas manos frías

Retiran una a una

Las vendas de la sombra

Abro los ojos

                       Todavía

Estoy vivo

                 En el centro

De una herida todavía fresca.

NOCHE EN CLARO

                       A los poetas André Breton y Benjamin Péret

 

A las diez de la noche en el Café de Inglaterra

Salvo nosotros tres

                                 No había nadie

Se oía afuera el paso húmedo del otoño

Pasos de ciego gigante

Pasos de bosque llegando a la ciudad

Con mil brazos con mil pies de niebla

Cara de humo hombre sin cara

El otoño marchaba hacia el centro de París

Con seguros pasos de ciego

Las gentes caminaban por la gran avenida

Algunos con gesto furtivo se arrancaban el rostro

Una prostituta bella como una papisa

Cruzó la calle y desapareció en un muro verduzco

La pared volvió a cerrarse

Todo es puerta

Basta la leve presión de un pensamiento

Algo se prepara

                             Dijo uno entre nosotros

Se abrió el minuto en dos

Los signos en la frente de ese instante

Los vivos están vivos

Andan vuelan maduran estallan

Los muertos están vivos

Oh huesos todavía con fiebre

El viento los agita los dispersa

Racimos que caen entre las piernas de la noche

La ciudad se abre como un corazón

Como un higo la flor que es fruto

Más deseo que encarnación

Encarnación del deseo

Algo se prepara

                             Dijo el poeta

Este mismo otoño vacilante

Este mismo año enfermo

Fruto fantasma que resbala entre las manos del siglo

Año de miedo tiempo de susurro y mutilación

Nada tenía cara aquella tarde

En el undergound de Londres

En lugar de ojos

                             Abominación de espejos cegados

En lugar de labios

                               Rayas de borrosas costuras

Nadie tenía sangre nadie tenía nombre

No teníamos cuerpo ni espíritu

No teníamos cara

El tiempo daba vueltas y vueltas y no pasaba

No pasaba nada sino el tiempo que pasa y regresa y no pasa

Apareció entonces la pareja adolescente

Él era rubio “venablo de Cupido”

Gorra gris gorrión callejero y valiente

Ella era pequeña pecosa pelirroja

Manzana sobre una mesa de pobres

Pálida rama en un patio de invierno

Niños feroces gatos salvajes

dos plantas ariscas enlazadas

Dos plantas con espinas y flores súbitas

sobre el abrigo de ella color fresa

Resplandeció la mano del muchacho

Las cuatro letras de la palabra Amor

Tatuaje escolar tinta china y pasión

Anillos palpitantes

Oh mano collar al cuello ávido de la vida

Pájaro de presa y caballo sediento

Mano llena de ojos en la noche del cuerpo

Pequeño sol y río de frescura

Mano que das el sueño y das la resurrección

Todo es puerta

                           Todo es puente

Ahora marchamos en la otra orilla

Mira abajo correr el río de los siglos

El río de los signos

Mira correr el río de los astros

Se abrazan y separan vuelven a juntarse

Hablan entre ellos un lenguaje de incendios

Sus luchas sus amores

Son la creación y la destrucción de los mundos

La noche se abre

                               Mano inmensa

Constelación de signos

Escritura silencio que canta

Siglos generaciones eras

Sílabas que alguien dice

Palabras que alguien oye

Pórticos de pilares transparentes

Ecos llamadas señas laberintos

Parpadea el instante y dice algo

Escucha abre los ojos ciérralos

                                                      Algo se prepara

Nos dispersamos en la noche

Mis amigos se alejan

Llevo sus palabras como un tesoro ardiendo

Pelean el río y el viento del otoño

Pelea el otoño contra las casas negras

Año de hueso

Pila de años muertos y escupidos

Estaciones violadas

Siglo tallado en un aullido

Pirámide de sangre

Horas royendo el día el año el siglo el hueso

Hemos perdido todas las batallas

Todos los días ganamos una

                                                   Poesía

La ciudad se desplega

Su rostro es el rostro de mi amor

Sus piernas son piernas de mujer

Torres plazas columnas puentes calles

Río cinturón de paisajes ahogados

Ciudad o Mujer Presencia

Abanico que muestras y ocultas la vida

Bella como el motín de los pobres

Tu frente delira pero en tus ojos bebo cordura

tus axilas son noche pero tus pechos día

Tus palabras son de piedra pero tu lengua es lluvia

Tu espalda es el mediodía en el mar

Tu risa el sol entrando en los suburbios

Tu pelo al desatarse la tempestad en las terrazas del alba

Tu vientre la respiración del mar la pulsación del día

Tú te llamas torrente y te llamas pradera

Tú te llamas pleamar

Tienes todos los nombres del agua

Pero tu sexo es innombrable

La otra cara del ser

La otra cara del tiempo

El revés de la vida

Aquí cesa todo discurso

Aquí la belleza no es legible

Aquí la presencia se vuelve terrible

Replegada en sí misma la Presencia es vacío

Lo visible es invisible

Aquí se hace visible lo invisible

Aquí la estrella es negra

La luz es sombra luz la sombra

Aquí el tiempo se para

Los cuatro puntos cardinales se tocan

Es el lugar solitario el lugar de la cita

Ciudad Mujer Presencia

Aquí se acaba el tiempo

Aquí comienza

LA PALABRA ESCRITA

Ya escrita la primera

Palabra (nunca la pensada

Sino la otra –esta

Que no la dice, que la contradice,

Que sin decirla está diciéndola)

Ya escrita la primera

Palabra (uno, dos, tres-

Arriba el sol, tu cara

En el centro del pozo,

Fijo como un sol atónito)

Ya escrita la primera

Palabra (cuatro, cinco-

No acaba de caer la piedrecilla,

Mira tu cara mientras cae, cuenta

La cuenta vertical de la caída)

Ya escrita la primera

Palabra (hay otra, abajo,

No la que está cayendo,

La que sostiene al rostro, al sol, al tiempo

Sobre el abismo: la palabra

Antes de la caída y de la cuenta)

Ya escrita la primera

Palabra (dos, tres cuatro-

Verás tu rostro roto,

Verás un sol que se dispersa,

Verás la piedra entre las aguas rotas,

verás el mismo rostro, el mismo sol,

Fijo sobre las mismas aguas)

Ya escrita la primera

Palabra (sigue,

No hay más palabras que las de la cuenta)

LA PALABRA DICHA

La palabra se levanta

De la página escrita.

La palabra,

Labrada estalactita,

Grabada columna,

Una a una letra a letra.

El eco se congela

En la página pétrea.

Ánima,

Blanca como la página,

Se levanta la palabra.

Anda

Sobre un hilo tendido

Del silencio al grito,

Sobre el filo

Del decir estricto.

El oído: nido

O laberinto del sonido.

Lo que dice no dice

Lo que dice: ¿cómo se dice

Lo que no dice?

                             Dí

Tal vez es bestial la vestal.

Un grito

Es un cráter extinto:

En otra galaxia

¿cómo se dice ataraxia?

Lo que se dice se dice

Al derecho y al revés.

Lamenta la mente

De menta demente:

Cementerio es sementero

Simiente no miente.

Laberinto del oído,

Lo que dices se desdice

Del silencio al grito

Desoído.

Inocencia y no ciencia

Para hablar aprende a callar.

GARABATO

Con un trozo de carbón

Con un gis roto y mi lápiz

Rojo

Dibujar tu nombre

El nombre de tu boca

El signo de tus piernas

En la pared de nadie

En la puerta prohibida

Grabar el nombre de tu cuerpo

Hasta que la hoja de mi navaja

Sangre

             Y la piedra grite

Y el muro respire como un pecho

PALPAR

Mis manos

Abren las cortinas de tu ser

Te visten con otra desnudez

Descubren los cuerpos de tu cuerpo

Mis manos

Inventan otro cuerpo a tu cuerpo

ROTACIÓN

Alta columna de latidos

Sobre el eje inmóvil del tiempo

El sol te viste y te desnuda

El día se desprende de tu cuerpo

Y se pierde en tu noche

La noche se desprende de tu día

Y se pierde en tu cuerpo

Nunca eres la misma

Acabas siempre de llegar

Estás aquí desde el principio

EL PUENTE

Entre ahora y ahora,

Entre yo soy y tú eres,

La palabra puente

 

Entras en ti misma

Al entrar en ella:

Como un anillo

El mundo se cierra.

De una orilla a la otra

Siempre se tiende un cuerpo,

Un arco iris.

Yo dormiré bajo sus arcos

SALAMANDRA

Salamandra

                     (negra

Armadura viste el fuego)

Calorífero de combustión lenta

Entre las fauces de la chimenea

-o mármol o ladrillo-

                                     Tortuga estática

O agazapado guerrero japonés

Y una u otro

                       -el martirio es reposo-

Impasible en la tortura

                                         Salamandra

Nombre antiguo del fuego

Y antídoto antiguo contra el fuego

Y desollada planta sobre brasas

Amianto amante amianto

Salamandra

                     En la ciudad abstracta

Entre las geometrías vertiginosas

-vidrio cemento piedra hierro-

Formidables quimeras

Levantadas por el cálculo

Multiplicadas por el lucro

El flanco del muro anónimo

Amapola súbita

                             Salamandra

Garra amarilla

                         Roja escritura

En la pared de sal

                               Garra de sol

Sobre el montón de huesos

Salamandra

                     Estrella caída

En el sinfín del ópalo sangriento

Sepultada

Bajo los párpados del sílex

Niña perdida

En el túnel del ónix

En los círculos del basalto

Enterrada semilla

                                 Grano de energía

Dormida en la médula del granito

Salamandra

                      Niña dinamitera

En el pecho azul y negro del hierro

Estrellas como un sol

Te abres como una herida

Hablas como una fuente

Salamandra

                     Espiga

Hija del fuego

Espíritu del fuego

Condensación de la sangre

Sublimación de la sangre

Evaporación de la sangre

Salamandra de aire

La roa es llama

                           La llama es humo

Vapor rojo

                   Recta plegaria

Alta palabra de alabanza

Exclamación

                       Corona de incendio

En la testa del himno

Reina escarlata

(y muchacha de medias moradas

Corriendo despeinada por el bosque)

Salamandra

                     Animal taciturno

Negro paño de lágrimas de azufre

(un húmedo verano

Entre las baldosas desunidas

De un patio petrificado por la luna

Oí vibrar tu cola cilíndrica)

Salamandra caucásica

En la espalda cenicienta de la peña

Aparece y desaparece

Breve y negra lengüeta

Moteada de azafrán

                                     Salamandra

Bicho negro y brillante

Escalofrío del musgo

Devorador de insectos

Heraldo diminuto del chubasco

Y familiar de la centella

(Fecundación interna

Reproducción ovípara

Las crías viven en el agua

Ya adultas nadan con torpeza)

Salamandra

Puente colgante entre las eras

Puente de sangre fría

Eje del movimiento

(los cambios de la alpina

La especie más esbelta

Se cumplen en el claustro de la madre

Entre los huevecillos se logran dos apenas

Y hasta el alumbramiento

Medran los embriones en un caldo nutricio

La masa fraternal de huevos abortados)

La salamandra española

Montañesa negra y roja

No late el sol clavado en la mitad del cielo

No respira

No comienza la vida sin la sangre

Sin la brasa del sacrificio

No se mueve la rueda de los días

Xólotl se niega a consumirse

Se escondió en el maíz pero lo hallaron

Se escondió en el maguey pero lo hallaron

Cayó en el agua y fue el pez axolotl

El dios-seres

                       Y “luego lo mataron”

Comenzó el movimiento anduvo el mundo

La procesión de fechas y de nombres

Xólotl el perro guía del ifiernoçel que desenterró los huesos de los padres

El que coció los huesos en la olla

El que encendió la lumbre de los años

El hacedor de hombres

Xólotl el penitente

El ojo reventado que llora por nosotros

Xólotl la larva de la mariposa

El doble de la Estrella

El caracol marino

La otra cara del Señor de la Aurora

Xólotl el ajolote

                             Salamandra

Dardo solar

                      Lámpara de la luna

Columna del mediodía

Nombre de mujer

Balanza de la noche

(el infinito peso de la luz

Un adarme de sombra en tus pestañas)

Salamandra

                     Llama negra

Heliotropo

                   Sol tú misma

Y luna siempre en torno de ti misma

Granada que se abre cada noche

Astro fijo en la frente del cielo

Y latido del mar y luz ya quieta

Mente sobre el vaivén del mar abierta

Salamandra

Saurio de unos ocho centímetros

Vive en las grietas y es color de polvo

Salamandra de tierra y de agua

Piedra verde en la boca de los muertos

Piedra de encarnación

Piedra de lumbre

Sudor de la tierra

Sol llameante y quemante

Sal de la destrucción

Y máscara de cal que consume los rostros

Salamandra de aire y de fuego

Avispero de soles

Roja palabra del principio

La salamandra es un lagarto

Su lengua termina en un dardo

Su cola termina en un dardo

Es inasible. Es indecible

Reposa sobre brasas

Reina sobre tizones

Si en la llama se esculpe

Su monumento incendia

El fuego es su pasión es su paciencia

Salamandra                         Aguamadre

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