Instrucciones para comunicar con un extraterrestre

Instrucciones para comunicarse con un extraterrestre

Primero debe el comunicante asegurarse de la posibilidad de existencia del o de los extraterrestres. Basta una certeza moral, pero, al menos esta, es necesaria para obtener los beneficios de una comunicación.

Considérese que cada personalidad con la que deseemos comunicarnos es un mundo distinto. Todos son extraterrestres. Debemos comprender y aceptar esto. Como ejemplo esclarecedor podemos mirar alrededor y darnos cuenta de lo distintos, y cambiantes, que somos nosotros. Y cuando seamos extraterrestres, nosotros mismos también tendremos nuestro mundo, que será el mismo que usamos cada día más o menos algunos detalles.

Algunos mundos los percibiremos como intangibles, por ejemplo como sentimientos o como silencios. Otros mundos se esconden en cosas pequeñas como una bagatela, una carta, un recuerdo de un viaje…Otros, al fin, pueden ocultarse tras la presencia silente de un amado, amigo, familiar… No se ven, pero son.

Si las cosas hablan sin sonidos, los mundos percibidos a través seres vivientes tienen una fuerza especial; no debe confundirse la oscura o nula manifestación de un mundo, profundamente enterrado en la presencia física, con el vacío o la nada de su movimiento que, en el mundo extraterrestre, puede estar manteniendo una actividad febril. De hecho religiones y filosofías hablan de esos mundos que no cesan de cantar y cantar a lo inefable puede ser la única y más alta acción posible. Ajenos, frágiles, sensibles, cantores de himnos, atentos a nuestros deseos pero incapaces de cumplirnos, así son esos mundos posibles.

Ya dispuestos dentro de la posibilidad debemos basar nuestro mensaje en aquellas cosas que conocemos del destinatario. Por ejemplo, si era un deportista acompañémosle en sus paseos en bicicleta o en sus carreras a campo través. En esfuerzos de este estilo, cuando el ejercicio se hace automático, suele crearse una atmósfera propicia para el envío de pensamientos genéricos, sin significado concreto pero con un contenido pleno de emociones. Y, por supuesto, la actividad física enérgica no debe descuidarse. Los mundos deben ser agitados en su reposo para ser algo.

Ausencia de sentimientos puede ser el fruto de una meditación seria, pero la meditación se realiza siempre con un hilo que la vincula a lo humano y muchos de los mundos que intuyo se acercan más a la nada que a una técnica cerebral. Nuestra acción no es la de la meditación sino en la de un diálogo en el que los ecos de nuestra expresión son sutiles.

Se pueden enviar mensajes con la mirada, con el recuerdo de un estribillo tarareado o con un contacto débil. Tocar, como una descarga eléctrica positiva, suave, y sentir que el significado del mensaje fluye, como el amor. Hay combinaciones especialmente potentes como las que incluyen actos como tocar una mano, dar un beso puro, sonreír al aire. Sin pedir respuesta.

Y después de un momento intenso, a veces el receptor, que estaba en plena comunicación se aleja, la sensación se extingue. Es normal, hay actividades que exigen atención a otro mundo en el que no tenemos cabida; todos tenemos nuestra intimidad. A pesar de la sentida ausencia, debemos seguir enviando nuestra manifestación. Así como lo importante no es llegar sino el hecho de estar caminando, lo valioso no es la respuesta sino el hecho de estar enviando ese exceso de ternura que llena el mensaje. Aunque no se obtenga nunca una certeza, debemos estar seguros de que nuestros mensajes han servido para construir un mundo de mundos, intangible, como un ovillo de fantasías reales, aparentemente despreciables que son la esencia de cuanto verdadero, bello y bueno hay en el Todo.

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