POETAS 103. Philip Larkin III (Ventanas altas)

Phillip Arthur Larkin, (9 de agosto de 1922-2 de diciembre de 1985), comenzó a labrarse fama en Inglaterra como poeta –antes había ensayado alguna que otra novela-  a raíz de la publicación de su segundo libro de poemas, “Engaños”, publicado en 1955. Le siguió “Las bodas de Pentecostés” (1964) y “Ventanas altas” (1974). Pasó su infancia y adolescencia en Coventry, tal como rememora en su poema “Recuerdo, Recuerdo”, un lugar del que más bien abominaba, y del que no pudo decir que encontró sus raíces, con una irónica “magnífica familia a la que nunca acudió corriendo cuando estaba deprimido”. Su padre llegó a ser tesorero de esta ciudad y se encargó de su primera educación leyéndole obras de Ezra Pound y T. S Eliot. Precisamente éstas fueron sus primeras influencias poéticas, a la que más tarde agregó el descubrimiento de Auden y, sobre todo, de Thomas Hardy. Si bien sus primeros poemas acusaron la influencia simbolista de Yeats, de la que se desprendió más tarde por la lectura más a ras de suelo que hiciera de Hardy. De estos primeros años datan la tartamudez que le acompañó a lo largo de su vida, así como su afición al jazz, llegándose a convertir en uno de los mayores especialistas de Inglaterra. Exento de ir al frente durante la segunda guerra mundial por su miopía, estudió en Oxford entre 1940 y 1943, y se graduó en Literatura Inglesa, llegando a trabar durante esta época una amistad duradera con el escritor Kingsley Amis. Poco después logró un puesto de bibliotecario en Wellington y se ganó fama de mujeriego al mantener durante un tiempo relación con dos mujeres, Ruth Bowman y Monica Jones. En 1950 entró a trabajar en la biblioteca de la Queen’s University de Belfast, donde permaneció durante cinco años, que resultaron bastante fructíferos para su escritura –aquí escribió casi en su totalidad “Engaños”-, debido en parte a una situación de extrañamiento y anonimato favorables, tal como deja constancia en su poema “La importancia de otro lugar”, donde sugiere que la condición de extranjero abre la licencia para poder rechazar las costumbres y las instituciones del lugar, algo que está vedado para quien es nativo. En 1955 fue contratado como bibliotecario por la Universidad de Hull y ya no volvería a cambiar de empleo ni de ciudad. Como bibliotecario fue un empleado diligente que promovió la construcción de una nueva biblioteca y multiplicó ampliamente su dotación de libros. Hull supuso para Larkin la ciudad con la que por fin podía conciliarse, una ciudad perfecta en muchos aspectos, especialmente por “estar al límite de las cosas”, “lejos de todo, de camino a ninguna parte”. La soledad física y espiritual que le aportó Hull le permitió un aclaramiento consigo mismo cuyo fruto fue el siguiente libro, casi diez años después, “Las bodas de Pentecostés”, con excelente acogida por parte de la crítica. Fue especialmente valorada su capacidad para reunir “el mundo de todos, el lugar donde, al final, encontramos nuestra felicidad, o jamás la encontramos”, una capacidad para sintonizar con la trivialidad del hombre contemporáneo . Como ha escrito Damià Alou, “la belleza de los poemas de Larkin no reside en otra cosa que en la verdad de la experiencia relatada, en su manera de partir del detalle, de fijarlo, de precisarlo, y de saber pasar, a veces con un leve paso y a veces con una cabriola sintáctica, a una observación general acerca de la vida que nunca es desatinada, nunca deja indiferente”. Larkin fue un escritor moroso que trabajaba mucho sus poemas, a veces durante años, por lo que su siguiente libro demoró su aparición una década más, llegó en 1974, “Ventanas altas”, con un gran éxito de ventas. Su último poema importante, “Albada” fue publicado en el Times Litterrary Supplemente del 29 de noviembre de 1977 y versa sobre el terror de “la muerte infatigable (…) que borra todo pensamiento excepto cómo y dónde y cuándo moriré (…) un miedo concreto que ningún truco disipa”. Murió de cáncer de esófago, en Hull, el 2 de diciembre de 1985. Su fama póstuma, cada vez más creciente, fue emborronada por la publicación en 1992 de sus cartas y de su biografía oficial escrita por Andrew Motion. Estos documentos desentierran a un Larkin obsesionado por la pornografía, que se manifestaba abierta y procazmente racista. En alguna ocasión Larkin llegó a escribir: “Encuentro el estado de la nación muy terrorífico. En diez años probablemente nos ocultemos bajo nuestras camas mientras grupos de negros roban todo lo que pueden”. A pesar de su fama controvertida, Larkin fue elegido en 2003, en una encuesta hecha por la Poetry Book Society, como el poeta más querido de Gran Bretaña y en los paneles de los autobuses de la ciudad de Hull se puede leer todavía alguno de sus poemas.

La traducción de estos poemas se le debe a Damià Alou. De su labor como traductor de Larkin, ha comentado: “Nunca se prima el sentido sobre el sonido, ni viceversa, porque en el lenguaje humano ambas cosas no pueden separarse. Lo más importante en poesía es que oigamos  la voz del poeta como si fuera un buen doblaje: nunca será lo mismo, pero puede llegar a conmovernos o divertirnos igual. El lenguaje de Larkin nunca es chillón ni machacón, y a veces su rima es tan sutil que pasa desapercibida. Sin embargo, poemas como “Sapos” o “Egoísta es el hombre” la reclama a gritos para que nos llegue su efecto: la risa.”

VENTANAS ALTAS

Cuando veo una parejita e imagino

Que él se la folla y ella toma

Píldoras o usa un diafragma,

Sé que es  el paraíso

 

Que todo viejo soñó la vida entera:

Ataduras y prejuicios desechados

Como una cosechadora obsoleta, y los jóvenes

Deslizándose sin límites, ladera abajo,

 

Hacia la felicidad. Me pregunto si

Cuarenta años atrás, mirándome alguien

Habrá pensado: Eso es vida;

Nada de Dios, ni de sudar de noche

 

Pensando en el infierno, ni de ocultar

Lo que opinas del pastor. Ese y sus

Amigos se deslizarán, maldita sea,

Libres como pájaros. Y de inmediato,

 

Más que en palabras, pienso en ventanas altas:

El cristal donde cabe el sol y, más allá,

El hondo aire azul, que nada muestra,

Y no está en ninguna parte, y es interminable.

 

 

HIGH WINDOWS

When I see a couple of kids

And guess he’s fucking her and she’s

Taking pills or waring a diaphragm,

I know this is Paradise

 

Everyone old has dreamed of all their lives-

Bonds and gestures pushed to one side

Like and outlated combine harvester,

And everyone you going down the long slide

 

To happiness, endlessly. I wonder if

Anyone looked at me, forty years back,

And thought, That’Il be the life;

No God any more, or sweating in the dark

 

About hell and that, or having to hide

What you think of the priest. He

And his lot will all go down the long slide

Like free bloody birds. And inmediately

 

Rather than Word comes the thougt of high Windows:

The sun-comprehending glass,

And beyond it, the deep blue air, that shows

Nothing, and is nowhere, and is endless.

 

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Objeto para un sujeto

Objeto para un sujeto

Soy objeto para un sujeto…
Si no hubiera sujeto ¿Qué sería yo?
Un vejete insignificante,
un rostro pura arruga,
puro guiño,
oferta de simpatía
difícil de aceptar…
al fin le queda tan poco…

Objeto sin sujeto
que no ve el tiempo pasar.

Mas miro alrededor y nadie vive
si no pervive su objeto,
si no tiene el reflejo de él mismo
en el espejo:
Objeto yo de mi mismo sujeto
o de mi ideal, porque la imagen
en mí reflejada no es
cómo yo creía, interesante,
al modo de años atrás.

Es una pura ruina,
Esferitas rebotando
en el interior de otra esfera,
objetos sin sujeto
esperándome a mí,
o lo que es más: una relación
que las lleva al juicio.

Insisto con un extraño
y todo vuelve a empezar:
Un vejete insignificante…

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POETAS 109. Czeslaw Milosz (I). «Hijo de Europa»

 

Czeslaw Milosz nace en Vilna (Lituania) el 30 de junio de 1911, en el seno de una familia de la alta burguesía polaca. Los distintos avatares por los que pasará Vilna a lo largo del siglo XX van a ser un espejo en el que se reflejará la ajetreada existencia de Milosz. En el momento en que nace el poeta, Lituania formaba parte del Imperio ruso; después de la Primera Guerra mundial la zona de Vilna se convertirá en uno de los focos culturales más importantes de Polonia, caerá luego bajo el dominio soviético tras concluir la segunda guerra mundial, para convertirse en Estado independiente tras la caída de los regímenes comunistas que gobernaban Europa central. En ese mosaico de épocas y culturas diversas -donde coexistían idiomas como el polaco, el ruso, el yidish y el lituano-, fue donde Miolosz se crió, una Lituania llena de leyendas y poesía que iba a alimentar su imaginación. A pesar de que sus orígenes y su condición viajera iba a propiciar el conocimiento de varias lenguas, y a pesar del largo exilio en el que vivió una buena parte de su vida, Milosz permaneció siempre fiel a su tradición y a la lengua polaca en la que escribiría la casi totalidad de  su obra. “El idioma –escribió en “Abecedario”- es mi madre, de forma literal y metafórica. Con seguridad es también mi casa, con la que vago por todo el mundo”. Milosz se estrenó como poeta en la década de los 30 con un par de libros que explotaban la veta más irracional y visionaria de la poesía polaca, en contacto con las vanguardias europeas: “Tres inviernos” (1933) y “Poema sobre el tiempo congelado” (1936), libro este último que le valió en 1934 una beca para estudiar en Francia. Antes se había licenciado en derecho y durante algún tiempo trabajó como pasante en un bufete de abogados. Luego comenzó su carrera de funcionario trabajando en las oficinas de radio Polonia entre 1935 y 1939. El estallido de la segunda guerra mundial le lleva a Varsovia, donde es testigo de la ocupación alemana y el levantamiento del gueto judío. En esta ciudad se moverá en la clandestinidad ofreciendo su apoyo a los perseguidos por el régimen nazi. Al finalizar la guerra,a abandona una Varsovia devastada para irse a vivir a Cracovia, donde publica “Salvación” (1945), poesía de carácter realista que trata de convertirse en denuncia de una época de barbarie y deshumanización. Después de Salvación (1945), se inicia una época de poesía más social, de acerada denuncia a través de la ironía. Durante la ocupación de Varsovia, Milosz traduce la tierra baldía de T.S. Eliot, poema que ejercerá una gran influencia en el autor. Harto de la imagen de una Polonia desolada tras haber sido tomada por el ejército soviético, Milosz busca una vía de escape que lo aleje de su país y por fin encuentra un trabajo, en el año 1946,  como agregado cultural en la Embajada de la república popular de Polonia en Washington. En 1950 Milosz es destinado a Francia, como primer secretario de la embajada polaca en París, pero en diciembre de ese mismo año le retiran al pasaporte cuando decide volver a Varsovia. En 1951, de nuevo en Francia, empieza su largo exilio, que iba a durar treinta años. Tras vislumbrar en Varsovia la faz bárbara del estalinismo, rompe con el Gobierno de su país y pide asilo en Francia. Quiere regresar a Estados Unidos, donde ha dejado a su familia, pero una trama urdida a su alrededor para desacreditarle como topo soviético ante el gobierno de los Estados Unidos convierte la obtención del visado en un trámite kafkiano que iba a demorarse durante diez años. Durante esta década va a malvivir en una Francia difícil y desocupada, ganándose la vida a duras penas con colaboraciones esporádicas para algunas revistas del exilio. Allí traba amistad con Albert Camus, que a la sazón estaba siendo acosado por una campaña de denigración orquestada por Jean Paul Sartre desde la revista “Les temps Modernes”, purgando por el pecado de no querer doblegarse a la línea antipiimperialista que dictaba escribir en contra de los Estados Unidos para alinearse con la política de la Unión Soviética. Fue Camus quien facilitó desde la editorial Gallimard, de la que era asesor, la publicación de sus novelas “El poder cambia de manos” y “El valle de Issa”, además de su libro de ensayo “El pensamiento cautivo”, denuncia –este último libro- de la mentalidad intelectual bajo el estalinismo, que hace del artista un títere desde el momento en que coloca su talento al servicio del poder. “Cuando me entregué a la escritura del pensamiento cautivo –comentó Milosz más tarde- sentía con fuerza que estaba haciendo algo incorrecto, que estaba violando las reglas del juego aceptado por todos, incluso más, que me estaba adentrando en el espacio sagrado para blasfemar”. Esta audacia suya por denunciar los tejemanejes del totalitarismo en su propio país le costó la desgracia de ser señalado como un enemigo del pueblo por escritores polacos que hasta entonces habían sido sus amigos. Durante la década de los cincuenta seguirá publicando más libros de poemas: “La luz del día” y “Tratado político”.   A partir de 1960 obtiene por fin su visado a los Estados Unidos al lograr una invitación como profesor de lenguas y literaturas eslavas en la Universidad de Berkeley.Para Milosz, América – a la que llegó a definir  como un cúmulo de contradicciones-, era, sobre todo, Walt Whitman, el gran bardo americano con el que iba a compartir su visión panorámica del mundo. «En él se cumple -escribió en cierta ocasión- la fórmula de la poesía entendida como totalidad de lo real. Conforme a esta fórmula, la poesía debe ser como un río caudaloso, un río que lo arrastra todo: arena, ramas, troncos de árboles y, por supuesto, pepitas de oro. Ahí radica la grandeza de Walt Whitman». Aparecen en esta década cuatro libros de poesía que representan un cambio respecto a la poética anterior: el más importante de ellos, “Ciudad sin nombre”, 1969. La poesía social pasa a un segundo plano para dejar paso una obra lírica más reflexiva en donde se pregunta por la finalidad de la poesía, por los ideales humanos o por el sentido de la muerte. En los años setenta publica un único libro de poemas, pero que resulta de una importancia capital en su obra: “Desde donde el sol sale hasta donde se pone”. Al mismo tiempo imparte cursos sobre la obra de Dostoyevski, cuya influencia va a estar presente tanto en su reflexión sobre el bien y el mal y la responsabilidad moral del hombre como en la multiplicidad de voces con que va a acompañar su poesía. Comienza entonces la época de mayor plenitud en la carrera del poeta, culminada con la obtención del premio nobel de literatura en el año 1980. La nueva apertura de Polonía, tras la aparición  del sindicato “Solidaridad”, le permite regresar a su país, lo que provocará un nuevo giro en su poesía, ahora centrada en la memoria y en la imposibilidad de evocar las cosas con la fidelidad con que se sucedieron. La traducción durante esta época de algunos libros bíblicos va a tener influjo en sus nuevos poemas, así como la obra esotérica de Swebendorg, William Black o Simone Weil. En el año 2000 publica el volumen “Esto”, poesía cuyo tono abandona el lirismo de obras anteriores, para partir a la búsqueda de un lenguaje más depurado y esencial. Especial trascendencia para su vida personal tendrá la muerte de su segunda mujer, Carol Thigpen, que desencadena la escritura del largo poema Orfeo y Eurídice. En 2006, dos años después de su fallecimiento, producido el 14 de agosto de 2004, aparece su libro póstumo “últimos poemas”, la mayoría de ellos compuestos durante los últimos meses de vida. Libro testamentario en donde en donde hace un repaso a la totalidad de su vida y obra con la lucidez y la ecuanimidad que otorga el estar en el último tramo del camino, al borde de una frontera que le permite volver a plantearse las grandes interrogaciones metafísicas y religiosas que siempre acompañaron su poesía.

HIJO DE EUROPA

Nosotros, a quienes la dulzura del día penetra hasta los pulmones

Y vemos ramas que florecen en mayo,

Somos mejores que los que perecieron.

 

 

Nosotros, que saboreamos la comida al masticar

Y valoramos en su totalidad los juegos amorosos,

Somos mejores que ellos, los enterrados.

 

De los hornos abrasadores, tras la alambrada donde silba el viento de interminables otoños,

De las batallas, cuando en un espasmo ruge el viento herido,

Nos salvamos gracias a la astucia y al conocimiento,

 

Enviando a los otros a lugares más peligrosos,

Azuzándolos con gritos para la batalla,

Retirándonos cuando preveíamos que todo estaba perdido.

 

Teniendo para elegir la propia muerte y la muerte de un amigo

Elegimos su muerte, pensando fríamente: ojalá se cumpla.

 

Cerramos herméticamente las puertas de las cámaras de gas, robamos pan

Sabiendo que el día siguiente sería más duro que el anterior.

 

Como corresponde a los hombres, conocimos el bien y el mal.

Nuestro malicioso conocimiento no tiene igual en la tierra.

 

Hay que dar como demostrado que somos mejores que ellos,

Crédulos, impulsivos pero débiles, que valoraban poco su propia vida.

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¿Quién me robó el tiempo?

¿Quién me robó el tiempo?

¿Quién me robó el tiempo
de la escritura?

¿Quién dejó marchitos
mis sentimientos?
Secos, deseosos de amar
sin osar pensarlo:
¡Tan pobre es mi oferta!

Ya no es tiempo de nada.
Ninguna cabeza
se apoyaría en mi hombro.
Ningún brazo
cruzaría mi pecho
soportando una mano
que busca mi rostro
para dejar un mimo.

¿Quién me robó esas caricias
que nunca me dieron?
Y sueño manos preciosas
que vienen del recuerdo
y reviven lo imposible:
me tocan.

¿Qué hacer
con todo el cariño
que no pude dar en la vida
y me sobra?
Y vendrá un continuo
sin dimensiones,
y me gustaría creer
que allí todo lo insatisfecho
se allanará como un monte
que cae en el valle,
y tendré tanto amor
como me arde en la carne.

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Objeto para un sujeto

Objeto para un sujeto

Soy objeto para un sujeto…
Si no hubiera sujeto ¿Qué sería yo?
Un vejete insignificante,
un rostro pura arruga,
puro guiño,
oferta de simpatía
difícil de aceptar…
al fin le queda tan poco…

Objeto sin sujeto
que no ve el tiempo pasar.

Mas miro alrededor y nadie vive
si no pervive su objeto,
si no tiene el reflejo de él mismo
en el espejo:
Objeto yo de mi mismo sujeto
o de mi ideal, porque la imagen
en mí reflejada no es
como yo creía, interesante,
cómo años atrás.
Es una pura ruina:
esferitas rebotando
en el interior de otra esfera,
objetos sin sujeto
esperándome a mí
o lo que es más: una relación
que las lleva a juicio.

Insisto con un extraño
y todo vuelve a empezar:
Un vejete insignificante…

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Sosiego 2015

Sosiego.

Es la perfección de la ataraxia
pues tiene tras sí el cimiento
del ser sosegado
sobre quien se construyen
esos sentimientos imprecisos,
como de duda,
que levantan las novedades,
sean buenas o malas.

Sosiego.
Es casi detenerse,
mirar sin turbar, esperar.
Pero no es un no hacer:
vivir con sosiego es cumplir
con el trozo de vida
del que se es deudor,
sin alterar la calma de los calmos,
y contemplando la ira de los iracundos
sin intentar comprenderla.

Sosiego.
Amar sin decirlo,
si decirlo fuera indiscreto,
y dejar de amar cuando toca,
sin publicar un poema.
(Aunque se escriba)

Sosiego.
Echar de menos las mismas cosas
sin que eso enturbie la mirada.
Volver siempre a pensar lo repensado
sin que nos azore
el conocer ya el resultado.
Y afrontar la decadencia
con una profunda ironía
pues cuando todo enseña su final
lo perdido muestra
que eran sentimientos sin valor.

Sosiego.
Una de esas bonitas palabras
tan cargadas de paz
que su grafía sola
en un pliego de papel
sirve para llenarlo.

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Esto no es filosofía 8

8.- Dos arquetipos pero un ser o un pensar

 Me parece recordar y si no es así haremos como si lo fuera: En el Islam en torno al siglo VIII, quizás hasta el XVI[1],  el mundo se dividía en dos partes: La casa del Islam y la casa de la guerra. La moral, las leyes, las costumbres, los derechos, etc., para los mismos creyentes, eran distintos si se encontraban físicamente en una u otra Casa. Desgraciadamente el Islam no ha evolucionado todo lo deseable para el mundo occidental.

Esto es sólo una anécdota para introducir el concepto de dualidad extensa:El Universo total es dual, no sometido al tiempo y al espacio  y ajeno al principio de causalidad.  “Es” y engloba a todo cuanto existe: 0 y 1; Noúmeno y Fenómeno; Idea y Realidad; Voluntad y Representación. Bien y mal si los hubiera. ¿Dios y yo?: Sí, a Dios y a mí también. No se comprende pero es así, lo dice la canción que cantan todas las cosas todas.

Sólo el no-universo es Uno.

¿Y el “mal”? Mal en el sentido de dolor, existencial o no, Dice Don Arturo que es imprescindible para doblegar la “Voluntad”, beatificarse por la ascesis y, no lo dice pero debe ser así, alcanzar el Nirvana.

Ahora convendría hacer una comparación y adivinar en que casa estamos, en la de los filósofos o en la de los eruditos. ¿Somos o pensamos?

[1].- Lepanto en 1571.- El Estado Islámico está resucitando esta antigua realidad en el siglo XXI.-

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Esto no es filosofía 7

7.- El arte y Yo

El joven Monclús, en un arrebato que parecía imitación de otros repentes artísticos pero no lo era, destrozó gran parte de unos maravillosos óleos que había pintado.

Leo, oigo-escucho, medito, busco un texto o una voz. Pudiera ser una música. Me parece extraño pero no puedo descartar el sentimiento de lo intuido ante algo que me parezca una obra de arte. Rara vez. Posiblemente todo el arte que me movería está destruido, necesariamente destruido para ser arte.

La otra parte es el Yo, mi yo en este caso. Ese Yo es mi primer acto de conocimiento, mi primera intuición: ¿O no? Me parece discutible: “existo luego puedo dudar” no es un pensamiento tan banal. ¿Hay experiencia sensible de mí mismo? ¿Quién es el objeto y quién el sujeto en este primer acto de conocimiento? ¿Cuándo se produce? ¿Por qué ocurre? ¿Todo se integra, desaparece, y queda únicamente la relación?

Me siento uno con todos los pintores de paisajes rotos que no llegaron a ser conocidos, los músicos de partituras olvidadas, los poetas de versos soñados y nunca escritos. Es la relación lo que nos une: el intento de trascender sin posibilidad de hacerlo.

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Esto no es filosofía 6

6.- Objetivación.-

 Quizás en esta palabra y su no-significado están las razones por las que esto no es filosofía. El entendimiento o la razón, sin querer, se hacen una pregunta: ¿Es objetivable el Uno?

La pregunta viene al caso porque intento centrar el concepto de Voluntad en Schopenhauer y según de qué escrito es la lectura parece que “Voluntad” y” Uno” son algo muy próximo. De hecho, al comienzo del libro IV dice inequívocamente “Puesto que la voluntad es la cosa en sí,[…]”[1] Pero esta afirmación lo único que hace es retrotraer el problema a definir qué es “la cosa en sí”. Otra aporía de la que un no-filósofo intentaría salir siguiendo a Schopenhauer así:

En primera y lejana aproximación “Voluntad” es algo que “objetivado” da lugar a una representación. O, tal vez, a todas las representaciones porque la primera duda es si la Voluntad es una o son varias. Si cuando dice Voluntad se refiere al Uno, a la Idea platónica, a la Cosa en sí, al Noúmeno… o a algo nuevo, distinto. Algo como el entendimiento agente de Averroes…Un entendimiento para todos los pensadores y cuando se alcanza se comprende todo, se está realmente en el Atman.

En vez de resplandecer la verdad se aumentan las dudas: ¿Qué es objetivar? ¿Ser un objeto para un sujeto? Podría ser la operación de introducir un objeto en el espacio-tiempo-causalidad. Así, si el Uno es objetivable podría definirse el Ser como la “Propiedad primigenia y fundamental de todo lo objetivable”. Y “Existir” sería “Ser en el tiempo”.  Pero: ¿Quién objetiva? ¿Cualquier sujeto que contempla una entelequia tiene la capacidad de objetivar? ¿Quién posee la causa eficiente? ¿La capacidad de ser objeto es una propiedad de lo intuido o algo que “pone” el que intuye? El paso de la Idea o de la Cosa en sí a lo existente, el nacimiento del fenómeno sin causa ¿No es un acto de creación ex nihilo reservado al sujeto?

La metafísica transcendental no es posible. Kant dixit.

[1] WWV Trotta 2004.- T.1 pag. 331

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Esto no es filosofía 5

5.- Vanidad de vanidades (Eclesiastés 1,2; 2,21-23)

No siempre se medita sobre pensamientos propios: Muchas veces un texto ajeno dispara el entendimiento, incluso la razón. Eso siento de este comienzo del Eclesiastés:

 ¡Vanidad de vanidades, dice Qohélet; vanidad de vanidades, todo es vanidad! Hay quien trabaja con destreza, con habilidad y acierto, y tiene que legarle su porción al que no la ha trabajado. También esto es vanidad y grave desgracia. Entonces ¿Qué saca el hombre de todo su trabajo y de los afanes con que trabaja bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente. También esto es vanidad.

¿Quién pudiera decirlo mejor? Y dicen que Schopenhauer era pesimista.

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