POETAS 63. MARK STRAND

Puesto que los periódicos de hoy se hacen eco de la muerte del poeta Mark Strand, acaecida el 29 de noviembre, se vuelve a reeditar la entrada que se le dedicó en septiembre de 2010, con una selección de sus poemas, anticipo de otra selección que aparecerá próximamente. Se deja también enlace a la reseña de su muerte, realizada por dos periódicos españoles.

http://www.abc.es/cultura/libros/20141130/abci-mark-strand-201411301900.HTML

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/11/30/actualidad/1417371485_148704.HTML

Mark Strand nació en 1934 en Sunmerside (Canadá) y murió en Nueva York el 29 de noviembre de 2014. Aunque Mark Strand abandonó pronto Canadá, siempre conservó un vínculo con este país. Canadá representaba para Strand el país de sus primeros recuerdos, en el que sus padres vivieron sus últimos años y en el que estaban enterrados: “Era el refugio de su pena, y era tan grande y vacuo que cada día que vivieron ahí tuvieron la certeza de estar perdidos”. Su destino itinerante iba a llevarle con su familia a instalarse en Estados Unidos. Cleveland, Montreal, Nueva York y Filadelfia fueron las plazas del padre como directivo de Pepsi-cola, convirtiendo los primeros años del poeta en una mudanza continua. También vivió durante estos años en Colombia, México y Perú, donde aprendió un español suficiente que a la larga le serviría para traducir a Rafael Alberti y Octavio Paz. Pero más que de Canadá o Estados Unidos, se consideraba ciudadano de un mundo hecho de libros, cuadros o fotos y cuya nación era la nación del idioma inglés. “No creo –comentó en cierta ocasión -que las condiciones geográficas que se me impusieron por haber nacido en Canadá y vivido en los Estados Unidos me definan en absoluto. Creo que me define de manera más elocuente lo que leo, lo que miro, la gente que conozco, y lo que escribo”. Después de graduarse en Antioch College en 1957, su vocación por la pintura le llevó a Yale para estudiar con el artista Joseph Albers, graduándose como pintor en la facultad de Bellas Artes en 1959. Desde entonces la pintura iba a ser una de las constantes de Mark Strand. Se ha dicho que en sus versos surrealistas e introspectivos se proyecta la sombra de Max Ernst, Giorgio de Chirico, o Magritte. Iba a ser precisamente el surrealismo una de las influencias capitales de su obra poética, como confesaría a Rosa Pereda en una entrevista: “yo creo que la poesía tiene tanto que ver con el azar como con la causalidad, que lo irracional tiene un papel tan importante en la vida como la razón”. La pintura le enseñaría, además, el valor de la paciencia, a darse cuenta que uno siempre puede volver sobre el trabajo al día siguiente. Pero mientras estudiaba en Yale, las lecturas de poesía, especialmente Wallace Stevens y Forster, le encaminaron de forma imprevista a su segunda vocación. “Nunca fui muy bueno con el lenguaje cuando era niño. Créame –aseguró en una entrevista a “Los Angeles Times” en 1991”-, la idea de que algún día me convertiría en poeta habría sido una gran sorpresa para toda mi familia”. No menos importante para su formación como poeta fue la fascinación que “veinte poemas de amor…” de Neruda ejerció en sus inicios. Neruda era un genio –escribió en “Alfabeto de un poeta”- pero en cuya escritura se mezclan inextricablemente la belleza y la banalidad. Cuando lo leemos, nos sentimos felices porque todo ha alcanzado una condición privilegiada. El universo es bueno después de todo. La utopía verbal de Neruda, dependiendo de la credulidad de cada quién, es un antídoto inocuo contra este siglo torturante”. De Neruda también llegó a decir que era el gran demócrata de la poesía, por rebajar lo elevado y elevar lo bajo, aunque le decepcionaban sus limitaciones intelectuales. No pensaba lo mismo de Octavio Paz, a quien consideraba uno de los hombres de letras más inteligentes del siglo XX, y cuya obra poética le había conmovido especialmente. Ya resuelto en su vocación poética, en 1960 se traslada con una beca Fulbright a Florencia para estudiar a los poetas italianos del siglo XIX. En Iowa continúa sus estudios literarios en el “Iowa Writers Workshop”, graduándose en 1962. Allí se hace amigo de Philip Roth, concluye su primer libro y comienza a dar clases en un taller de literatura. Su carrera docente le iba a hacer recorrer parte de Estados Unidos: Utah, Chicago, Nueva York o Boston. Su desembarco literario tiene lugar en 1970, cuando el responsable de la editorial Athenaeum, Harry Ford, publica su segundo volumen de poesía, «Reasons for Moving». Ford continuaría publicando su poesía con otras tres colecciones durante esa década hasta que, en 1980, Strand decidió pausar su producción poética. «Ya no creía en mis poemas autobiográficos», dijo entonces. Sentarse en su escritorio cuando no tenía nada que decir se le empezó a volver un suplicio, por lo que “ya sólo escribía cada vez que tenía tiempo y ganas y estos periodos empezaron a espaciarse cada vez más, y a veces hubo periodos de silencio de dos o tres años…De cualquier manera, ya nadie lee poesía. Los poetas sí, pero el lector común ha sido abandonado por la poesía». Mark Strand se empeñó entonces en otras aventuras literarias, como libros para niños, relatos o ensayos sobre arte. Una década después volvió con nuevos bríos, con volúmenes como «A Continuous Life» (1990), «Dark Harbor» (1995) y «Blizzard of One» (1998). Mientras tanto, comenzó a ganar terreno su pasión por la pintura. Escribió ensayos sobre Edwar Hopper o William Bailey, al mismo tiempo que en un taller en Hell’s Kitchen producía sus papeles pintados, mezclando pulpas de colores secos. A partir de 2011 se trasladó a Madrid de la mano la marchante de arte Mari Cruz Bilbao, quien se convirtió en su pareja. Trasladó cuadros, libros y gran parte de su mobiliario a un piso de Chamberí donde seguía recortando y pegando esos papeles pintados para convertirlos en collages que este mismo otoño expuso en una galería de Nueva York. El final de su carrera como poeta estuvo jalonado de números reconocimientos. Fue nombrado Poeta Laureado de Estados Unidos, ganador de la beca MacArthur en 1987, del premio Bollingen en 1993 y del Pullitzer de poesía en 1999 por “Tormenta de Uno”. Este mismo otoño estaba nominado al National Book Award por sus Collected poems. Su traductor, Dámaso López García, a quien se debe la traducción de los poemas aquí seleccionados, ha señalado como rasgos característicos de su poesía el que su mundo no tenga rasgos diferenciales propios. Los lugares no tienen nombre, los personajes son anónimos: “comparten los rasgos comunes de todos los paisajes y de toda la humanidad”. La presunta oscuridad de sus poemas no se relaciona tanto con la dificultad del lector ante un lenguaje oscuro como con la ausencia de referencias a un universo familiar. Las manifestaciones de temor ante un mundo maligno, el valor de la poesía ante una naturaleza apática y el deseo de gozar de un “momento perfecto” han sido también rasgos señalados por la crítica. Pero el propio Mark Strand nos ha dejado en diversas entrevistas una visión personal sobre su poesía. Mark Strand se consideraba un poeta metafórico. A diferencia de los poetas metonímicos, que representan fielmente el mundo de la experiencia, el poeta metafórico cree en un mundo alternativo con sus propias reglas y regulaciones. “Lo que me importa –dijo- es la integridad del mundo que creo, y no lo que estoy revelando sobre el mundo en el que viven los demás.” Mark Strand no se consideraba un poeta de la naturaleza, sino un poeta que ahonda en el comportamiento de las cosas. “Mis poemas describen actividades, a veces de carácter nervioso o absurdo, a veces muy pacífico, pero eso es lo que les da vida”. Era un poeta al que le gustaba mezclar la melancolía y lo elegíaco, que nunca desdeñaba el humor, interesado en las sintaxis complejas pero amante de las palabras sencillas como “piedra” o “cielo” o “mar”. Para Mark Strand los poemas no tienen por qué tener sentido: “son en primer lugar, y sobre todo, una experiencia, no un vehículo para un significado”. Por eso creía que la musicalidad verbal era un elemento imprescindible y confiaba esa musicalidad al ritmo que aporta la escritura a mano. “La gente que escribe en la computadora se olvida de escuchar el poema, creo que establecen un contrato visual con la computadora. En primer lugar, los poemas llegan tan rápido a imprenta que parecen mucho más terminados de lo que realmente están.” Puesto que la métrica es lo que distingue la poesía de la prosa, era fundamental para Strand que el poeta educase su propio oído escuchando el ritmo y la cadencia que otros poetas han imprimido a sus versos. También consideraba importante la tarea de reescritura de los poemas: “Los poemas no son estáticos. Cobran una vida propia y van hacia donde quieren. Pueden volverse estériles o resistirse. Si no mejoran, los odias” Por eso solían tener muchísimos borradores de cada poemas, a veces treinta o cuarenta. Escribía a mano varias versiones y después los pasaba a la computadora. Trataba de postergar lo más posible el momento de ponerlos en limpio. “Más que leer mis poemas, me interesa escucharlos, y cuando están escritos a mano me parece que los estoy escuchando”. Dos cosas consideraba importantes en su poesía: el misterio y la muerte. “La vida me parece misteriosa, mi presencia en la Tierra me parece misteriosa. Muchas veces, cuando termino un poema, no estoy muy seguro, aunque generalmente estoy seguro de lo que he dicho, siempre hay un elemento inexplicable”. Respecto a la muerte, llegó a escribir en “Alfabeto de un poeta” que había sido la influencia medular de su escritura. Pero también la preocupación central de la poesía lírica: “La poesía lírica nos recuerda que vivimos en el tiempo. Nos recuerda que somos mortales. Celebra o reconoce estados de ánimo, ideas e incluso acontecimientos para recordarnos que existen sólo en su forma transitoria. Pues ¿qué habría que tuviera significado fuera del tiempo? La poesía es un prolongado epitafio, un recuerdo de nuestra estancia aquí en la tierra”. También comentó: “Buena parte de lo que amamos en los poemas, sin considerar su tema, es que nos dejan con una sensación de novedad de vida agregada. La vida, por otra parte, nos prepara para nada y nos deja sin dónde ir. Sólo se detiene”.

 

 

KEEPING THINGS WHOLE

In a field
I am the absence
of field.
This is
always the case.
Wherever I am
I am What is missing.

When I walk
I part the air
and always
The air moves in
to fill the spaces
where my body´s been.

We all have reasons
for moving.
I move
to keep things whole.

MANTENER LAS COSAS JUNTAS

En el campo
soy la ausencia
de campo.
Siempre
es así.
Dondequiera que esté
soy lo que falta.

Cuando camino
parto el aire
y siempre
vuelve el aire
a ocupar los espacios
donde estuvo mi cuerpo.

Todos tenemos razones
para movernos.
Yo me muevo
para mantener las cosas juntas.

 

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POETAS 107. Jaime Sabines (I)

(Txula Gutiérrez, 1926-México D.F., 1999)

 

Lento, amargo animal

Que soy, que he sido,

Amargo desde el nudo de polvo y agua y viento

Que en la primera generación del hombre pedía a Dios.

 

Amargo como esos minerales amargos

Que en las noches de exacta soledad

-maldita y arruinada soledad

Sin uno mismo-

Trepan a la garganta

Y, costras de silencio,

Asfixian, matan, resucitan.

 

Amargo como esa voz amarga

Prenatal, presubstancial, que dijo

Nuestra palabra, que anduvo nuestro camino,

Que murió nuestra muerte,

Y que en todo momento descubrimos.

 

Amargo desde dentro,

Desde lo que no soy

-mi piel como mi lengua-,

Desde el primer viviente,

Anuncio y profecía.

 

Lento desde hace siglos,

 

Lejano, lejos, desconocido.

 

Lento, amargo animal

Que soy, que he sido.

(“Horal”, 1950)

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PENSAMIENTOS 14. Friedrich Schlegel

Friedrich Schlegel Nace en Hannóver, el 10 de marzo de 1772, hijo de Johanna Christiane Erdmuthe Hübsch y del superintendente general Johann Adolf Schlegel. Pertenecía a una dinastía familiar que se había consagrado al estudio de las letras, de la que había destacado el hermano de su padre, Elias Schlegel, célebre escritor de su tiempo cuyos estudios críticos habían rivalizado con la obra Winckelmann. A pesar de esta tradición familiar, el padre tuerce su vocación por las letras y le obliga a dedicarse al comercio con 16 años, bajo la tutela de un banquero de Leipzig. Un año después comienza sus estudios de Derecho en Gotinga, donde su hermano August Wilhelm, cinco años mayor que él, ya estudiaba filología clásica como discípulo de Heyne. Dentro de éste círculo, retoma su vocación y profundiza en diferentes lenguas y disciplinas artísticas. En 1791 retorna a Leipzig y comienza una larga relación epistolar con su hermano. Al año siguiente conoce a Novalis y a Schiller. Novalis se va a convertir en su mejor amigo y colaborador – de él llegará a decir en carta a su hermano: “El destino ha puesto en mi camino a un joven del que es posible esperarlo todo”-; Schiller se encargará de introducirle en los círculos literarios hasta que se produce la ruptura de la relación, cuatro años más tarde, cuando Schiller encaja mal una crítica desfavorable después de haber sido odiosamente comparado con Goethe. En 1794 se instala en Dresde donde entra en contacto con Humboldt y otras personalidades. Allí se enfrasca en lecturas filosóficas, queda admirado por la obra de Fichte y se empapa de los clásicos de la antigüedad. Fruto de estas lecturas va a ser la redacción, durante el año siguiente, de la obra “Sobre el estudio de la poesía griega”, que todavía tardará dos años en verse publicada. Esta obra se convierte en el primer manifiesto del movimiento romántico, al preconizar una revolución estética que dé un paso más allá del clasicismo. Tal revolución estética debía encaminarse a ordenar el caos de la cultura moderna por medio del desarrollo y predominio de la libertad sobre la naturaleza, haciendo de enlace entre el mundo del pasado -donde prevalece “la formación natural”, guiada por los impulsos naturales y basada en la imitación- con el mundo moderno –en el que impera “la formación artificial”, guiada por la libertad individual y basada en la creatividad. Este juego de fuerzas entre naturaleza y libertad se convierte en el motor que hace desarrollar arte, historia y humanidad hacia un progreso que no tiene fin. La tarea del artista es interiorizar en su conciencia el genio de la época y darle expresión en el seno de una obra abierta que contenga todas estas tensiones. De este modo, el artista se da licencia para mezclar en una misma obra lo épico, lo lírico y lo dramático, lo mismo que el pensamiento discursivo, la crítica, la reflexión y la ciencia. En 1796, Friedrich Schlegel se traslada a Jena junto con su hermano, quien acaba de casarse con Carolina Böhmer. Es en esta ciudad donde traba amistad con Goethe, Fichte y Schelling. Un año más tarde, ya en Berlin, conoce a su futura esposa, Dorothea Veit, hija del filósofo Moses Mendelssohn y esposa de un conocido banquero. Durante esta época se muda a vivir a la casa de Schleiermacher, cuya obra “Los discursos sobre la religión” iba a conmover posteriormente su concepción religiosa. Comienza entonces a publicar los fragmentos del Lyceum, abriendo los cauces de un género que iba a tener fortuna entre los escritores románticos. El “fragmento” se constituye en esbozo de un pensamiento con intención estética, que rehúye lo sistemático para poder expresar mejor lo inabarcable del mundo. En consonancia con esta virtualidad que posee el fragmento de lograr reflectar en su desgajada finitud la totalidad del mundo, comienza a desarrollar su concepción de la ironía: que es para Schlegel “conciencia de la agilidad eterna, del caos y su infinita plenitud”. Se trata de una disposición de ánimo que, mediante la paradoja, permite al artista elevarse por encima de todo lo condicionado y partir de su propio caos para hacer surgir un mundo propio, modo de trascender la subjetividad para dar el salto más allá de sí mismo. En 1798 funda junto con su hermano, la revista Athenäum, donde sale ese año la gran recensión de Friedrich sobre el Wilhelm Meister de Goethe, que consagra la función de esta obra como punto de referencia para la novelística romántica alemana, haciendo de Goethe el portavoz de la nueva sensibilidad. Los dos años que duró esta revista, supervisada remotamente por Goethe, marcan el clímax de la etapa del primer romanticismo. A través de ellas iba a difundir Schlegel sus primeros escritos de juventud. En el verano de 1798 se produce en Dresde el primer encuentro de los componentes de la Frhüromantik (Fichte, Schelling, Carolina, Dorothea, Novalis, Steffens y ambos Schlegel), con el propósito de intervenir activamente en la cultura alemana. Más tarde Ludwid Tieck rememoraría estos años como uno de los más brillantes de su vida, señalando que aquella congregación de espíritus “creaban casi sin interrupción una fiesta de agudezas, buen humor y filosofía”. En 1798 Dorothea Veit se separa de su marido y se va a vivir con Friedrich a Jena. En 1799 publica su novela «Lucinda», manifiesto del amor romántico, sensual y místico, que se propone como una insurrección ante las convenciones sociales. La muerte de Novalis el 25 de marzo 1801 deja a Friedrich en un estado de orfandad intelectual y supone el inicio de la dispersión del círculo de Jena. Novalis representaba para Schlegel el ejemplo de un espíritu donde se había compenetrado íntimamente poesía y filosofía. La congenialidad con Novalis había llegado hasta tal punto que en uno de los fragmentos Schlegel había podido afirmar: “Lo que tú has pensado, lo pienso yo; lo que yo pienso, lo pensará tú, o lo has pensado ya”. En 1802 viaja a París, donde se reencuentra con Wilhelm von Humboldt. Comienza en esta época su estudio de las lenguas orientales y de la literatura medieval, a la vez que publica el drama “Alarcos”. En 1804 se instala en Colonia para trabajar como docente y se casa finalmente con Dorothea Veit, culminando así una relación que se había hecho íntima desde que ésta se hubiera separado de su marido. Fruto de sus estudios del sanscrito es la publicación de la obra “Sobre la lengua y la sabiduría de los indios”, convirtiéndose en el primer escritor que vierte textos sánscritos a la lengua alemana. Amparándose en la relación que William Jones había descubierto entre el sánscrito y algunas lenguas europeas antiguas y modernas (griego, persa, etc), Schlegel señala a la India como cuna de la cultura europea y la toma como modelo de la búsqueda del infinito que caracterizó el espíritu romántico. Ya en su obra publicada en 1800, “dialogo sobre la poesía”, había proclamado que era en Oriente donde había que buscar el romanticismo supremo. Schlegel fue uno de los primeros escritores en mencionar a los arios como un pueblo que emigró de la India a Europa y que extendió su cultura superior por una amplia franja del viejo mundo. Estas ideas que había esbozado sobre una cultura indogermánica iban a servir para sustentar el mito de una raza aria, noble y superior, que podía ser emparentada con el pueblo germánico. 1808 es también el año en que Friedrich y Dorothea se convierten al catolicismo y se instalan en Viena, donde entra a trabajar como secretario de la corte, iniciando así un sesgo reaccionario en su orientación política, que se extendió también a su obra. A juicio de Rüdiger Safranski, la colaboración de Schlegel con la Santa Alianza ayudó a imprimir en una parte del público “la imagen poética de un romanticismo beato, fijado en la edad media, propenso a la fe católica y al germanismo”, viniendo a desmentir aquella primera etapa romántica más experimental y revolucionaria. Como consejero áulico llegó a desempeñar cargos en la Comisión de Defensa, acompañando al archiduque Carlos en las batallas de Aspern y Walgram. En 1812 colabora como informador político en el Congreso de Viena bajo el auspicio de Metternich. Su dedicación acabará siendo premiada cuando éste le nombra legado imperial austriaco en el Deutscher Bundestag, en Francfort; allí realizará labores de propaganda imperialista hasta 1818. En 1820 publica, en la revista Concordia (fundada por él y que durará hasta 1823) sus últimos trabajos sobre filosofía y estética. En 1827, tras romper relaciones con su hermano, se traslada a Dresde, donde muere un año más tarde.

Se deja aquí una selección de los “fragmentos del Lyceum” (1797) y de sus “Ideas” (1800) publicadas en la revista Athenäum. La traducción al español se le debe a Diego Sánchez Meca y a Anabel Rábade Obradó.

En estos fragmentos se ensalza la labor de la poesía y de la filosofía como instrumentos de formación humana para lograr el progreso en el arte y la ciencia, teniendo como ideal la fusión de ambas. Para lograr esta fusión, la filosofía debe volverse poética y la poesía ha de hacerse filosófica. Pero tal tarea no puede ser culminada sin el concurso de la religión, entendida como la búsqueda de lo divino en el hombre y en la naturaleza. Sin esta idea de lo divino, que es para Schlegel la idea de todas las ideas, no puede alcanzarse ni la cima del arte ni la profundidad de la ciencia. Lo divino, que puede verse en todas partes, en ninguna parte se expresa mejor que en el seno de la propia humanidad, si esta humanidad está representada por “un hombre lleno de sentido”. La humanidad logra cultivarse al modo divino cuando, cultivando la poesía, pone sus pensamientos en concordia con la idea de lo divino que ya lleva en su seno. Se trata sólo, pues, de dar expresión a su propia naturaleza después de haber tomado conciencia de ella. A la vez que la poesía nos engarza con la plenitud de la cultura humana, la filosofía nos permite llegar al fondo de esa humanidad. La humanidad ya contiene el infinito del mundo cuando alcanza su estado de plenitud y profundidad. Pero es la religión la que nos permite relacionarnos con lo infinito, ya que el hombre de religión, en sentido originario, es el que aspira a dar a lo finito la forma de lo eterno. No religión en sentido positivo, sino una religión natural producto de la fantasía humana, a la que nos aproximamos por medio del entusiasmo. La necesidad de encontrar una nueva religión por parte de los románticos descansaba en la idea de que la Religión, al igual que el arte y la ciencia, no puede ser algo estático y sentado canónicamente de una vez por todas, pues también está sometida al mismo proceso progresivo que hace evolucionar a la poesía y a la filosofía. Por este motivo, la religión va a presentarse en la historia siempre transformándose y adquiriendo nuevas formas. La conciencia por parte de los románticos de que la humanidad está sometida a un proceso de progresión sin fin del que se desprenden nuevas formas de expresión en sus diversas dimensiones, de acuerdo con las distintas etapas históricas por las que tiene que pasar, llevó a proponer una nueva mitología que estuviera en consonancia con las exigencias de los nuevos tiempos. En este proyecto utópico donde vuelven a converger poesía, filosofía y religión. Para el Schlegel de los fragmentos y las ideas, el centro de la poesía se halla en la Mitología y en los Misterios de los antiguos. Pero a la nueva cultura le faltaba ese centro al que los griegos habían accedido por medio de la formación natural recibida en intimidad con el mundo sensible. En el diálogo con la poesía, formula la idea de que la nueva mitología que necesita el genio de la época “debe llegar a formarse en la profundidad más honda del espíritu”. Y Schlegel detecta la profundad del espíritu de su época en el nuevo idealismo alemán en ciernes. El será el encargado de surtir una nueva mitología de la razón, una mitología que ha de recorrer el camino inverso que tuvo que salvar la mitología griega, es decir, partiendo de su propio espíritu ha de sacar a la realidad formas ideales que reflejen su mundo interior y su subjetividad. Una mitología que como escribe Schlegel en los fragmentos, sacie el sentimiento de la vida con la idea de lo infinito. Pero la armonización entre lo ideal y lo real sólo lo puede llevar a cabo la poesía. Es de importancia para esta armonización un concepto que toma prestado de Novalis: la mediación. El mediador es aquel que percibe en sí mismo lo divino, se aniquila y renuncia a sí mismo para poder proclamar o comunicar lo divino a todos los hombres. La figura del mediador aparece encarnada en el artista, que representa en sí mismo una obra de la naturaleza a través de toda su persona, ya sea costumbres o actos, palabras u obras. Es en el artista donde la humanidad se convierte en un individuo pleno, digno ejemplar de la especie, que hace de puente entre el mundo pasado y el por venir; órgano superior del alma en cuya sede resplandece preeminentemente lo divino del hombre y hace que fructifique la humanidad interior, que anuncia ya el progreso en el que más tarde se desplegará la historia humana.

FRAGMENTOS DEL LYCEUM (1797)

Se llama artistas a muchos que, en realidad, son obras de arte de la naturaleza.

El genio no es, ciertamente, cosa de la voluntad (willkür), pero sí lo es de la libertad, al igual que el ingenio, el amor y la fe, que en su momento han de llegar a ser artes y ciencias. Debe exigirse genio de todo el mundo, pero sin esperarlo. Un kantiano llamaría a esto el imperativo categórico de la genialidad

Un texto clásico nunca debe poderse comprender totalmente. Pero aquellos que son cultos y que se cultivan deben siempre querer aprender cada vez más de él.

Al igual que un niño es en realidad algo que quiere llegar a ser un hombre, así también el poema es sólo una cosa natural que quiere llegar a ser una obra de arte.

La filosofía es la auténtica patria de la ironía, la cual podríamos definir como belleza lógica: pues dondequiera que se filosofa en diálogos orales y escritos, y en general de manera no totalmente sistemática, se debe ofrecer y exigir ironía; e incluso los estoicos consideraron la urbanidad una virtud. Sin duda hay también una ironía retórica, que usada con moderación produce excelentes efectos, especialmente en la polémica; mas comparada con la sublime urbanidad de la musa socrática es como una pompa del discurso retórico más brillante comparada con una tragedia antigua de estilo elevado. Únicamente la poesía puede alzarse también desde este aspecto hasta la altura de la filosofía, y no se apoya, como la retórica, en retazos irónicos. Hay poemas antiguos y modernos que, en su totalidad, exhalan por doquier universalmente el divino hálito de la ironía. Vive en ellos una verdadera bufonería transcendental. En su interior, la disposición de ánimo que todo lo abarca y que se eleva infinitamente por encima de todo lo condicionado, incluso sobre el arte, la virtud o la genialidad propios en el exterior, la manera mímica al actuar de un buen actor bufo italiano tradicional. (más…)

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PENSAMIENTOS 13. Novalis

Friedrich von Hardenber nació el 2 de mayo de 1772 en Oberwiedertedt (Turingia) y murió de tisis a la edad de 29 años, el 25 de marzo de 1801 en Weissenfels. “Novalis”, el apelativo con el que es conocido literariamente, lo comenzó a usar a partir de 1798, tomándolo del nombre de una posesión familiar que significa: el que construye el nuevo país. Su familia pertenecía a una antigua estirpe nobiliaria y fue educado por su padre – director de las minas de sal de Sajonia- en la tradición pietista, asesorándole también para que se formase como administrador de las minas de sal. En 1790 se matriculó en las facultades de Filosofía y de Leyes de la Universidad de Jena, donde asistió a las lecciones de Schiller, con quien llegaría a intimar hasta el punto de seguir su consejo de trasladarse a Leipzig para continuar sus clases de derecho. Allí acaba llevando una vida desordenada, contrae deudas, se enreda en lances amorosos y se rezaga en sus estudios. En 1794 supera al fin los exámenes de Derecho y se emplea como pasante en Tennstedt. Justo en esta época va a conocer a una mujer que cambiará su vida y que provocará uno de los gestos más estridentes del romanticismo. Se trata de Sophie Von Kühn, una adolescente de 12 años a la que pronto se promete, pero que al morir tres años después provocará en Novalis una honda desesperación. Atraído por la nostalgia de la mujer amada, va a visitar a diario el sepulcro donde yace y se encierra durante días en su antigua habitación sólo para tener más vivo su recuerdo. Novalis creía que la muerte de Sophie podría ser revocada mediante una aproximación mágica al invisible mundo de ultratumba. Esta experiencia le conduce a escribir en 1997 “los himnos de la noche”, publicados en la revista “Athenaum” en 1800, alternando la prosa con el verso. La noche es identificada con el misterio de la muerte y elevada a símbolo de la verdadera vida, en sintonía con la concepción cristiana que hace de la superación de la muerte un símbolo primordial de redención. En contraste con el reino de la luz que representa lo diurno, la noche es símbolo del amor creador, de la libertad –al romper las ataduras de la existencia diurna- y de lo infinito. Pero también representa una nueva fase de la humanidad, una edad de oro que supera la edad de hierro en que cohabitaban los dioses y los hombres. Una edad aurea marcada por la aparición de Cristo, que se convierte en símbolo victorioso de la muerte y es garantía del tránsito hacia la otra vida, donde al fin puede ser saciada la sed de amor infinito y puede ser sofocado el sufrimiento. “Los himnos a la noche”, al igual que los fragmentos filosóficos que publicaría más tarde en la revista Atenaum, llevan la influencia de la filosofía de Fichte, al que había comenzado a estudiar el mismo año que conoce a Sophie. Fichte había proclamado como primer principio creador el yo trascendental, con una actividad ilimitada. Para la toma de conciencia de un yo que obra contra lo que se le resiste, tenía una importancia extrema la imaginación productiva. Pero este poder de la imaginación que en Fichte aparece contrapesado por la realidad de todo aquello que no es yo, en Novalis puede ser modificado a voluntad y usado con fines taumatúrgicos: es lo que llamó “idealismo mágico”. No hay nada más allá del absolutismo del yo que actúa y que conoce; para Novalis todo conduce hacia su interior: “el camino misterioso va hacia dentro”. Las fuerzas de la naturaleza ya operan en nuestro interior y quien conoce las leyes del mundo del espíritu puede domeñar la materia. Pero para adentrarse en los secretos del espíritu hay que conocer los arcanos de las ciencias naturales. A principios de 1798 comienza a enfrascarse en sus estudios en la Academia de Minas de Freiberg, a la vez que comienza a olvidarse de Sophie, prometiéndose con la hija de su mentor, Julie Von Charpentier. Comienza entonces a fraguar un ambicioso proyecto novelístico del que al final sólo nos ha quedado su inacabado Enrique de Ofterdingen”. “me gustaría dedicar toda mi vida a una novela, que llenaría por sí sola una biblioteca entera, y que quizá habría de contener los años de aprendizaje de una nación.” “Enrique de Ofterdingen” es su libro más autobiográfico. Contrapuesto al Wilhelm Meister de Goethe, su protagonista encarna al verdadero poeta romántico que sale en peregrinaje tras una flor azul que vislumbra en un sueño y que representa la imagen ideal de la poesía, lo único capaz de tender un puente entre el mundo visible y el invisible. Por la misma época en que escribe Enrique de Ofterdingen, Novalis comienza a publicar en la revista Ateneum unos fragmentos que son apuntes de pensamientos y que pretendía constituir con el tiempo “una biblia científica que fuera ejemplo y germen reales e ideales para todos los libros”. Se deja aquí una selección de estos pensamientos que representan su idealismo mágico. A menudo Novalis contemplaba la vida no desde el plano material, sino desde el espiritual. Buscaba la espiritualización de la vida entera, o por lo menos trataba que lo espiritual no estuviera soterrado por lo material. El sentido de la vida del hombre estaba para Novalis en expandirse hacia el infinito, y ese infinito sólo podría ser ahondado por el camino interior, estableciendo un vínculo entre el microcosmos que representa el hombre y el macroanthropos que postula el universo. Ser hombre para Novalis es tanto como ser universo; sólo si el hombre se concibe como microcosmos puede elevarse a una condición sobrehumana.  El mundo no es más que “un índice enciclopédico y sistemático de nuestro espíritu, una metáfora universal, una imagen simbólica de éste”, y por lo tanto es posible transforma el mundo por medio del sentimiento moral y una libertad creadora que nos podría asemejar a Dios. Y este arte infinitamente creador que puede convertir al hombre en mago, Novalis lo ve en la poesía, un grado por encima de la filosofía, porque el poeta puede traducir en sentimientos lo que el filósofo piensa y con este sentir moral puede obrar milagros, porque conoce mejor que el sabio la correspondencia entre su espíritu y la naturaleza, y puede restablecer así la salud que ha ido perdiendo al romperse la armonía entre ambos mundos.

*****

 

El lenguaje significa para la filosofía lo mismo que para la música o para la pintura: de ninguna manera es el medio adecuado de la representación.

La vida es una enfermedad del espíritu, una acción apasionada.

El espacio traspasa al tiempo como el cuerpo al alma. (más…)

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POETAS 106. Guillaume Apollinaire (traducido por Octavio Paz)

Guillaume Apollinaire (Seudónimo de Wilhelm Apollinaris de Kostrowitzki; 1880-1918) nació en Roma de una noble polaca cuyo apellido tomó el hijo al no ser reconocido por el padre, presuntamente un conde vaticano. Su madre, adicta a los juegos de azar y de costumbres relajadas, abandonó Italia para establecerse con sus hijos en París, después de vivir una temporada en Mónaco, donde Apollinare haría sus primeros estudios. Desde muy joven supo aprovechar su bagaje cultural para ganarse la vida como preceptor en casas de familias ricas, que le dieron la oportunidad de conocer Centroeuropa. Cuando contaba 22 años, siendo preceptor de una noble familia alemana, mandó cuentos y poesías a la Revue Blanche que llamaron la atención de Alfred Jarry. En 1902 regresó a París y se colocó en un banco, para más tarde subsistir como editor de una revista, le festin d’Esope, donde publicó alguno de sus primeros escritos. En París traba  pronto amistad con André Salmon, Max Jacob y Picasso y comienza a respirar el ambiente de ebullición artístico que se estaba cociendo en París a principios de siglo, y que va a influir en su búsqueda de formas nuevas. En 1905 escribe «Picasso pintor», convirtiéndose en el primer libro en la historia de la pintura dedicado a un todavía desconocido Picasso. En 1911 protagoniza otro episodio en el que también se ve mezclado Picasso, cuando es acusado de llevarse del Louvre «la Gioconda» robada el 21 de agosto de aquel año, llegando a pasar varios días en la cárcel. En 1913 Apollinaire se adhiere pasajeramente al futurismo de Marinetti, de quien va a acusar influencias en sus posteriores caligramas.  1913 es también el año en que publica «Alcools», libro de poemas que recogen quince años de escritura y que denota la influencia de Jules Laforgue, con un predominante tono de canción y humor. En este libro se pueden atisbar una de las notas predominantes de la literatura de comienzos de siglo, que es la ruptura con un yo íntimo y romántico fuerte, lo que se consigue acumulando imágenes sin apenas relación para dar la sensación de collage, siempre al servicio de un tono bonachón y despreocupado y de una voz que no se detiene en decir lo que le sale al paso y a menudo sin ninguna ilación lógica. En 1914 Apollinaire se alista como voluntario a la gran guerra y dos años después  recibirá  una herida en la cabeza por metralla de un obús, que a la larga iba a costarle la vida. Durante esta época, escribirá unos poemas de tema bélico «poemas de la paz y de la guerra», en muchos casos utilizando el caligrama, buscando mediante la disposición tipográfica que la forma del poema imité el tema evocado en él, un artilugio más propio de la pintura que de la literatura, pero que iba a tener una secuela de continuadores en toda la vanguardia.  Antes de morir infectado por la gripe española un día antes de que se firmara el armisticio, probablemente a consecuencia de que la trepanación que se le había practicado en la cabeza le había predispuesto a contagiarse, Apollinaire aún tuvo tiempo de rebuscar como un poseso en la biblioteca Nacional de Paris mamotretos de la literatura libertina y renovar el género con dramas como «Casanova» o con conjuntos de relatos como «Heresiarca y compañía» o novelas como «Las once mil vergas».  Y también a escribir encendidos manifiestos cubistas que sirvieron para crear un estado de ánimo proclive a las vanguardias artísticas, predicando por medio del ejemplo que supone el llevar a la poesía el mismo temple que animaba a otras disciplinas artísticas.  Los poemas aquí expuestos proceden de un libro de Octavio Paz titulado «Versiones y diversiones», donde recoge sus intentos por verter al castellano poetas de otras lenguas.  Guillaume Apollinaire fue uno de los poetas más versionado por él y  de los  que más prestó atención, hasta el punto de que el último poema aquí seleccionado «la linda pelirroja» contiene los versos que dio título a uno de sus libros: «Ya viene el verano la estación violenta/mi juventud se ha muerto como la primavera».

EL PUENTE DE MIRABEAU

Bajo el puente pasa el Sena

También pasan mis amores

¿Hace falta que me acuerde?

Tras el goce va la pena

 

La noche llega y da la hora

Se va la hora y me abandona

 

Pongo en tus manos mis manos

Y con los brazos formamos

Un puente bajo el que pasan

Onda mansa las miradas

 

La noche llega y da la hora

Se va la hora y me abandona

 

Amor es agua corriente

Y como el agua se va

Agua de la vida lenta

Y la esperanza violenta

 

La noche llega y da la hora

Se va la hora y me abandona

 

Pasan días y semanas

Pasan y jamás regresan

Días semanas amores

Bajo el puente pasa el Sena

 

La noche llega y da la hora

Se va la hora y me abandona

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POETAS 105. Lêdo Ivo

Lêdo Ivo fue un poeta y novelista brasileño, representante de la generación del 45, a la que pertenecía Guimaraes Rosa, y que proponía, entre otros temas, el regreso a la experiencia vital, el amor y la naturaleza. Nació el 18 de febrero de 1924 en Maceió, capital del estado de Alagoas, en el noreste de Brasil . En el año 1943 se trasladó a Río de janeiro donde terminó la carrera de Derecho, cuyo ejercicio cambiaría por el del periodismo, que era la carrera que mejor le iba a familiarizar, como dijo en cierta ocsión, con las miserias de la condición humana. Ese mismo año iba a publicar su primer libro de poemas “As imaginaçoes”. Durante el año 1953 viajó una larga temporada por diversos países de Europa. En el año 1963 una invitación del gobierno de EEUU le permitió visitar varias universidades del país. En 1980 pasó a ocupar un sillón en la Academia Brasileña de las letras. Autor prolífico, con más de veinte poemarios publicados, lanzó su ultimo libro, “Marmazo”, en 2011, poco antes de que la muerte le sorprendiera en Sevilla al año siguiente mientras hacia un viaje por el país que admiraba tanto por su poesía. Especial admiración sentía por Lorca y Machado. Entre sus libros de poesía se pueden destacar “Finisterra”, “A noite misteriosa” y O Rumor da noite”. Con su poesía ha intentado explorar los nexos irracionales entre sucesos y objetos sin relación aparente. Ya desde el principio de su obra se puede observar en muchos de sus poemas una conciencia del lugar que ha de ocupar el poeta en el mundo. Así mismo la muerte ocupa un lugar prioritario entre sus preocupaciones. Su poesía busca que vida y muerte hagan sus vasos comunicantes, consiguiendo de este modo extrañas notas surreales. Poesía que presta atención a los pequeños detalles y a las cosas humildes, y que en muchas ocasiones se convierte en una denuncia de un mundo deshumanizado que trata de monetarizar las relaciones humanas. Para Ledo el poeta debe hacer de la transgresión íntima un emblema personal y “la creación poética se inicia en la frontera misteriosa donde las teorías terminan”.

IDENTIDADES

Víctor Hugo tenía la absoluta certeza de que Víctor Hugo era un pseudónimo de Dios

Y se consideraba propietario del cielo, de la tierra y del océano.

Rimbaud no sabía que era Rimbaud, por eso abandonó

Los viejos parapetos de Europa

Y se fue a vivir a África.

Byron sabía que era Byron

Tanto así que abandonó Inglaterra

Y sedujo a su propia hermana.

Walt Whitman siempre se pensó Walt Whitman.

Amaba a América y a los penes erectos de sus camaradas

Como si fueran futuros rascacielos.

Baudelaire vio en un espejo el abismo que se lo tragó.

Paul Claudel pensaba que era el suplente de Dios

Y se derramaba en caudalosos versos blancos

Para celebrar la belleza del universo.

Tristan Corbière, en el lecho de muerte,

Oyó el graznido de las gaviotas en la playa de su infancia

Y se convenció de ser él mismo Tristan Corbière.

La duda de ser Paul Valéry

Persiguió a Valéry la vida entera

Especialmente durante las mañanas, cuando buscaba su yo perdido

Entre los enigmáticos sueños de la noche.

La convicción de ser T. S. Eliot

Brotaba de T. S. Eliot apenas despertaba

Por esa razón sus impecables camisas blancas y el aire doctoral.

La sospecha de ser Rainer maria Rilke

Acudía a Rainer maria Rilke en sus días finales

Cuando, en la soledad del castillo de Muzot,

Extendía su mano para tomar una rosa.

Para ser Mallarmé, Mallarmé se escondía como un fauno en el bosque de la página en blanco

Y escuchaba el llamado de las sirenas

Mezclado con el silbato de los trenes de la estación de Saint-Lazare.

A Paul Varlaine no le interesaba ser o no Paul Verlaine.

Él sabía que en el otoño las hojas de los árboles son

Arrastradas por el viento.

Y esto es lo esencial.

Lo demás es literatura.

 

(Mormazo, 2011)

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POETAS 4. Wislawa Szymborska (IV) Hasta Aquí

Antes de su muerte acaecida el 1 de febrero de 2012, Wislawa Szymborska estaba preparando un libro que al final quedó inconcluso, con tan solo trece poemas, de los que se deja aquí una selección.  Consciente de que sería su último libro, y como una prolongación de su anterior libro titulado “aquí”, le había puesto el título de “Hasta aquí”. Los traductores Abel Murcia y Gerardo Beltrán han comentado que traducir a Wislawa Szymborska era dificilísimo precisamente por su aparente sencillez y claridad. “La selección léxica que hace Szymborska es de una exactitud farmacéutica, no hay nada casual, las palabras ocupan el lugar que ocupan porque otras palabras ocuparán a su alrededor también un lugar preciso, pero el lector nunca será plenamente consciente de ello, la lectura resultará “ligera” y, sin embargo, la preparación de esa sencillez lingüística tiene que haber significado un gran esfuerzo, esfuerzo que se traslada al traductor cuando se enfrenta a la obra de Szymborska». A falta de próximas entregas que completen la visión de su obra y de la oportuna reseña biográfica, remitimos a la necrológica publicada en esta misma Web con ocasión de su fallecimiento: https://apeiron.tupacalos.es/?p=440

 

MAPA

Plano como la mesa

Sobre la que se extiende.

Bajo él nada se mueve

Ni busca una salida.

Sobre él mi humano aliento

No crea remolinos de aire

Y deja en paz

Toda su superficie.

 

Sus llanuras y valles siempre son verdes,

Sus mesetas y montes, amarillos y ocres,

Y los mares y océanos de un azul amigable

En sus desgarradas orillas.

 

Aquí todo es pequeño, cercano y accesible.

Puedo con el filo de la uña aplastar los volcanes,

Acariciar los polos sin gruesos guantes;

Puedo con una mirada

Abarcar cualquier desierto

Junto a un río que está justo ahí al lado.

 

Las selvas están marcadas con algunos arbolitos

Entre los que sería difícil perderse.

 

Al este y al oeste,

Sobre y bajo el ecuador,

Un espacio sembrado de un silencio absoluto

Y en cada oscura semilla

Hay gente viviendo tan tranquila.

Fosas comunes y ruinas inesperadas,

De eso nada en esta imagen.

 

Las fronteras de los países son apenas visibles,

Como si dudaran si ser o no ser.

 

Me gustan los mapas porque mienten.

Porque no dejan paso a la cruda verdad.

Porque magnánimos y con humor bonachón

Me despliegan en la mesa un mundo

No de este mundo.

 

MAPA

Plaska jak stól,

Na którym polozona.

Nic sie pod nia nie rusza

I ujscia sobie nie szuka.

Nad nia – mój ludzki oddech

Nie tworzy wirów powietrza

I cala jej powierzchnie

Zostawia w spokoju.

 

Jej niziny, loliny zawsze sa zielone,

Wyzyny, gory, zolte i brazowe,

A morza, oceany to przyjazny blekit

Przy rozdzieranych brzegach.

 

Wszystko tu make, dostepne i bliskie.

Moge koncem pznokcia przyciskac wulkany,

Bieguny glaskac bez grubych rekawic,

Moge jednym spojrzeniem

Orgarnac kazda pustynie

Razen z obecna tuz tuz obok rzeka.

Puszcze sa oznaczone kilkoma drzewkami,

Miedzy ktorymi trudno by zabladzic.

 

Na wschodzie i zachodzie

Nad i pod równikiem –

Cisza jak makiem zasial,

A w kaidym czarnym ziarnku

Zyja sobie ludzie.

Groby masowe i nagle ruiny

To nie na tym obrazku.

 

Grnice krajów sa ledwie widoczne,

Jakby wahaly sie – czy byc czy nie byc.

 

Lubie mapy, bo klamia.

Bo nie daja dostepu napastliwej prawdzie.

Bo wielkodusznie, z poczciwym humorem

Rozposcieraja mi na stole swiat

Nie a tego swiata.

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POETAS 103. Philip Larkin (II). Las bodas de pentecostés

Phillip Arthur Larkin, (9 de agosto de 1922-2 de diciembre de 1985), comenzó a labrarse fama en Inglaterra como poeta –antes había ensayado alguna que otra novela-  a raíz de la publicación de su segundo libro de poemas, «Engaños», publicado en 1955. Le siguió «Las bodas de Pentecostés» (1964) y «Ventanas altas» (1974). Pasó su infancia y adolescencia en Coventry, tal como rememora en su poema «Recuerdo, Recuerdo», un lugar del que más bien abominaba, y del que no pudo decir que encontró sus raíces, con una irónica «magnífica familia a la que nunca acudió corriendo cuando estaba deprimido». Su padre llegó a ser tesorero de esta ciudad y se encargó de su primera educación leyéndole obras de Ezra Pound y T. S Eliot. Precisamente éstas fueron sus primeras influencias poéticas, a la que más tarde agregó el descubrimiento de Auden y, sobre todo, de Thomas Hardy. Si bien sus primeros poemas acusaron la influencia simbolista de Yeats, de la que se desprendió más tarde por la lectura más a ras de suelo que hiciera de Hardy. De estos primeros años datan la tartamudez que le acompañó a lo largo de su vida, así como su afición al jazz, llegándose a convertir en uno de los mayores especialistas de Inglaterra. Exento de ir al frente durante la segunda guerra mundial por su miopía, estudió en Oxford entre 1940 y 1943, y se graduó en Literatura Inglesa, llegando a trabar durante esta época una amistad duradera con el escritor Kingsley Amis. Poco después logró un puesto de bibliotecario en Wellington y se ganó fama de mujeriego al mantener durante un tiempo relación con dos mujeres, Ruth Bowman y Monica Jones. En 1950 entró a trabajar en la biblioteca de la Queen’s University de Belfast, donde permaneció durante cinco años, que resultaron bastante fructíferos para su escritura –aquí escribió casi en su totalidad «Engaños»-, debido en parte a una situación de extrañamiento y anonimato favorables, tal como deja constancia en su poema «La importancia de otro lugar», donde sugiere que la condición de extranjero abre la licencia para poder rechazar las costumbres y las instituciones del lugar, algo que está vedado para quien es nativo. En 1955 fue contratado como bibliotecario por la Universidad de Hull y ya no volvería a cambiar de empleo ni de ciudad. Como bibliotecario fue un empleado diligente que promovió la construcción de una nueva biblioteca y multiplicó ampliamente su dotación de libros. Hull supuso para Larkin la ciudad con la que por fin podía conciliarse, una ciudad perfecta en muchos aspectos, especialmente por «estar al límite de las cosas», «lejos de todo, de camino a ninguna parte». La soledad física y espiritual que le aportó Hull le permitió un aclaramiento consigo mismo cuyo fruto fue el siguiente libro, casi diez años después, «Las bodas de Pentecostés», con excelente acogida por parte de la crítica. Fue especialmente valorada su capacidad para reunir «el mundo de todos, el lugar donde, al final, encontramos nuestra felicidad, o jamás la encontramos», una capacidad para sintonizar con la trivialidad del hombre contemporáneo . Como ha escrito Damià Alou, «la belleza de los poemas de Larkin no reside en otra cosa que en la verdad de la experiencia relatada, en su manera de partir del detalle, de fijarlo, de precisarlo, y de saber pasar, a veces con un leve paso y a veces con una cabriola sintáctica, a una observación general acerca de la vida que nunca es desatinada, nunca deja indiferente». Larkin fue un escritor moroso que trabajaba mucho sus poemas, a veces durante años, por lo que su siguiente libro demoró su aparición una década más, llegó en 1974, «Ventanas altas», con un gran éxito de ventas. Su último poema importante, «Albada» fue publicado en el Times Litterrary Supplemente del 29 de noviembre de 1977 y versa sobre el terror de «la muerte infatigable (…) que borra todo pensamiento excepto cómo y dónde y cuándo moriré (…) un miedo concreto que ningún truco disipa». Murió de cáncer de esófago, en Hull, el 2 de diciembre de 1985. Su fama póstuma, cada vez más creciente, fue emborronada por la publicación en 1992 de sus cartas y de su biografía oficial escrita por Andrew Motion. Estos documentos desentierran a un Larkin obsesionado por la pornografía, que se manifestaba abierta y procazmente racista. En alguna ocasión Larkin llegó a escribir: «Encuentro el estado de la nación muy terrorífico. En diez años probablemente nos ocultemos bajo nuestras camas mientras grupos de negros roban todo lo que pueden». A pesar de su fama controvertida, Larkin fue elegido en 2003, en una encuesta hecha por la Poetry Book Society, como el poeta más querido de Gran Bretaña y en los paneles de los autobuses de la ciudad de Hull se puede leer todavía alguno de sus poemas.

La traducción de estos poemas se le debe a Damià Alou. De su labor como traductor de Larkin, ha comentado: «Nunca se prima el sentido sobre el sonido, ni viceversa, porque en el lenguaje humano ambas cosas no pueden separarse. Lo más importante en poesía es que oigamos  la voz del poeta como si fuera un buen doblaje: nunca será lo mismo, pero puede llegar a conmovernos o divertirnos igual. El lenguaje de Larkin nunca es chillón ni machacón, y a veces su rima es tan sutil que pasa desapercibida. Sin embargo, poemas como «Sapos» o «Egoísta es el hombre» la reclama a gritos para que nos llegue su efecto: la risa.» Se dejan en esta entrega una selección de poemas de su libro «Las Bodas de Pentecostés»

AL SOL DE PRESTATYN

Ven al sol de Prestatyn
decía riendo la chica del cartel,
arrodillada en la arena
y de ajustado y blanco satén.
Tras ella un cacho de costa
y un hotel con palmeras parecían
brotarle de los muslos y los brazos
extendidos para alzarle los pechos.

La pegaron un día de marzo.
Un par de semanas después era bizca
y le habían pintado unos colmillos;
le marcaron con saña enormes tetas
Y una raja en la entrepierna, y entre los muslos
le habían hecho unos garabatos
que la dejaban bien abierta de piernas
sobre una polla tuberosa y sus cojones

Con la firma de El Enano Thomas,
mientra que alguien había utilizado un cuchillo
o lo que fuera para apuñalarle
los labios con bigote de su sonrisa.
Era demasiado exquisita para esta vida.
Muy pronto, un gran desgarrón transversal
dejó solo una mano y un poco de azul.
Ahora hay un cartel de Lucha contra el cáncer.

SUNNY PRESTATYN

Come To Sunny Prestatyn
Laughed the girl on the poster,
Kneeling up on the sand
In tautened White satin
Behind her, a hunk of coast. A
Hotel with palms
Seemed to expand from her thighs and
Spread breast-lifting arms.

She was slapped up one day in March.
A couple of weeks, and her face
Was snaggle-toothed and boss-eyed;
Huge tits and a fissured crotch
Were scored well in, and the space
Between her legs held scrawls
That set her fairly astride
A tuberous cock and balls.

Autographed titch Thomas, While
Someone had used a Knife
Or something to stab right thorugh
the moustached lips of her smile.
She was too good for this life.
Very soon, a great transverse tear
Left only a hand and some blue.
Now Fight Cancer is there.

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POETAS 1. César Vallejo (III) Trilce

En 1922 y antes de marcharse a París en un viaje sin vuelta, Cesar Vallejo va a publicar «Trilce», su último libro editado en vida -el resto de su producción parisina quedaría inédita hasta la muerte del poeta-,  y tal vez el libro de poesía más libre y experimental de toda la poesía del siglo XX en lengua española. Aunque se han apuntado distintas versiones para explicar su sugerente título, -síntesis verbal de triste y dulce, por ejemplo-, el mismo vallejo confesaría a González de Ruano en una entrevista que «Trilce» no quería decir nada, «no encontraba, en mi afán, ninguna palabra con dignidad de título, y entonces la inventé: Trilce. ¿No es una palabra hermosa? Pues ya . no lo pensé más: Trilce». «Trilce» es un libro que está motivado por tres experiencias vitales de su último periodo en Perú: La muerte de su madre -que lo hundiría en una fuerte depresión-, la relación amorosa con Otilia Villanueva y su reclusión en prisión durante 112 días, entre 1920 y 1921, acusado injustamente de ser el instigador del incendio y saqueo de una casa de comerciantes en su pueblo natal. Aunque Vallejo huye para evitar la prisión, ocultándose en casa de unos amigos, finalmente es descubierto y conducido a un calabozo de Trujillo, de donde sólo saldrá en libertad provisional por la mediación de algunos intelectuales. El ambiente de prisión, las condiciones de su encierro, la monotonia carcelaria y su impronta en la vida anímica serán volcados en algunos de los poemas de este libro, que iba a ser encuadernado y publicado en la propia imprenta de la penitenciaría. En tres años que median entre «Los heraldos negros» y «Trilce», Vallejo ha dado un paso de gigante que no será comprendido por el público y la crítica en el momento de su publicación. Incorporando en su lenguaje formas de las vanguardias, Vallejo las va a dejar atrás explorando un territorio apenas entrevisto por ultraístas y futuristas, y lo va a hacer siempre transitando un camino personal que le lleva a reflejar su experiencia más íntima o vital de un modo directo; no buscando el alarde técnico o la innovación esteticista por sí misma, sino tratando de ser fiel a un material anímico o emocional al que la poesía no había sabido dar forma todavía, amordazada por las convenciones de la lógica y el lenguaje. La indiferencia con que se recibió su libro no fue obstáculo para que Vallejo fuera consciente de las cotas de libertad expresiva que había alcanzado, y así en una carta a Atenor Orrego se queja del vacío en que ha caído su libro y se hace responsable de él:. » Asumo toda la responsabilidad de su estética. . Hoy, y más que nunca quizás, siento gravitar sobre mí, una hasta ahora obligación sacratísima, de hombre y de artista, !la de ser libre! Si no he de ser hoy libre, no lo seré jamás. Siento que gana el arco de mi frente con su más imperativa curva de heroicidad. me doy en la forma más libre que puedo y ésta es mi mayor cosecha artística. !Dios sabe hasta dónde es cierta y verdadera mi libertad! Dios sabe hasta qué bordes espeluznantes me he asomado, colmado de miedo, temeroso de que todo se vaya a morir a fondo para que mi pobre ánima viva». La libertad con Vallejo ha compuesto los 77 poemas que integran «Trilce» deja la sensación de que no hay ninguna unidad tras la variedad de tonos y estructuras. Sin embargo  el nuevo lenguaje incorporado por Vallejo parece adaptarse como un guante a los temas que trata, ya sea la muerte, la ausencia de los seres queridos, o el trastorno del espacio y el tiempo sufrido en su cautividad. Vallejo amolda el material de la lengua a su antojo, pero para acomodar una realidad que es sumamente escurridiza, con un lenguaje paradójico que sabe atrapar mejor ese dominio extraño en que los muertos ya no son, o los vivos viven a veces como si fueran muertos. En este anómalo dominio de la realidad las metáforas no pueden aprestarse a la imagen fácil y cotidiana y las palabras buscan las raras asociaciones sugeridas por situaciones de desolación. La poesía de Vallejo, más que experimental, es experiencial. Es el hondo sentimiento suscitado por ciertas situaciones de desamparo lo que hace que sus palabras se impregnen de su energía, se estiren y den de sí mas que lo que  acostumbra el lenguaje ordinario. Así, si Vallejo se inventa nuevos vocablos no es por capricho verbal, sino porque las palabras de los diccionarios, de los códigos y las instituciones se le quedan pobres para expresar una realidad que es tremenda y que a la vez resulta cotidiana. De ahí que pese a esta inventiva de vocablos, busque la expresividad de la lengua hablada y coloquial porque es en este registro donde encuentra caja de resonancia toda la carga emocional que lleva dentro, apoyándose a menudo en vocablos quechuas, en americanismos y en palabras ya en desuso que designan los enseres de un mundo labriego y ganadero. Pero la anomalía de la voz de Vallejo no radica sólo en inventarse términos, sino también en el manejo libérrimo que hace de las categorías gramaticales, convirtiendo adverbios en adjetivos, verbalizando adverbios, sustantivando adjetivos, descordinando tiempos verbales. Y es que el estado de orfandad en que Vallejo se coloca sólo puede ser captado retorciendo la sintaxis y la gramática para dejar paso una nueva dimensión de espacio y tiempo en la que se inscribe una realidad poética más acorde con el sentir del poeta. Vallejo es también el poeta que mejor ha explorado la realidad de los números convirtiendo cada guarismo en un símbolo emocional de su mundo poético: «siempre asoma el guarismo bajo la línea de todo avatar». Ha descubierto que la realidad del cuerpo humano es numérica porque el hombre es un animal deseante que expresa sus potencias e impotencias en función de un número de órganos y miembros que le constituyen, una realidad contable y a la vez innumerable hecha de pelos y poros, de codos y arterias, de costillas y falanges. A la vez esta contable realidad corporal intersecciona con el mundo cotidiano que se puede computar en grados, en horas, en esquinas, en ángulos y flancos. A lo que hay que añadir además la dimensión emocional de los valores y sentimientos que hablan también en un lenguaje numérico, hecho de órdenes y líneas. Vallejo ha descubierto que la realidad natural y humana en la se afinca el hombre, sometida a mesura y medida, a pauta y regla, es desmesurada por esa otra realidad interior acuciada por el deseo y por el sentimiento de angustia y orfandad, por el anhelo de justicia y libertad que sólo es posible expresar en una dimensión cubista de la realidad, con un nuevo cuerpo humano resultante que adolece de miembros o que desearia multiplicarlos, o que se descoyuntan ante un mundo opresivo y lacerante. Pero más allá de estos hallazgos verbales que complican la lectura de «Trilce», pervive la voz honda de Vallejo, agravada  por un tono metafísico que nos hace sentir la profunda extrañeza de la existencia.

 

 

LXXV

Estáis muertos.

Qué extraña manera de estarse muertos. Quienquiera diría no lo estáis. Pero, en verdad, estáis muertos.

Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana que péndula del cenit al nadir, viene y va de crepúsculo a crepúsculo, vibrando ante la sonora caja de una herida que a vosotros no os duele. Os digo, pues la vida está en el espejo, y que vosotros sois el original, la muerte.

Mientras la onda va, mientras la onda viene, cuán impunemente se está uno muerto. Sólo cuando las aguas se quebrantan en los bordes enfrentados y se doblan y doblan, entonces os transfiguráis y creyendo morir, percibís la sexta cuerda que ya no es vuestra.

Estáis muertos, no habiendo antes vivido jamás. Quienquiera diría que, no siendo ahora, en otro tiempo fuísteis. Pero, en verdad, vosotros sois los cadáveres de una vida que nunca fue. Triste destino el no haber sido sino muertos siempre. El ser hoja seca sin haber sido verde jamás. Orfandad de orfandades.

Y sin embargo, los muertos no son, no pueden ser cadáveres de una vida que todavía no han vivido. Ellos murieron siempre de vida.

Estáis muertos.

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POETAS 102. Pablo Neruda (II) «Residencia en la tierra»

En 1927 Pablo Neruda es consciente de que la vida cultural de chile es demasiado provinciana y de que no podrá hacerse un nombre en la literatura sino es saliendo al extranjero donde, especialmente en París, residen los grandes poetas hispanoamericanos como Vicente Huidobro o César Vallejo. La popularidad obtenida con sus libros y la mediación de un amigo le consiguen un puesto diplomático como cónsul de Rangoon, y parte en barco desde Buenos Aires a Lisboa, recalando en Madrid para tomar un tren que le dejará en París, donde traba relación con César Vallejo. Finalmente un barco le lleva desde Marsella hasta su consulado de Rangoon. Su trabajo como cónsul consistía en timbrar y firmar documentos una vez cada tres meses, cuando arribaba un barco de Calcuta transportando té para chile. El resto del tiempo lo consume llevando una vida ociosa de callejeos por mercados y templos, incapaz de mezclarse con la rígida sociedad inglesa y sintiéndose un «forastero trasplantado a un mundo violento y extraño». Allí comienza a escribir los primeros poemas de «Residencia en la Tierra», y vive una turbulenta historia de amor y celos con una mujer birmana, Josie Bliss, que le inspiraría su poema «tango del viudo». En 1929 parte de Birmania para hacerse cargo de un consulado Ceilán; allí completa el primer volumen de «Residencia en la tierra» con grandes dificultades, debido en parte a la vida apartada que lleva, y en parte a que no logra adaptarse a una tierra que le resulta inhóspita y extraña. A partir de 1930 se hace cargo de dos consulados a la vez, el de Singapur y el de Batavia, en Java. En esta última ciudad conoce a María Antonieta Agenaar, una joven holandesa con sangre malaya, con la que se acaba casando y con la que regresará a Chile en 1932, donde va a publicar el libro que ha escrito durante su periplo por Oriente, «Residencia en la tierra». En 1933 es designado cónsul de Chile en Buenos Aires, donde arriba en el mes de agosto, coincidiendo con la llegada de Federico García Lorca, que en aquel momento estrenaba su obra de teatro «Bodas de sangre». Juntos dan una famosa conferencia al alimón en el Pen Club homenajeando a Rubén Darío y allí se origina una amistad que va a durar sin intermitencias hasta la muerte de Lorca. Nunca vio reunidos como en él –llegaría a escribir más tarde- la gracia y el genio. «Era el duende derrochador, la alegría centrífuga que recogía en su seno e irradiaba como un planeta la felicidad de vivir». En 1934 el ministerio diplomático de Chile le envía al consulado de Barcelona, consiguiendo rápidamente, por deseo expreso, un traslado a Madrid. En la capital de España renueva la amistad con Lorca y Alberti y enseguida entra a formar parte de la camada de poetas españoles de la generación del 27. Especial relación mantuvo con Miguel Hernández que llegó a vivir en su casa, para quien buscó una colocación y del que llegó a decir que no llegó a conocer «un fenómeno igual de vocación y de eléctrica sabiduría verbal». Es en Madrid donde Manuel Altolaguirre le encomienda la dirección de la mítica revista de poesía «Caballo verde», donde se publicarían durante cinco números los poemas más recientes de Miguel Hernández, Lorca, Cernuda, Aleixandre, Alberti y Guillen. El sexto número quedó en la imprenta sin compaginar ni coser, arrumbado por el estallido de la guerra civil española: debía aparecer el 19 de julio de 1936, «pero aquel día la calle se llenó de pólvora». Su toma de partido en la contienda en favor de la república iba a proscribirle del consulado en Madrid, arrastrándole hasta París en compañía de Rafael Alberti y María Teresa León.

UNIDAD

Hay algo denso, unido, sentado en el fondo,
repitiendo su número, su señal idéntica.
Cómo se nota que las piedras han tocado el tiempo,
en su fina materia hay olor a edad,
y el agua que trae el mar, de sal y sueño.

Me rodea una misma cosa, un solo movimiento:
el peso del mineral, la luz de la piel,
se pegan al sonido de la palabra noche:
la tinta del trigo, del marfil, del llanto,
las cosas de cuero, de madera, de lana,
envejecidas, desteñidas, uniformes,
se unen en torno a mí como paredes.

Trabajo sordamente, girando sobre mí mismo,
como el cuervo sobre la muerte, el cuervo de luto.
Pienso, aislado en lo extenso de las estaciones,
central, rodeado de geografía silenciosa:
una temperatura parcial cae del cielo,
un extremo imperio de confusas unidades
se reúne rodeándome.

(Santiago 1927/Residencia en la tierra I, 1933)

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