Categoría: Poemas de Tupa

Media hora

Silencio

Se hizo silencio en el cielo
como por media hora. (Apoc.8:1)
Y mi memoria comenzó a llenarse,
como en una historia ajena,
de felicidades inmerecidas,
de amores mal respondidos,
de recuerdos del desprecio
de lo extraño.
Ese relato es el del pregonado juicio,
todo pasa por la mente en un segundo,
en menos todavía,
porque ya no hay tiempo
yo me juzgo.
Aún me parece que hallaré
una voz que me defienda,
un detalle amoroso recordado...

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Invierno

Invierno

Devenir de las estaciones.
Un invierno será la última,
Las sombras de la tarde joven
anunciando la oscuridad
de largas noches.
De una sin amanecer.
Pero éste preciso solsticio
es de alegría: mañana
habrá más luz.

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Fatum

Fatum

Cruzó un nublo
el cielo de mi paisaje
y sentí su aliento frío,
en la espalda de mi alma.

Una suave tristeza,
leve, pero sentida sin fin,
tiñó de gris mi sonrisa
diciendo: Fatum, fatum, fatum.
Sin remedio: hagas lo que hagas
no servirá de nada,
tu hora ya está escrita.

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Vientos

Vientos

Levante en calma, verano.
Un poco de frescor.
Levante de verdad:
¡Cuidado al volver la esquina!
Las palmeras aplauden con rabia.
Aguas turbias y templadas.
Rociones en la escollera:
¡Que juguete el temporal!

Poniente, verano, calor.
Agua fría y clara.
Hay fuego en la sierra, ¡que dolor!
Mucho, mucho calor.

Norte de Enero.
Gafas de sol.
Mediodía delicioso.
Domingo de paseo,
terrazas con calor.
Haría falta un sombrero,
pero no se estila.
¡Qué tonta la costumbre
de comer a las dos!

Sureste en marzo:
Preocupación.
Los hombres están en la mar.
Este viento es el peor.
Cada año deja alguna casa
sin patrón.
Las mujeres a servir.
Y pensar.
¿Cómo estará Cabo Jubi?
O tan lejos no habrá maror.

Y así pasa el año
sin que pasen por aquí el Lebeche,
el garbí, el Xaloc,
el mistral, la Tramontana,
y otros más,
yo no los echo de menos
Pero sí al viento sin nombre.
Viento, viento.
!Qué amor!

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Viento

Viento

Me gusta el viento.
Me gusta el sol.
Si algo queda de mí
ponedlo en Tarifa, allí
donde combatan poniente
y levante
y mi sombra oscurezca
las piedras de la escollera
salpicadas de sal.
Que vea el mar.
Mi alma, ya más allá del tiempo,
os lo agradecerá
aunque no sepáis oírla.

Y no me digáis adiós,
que no me aparto de vosotros.

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Fatum, Destino, Karma

Fatum, destino, Karma

A veces el anuncio,
la última llamada,
es un estridente silencio.
Atruena la ausencia de razón,
no de pensamiento: de motivo,
de causa, de remedio.
Sólo el cumplimiento del fatum
demuestra que no hubo libertad.

¿Debo decir adiós ya, sin querer,
porque mi alma se desprende
de aquí, poco a poco,
dejando una carcasa que respira?

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Verdad inalcanzable

Verdad inalcanzable

En esta suave ceremonia de la confusión
es la ilusión
que cada paso hacia la frontera
nos da una oportunidad de elegir.
Podemos escoger
ser humildes o soberbios,
alegres o tristes, amables o iracundos.
Y creer que el mérito está, sarcasmo,
en la elección correcta:
en el hallazgo
de la verdad inalcanzable.

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Mi conciencia

Mi conciencia

¿No cansa mi queja?
Mis pecados suben a la luz
como aceite en agua
¿Pero es que pude obrar de otro modo?
Mi conciencia grita, pero:
¿Quién ha forjado mi conciencia?

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Docemil amados

Doce mil amados

El Aline zarpaba cada día a las 6.
Hacia el paraíso.
O yo me lo imaginaba:
en el otro lado de la frontera
está el Paraíso.
¿Cómo no soñar
con su suma de bienes?
Cómo no detenerme a pensar,
al borde del muelle,
que mi puesto estaba allí.
Allí pero inalcanzable.

Y cómo no unir
mis fantasías tempranas,
estando en aquella frontera,
con la conciencia presente
de la realidad del límite.
De mí límite.
Pequeño era entonces
y más pequeño soy ahora,
y al otro lado de la frontera
sigue estando el paraíso:
todo hecho.
Todo deseo evaporado
al calor del amor perfecto.
Pero mis deseos, añoranza
de todo lo amado, hambre
de presencias,
de todas las presencias que ya no son,
esa angustia, negrura de las ausencias
ese dolor no se calma
al pasar una frontera:
¡Qué interesante será encontrarse allí,
guiado por Sócrates, con Parménides!

Pero no me imagino esa escena:
Poseída la sabiduría, es el amor
quién pide satisfacción.
Y esa está mucho más allá
que el estado en acto perfecto.

Y veo a doce mil amados
vestidos de blanco deslumbrante
esperándome sin tiempo.
Disfrutando de mi llegada.
De mi estar presente.
De mi pasado.
De mi futuro.
De mi segura compañía.
El segundero de su reloj
marcando siempre,
delante o atrás,
el segundo deseado,
mientras yo espero
cerca del abismo,
en el reino de los relojes,
que se abra mi frontera.

El Aline ya no zarpa a las 6,
y yo no necesito un barco.

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Sin querer

Sin Querer

Tan cerrada parecía la Amazonía,
tan oscura,
que hasta los exploradores
que habían luchado por llegar hasta allí
se detenían sólo con ver la frontera.

Nosotros nacemos en la frontera,
sin querer. Pero no la vemos,
no la miramos,
y cuando se nos muestra,
sin querer, apartamos la vista:
Nos sospechamos inmortales.
Los muertos que vivimos,
sin querer, los olvidamos.
No vinimos, nos pusieron
y cubrieron con un velo
el reloj que marca nuestra hora.
Hasta que sentimos, sin querer
la inevitable llamada próxima
que nos lleva, enmudecidos,
a hundirnos en la selva: sin querer.

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