Cuentos largos

Cuentos 2
 

(Especialmente dedicado a Thel)

 

Ahora publico el cuarto cuento de la serie niños-adolescentes. Es largo. Lo preparo después de haber leído “Bisonte”, de P. hablador, que es sumamente breve. La brevedad es una virtud que predicaba Gracián, pero que no debía aplicarse a lo bueno. Pocas veces he sentido pena de que acabara el relato que leía, pero la he sentido. Me gustan las buenas novelas kilométricas. Me dejan con hambre los buenos cuentos largos. Son como estar en compañía de un amigo viviendo momentos intensos, o reviviéndolos. Los relatos demasiado breves me dejan la sensación de una estafa: el autor no quiere trabajar más, quiere que yo ponga de mi parte toda la enjundia, cuando lo que yo quiero es que me lleven a lugares desconocidos, a otro tiempo y otro espacio, que sólo son posibles en la mente de otro. Y coleccionar esas impresiones que comparten conmigo.

 

La anécdota, la pequeña historia que se relata es lo menos importante. Si en el XIX  y principios del XX estuvo de moda la literatura descriptiva, que retrataba lo social como denuncia o lo puramente físico como un ejercicio académico. Ahora dicen que se lleva “la idea” como fundamento, pero creo que si lo que el lector busca es captar una idea no debe leer ficción, debe leer idearios, ensayos que contengan ideas. La ficción, que durante mucho tiempo yo mismo he considerado “de segunda”, me parece ahora otra forma de lenguaje. Alessandro Baricco dice que cuando alguien tiene algo que decir y no sabe como, escribe una historia.

 

La ficción contiene el paisaje interior del autor y sus personajes. Si el autor es alguien de quien deseamos conocer más la lectura de sus textos puede ayudarnos a formar una idea, hecho atractivo, pero no debemos creer que hemos conquistado lo más profundo de su ser. Los autores son personas complejas de las que sólo conocemos lo que se relata.

 

Otro tema es lo mal escrito. La mala literatura si es extensa es insoportable. Rebelémonos contra los malos libros y los malos relatos devolviéndolos sin acabar a la estantería o al cajón del papel reciclado. Y no importa si el relato es mío. Pido perdón por haber escrito lo que no ha gustado, y ruego a los que son amigos de verdad que me lo digan, porque sólo contando con la imagen refleja del error puede intentarse corregirlo.

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