A un paseante

Invierno

Que profunda soledad la de aquel
que busca compañía y no la halla.
Primero recorre la ciudad despacio.
Él se dice que pasea. Pero espera.

No es la hora.
Está esperando a su amigo,
que apenas lo es.

Luego se sienta en un banco público
y piensa. Ve pasar los pensamientos.
¿Qué piensa?
Tal vez una música recordada.
Quizás el ritmo de su respiración.

Pobrecito paseante, espera en un lugar
en el que no ha quedado con nadie,
e inventa vidas para quienes pasan.

No es la hora.
Está esperando a su amigo,
que apenas lo es.

La tarde cae, un viento frío arrastra
papeles abandonados que
podrían contener un poema.
Los persigue con la mirada,
lo escrito en ellos sólo puede ser triste,
arrugados y sucios, están viejos para la poesía.

Cree que puede escribir los versos más tristes,
pero ya están escritos.
Y el paseante escribe otro poema.

Se lo dedica a su amigo,
pero a esta hora ya no es.

Ahora vuelve a su castillo gris
huyendo de la soledad del frío.
Seguramente entonces sabe qué es traición.

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