Ápeiron

La nota pura

La nota pura
 

Natalia estudió música. ¡Qué envidia! Debo preguntarle por la nota pura.

Somos como instrumentos. Nuestro pensamiento es nuestra voz: lleno de matices armónicos a veces indeseables.

Meditación Zen: si fuéramos capaces de concentrar nuestra atención en un solo objeto durante 10 segundos nos convertiríamos en el objeto. Los accidentes serían los mismos, lo que otro observador vería de nosotros no habría cambiado, pero nuestra sustancia sería la del objeto meditado. O, tal vez, el objeto se habría convertido en nosotros. Eso es Posesión, pertenencia absoluta.

La nota pura iguala a todos los sonidos, les resta el timbre. El silencio de nuestro pensamiento es nuestra nota pura. No hay pensamiento sin eco, sin armónicos, sin el sonido de otros, sin disquisición. Sólo tras la muerte el silencio es dueño. Un pensamiento puro y único. Una vivencia absoluta que funde espacio y tiempo en un todo incomprensible desde un mundo ruidoso.

Pero amamos lo diverso, distinguir los timbres, aquello que nos diferencia de los demás. Más aún, creamos un pequeño mundo que asume toda la importancia y nos hundimos en él. El ruido reina. El ruido es lo único importante. Más: es lo único. Nuestra nota pura se pierde.

Ser es silencio, acto. El cambio ruido. Pero teorizamos la importancia de la variación de la variación. No nos hacemos uno con el objeto, resaltamos la diferencia; asumimos la otredad como raíz de la individualidad. El Yo es lo más importante: un Yo construido de ruidos, de diferencias.Y, al fin, el silencio inevitable. No mata la velocidad sino la aceleración.

Salir de la versión móvil