Pedir perdón

Pedir perdón

Es inmensamente delicada el alma del amado.
Está llena de secretos inmediatos, sutiles, efímeros,
tan sensibles que un tono de la voz o
la interpretación equivocada de un gesto,
pueden destruir el tierno edificio
de la sincronía perfecta.

Ya se sabe: el viento estremece a la flor,
pero no imagina haber llegado a la frontera
que el amado no desea traspasar, y, transgresor,
al amante desafortunado sólo le queda dolor.

Busca en su desconcierto un por qué, esfuerzo inútil.
El secreto sigue recóndito cambiante y pequeño,
no valdrá hundirse en los silencios y las palabras,
buscando mantener el encanto del momento,
que ya no es, ni volverá.

Sólo queda pedir perdón por no entender
Y, sin decir, esperar que el destino vuelva
a tejer otro momento ideal, para hacer sentir amor.

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