POETAS 44. Fina de Calderón

«Nacida en Madrid en 1927 y recientemente fallecida -enero 2010- , Josefina de Attard y Tello comenzó a escribir poesía en Francia, donde terminó su carrera de violinista. Con sólo 11 años, sus poemas fueron elegidos por la escritora Colette para ser interpretados en la Comedia Francesa. Amiga de Jean Cocteau, llegó a actuar en la mítica sala Pléyel de Paris en un cuarteto de cuerda apadrinado por Pau Casals.

Convertida en Fina de Calderón para el mundo de las letras, entre sus obras hay piezas teatrales como ‘Fuego, grito, luna’, poemarios como ‘La cicatriz de arena’, ballets como ‘Cancela’ y ‘El Greco’ y canciones de éxitos como ‘Caracola’. Compuso otros temas como ‘Pouvoir’ y ‘Nous de París’ que cantaron dos gigantes de la ‘chanson’, Édith Piaf y Maurice Chevalier. Tenía previsto presentar en breve su último trabajo, un poemario titulado ‘Toledario’.

En su larga trayectoria trabó amistad con muchas de las figuras clave de la cultura española del siglo XX, y llegó a conocer en sus años mozos a Federico García Lorca y a Gregorio Marañón. Trató a Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti, Gerardo Diego, Antonio Buero Vallejo o Joaquín Turina. Creadora en los ochenta, con el apoyo de Enrique Tierno Galván, de ‘Los miércoles de poesía’ impartió conferencias por países de medio mundo. (Necrológica extraída del «Norte de Castilla»)»

 

SUBIR A TI

Subir a Tí, Señor, ¿Por qué escalera,
con que impulso, Señor, y con qué salto

llegar de lo más bajo a lo más alto

allí donde tu amor, paciente, espera?

 

Subir ¿Por qué terraza, qué ladera,

por qué cima alcanzar tu azul cobalto

y sentir el divino sobresalto

sin el temor de que tu luz me hiera?

 

Mas si vieras mi lucha y mi impotencia

por acercarme al borde de tu trono

para que al fin tu amor me arebatara,

 

si vieras que en el salto mi carencia

 me condenara a simas de abandono,

¿No serías, Señor, Tú el que bajara?

 

*****

 

PASILLOS

Por los pasillos subterráneos se cruzan
nuestros antepasados cuya sangre, aún mezclada,

podemos reconocer por sus rasgos o gestos inequívocos.

La frente del abuelo paterno muerto joven,

los rizos de la hermosa bisabuela,

el ademán del tío solterón y alegre

que venía por casa con los bolsillos llenos

y como un globo sin aire el corazón.

Gusto y disgusto de lo identificable.

Y por esos pasillos recónditos y oscuros nos saludamos,

a veces corteses, otras curiosos e irónicos:

«Hola, adios. ¿Qué tal te van las cosas?

 

Los testamos pobres, pero la herencia rica.

 

*****

 

DISCOTECA

En el techo de laca negra

intermitentes,

danzan luces locas

los focos alternan verde, naranja

oro, rojo, azul.

Y hay en el techo una lámpara-peonza

que acaba en punta como un pezón.

Todos los espejos, gira, gira, gira

y nos invita al ritmo.

En el suelo, rombos, aros,

cercos de tonos carnavalescos.

 

Yo… ¿qué hago aquí?

 

 

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