POETAS 50. Jorge Luis Borges I (Personas)

 Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 – Ginebra, 14 de junio de 1986). Escritor de ensayos breves, cuentos y poemas. Para Borges, el valor de la poesía reside en la emoción: «Uno escribe no sólo por medio de las palabras, sino a pesar de las palabras» A diferencia de otros poetas, Borges no concibía la poesía ni como un juego verbal (Gerardo Diego), ni como un producto de la inteligencia (E. A. Poe). Coincidía con Stevenson en que la cualidad principal que debía poseer un escritor era la cualidad ética. Resumía esta ética en la lealtad hacia lo que uno se ha propuesto. De todos los poemas que había escrito, su preferido era el titulado «Límites» que «corresponde con una experiencia que todo el mundo ha tenido y que quizás algunos poetas no la hayan expresado: el hecho de que cuando uno llega a cierta edad ejecuta muchos actos por última vez» En 1955 tienen lugar dos de los hechos más significativos de su biografia. Es el año en que es nombrado director de la Biblioteca Nacional, y el año en que se queda ciego. Inspirado, probablemente, por esta experiencia, escribe «límites» -publicado aquí en la anterior entrega-. «Ya era un hombre viejo, dice Borges, y mirando la biblioteca pensé: cuántos libros hay aquí que he leído y no volveré a leer». Se convierte entonces en el centro de un orbe de casi un millón de libros de los que apenas logra descifrar los lomos y las carátulas. No obstante, es a partir de este momento cuando se dedica con intensidad a escribir poesía y aprender lenguas extranjeras. «Ser ciego tiene sus ventajas. Yo le debo a la sombra algunos dones: le debo el anglosajón, mi escaso conocimiento del islandés, el goce de tantas líneas, de tantos versos, de tantos poemas». Su editor le propuso, entonces, publicar un libro si le entregaba 30 poemas por años: «Treinta poemas significan una disciplina, sobre todo cuando tienes que dictar cada línea; pero, al mismo tiempo, la suficiente libertad, ya que es imposible que en un año no le ocurran a uno treinta ocasiones de poesía». «Todo lo que he escrito, resumió Borges en una entrevista, se refiere a esas dos perplejidades que son la misma, la del tiempo y la de la identidad personal, la realidad del yo». Respecto a aquella primera perplejidad, en alguna ocasión Borges confesó haber tenido dos veces la experiencia de vivir fuera del tiempo. En Palermo y en los puentes de la Constitución… «Una mujer me había dejado… -refiere en una entrevista-. Y de golpe estaba pensando en eso, y de pronto me vi así, en tercera persona, y sentí: «qué puede importarme lo que le pasa a Borges, si yo soy Otra cosa; lo que me ha pasado es meramente circunstancial». Ahora, yo no sé cuánto «tiempo» duró ese estado; pero yo me sentí, no sé si feliz, como sereno, como arrebatado así de todo. Y he tratado de decirlo, una vez en un poema y otra vez en prosa, pero no sé si he logrado comunicar esa sensación».

*****

CAMDEN, 1892

El olor del café y de los periódicos.
El domingo y su tedio. La mañana
y en la entrevista página esa vana
publicación de versos alegóricos
de un colega feliz. El hombre viejo
está postrado y blanco en su decente
habitación de pobre. Ociosamente
mira su cara en el cansado espejo.
Piensa, ya sin asombro, que esa cara
es él. La distraída mano toca
la turbia barba y la saqueada boca.
No está lejos el fin. Su voz declara:
Casi no soy, pero mis versos ritman
la vida y su esplendor. Yo fui Walt Whitman.

*****

EMANUEL SWEDENBORG

Más alto que los otros, caminaba
aquel hombre lejano entre los hombres;
apenas si llamaba por sus nombres
secretos a los ángeles. Miraba
lo que no ven los ojos terrenales:
la ardiente geometría, el cristalino
edificio de Dios y el remolino
sórdido de los goces infernales.
Sabía que la Gloria y el Averno
en tu alma están y sus mitologías;
sabía, como el griego, que los días
del tiempo son espejos del Eterno.
En árido latín fue registrando
últimas cosas sin por qué ni cuándo.

*****

PARÍS, 1856

La larga postración lo ha acostumbrado
a anticipar la muerte. Le daría
miedo salir al clamoroso día
y andar entre los hombres. Derribado,
Enrique Heine piensa en aquel río,
el tiempo, que lo aleja lentamente
de esa larga penumbra y del doliente
destino de ser hombre y ser judío.
Piensa en las delicadas melodías
cuyo instrumento fue, pero bien sabe
que el trino no es del árbol ni del ave
sino del tiempo y de sus vagos días.
No han de salvarte, no, tus ruiseñores,
tus noches de oro y tus cantadas flores.

*****

EMERSON

Ese alto caballero americano
cierra el volumen de Montaigne y sale
en busca de otro goce que no vale
menos, la tarde que ya exalta el llano.
Hacia el hondo poniente y su declive,
hacia el confín que ese poniente dora,
camina por los campos como ahora
por la memoria de quien esto escribe.
Piensa: leí los libros esenciales
y otros compuse que el oscuro olvido
no ha de borrar. Un dios me ha concedido
lo que es dado saber a los mortales.
Por todo el continente anda mi nombre;
no he vivido. Quisiera ser otro hombre.

*****

HERÁCLITO

El segundo crepúsculo.
La noche que se ahonda en el sueño.
La purificación y el olvido
El primer crepúsculo.
La mañana que ha sido el alba.
El día que fue la mañana.
El día numeroso que será la tarde gastada.
El segundo crepúsculo.
Ese otro hábito del tiempo, la noche.
La purificación y el olvido.
El primer crepúsculo…
El alba sigilosa y en el alba
la zozobra del griego.
¿Qué trama es ésta
del será, del es y del fue?
¿Qué río es éste cuya fuente es inconcebible?
¿Qué rió es éste
que arrastra mitologías y espadas?
Es nútil que duerma.
Corre en el sueño, en el desierto, en un sótano.
El río me arreba y soy ese río.
De una materia deleznable fui hecho, de misterioso tiempo.
Acaso el manantial está en mí.
Acaso de mi sombra
surgen, fatales e ilusorios, los días.

*****

JAMES JOYCE

En un día del hombre están los días
del tiempo, desde aquel inconcebible
día inicial del tiempo, en que un terrible
Dios prefijó los días y agonías
hasta aquel otro en que el ubicuo río
del tiempo terrenal torne a su fuente,
que es lo Eterno, y se apague en el presente,
el futuro, el ayer, lo que ahora es mío.
Entre el alba y la noche está la historia
universal: Desde la noche veo
a mis pies los caminos del hebreo,
Cartago aniquilada, Infierno y Gloria.
Dame, Señor, coraje y alegría
para escalar la cumbre de este día.

*****

BLAKE

¿Dónde estará la rosa que en tu mano
prodiga, sin saberlo, íntimos dones?
No en el color, porque la flor es ciega,
ni en la dulce fragancia inagotable,
ni en el peso de un pétalo. Esas cosas
son unos pocos y perdidos ecos.
la rosa verdadera está muy lejos.
Puede ser un pilar o una batalla
o un firmamento de ángeles o un mundo
infinito, secreto y necesario,
o el júbilo de un dios que no veremos
o un planeta de plata en otro cielo
o un terrible arquetipo que no tiene
la forma de la rosa.

*****

SPINOZA

Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales
y la tarde que muere es miedo y frío.
(Las tardes a las tardes son iguales.)

Las manos y el espacio de jacinto
que palidece en el confín del Ghetto
casi no existen para el hombre quieto
que está soñando un claro laberinto.

No lo turba la fama, ese reflejo
de sueños en el sueño de otro espejo,
ni el temeroso amor de las doncellas.

Libre de la metáfora y del mito
labra un arduo cristal: el infinito
mapa de Aquel que es todas Sus estrellas.

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Una respuesta a “ POETAS 50. Jorge Luis Borges I (Personas) ”

  1. Borges… Maravilloso y sublime… cada verso un universo…

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