POETAS 80. Jaime Gil de Biedma (I)

Nació en Barcelona en 1929 en el seno de una familia burgesa. Estudió derecho en Barcelona y se licenció en la Universidad de Salamanca. Ya desde joven es introducido por su padre en el mundo empresarial a través de la Compañía de Tabacos de Filipinas, a la cuál dedicará toda su vida profesional. A pesar del ambiente burgués en el que es educado, y que dejará posteriormente impronta en su poesía, su vida se va a repartir entre los ambientes marxístas, los grupos de amigos poetas catalalanes y sus relaciones homosexuales. En 1953 parte hacia Oxford, donde conoce de primera mano a los poetas ingleses que tanto influirán en su obra posterior, como Auden o Eliot. A partir de la publicación de «Poemas postumos«, en el año 1968, Gil de Biedma deja practicamente de escribir, dedicándose únicamente a recomponer el orden de su obra y  a incorporar los escasos poemas que se le van ocurriendo en un corpus poético al que pondrá por nombre «Las personas del verbo«. A partir de entonces Biedma irá abandonando la vida literaria, y hasta su muerte, que se produce en enero de 1990, sólo romperá su silencio con la publicación de poemas inéditos en alguna revista y la exhumación de un libro de memorias titulado «Diario de un artista seriamente enfermo«. 

IDILIO EN EL CAFE

Ahora me pregunto si es que toda la vida
hemos estado aquí. Pongo, ahora mismo,
la mano ante los ojos -qué latido
de la sangre en los párpados- y el vello
inmenso se confunde, silencioso,
a la mirada. Pesan las pestañas.

No sé bien de qué hablo. ¿Quiénes son,
rostros vagos nadando como en un agua pálida,
éstos aquí sentados, con nosotros vivientes?
La tarde nos empuja a ciertos bares
o entre cansados hombres en pijama.

Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio
arriba, más arriba, mucho más que las luces
que iluminan a ráfagas tus ojos agrandados.
Queda también silencio entre nosotros,
silencio
               y este beso igual que un largo túnel.

*****

EL ARQUITRABE
                                 Andamios para las ideas

Uno vive entre gente pomposas. Hay quien habla
del arquitrabe y sus problemas
lo mismo que si fuera primo suyo
-muy cercano, además.

Pues bien, parece ser que el arquitrabe
está en peligro grave. Nadie sabe
muy bien por qué es así, pero lo dicen.
Hay quien viene diciéndolo desde hace veinte años.

Hay quien habla, también, del enemigo:
inaprensible seres
están en todas partes, se insinúan
igual que el polvo en las habitaciones.

Y hay quien levanta andamios
para que no se caiga gente atenta.
(Curioso, que en inglés scaffold signifique
a la vez andamio y cadalso.)

Uno sale a la calle
y besa a una muchacha o compra un libro,
se pasea, feliz. Y le fulminan:
Pero cómo se atreve?
                                                                
!El arquitrabe…!

*****

VALS DEL ANIVERSARIO

Nada hay tan dulce como una habitación
para dos, cuando ya no nos queremos demasiado,
fuera de la ciudad, en un hotel tranquilo,
y parejas dudosas y algún niño con ganglios,

si no es esta ligera sensación
de irrealidad. Algo como el verano
en casa de mis padres, hace tiempo,
como viajes en tren por la noche. Te llamo

para decir que no te digo nada
que tu ya no conozcas, o si acaso
para besarte vagamente
los mismos labios.

Has dejado el balcón.
Ha oscurecido el cuarto
mientras que nos miramos tiernamente, incómodos
de no sentir el peso de tres años.

Todo es igual, parece
que no fue ayer. Y este sabor nostálgico,
que los silencios ponen en la boca,
posiblemente induce a equivocarnos

en nuestros sentimientos. Pero no
sin alguna reserva, porque por debajo
algo tira más fuerte y es (para decirlo
quizá de un modo menos inexacto)
difícil recordar que nos queremos,
si no es con cierta imprecisión, y el sábado,
que es hoy, queda tan cerca
de ayer a última hora y de pasado

mañana
por la mañana…

*****

LUNES

Pero después de todo, no sabemos
si las cosas no son mejor así,
escasas a propósito… Quizá,
quizá tienen razón los días laborables.

Tú y yo en este lugar, en esta zona
de luz apenas, entre la oficina
y la noche que viene, no sabemos.
o quizá, simplemente, estamos fatigados.

*****

EN EL NOMBRE DE HOY

En el nombre de hoy, veinteséis
de abril y mil novecientos
cincuenta y nueve, domingo
de nubes con sol, a las tres
-según sentencia del tiempo-
de la tarde en que doy principio
a este ejercicio en pronombre primero
del singular, indicativo.

y asimismo en el nombre del pájaro
y de la espuma del almendro,
del mundo, en fin, que habitamos,
voy a deciros lo que entiendo.
Pero antes de ir adelante
desde esta página quiero
enviar un saludo a mis padres,
que no me estarán leyendo.

Para ti, que no te nombro,
amor mío -y ahora hablo enserio-,
para ti, sol de los días
y noches, maravilloso
gran premio de mi vida,
de toda la vida, qué puedo
decir, ni qué quieres que escriba
a la puerta de estos versos?

Finalmente a los amigos,
compañeros de viaje,
y sobre todos ellos
a vosotros, Carlos, Ángel,
Alfonso y Pepe, Gabriel
y gabriel, Pepe (Caballero)
y a mi sobrino Miguel,
Joseagustín y Blas de Otero,

a vosotros pecadores
como yo, que me avergüenzo
de los palos que no me han dado,
señoritos de nacimiento
por mala conciencia escritores
de poesía social,
dedico también un recuerdo,
y a la afición en general.

*****

AUNQUE SEA UN INSTANTE

Aunque sea un instante deseamos
descansar. Soñamos con dejarnos.
No sé, pero en cualquier lugar
con tal de que la vida deponga sus espinas.

Un instante, tal vez. Y nos volvemos
antes, hacia el pasado engañoso carrándose
sobre el mismo temor actua, que día a día
entonces también conocimos.
                                                                               Se olvida
pronto, se olvida el sudor tantas noches,
la nerviosa ansiedad que amarga el mejor logro
llevándonos a él de antemano rendidos
sin más que ese vacío de llegar,
la indiferencia extraña de lo que ya está hecho.

Así que a cada vez que este temor,
el eterno temor que tiene nuestro rostro
nos asalta, gritamos invocando el pasado
-invocando un pasado que jamás existió-

para creer al menos que de verdad vivimos
y que la vida es más que esta pausa inmensa,
vertiginosa,
cuando la propia vocación, aquello
sobre lo cual fundamos un día nuestro ser,
el nombre que le dimos a nuestra dignidad
vemos que no era más
que un desolador deseo de esconderse.

*****

NOCHE DE MES DE JUNIO
                                                          
a Luis Cernuda

Alguna vez recuerdo
ciertas noches de junio de aquel año,
casi borrosas, de mi adolescencia
(era en mil novecientos me parece
cuarenta y nueve)
                                porque en ese mes
sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña
lo mismo que el calor que empezaba,
                                                                    nada más
que la especial sonoridad delaire
y una disposición vagamente afectiva.

Eran las noches incurables
                                                   y la calentura.
Las altas horas de estudiante solo
y el libro intempestivo
junto al balcón abierto de par en par (la calle
recien regada desaprecía
abajo, entre el follaje iluminado)
sin un alma que llevar a la boca.

Cuántas veces me acuerdo
de vosotras, lejanas
noches del mes de junio, cuántas veces
me saltaron las lágrimas, las lágrimas
por ser más que un hombre, cuánto quise
morir
            o soñé con venderme al diablo,
que nunca me escuchó.
                                           Pero también
la vida nos sujeta porque precisamente
no es como la esperábamos.

*****

AMPLIACIÓN DE ESTUDIOS

En la vieja ciudad
llena de niños góticos, en donde diminutas
confiterias peregrinas
ejercen el oficio de placer furtivo
y se bebe cerveza en lugares sagrados
por el uso del tiempo, aunque quizá es más dulce
pasearse a lo largo del río,

allí precisamente viví los meses últimos
en mi vida de joven sin trabajo
y con algún dinero.
                                    Puede que un día cuente
quel lait pur, que de soins y cuantos sacrificios
me han hecho hijo dos veces de uns padres propicios.

Pero ésa es otra historia,
                                              voy a hablaros
del producto acabado,
o sea: yo,
tal y como he sido en aquel tiempo.

¿os ha ocurrido a veces
-de noche sobre todo-, cuando consideráis
vuestro estado y pensáis en momentos vividos,
sobresaltaros de lo poco que importan?
Las equivocaciones, y lo mismo los aciertos,
y las vacilaciones en las horas de insomnio
no carecen de un cierto interés retrospectivo
tal vez sentimental,
                                    pero la acción,
el verdadero argumento de la historia,
uno cae en la cuenta de que fue muy distinto.

Así de aquellos meses,
que viví en una crisis de expectación heroica,
me queda sobre todo la conciencia
de una pequeña falsificación.
y si recuerdo ahora,

en las mañanas de cristales lívidos,
justamente después de que la niebla
rezagada empezaba a ceder
                                                    cuando las nubes
iban quedándose hacia el valle,
junto a la vía férrea,
y el gorgoteo de la alcantarilla
despertaba los pájaros en el jardín,
y yo me asomaba para ver a lo lejos
la ciudad, sintiendo todavía
la irritación y el frío de la noche
gastada en no dormir,
                                         si ahora recuerdo
esa efusión imprevista, esa imperiosa
revelación de otro sentido posible, más profundo
que la injusticia o el dolor, esa tranquilidad
de absolución, que yo sentía entonces,
¿no eran sencillamente la gratificación furtiva
del burguesito en rebeldía
que ya sueña con verse
tel qu’en Lui-même enfin l’éternité le change?

*****

AUDEN’S AT LAST THE SECRET IS OUT
                                                                               (en romance)

Como siempre ha de ocurrir
ya está sabido el misterio
y maduro, para dicho,
el cuentecillo indiscreto:
en los Cafés de la plaza
las lenguas lo están corriendo.
-Que la cabra tira al monte
y nunca hay humo sin fuego.

Tras el muerto en el estanque,
tras el fantasma en el huerto,
tras la señora que baila
y el hombre que bebe obseso,
tras la expresión de fatiga,
la jaqueca y el lamento,
existe siempre otra historia
que no es jamás la que vemos.

Tras la clara voz que ocultan
las tapias del monasterio,
tras los carteles del cine,
tras el olor de los setos,
tras las partidas de naipe,
la tos, las manos, el beso,
hay siempre una clave privada,
hay siempre un secreto perverso.      

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