POETAS 92 T. S. Eliot II (Tierra Baldía)

Hacia 1921 T. S. Eliot tiene ya escrito ya gran parte del material que integrará «Tierra Baldía», pero una crisis nerviosa le aparta de la escritura y le obliga a viajar a Lausanne en busca de una cura psicoanalítica. Del largo poema que al final publicará en 1922 bajo la tutela y supervisión de Ezra Pound, llegará a decir: «Para mí, fue sólo el desahogo de un agravio, personal y totalmente insignificante, contra la vida: es sólo un trozo de refunfuñamiento rítmico». El poema se convirtió pronto en el símbolo de una época de desintegración, aplicando mitologías y formas heredadas del pasado para restructurar el presente, tal como su amigo James Joyce trataba de lograr con la reciente publicación del «Ulises»: se toma las formas clásicas para ordenar lo contemporáneo. Para su publicación, le fue sugerido al poeta que añadiera notas explicativas que luego han acompañado al libro siempre que ha sido publicado. Esas notas -que aquí se omiten por su prolijidad- permiten rastrear las abundantes referencias a ceremonias de fertilidad y la remisión constante al simbolismo del Santo Grial. También se puede atisbar al Rey-Pescador como figura central, protector del santo grial en las leyendas artúricas,  personaje que queda estéril al ser herido en la ingle, y que va transmitiendo su esterilidad a todo su reino. La única manera que tiene el rey de evitar que su tierra se vuelva para siempre baldía es conquistar la lanza y el cáliz o grial.  Con esta figura del Rey-Pescador, también reconvertido durante otros pasajes en Tiresías -el profeta ciego y andrógino-, se rescata el mito de la caída y retorno de la vida con las estaciones, filtrado a través de los mitos órficos y retomado en la edad media con el tema de la crucifixión. La traducción del poema es de José María Valverde, que en más de una ocasión se mostró crítico con el hermetismo de este célebre poema. Se reproduce a continuación parte de sus objeciones. » Se ha dicho que el secreto de la comprensión de «La tierra baldía» estaría en tomar todo el haz de imágenes simultáneamente, no de modo sucesivo; su eje es una metáfora de alcance simbólico, entretejida con otras subsidiarias: la tierra baldía, con su rey y sus súbditos aquejados de esteriliad, etc. Pero se ha dicho simultáneamente y aquí radica el problema. No basta dar una imagen, ni aun un buen símbolo, para su encarnación verbal sea un poema: puede quedarse en alegoría lógica, por mucha transcendencia que lleve. Y es que un poema es un objeto sonoro, musical, como una sonata; es decir, transcurre, tiene un principio y un fin, una cabeza y unos pies en el tiempo. No se puede ver simultáneamente: por eso la recomendación de entender a la vez todas las imágenes de «La tierra baldía» equivale a recomendar que se lea empezando por el fin y acabando por el principio. Lo que ello significa es que es un poema fuera del tiempo, sin transcurso temporal». Sobre este tema del tiempo en abstracto va a reflexionar con más fortuna en su «Cuatro cuartetos»,  libro aparecido en 1943 y del que se hará mención en próxima entrega.

VIAJE DE LOS MAGOS

«Buen frío que pasamos con aquello,
exactamente el peor momento del año
para un viaje y un viaje tan largo:
los caminos ahondados y el tiempo que mordía,
lo peor mismo del invierno»
Y los camellos irritados, llagados en las patas, recalcitrantes
tirándose la nieve que se fundía.
Hubo veces que añorábamos
los palacios de verano en laderas, las terrazas,
y las  muchachas sedeñas trayendo sorbetes.
Además, los camelleros maldiciendo y gruñendo
y escapándose, y queriendo sus tragos y mujeres.
Y las hogueras nocturnas apagándose, y la falta de cobijo,
y las ciudades hostiles y los pueblos poco amistosos
y las aldeas sucias y cobrando precios altos:
muy duro que lo pasamos.
Al final preferíamos viajar toda la noche,
durmiendo a trechos,
con las voces que cantaban en nuestros oídos, diciendo
que todo eso era locura.

Entonces, al amanecer bajamos a un valle templado,
húmedo, bajo la línea de las nieves, oliendo a vegetación,
con un arroyo que corría y una aceña golpeando la oscuridad,
y tres árboles en el cielo bajo.
Y un viejo caballo blanco salió al galope por el prado.
Entonces llegamos a una taberna con hojas de vid sobre el dintel,
seis manos en una puerta abierta jugándose a los dados
monedas de plata,
y pies dando patadas a cueros de vino vacíos.
Pero no hubo información, así que seguimos,
y llegamos al anochecer, ni un momento antes de tiempo
para encontrar el sitio: fue (podría decirse) satisfactorio.

Todo eso pasó hace mucho, lo recuerdo.
Y lo volvería a hacer, pero escribid
esto escribid
esto: ¿se nos llevo tan lejos a buscar
Nacimiento o Muerte? Había un Nacimiento, es cierto,
tuvimos pruebas sin duda. He visto nacimiento y muerte,
pero había creído que eran muy diferentes; este Nacimiento fue
dura y amarga angustia para nosotros, como Muerte,
nuestra muerte.
Volvimos a nuestros sitios, estos Reinos,
pero ya no más a gusto aquí, en el viejo estado de cosas,
con una gente extraña aferrándose a sus dioses.
me alegraría de otra muerte.

*****

TIERRA BALDÍA

I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS

Abril es el mes más cruel, criando
lilas de la tierra muerta, mezclando
memoria y deseo, removiendo
turbias raíces con lluvia de primavera.
El invierno nos mantenía calientes, cubriendo
tierra con nieve olvidadiza, nutriendo
un poco de vida con tubérculos secos.
El verano nos sorprendió, llegando por encima del Strarnbergersee
con un chaparrón; nos detuvimos en la columnata,
y seguimos a la luz del sol, hasta el Hofgarten,
y tomamos café y hablamos un buen rato.
Bin gar keine Russin, stamm’ aus Litauen, echt deutsch.
Y cuando éramos niños, estando con el archiduque,
mi primo, me sacó en un trineo,
y tuve miedo. El dijo, Marie,
Marie, agárrate fuerte. Y allá que bajamos.
En las montañas, una se siente libre.
Yo leo, buena parte de la noche, y en invierno me voy al sur.

¿Cuáles son las raíces que se aferran, qué ramas crecen
de esta p étrea basura? Hijo de hombre,
no lo puedes decir, ni adiviinar, pues conoces sólo
un montón de imágenes rotas, en que da el sol,
y el árbol muerto no da cobijo, ni el grillo da alivio,
ni la piedra seca da ruido de agua. Sólo
hay sombra bajo esta roca roja,
(entra bajo la sombra de esta roca roja),
y te enseñaré algo diferente, tanto
de tu sombra por la mañana caminando detrás de ti
como de tu sombra por la tarde subiendo a tu encuentro;
te enseñaré el miedo en un puñado de polvo.

                     Frisch weht der Wind
                     Der Heimat zu
                     Mein Irisch Kind
                     Wo weilest du?

«Me diste jacintos por primera vez hace un año;
me llamaron la chica de los jacintos.»
– Pero cuando volvimos, tarde, del jardín de los jacintos,
tus brazos llenos y tu pelo mojado, no podía
hablar y me fallaban los ojos, no estaba ni
vivo ni muerto, ni sabía nada,
mirando en el corazón de la luz, el silencio.
Oed’ und leer das meer.

Madame Sosostris, famosa vidente,
tenía un fuerte resfriado, sin embargo
es conocida como la mujer más sabia de Europa,
con una perversa baraja. Aquí, dijo,
está su carta, el Marinero Fenicio ahogado,
(perlas son estos que fueron sus ojos. !Mirad!)
Aquí está Belladona, la Señora de las Piedras,
la dama de las situaciones.
Aquí está el Hombre de los Tres Bastos, y aquí la Rueda,
y aquí el mercader tuerto, y esta carta,
que está en blanco, es algo que lleva él a la espalda,
que me está prohibido ver. No encuentro
al Hombre Ahorcado. Tema la muerte por agua.
Veo multitudes de gente, dando vueltas en un círculo.
Gracias. si ve a mi querida Mrs. Equitone
dígale que yo misma le llevaré el horóscopo:
en estos tiempos hay que tener mucho cuidado.

Ciudad irreal,
bajo la niebla parda de un amanecer de invierno,
una multitud fluía por el Puente de Londres, tantos,
no creí que la muerte hubiera deshecho a tantos.
Se exhalaban suspiros, breves y poco frecuentes,
y cada cual llevaba los ojos fijos antes los pies.
Fluían cuesta arriba y bajando King William Street,
a donde Santa María Woolnoth daba las horas
con un sonido muerto en la campanada final de las nueve.
Allí vi a uno que conocía y le paré, gritando: «!Stetson!
!Tú, que estabas conmigo en las naves en Mylae!
Ese cadáver que plantanste el año pasado en tu jardín,
¿ha empezado a retoñar? ¿Florecerá este año?
¿O lo escarcha repentina le ha estropeado el lecho?
!Ah, mantén lejos de aquí al Perro, que es amigo del hombre,
o lo volverá a desenterrar con las uñas!
!Tú! hypocrite lecteur! -mon semblable, -mon frère!»

*****

II. UNA PARTIDA DE AJEDREZ

La silla en que ella se sentaba, como un trono bruñido,
refulgía en el mármol, donde el espe3jo
sostenido por estandarte adornados de pámpanos con fruto
desde donde atisbaba un Cupido de oro
(Otro se escondía los ojos tras el ala)
doblaba las llamas de candelabros de siete brazos
reflejando luz en la mesa mientras
el destello de sus joyas se elevaba a su encuentro,
desde estuches de raso, vertido en rica profusión.
En ampollas de marfil y cristal de color
sin tapar, acechaban sus extraños perfumes sintéticos,
en ungüento, en polvo, o líquidos -turbaban, confundían
y ahogaban los sentidos en aromas; removidos por el aire
que refrescaba desde la ventana,ascendían
engrosando las prolongadas llamas de las velas,
lanzaban su humo hacia los artesonados
removiendo los arabescos de los  casetones edel techo.
Enorme bosque marino alimentado de cobre
ardía en verde y naranja, enmarcado por la piedra coloreada,
luz triste en que nadaba un delfín tallado.
Sobre la antigua repisa de la chimenea se exhibía,
como si una ventana diera a la nemorosa escena,
la metamorfosis de Filomelaa, por el bárbaro rey
tan rudamente forzada: pero allí el ruiseñor
llenaba todo el desierto con inviolable voz
y ella seguía gritando, y aún persigue el mundo
«yag yag» a sucios oídos.
Y otros marchitados muñones de tiempo
se contaban en las paredes: formas, mirando fijamente,
se asomaban, inclinándose, acallando el cuarto encerrado.
Pasos se arrastraban por la escalera.
Bajo la luz del fuego, bajo el cepillo, su pelo
se extendía en puntos inflamados
se encendía en palabras, luego quedaba ferozmente en silencio.

«Esta noche estoy muy mal de los nervios. Sí, mal. Quédate conmigo.
Dime algo. ¿Por qué nunca me dices nada? Habla
¿En qué piensas? ¿Qué piensas? ¿Qué?
Nunca sé en qué estás pensando. Piensa.»

Pienso que estamos en el callejón de ratas
donde los muertos perdieron los huesos.

«¿Qué es ese ruido?»
                                   El viento por debajo de la puerta.
«¿Qué es ese ruido ahora? ¿Qué hace el viento?»
                                                       Nada otra vez nada.
                                                                                            ¿No
sabes nada? ¿No ves nada? ¿No recuerdas
nada?»

              Recuerdo
Perlas son estos que fueron sus ojos.
«¿Estás vivo, o no? ¿No tienes nada en la cabeza?»
                                                                                         Pero
Oh Oh Oh Oh ese Shakespeherian Ragtime…
Es tan elegante
Es tan elegante
«»¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué voy a hacer?
Saldré a toda prisa como estoy, y andaré por la calle
con el pelo suelto, así. ¿Qué vamos a hacer mañana?
¿Qué vamos a hacer jamás?»
                                                            El agua caliente a las diez.
Y si llueve, un coche cerrado a las cuatro.
Y jugaremos una partida de ajedrez,
apretando ojos sin párpados  y aguardando un golpe en la puerta.

Cuando desmovilizaron al marido de Lil, le dije yo,
no me mordí la lengua, yo misma se lo dije,
DENSE PRISA POR FAVOR QUE SE VA A CERRAR
ahora que vuelve Albert, ponte un poquito elegante.
Querrá saber qué has hecho con ese dinero
para tu dentadura. Si que te lo dio, que estaba yo delante.
Sácatelo todos, Lil, y hazte una bonita dentadura,
dijo, te lo juro, no aguanto mirarte.
Y tampoco yo aguanto, dije yo, y piensa en el pobre Albert,
ha estado cuatro años de soldado, querrá pasarlo bien,
y si no se lo das, no faltarán otras, dije yo.
Ah, con que no faltarán, dijo ella. Más o menos, dije yo.
Entonces sabré a quién agradecérselo, dijo ella, y me miró bien fijo.
DENSE PRISA POR FAVOR QUE SE VA A CERRAR.
Si no te gusta puedes aguantarte, dije yo.
Otras pueden elegir a su gusto aunque tú no puedas.
Pero si se escapa Albert, no será por falta de decírtelo.
Debería darte vergüenza, dije yo, parecer tan pasada.
(Y sólo treinta y un años que tiene).
No lo puedo remediar, dijo ella, con la cara larga.
Son esas pastillas que tomé, para echarlo fuera, dijo.
(Ya ha tenido cinco, y casi se muere con el pequeño George)
El boticario dijo que iría muy bien, pero nunca he vuelto a ser la misma.
Tú sí que eres una tonta, dije yo,
Bueno, si Alberta no te deja en paz, ahí lo tienes, dije yo,
¿para qué te casas si no quieres chicos?
DENSE PRISA POR FAVOR QUE SE VA A CERRAR
Bueno, ese domingo ya estaba Albert en casa, y tenían jamón curado,
y me invitaron a cenar para que viera qué bueno era aquello en caliente
DENSE PRISA POR FAVOR QUE SE VA A CERRAR
DENSE PRISA POR FAVOR QUE SE VA A CERRAR
buenas noches Bill. Buenas noches Lou, buenas noches May. Muy buenas.
Ea Ea. buenas noches. Muy buenas.
Buenas noches, señoras, buenas noches, dulces señoras, buenas noches, buenas noches.

*****

III. EL SERMÓN DEL FUEGO

El pabellón del río está roto; los últimos dedos de las hojas
se aferran y hunden en la mojada orilla. El viento
cruza la tierra parda, sin ser oído. Las ninfas se han marchado.
Dulce Támesis, corre suavemente, hasta que acabe mi canto.
El río no lleva botellas vacías, papeles de bocadillos,
pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas
ni otros testimonios de noche de verano. Las ninfas se han marchado. 
Y sus amigos, los ociosos herederos de consejeros de la City;
se han marchado, sin dejar señas.
Junto a las aguas del Leman me senté a llorar…
Dulce Támesis, corre suavemente, hasta que acabe mi canto.
Dulce Támesis, corre suavemente, pues no hablo alto ni largo.
Pero a mi espalda en suave ráfaga escucho
el entrechocar de los huesos y el risoteo extendido de orreja a oreja.

Una rata se deslizó suavemente entre la vegetación
arrastrando su panza fangosa por la orilla
mientras yo pescaba en el turbio canal
un atardecer de invierno por detrás de los gasómetros
mediando sobre la ruina de mi hermano el rey
y sobre la muerte de mi padre el rey antes de él.

Blancos cuerpos desnudos en el húmedo terreno bajo
y huesos dispersos en una seca buhardillita baja,
entrechocados por la pata de la rata sólo, año tras año.
Pero a mi espalda de vez en cuando oigo
el ruido de bocinas y motores, que ha de llevar
a Sweeney hacia Mrs. Porter en la primavera.
Ah la luna brillaba clara sobre Mrs. Porter
y sobre su hija
Se lavan en agua de seltz los pies.
Et O ces voix d’enfantas, chantant dans la coupole!

Chuí chuí chuí
yag yag yag yag yag yag
tan rudamente forzada

Tereo

Ciudad irreal
bajo la niebla parda de un mediodía de invierno
el Sr. Eugenides, el mercader de Esmirna
sin afeitar, con un bosillo lleno de grosellas
a entregar en Londres: documentos a la vista,
me invitó en francés demótico
a almorzar en el Hotel de Cannon Street
seguido de un fin de semana en el metropole.

A la hora violeta, cuando los ojos y la espalda,
se vuelven hacia arriba desde el escritorio, cuando el motor humano espera
como un taxi que palpita esperando,
yo Tiresias, aunque ciego, palpitando entre dos vidas,

anciano con arrugados pechos femeninos, veo
a la hora violeta, la hora del atardecer que se esfuerza
por volver a casa, y lleva al marinero de regreso al hogar.
La mecanógrafa en su casa a la hora del té, recoge lo del desayuno, enciende
la estufa, y saca comida en lata.
Fuera de la ventana están tendidas peligrosamente
sus combinaciones a secar tocadas por los últimos rayos del sol,
sobre el diván se amontonan (de noche en su cama)
medias, pantuflas, fajas y cubrecorsés.

Yo, tiresias, anciano de arrugados pezones,
percibí la escena y predije lo demás…
yo también aguardé al visitante esperando.
Él, el joven forunculoso, llega,
empleado en una pequeña agencia, con una sola mirada atrevida,
uno de los modestos en que la seguridad se asienta
como una chistera en un millonario de Bradford.
El momento es ahora propicio, según supone,
la cena ha terminado, elá está aburrida y cansada,
se esfuerza por hacerla entrar en caricias
que aún no son reprochadas, aunque no deseadas.
Sofocado y decidido, la ataca de una vez:
manos exploradoras no encuentran defensa:
su vanidad no requiere respuesta,
y de la bienvenida a la indiferencia.
(Y yo Tiresias he sufrido por adelantado todo
lo realizado en este mismo diván o cama:
yo que estuve sentado junto a Tebas al pie del muro
y caminé entre los más bajos muertos).
Él otorga un protecto beso final
y sale a tientas, encontrando las escleras sin luz…

Ella se vuelve a mirarse un momento en el espejo,
sin darse cuenta de que se fue su amante:
su cerebro deja paso a un pensamiento a medio formar:
«Bueno, ahora ya está: y me alegro de que haya pasado».
cuando hermosa mujer desciende a la locura y
da vueltas otra vez por su cuarto, sola,
se alisa el pelo con mano automática
y pone un disco en el gramófono.

«Esta música se deslizó junto a mí por las aguas»
y a lo largo del Strand, Queen Victoria Street arriba.
Ah ciudad de la City, a veces oigo
junto a una taberna en Lower Thames Street,
el agradable gañido de una mandolina
y un estrépito y un charloteo desde dentro
dónde los asentadores de pescado vaguean a mediodia: donde las paredes
de San Magnus Mártir contienen
inexplicable esplendor de blanco y oro jónicos.

       El río suda
       petróleo y alquitrán
       las gabarras van a la deriva
       con la marea cambiante
       velas rojas
       anchas
      a sotavento, virando en la pesada verga.
      Las gabarras barren
      troncos a la deriva
      por el trecho de Greenwich abajo
      más allá de la Isla de los Perros.
                                      Ueialala leia
                                      Ual-lala leialala

       Elizabeth y Leicester
       dando a los remos
       la popa tenía forma
       de concha dorada
       roja y oro
       la vivaz hinchazón
       onduló por ambas orillas
       viento sudoeste
       se llevó aguas abajo
       el tañer de campanas
       torres blancas
                                      Ueialala leia
                                      Ual-lala leialala

«Tranvías y árboles polvorientos.
Highbury me dio el ser. Richmond y Kev
me deshicieron. Junto a Richmond levanté las rodillas,
boca arriba en el fondo de una estrecha canoa».

«Mis pies están en Moorgate, y mi corazón
bajo mis pies. después del hecho
él lloró. Prometió ‘empezar de nuevo’.
Yo no dije nada. ¿Qué me iba a parecer mal?» 

«En las Arenas de margate.
No puedo relacionar
nada con nada.
Las uñas rotas de manos sucias.
Mi pueblo humilde pueblo que no espera
nada»
             la la

A cartago llegué entonces

Ardiendo ardiendo ardiendo ardiendo
Oh Señor Tú me arrancas
Oh Señor Tú arrancas

ardiendo

*****

IV.  MUERTE POR AGUA

Phlebas el Fenicio, muerto hace quince días,
olvidó el clamor de gaviotas, y el hincharse del hondo mar
y la ganancia y la pérdida.
                                                        Una corriente submarina
recogió sus huesos en susurros. Al levantarse y caer
atravesó las etapas de su vejez y juventud
entrando en el remolino.
                                                      Gentil o Judío
oh tú que das vuelta a la rueda y miras a barlovento,
considera a Phlebas, que fue en otro tiempo tan gallardo y alto como tú

*****

V.  LO QUE DIJO EL TRUENO

Después del rojo de antorchas en caras sudorosas
Después del silencio escarchado en los jardines
después de la agonía en pétreos lugares
el gritar y el clamar
cárcel y palacio y retumbar
del trueno de primavera tras montañas lejanas
Aquel que vivía está ahora muerto
nosotros que vivíamos estamos ahora muriendo
con un poco de paciencia

Aquí no hay agua sino sólo roca
roca  y nada de agua y el camino arenoso
el camino serpenteando allá arriba entre las montañas
que son montañas de roca sin agua
si hubiera agua nos detendríamos a beber
entre la roca uno no puede pararse ni pensar
el sudor está seco y los pies están en la arena
con tal que hubiera agua entre jla roca
montaña muerta boca de dientes cariados que no puede escupir.
Aquí uno no se puede quedar parado ni tenderse ni sentarse
no hay ni silencio en las montañas
sino seco trueno estéril sin lluvia
no hay ni soledad en las montañas
sino hoscas caras rojas que gruñen y miran con desprecio
desde puertas de casas de barro agrietado
                                                                                           Si hubiera agua
Y no roca
Si hubiera roca
y también agua
y agua
una fuente
un charco entre la roca
si hubiera ruido del agua sólo
no la chicharra
y la hierba seca cantando
sino ruido de agua sobre una roca
donde el zorzal canta en los pinos
plip plop plip plop plop plop plop
pero no hay agua

¿Quíen es el tercero que camina siempre a tu lado?
Cuando cuento, sólo estamos tú y yo juntos
pero cuando miro adelante por el camino blanco
siempre hay otro caminando a tu lado
deslizándose envuelto en pardo manto, encapuchado
no sé si hombre o mujer
-pero ¿quién es quien va al otro lado tuyo?

¿Qué es ese sonido alto en el aire
murmullo de lamento materno,
quiénes son esas horadas encapuchadas pululando
por llanuras sin fin, tropezando en tierra agrietada
cercada sólo por el liso horizonte

que es esa ciudad sobre las montañas
que se agrieta y se reforma y estalla en el aire violeta
torres que caen
jerusalén Atenas Alejandría
Viena Londres
irreales?

Una mujer se recogió apretado el largo pelo negro
y violineó música de susurros en esas cuerdas
y murciélagos con caras de niñitos en la luz violeta
silbaron, y agitaron las alas
y reptaron cabeza abajo por una pared ennegrecida abajo
y patas arriba en el aire había torres
repicando campanas reminscentes, que daban las horas
y voces que cantaban desde cisternas vacías y pozos agotados.

En ese agujero echado a perder entre las montañas
en la leve luz de la luna, la hierba canta
sobre las tumbas derribas, en torno a la capilla
está la capilla vacía, sólo el hogar del viento.
no tiene ventanas, y la puerta oscila,
huesos secos no pueden hacer daño a nadie.
Sólo un gallo se irguió en la viga maestra
qui qui riquí qui qui riquí
en un destello de relámpago. Luego una húmeda ráfaga
trayendo lluvia

Ganga estaba hundido y las flojas hojas
esperaban lluvia, mientras las negras nubes
se reunían a jlo lejos, sobre Himavant.
La jungla se acurrucó, se jorobó en silencio.
Entonces habló el trueno
DA
Datta: ¿qué hemos dado?
Amigo mío, sangre que agita mi corazón
El temible atrevimiento de la entrega de un momento
que toda una edad de prudencia nunca puede retractar
por esto hemos  existido, y sólo esto
que no se ha de encontrar en nuestras necrologías
ni en memorias tapizadas por la benéfica araña
ni bajo sellos rotos por el macilento abogado
en nuestros cuartos vacíos
DA
Dayadhvam: He oído la llave
girar en la puerta una vez y girar una vez sólo
pensamamos en la llave, cada cual en su cárcel
pensando en la llave, cada cual confirma una prisión
sólo al caer la noche, rumores etéreos
reviven por un momento a un Coroliano roto
DA
Damyata: La barca respondió
alegremente a la mano, experta en vela y remo
El mar estaba en calma, tu corazón habría respondido
alegremente, al ser invitado, latiendo obediente
a manos que lo gobernaran

                                                             Me senté en la orilla
a pescar, con la árida llanura detrás de mí
¿Pondré por lo menos mis tierra en orden?
El Puente de Londres se cae se cae se cae
Poi s’ascose nel foco che gli affina
Quando fiam uti chelidon -Oh glondrina golondrina
Le Prince d’Aquitaine à la tour abolie
Esos fragmentos he apoyado contra mis ruinas
Pardiez entonces se os acomodará. Hieronymo vuelve a estar loco
Datta. Dayadhvam. Damyata.
                                    Shantih shantih shantih

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