POETAS 92. T. S. Eliot III (Miércoles de Ceniza)

En 1930, y bajo la influencia de su reciente conversión al anglocatolicismo, escribe T. S. Eliot el largo poema “Miércoles de ceniza”, en que maneja por igual material mítico y cristiano, y en el que nos sorprende a veces con potentes imágenes religiosas de resonancia bíblica: “escupiendo por la boca la reseca semilla de manzana”. Como en muchos de sus poemas, T. S Eliot toma como pretexto un motivo religioso para hacer una reflexión sobre el tiempo y el lenguaje, sobre la incapacidad que tienen las propias acciones y palabras para redimir por sí solas nuestra  vida intrascendente, efímera vida a la que se ha despojado del poder de retornar a la tierra o resucitar la carne, reducida al fin a polvo y ceniza. Vida vivida como destierro, “ceniza o esqueleto, y después ni siquiera un nombre, un ruido, un eco”, que diría Marco Aurelio. Vaya por delante que el poema está escrito desde la posición y actitud del que ha perdido toda esperanza, «del que no tiene esperanza de volver nunca más». Compuesto también desde una cierta sequedad espiritual que desea abrevar en las fuentes de la vida espiritual para así salvarse de la corrupción de la carne. Frente al mundo de palabras en el que el hombre está inmerso por ser criatura de lenguaje, se alza el otro mundo sin palabra que se hace carne a través del Verbo, un mundo increado y fuente de todo lenguaje y sentido, pero que se encarna en el ciclo natural de las fuerzas elementales. Una sola Palabra bastaría para redimir al que ha perdido la disposición al silencio  en que se oye la verdadera voz  acallada por el ruido del mundo. Pero la desesperanza de Eliot torna la sordera para esta voz  en sólo deseo por ser oído en su plegaria:”no me consientas por quedar separado/y llegue hasta Ti mi clamor”, acaba concluyendo Eliot. Ni siquiera el poeta está dotado para escuchar o pronunciar esa única palabra que -como en «Ordet» de Dreyer- sea capaz del milagro de la regeneración vital.Se convierte así este poema, escrito bajo la influencia de Dante y de los salmos, en un desesperanzado clamor para que el  “tránsito entre nacimiento y agonía”  trascienda su esterilidad espiritual y se renueve en las fuentes primordiales que unen al hombre con la naturaleza: “En el espíritu del río y del mar, de la fuente y del jardín”. 

*****

MIÉRCOLES DE CENIZA

I

Porque no tengo esperanza de volver otra vez
Porque no tengo esperanza
Porque no tengo esperanza de volver
deseando el don de este hombre y la capacidad de aquel hombre
ya no me esfuerzo por esforzarme hacia tales cosas
(¿por qué habría de extender sus alas el águila envejecida?)
¿Por qué habría yo de lamentar
el desvanecido poder del reino acostumbrado?

Porque no tengo esperanza de conocer otra vez
la gloria inválida de la hora positiva
porque no pienso
porque sé que no conoceré
el único verdadero poder transitorio
porque no puedo beber
ahí donde florecen árboles y brotan fuentes, pues ahí no hay nada otra vez.

Porque sé que el tiempo es siempre tiempo
y el lugar es siempre y sólo lugar
y lo que es efectivo es sólo efectivo por una vez
y sólo para un lugar
me alegro de que las cosas sean como son y
renuncio al rostro bienaventurado
y renuncio a la voz
porque no puedo tener esperanza de volver otra vez
por consiguiente me alegro, teniendo que construir algo
de que alegrarme
y ruego a Dios que tenga misericordia de nosotros
y ruego que pueda olvidar yo
esos asuntos que discuto demasiado conmigo mismo
explico demasiado
porque no tengo esperanza de volver otra vez
que respondan estas palabras
por lo que se ha hecho, para que no se vuelva a hacer
ojalá el juicio sobre nosotros no sea demasiado gravoso.

Porque estas alas ya no son alas para volar
sino simples aspas para batir el aire
el aire que ahora está completamente tenue y seco
más tenue y más seco
más tenue y más seco que la voluntad
enséñanos a que nos importe y a que no nos importe
enséñanos a estar sentados tranquilos.

Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte.
Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte.

II

Señora, tres leopardos blancos estaban sentados al pie de un junípero
a la fresca del día, habiéndose nutrido hasta la saciedad
de mis piernas mi corazón mi hígado y lo que se contenía
en la hueca redondez de mi cráneo. Y Dios dijo
¿Han de vivir esos huesos? ¿han de vivir
esos huesos? Y lo que estaba contenido
en los huesos (que ya estaban secos) dijo gorjeando:
Por la bondad de esa Señora
y por su amabilidad, y porque
honra a la Virgen en meditación,
brillamos de claridad. Y yo que estoy aquí desmembrado
ofrezco mis acciones al olvido, y mi amor
a la posteridad del desierto y al fruto de las calabaza.
Es eso lo que recobra
mis tripas las cuerdas de mis ojos y las porciones indigeribles
que rechazan los leopardos. La Señora se ha retirado
con una túnica blanca, a la contemplación, con un túnica blanca.
Que la blancura de los huesos ofrezca expiación para el olvido.
No hay vida en ellos. Como estoy olvidado
y querría estar olvidado, así querría olvidar
así, devoto, concentrado en propósito. Y Dios dijo
Profetiza al viento, al viento sólo pues sólo
el viento escucha. Y los huesos cantaron gorjeando
con el estribillo de la cigarra, diciendo

Señora de los silencios
tranquila y agitada
Desgarrada y enterísima
rosa de la memoria
rosa del olvido
agotada y dadora de vida
acongojada y llena de reposo
la Rosa única
es ahora el Jardín
donde acaban todos los amores
terminan el tormento
del amor insatisfecho
el mayor tormento
del amor satisfecho
fin del viaje
sin fin hacia ningún fin
conclusión de todo lo que
es inconcluible
lenguaje sin palabra y
palabra de ningún lenguaje
gracias a la Madre
por el jardín
donde acaba todo amor.

Bajo un junípero cantaban los huesos, dispersos y brillantes.
Nos alegra estar dispersos, nos servimos de poco unos a otros,
bajo un árbol a la fresca del día, con el consuelo de la arena,
olvidándose de ellos mismos y el uno del otro, unidos
en la calma del desierto. Esta es la tierra que os
repartiréis echando a suertes. Y ni división ni unidad
importan. Esta es la tierra. Tenemos nuestra herencia.

III

En la primera revuelta de la segunda escalera
me volví y vi abajo
la misma forma retorcida en la baranda
bajo el vapor en el aire fétido
luchando con el demonio de las escaleras que reviste
La cara engañosa de esperanza y de desesperación.

En la segunda revuelta de la segunda escalera
les dejé retorciéndose, volviendo abajo:
ya no había más caras y la escalera estaba oscura,
húmeda, mellada, como la boca de un viejo babeando, ya sin arreglo,
o el dentado gaznate de un tiburón envejecido.

En la primera vuelta de la tercera escalera
Había una ventana estriada con panza como de higo
y más allá del espino en flor y una escena pastoril
la figura de anchas espaldas de azul y verde
hechizaba el mayo con una antigua flauta.
Dulce es el pelo al viento, pelo parado al viento sobre la boca,
lila y pelo pardo;
distracción, música de la flauta, descansillos y escalones de la mente en la tercera escalera,
desvaneciéndose, desvaneciéndose: fuerza más allá de esperanza y desesperación
trepando la tercera escalera.

Señor, no soy digno
Señor, no soy digno
pero di sólo la palabra.

IV

Quién andaba entre lo violeta y lo violeta
quién andaba entre
las diversas filas de variado verde
yendo de blanco y azul, el color de María,
hablando de cosas triviales
en ignorancia y en conocimiento del dolor eterno
quién se movía entre los demás mientras caminaban,
quién entonces dio fuerza a las fuentes y refrescó los manantiales

enfrió la roca seca y afirmó la arena
en azul de espuela-de-caballero, azul de color de María
sovegna vos.

Aquí están los años que caminan por en medio, llevándose
allá los violines y las flautas, restaurando
a través de una clara nube de lágrimas, los años, restaurando
con nueva estrofa la antigua rima. Redime
el tiempo. Redime
la visión no leída en el sueño superior
mientras enjoyados unicornios pasan tirando del dorado coche funebre.

La silenciosa hermana velada en blanco y azul
entre los tejos, tras el dios del jardín,
con su flauta sin aliento, inclinó la cabeza con una señal pero no dijo palabra.

Pero la fuente se alzó y el pájaro dejó caer su canto
redime el tiempo, redime el sueño
la prenda de la palabra no oída, no dicha

hasta que el viento sacuda mil susurros del tejo

y después de este nuestro destierro.

V

Si la palabra perdida se ha perdido, si la palabra gastada se ha gastado
si la palabra no oída, no dicha
no está dicha ni oída
sigue siendo la palabra no dicha, la palabra no oída,
la Palabra sin palabra, la Palabra dentro
del mundo y para el mundo;
y la luz brilló en la tiniebla y
contra la Palabra el mundo sin acallar aún daba vueltas
en torno al centro de la Palabra silenciosa.

Oh pueblo mío, qué te he hecho yo.

¿Dónde se encontrará la palabra, dónde resonará
la palabra? No aquí, ahí no hay bastante silencio
no en el mar ni en las islas, no
en tierra firme, en el desierto ni en tierra de lluvia,
para aquellos que caminan en la oscuridad
tanto en el día como en la noche
el tiempo justo y el jugar justo no están aquí
no hay lugar de gracia para los que evitan el rostro
no hay tiempo de alegría para los que caminan entre el ruido y niegan la voz.

¿Rogará la velada hermana por
los que caminan en tiniebla, los que te eligieron y se te opusieron,
los desgarrados en el dilema entre estación y estación, tiempo y tiempo entre
hora y hora, palabra y palabra, poder y poder, los que esperan
en tiniebla? ¿Rogará la velada hermana
Por los niños ante las puertas
que no se quieren marchar y no pueden rezar?
Ruega por los que eligieron y se oponen.

Oh pueblo mío, qué te he hecho yo.

¿Rogará la velada hermana entre los esbeltos
tejos por los que la ofenden
y están aterrados y no pueden rendirse
y afirman ante el mundo y niegan entre las rocas
en el último desierto entre las últimas rocas azules
el desierto en el jardín el jardín en el desierto
de sequía, escupiendo por la boca la reseca semilla de manzana?

Oh pueblo mío.

VI

Aunque no tengo esperanza de volver nunca más
aunque no tengo esperanza
aunque no tengo esperanza de volver

oscilando entre el beneficio y la pérdida
en este breve tránsito donde cruzan los sueños
el crepúsculo cruzado de sueños entre nacimiento y agonía
(Me acuso Padre) aunque no deseo desear esas cosas
desde la ancha ventana hacia la orilla de granito
las blancas velas siguen volando al mar, al mar volando alas sin romper

Y el corazón perdido se pone duro y se alegra
de la lila perdida y las perdidas voces del mar
y el débil espíritu se aviva para rebelarse
por la inclinada vara-de-oro y el perdido olor del mar
se aviva para recobrar
el grito de la codorniz y el chorlito que revolotea
y el ojo ciego crea
las formas vacías entre las puertas de marfil
y el olor renueva el sabor de sal de la tierra arenosa

Este es el tiempo de tensión entre morir y nacer
el lugar de soledad donde cruzan tres sueños
entre rocas azules
pero cuando las voces sacudidas del tejo se van a la deriva
sacúdase al otro tejo y conteste.
Bienaventurada hermana, madre santa, espíritu de la fuente, espíritu del jardín,
no nos consientas que nos burlemos de nosotros mismos con falsedades,
enséñanos a que nos importe y a que no nos importe
enséñanos a estar sentados quietos
incluso entre rocas,
nuestra paz en Su voluntad
e incluso entre estas rocas
hermana, madre
y el espíritu del río, espíritu del mar,
no me consientas quedar separado

y llegue hasta Ti mi clamor

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Una respuesta a “ POETAS 92. T. S. Eliot III (Miércoles de Ceniza) ”

  1. Tupacalos dice:

    Me encuentro afín con la soledad del sentimiento y el ruego de comprender/ser oido. Y, afortunadamente, me doy cuenta de que he tenido mucha suerte siendo, sin quererlo, mucho más positivo: sin comprender y pidiendo ser oido. La entradilla muy bien, sirve para colocarte en la tesitura.
    Gracias
    Tupa

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