Instante detenido

Instante detenido.

Llueve en el campo
y mi madre niña está sentada en la mecedora
tras la ventana baja.
Llueve y los pinos toman otro aspecto,
son como oscuros fantasmas húmedos
que sólo se ven cuando el tiempo
se detiene tras la ventana baja.
Suena la lluvia, como un susurro.
No se ve otra casa, ni otra persona:
Falta mucho para que ocurra
todo lo que debe ocurrir.
Habrá amor y guerra,
separación y miedo.
Y mucho dolor. Y estaré yo.
Pero ese momento de tiempo detenido,
está vacío.
Porque allí está la vida entera, en su voluntad,
pero oculta, llena de futuros y de pasados,
todos invisibles, intangibles, pero deseables.
O mejor, deseados.

Y mucho después, mil veces, en la vida real,
ella suspendía el tiempo,
me tomaba en su voz y me llevaba
de vuelta al instante detenido.
Llueve en el campo.
Y estoy yo, tras la ventana baja,
inquieto, buscando tórtolas en los pinos,
viendo el pasado invisible e ignorando el futuro,
sin darme cuenta de que visitaba el paraíso.
Llueve en el campo,
y mi madre está sentada en la mecedora.

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