LA INDIGNACIÓN DE STÉPHANE HESSEL

El pasado 7 de abril más de 1000 personas se manifestaron en Madrid  contra los banqueros, los políticos, la reforma laboral y de pensiones y la reforma de de  la Universidad. Esa manifestación había sido convocada por la organización “Juventud sin futuro”, que aglutina una serie de jóvenes indignados por la falta de expectativas, el paro y la precariedad laboral (se anuncia otra manifestación de protestas para mediados de mayo). Los jovenes comienzan por fin a movilizarse, pero lo hacen muy tímidamente. Ésa  es la acusación que se deduce de un reportaje en el periódico «El País», día 17 de abril. Pero es el  sociólogo Fernando Gil el que en ese reportaje  pone el dedo en la llaga: ”Lo extraño no es sólo que los jóvenes en general, y los universitarios en particular, no se movilicen; tal vez sea más extraño el silencio de los intelectuales en la Universidad”. También un estudiante de antropología que participa en la organización de la manifestación se defiende de las críticas recibidas ante  la pasividad de la juventud y nos pregunta a todos: “¿Acaso el resto de la sociedad se está movilizando mucho?”. Habría que preguntarse, entonces, por qué se le echa la culpa a la juventud de esa falta de rebeldía. Cierto sociólogo profesor de Universidad acusa a la juventud de no poseer una actitud potente de rebeldía. ¿Pero la tienen los propios profesores de universidad?, ¿la tenemos nosotros? ¿No es más culpable la actitud de los adultos que en un tiempo fueron manifestantes airados ante la injusticia social y que ahora, desde su posición de responsabilidad y de preeminencia social, colaboran de una manera eficiente en la situación de injusticia global? ¿Es que todos los jóvenes tienen que ser rebeldes y todos los adultos reaccionarios? ¿Ése es el inevitable destino que ha de esperar a la humanidad?. ¿Es que no resulta más patética, por  contraste con épocas pretéritas, el pasotismo de aquellos adultos que tendrían que encabezar una manifestación de  rebeldía? ¿Es que no tienen los adultos más experiencia, más recursos y más conocimientos que los jóvenes?   Esa manifestación del 7 de abril trataba de alguna manera de hacer eco al grito de indignación ante la injusticia que nonagenarios como Stéphane Hessel  y José Luis Sampedro han lanzado últimamente en forma de libro. ¿Pero quién es Stéphane Hessel y que denuncia en su libro “!Indignaos!” (dos millones de ejemplares vendidos en Francia)?

Stéphane Hessel nace en Berlín en 1917 y con siete años se traslada a París con sus padres, abandona sus estudios durante la guerra, se incorpora a la Francia libre del general De Gaulle en Londres, trabaja en la Oficina de Contraespionaje, regresa a París  en 1944, es torturado por la GESTAPO, se le envía al campo de concentración de  Buchenwald, se le condena a la horca, se fuga en el último momento astutamente, vuelve a ser apresado, se le castiga en un  batallón disciplinario, al fin logra escapar definitivamente y alcanza la Paris Liberada. Ante una vida que le es milagrosamente restituida, adquiere el compromiso de comprometerse. Hessel se convierte en diplomático en 1946, es destinado en Naciones Unidas, ingresa en la comisión encargada de elaborar la Declaración Universal de los Derechos Humanos y se convierte en una de las personas más activas en su redacción. Tanto el espíritu de esa declaración de derechos humanos como el espíritu de la resistencia francesa alientan este pequeño libro que puede ser engullido casi somnolientamente en menos de media hora. Descontando prólogo y epílogo, apenas ocupa cuarenta páginas. Y sin embargo ese libro tiene el efecto de despertarnos.

Si Hessel no tuviera este historial de compromiso y lucha por la justicia y la mejora de la condición humana, podría decirse que su alegato es un panfleto inane. Que no dice más que obviedades. Simplezas de un anciano épico que nos llama a la rebelión. Si este librito casi insignificante ha vendido más de dos millones de ejemplares en Francia es porque está escrito en un tiempo simple donde ya ni siquiera se dicen ni se escuchan las obviedades más simples. El silencio complice y la sordera autista son las imágenes más inevitables del hombre de hoy. Habría que preguntarse: ¿de qué adolecen estos tiempos que son capaces de transformar el más débil pensamiento de rebelión en un best-seller sociológico? ¿Tan cándida se ha vuelto el alma del hombre moderno. ¿Podrían ser captadas ahora por el ciudadano medio las dobleces y profundidades  del pensamiento de Marx, que llegó a ser la biblia de bolsillo de millones de obreros casi analfabetos? ¿Se ha debilitado tanto el poder del hombre para  resistir  todo aquello que lo aliena?. ¿Tan pusilánime anda la juventud que quien tiene que guiar su rebelión es el espíritu combativo de un hombre de 93 años? ¿Pero cuáles son estas obviedades que Hessel nos recuerda y que todos parecemos ignorar mientras callamos y nos cruzamos de brazos con gesto cómplice y culpable?

Tanto el titulo de Hessel –“Indignaos” (DESTINO)- como el de Sanpedro –“!Reacciona! (AGUILAR)- parecen obedecer a las mismas consignas. Nos quieren conminar a la acción o a la reacción. Parecen susurrarnos: “Indígnate ya de una vez, reacciona, no te quedes pasivo ante lo que crees injusto, levántate, actúa, sé libre, muévete, sale de tu letargo, despierta, ocupa tu sitio, representa tu papel. Si no te indignas, perderás toda tu dignidad”. Para Hessel,  lo que se está poniendo actualmente en tela de juicio son los cimientos de las conquistas sociales, las cuáles se pueden echar a perder por medio de esa actitud pasiva. Tal como dice José Luis Sampedro en el prólogo al libro de Hessel, “Con su grito les está diciendo: “Chicos, cuidado, hemos luchado por conseguir lo que tenéis, ahora os toca a vosotros defenderlo, mantenerlo y mejorarlo; no permitáis que os lo arrebaten”. Para Hessel, el siglo XXI está en alarmante retroceso social. La prensa se vuelve cada vez más dependiente de las personas pudientes, la educación  más clasista y acrítica, la sociedad  más indigna en su comportamiento con los inmigrantes.  Hessel nos recuerda que fue bajo el espíritu de la Resistencia Francesa cuando se creó la Seguridad Social, cuyo objetivo era garantizar a todos los ciudadanos los medios de subsistencia en todos aquellos casos en que no pudieran procurárselos por medio de su trabajo, “una jubilación que permita a los ancianos trabajadores finalizar sus días con dignidad». Y nos ofrece alarmado el mismo dato que recientemente ha aparecido en los medios de comunicación españoles: según una estimación sindicalista, las pensiones por jubilación han pasado del 75-80% al 50% de su salario, porcentaje éste en el extremo más elevado”. Hessel nos recuerda que el valor más importante de la resistencia francesa fue precisamente la indignación. Ella convierte a una persona en alguien fuerte y comprometido. Para Hessel,  la historia camina hacia la justicia y la libertad, y es necesario indignarse cuando esta corriente de la historia es amenazada. La peor actitud posible es la indiferencia. Es preciso reaccionar aunque las razones para la indignación se hayan vuelto difusas en un mundo que se ha hecho más complejo.

 Y Hessel nos da dos nuevos grandes desafíos para los tiempos venideros: 1) La inmensa distancia entre los muy pobres y muy ricos, que no para de aumentar. 2) Los derechos humanos y la situación del planeta. Su libro está especialmente dirigido a los jóvenes. Es a ellos a los que les aconseja: “mirad a vuestro alrededor, encontraréis los hechos que justifiquen vuestra indignación –el trato a los inmigrantes, a los sin papeles, a los gitanos-. Encontraréis situaciones concretas que os llevarán a emprender una acción ciudadana fuerte. ¡Buscad y encontraréis!”.Entre las soluciones que propone Hessel para enfrentar estos nuevos desafíos, está el camino de la no violencia. Rebelión sí, pero por medio de acciones pacíficas. Si Hessel rechaza la violencia es más bien porque le parece el fruto de la desesperación y aboga, en cambio por los mensajes, de esperanza: los conflictos pueden ser superados -nos sugiere- a través de “una mutua comprensión y una atenta paciencia”. Su llamamiento a la insurrección es por medio de una vía pacífica que lleve a los ciudadanos a una verdadera preocupación por la ética y la justicia. Hessel acaba su libro haciendo  el llamamiento más directo a la resistencia y la indignación: “Apelamos todavía a una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que no proponen otro horizonte para nuestra juventud que el del consumo de masas, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos”.

A aquellos que harán el siglo XXI, les decimos, con todo nuestroa afecto:

“CREAR ES RESISTIR.»

«RESISTIR ES CREAR.»

Loading

Los comentarios están cerrados.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *