POETAS 31. La canción de mujer

Al igual que en muchas otras tradiciones, la canción de mujer tuvo un lugar relevante en la primitiva lírica popular de las lenguas europeas. No es un azar que las muestras del género se documenten con significativa frecuencia en fechas tempranísimas y suelan presentarse anónimas  o bien como citas de cantares que el autor incorpora a poemas de distinta métrica, estilo y hasta lengua (así en las jarchas mozárabes, la más antigua de hacia 1092, en los Carmina Burna o en los cancioneros franceses). La frecuencia con que tales citas aparecen a manera de estribillo o en función análoga indica que la canción de mujer originaria iba especialmente unida al baile y a la ejecución coral. En el dominio románico, las semejanzas entre las piezas españolas y las francesas nos aseguran de unas comunes raíces en el folclore latino (tampoco faltan los testimonios en los graffiti de Pompeya), mientras varios aspectos de las jarchas perviven hasta nuestros días en la lírica popular castellana. Unas veces tomadas, más o menos fielmente, de las coplas que de hecho se oían entre las gentes de la calle, y otras recreadas por juglares o trovadores tan diestros como Raimbaut de Vaquerias o Martín Codax, las canciones de mujer, con su limpidez dramática o traviesa y con su capacidad de plasmar los sentimientos con tanta intensidad como economía, dibujan una de las vetas más hermosas de la poesía medieval. (Francisco Rico. «Mil años de poesía europea»- libro del que ha sido extraída esta selección-)

*****

.

Que te quites de mi puerta,     que mejor me viera muerta

triste el día en que te amé.

     Que te quites de mi puerta     y que vayas por tu vía,

que por tí estaría muerta     y no lo lamentarías;

vete, mozo, que te vayas,      hazme esta cortesía,

vete para no volver.

.

*****

.

¿Por qué me pega el marido?

     !Pobrecita!

     Yo nada malo le he hecho,

ni he dicho nada molesto,

aunque traje al otro al lecho,

     de solita.

¿Por qué me pega el marido?

     !Pobrecita!

     Y si seguir no me deja

ni darme a la vida buena,

que por cornudo se tenga.

     !Esta es fija!

¿Por qué me pega el marido?

!Pobrecita!

Bien sé lo que voy a hacer

y cómo me vengaré:

con mi amigo me echaré

     desnudita.

¿Por qué me pega el marido?

     !Pobrecita!

.

*****

.

Vete, amor mío, adiós,

que asaz aquí has estado:

maitines han tocado,

siento el día llegar.

     Vete, amor mío, adiós,

no quiero ser hallada

en la dulce morada

que ha sido este rincón.

Dame un beso, mis ojos,

y abrevia la partida,

con vuelta prometida

como pide el amor;

y, así, un día tras otro

gozaremos de nuevo,

sin que los malos celos

nos puedan descubrir.

     Vete, amor mío, adiós,

márchate bien deprisa,

porque todas tus cosas

las he dejado listas.

Loading

Los comentarios están cerrados.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *