POETAS 61. Luis García Montero

(Granada, 1958). Poeta, ensayista y catedrático de historia de la Literatura en la Universidad de Granada. Con el libro de poemas titulado «Habitaciones separadas» fue galardonado con el «Premio Nacional de Literatura» en 1995. 

CANCIÓN NIEBLA

De pronto le vuelve el sueño
del hombre que ya era otro.

Si va a buscarla en su coche,
del coche se baja otro.

La sombra de la escalera
sube con pasos de otro.

El timbre, la mano fría
y la sortija de otro.

Cuando ella le abre la puerta,
quien cierra la puerta es otro.

Nada tiene, sólo el sueño
del hombre que ya era otro.

 

LA CIUDAD

Se hacen de hormigón y de cristal,
de lugares extraños y gentes ocupadas.
En todas crece un árbol
delante de la casa de un suicida
y hay niños que acostumbran a dormirse:
soñando con un perro.
No faltan desayunos en hoteles lujosos,
ni tampoco familias con jardín,
pero son más frecuentes
los portales oscuros con pareja de novios,
el beso frío,
la rosa de cemento en la ventana.

Las calles desembocan en plazas descompuestas,
las tardes de domingo en las cafeterías
y el humo de los coches en los ojos del loco
que murmura sus años
y los cuenta sin fin
de metro en metro.
Al salir de los túneles sentimos
que los cielos de agua
son igual que una carta del pasado,
y suele comprenderse
que la vida es un arma lenta y de doble filo
en los pasos sin nadie,
en las noche vacías
o en la debilidad que tienen las ciudades
por los cines de barrio y por las taquilleras muy pintadas.

A pesar de los plátanos, los olmos y los tilos,
a pesar de la hierba, si es que hablamos del Norte,
la gente que nos mira,
la gente que se salta los semáforos,
la que fluye delante de las tiendas,
necesita el amparo
de otra vegetación,
un sigilo de números y tarjetas de crédito
que extiende sus raíces por los sótanos
y busca soledad en los desvanes
como los muebles y las ratas viejas.

No es inútil viajar,
porque es cierto que todas las ciudades
amanecen de un modo parecido,
pero la noche llega en cada una
de manera distinta.
De día pueden verse
secretarias, conserjes, policías,
músicos callejeros y soldados,
dependientas que escuchan y sonríen,
oficinistas con olor a instancia,
conductores, extraños sacerdotes,
ejecutivos humillados.
Igual en todas partes,
porque apenas existen los kilómetros.
Pero existe la noche,
la soledad que borra los oficios
en un mundo habitado solamente
por hombres y mujeres,
confidencias de amarga valentía.

En las ciudades pueden encontrarse
relojes que se paran en la última copa,
la luna sobre un taxi
y todos los poemas que te escribo.

BALADA O EPIGRAMA

Tú que has sido Disc-Jokey más o menos,
por el sueño de tu generación,
sabrás seguramente que la vida
es un disco  con dos revoluciones
que dura siempre, amor, nunca se raya,
nunca se raya, amor, nunca se raya,
nunca se raya, amor,
nunca se raya.

LA POESÍA

La poesía es inútil, sólo sirve
para cortarle la cabeza a un rey
o para seducir a una muchacha.

Quizás sirve también,
si es que el agua es la muerte,
para rayar el agua con un sueño.
Y si el tiempo le otorga su única materia,
posiblemente sirva de navaja,
porque es mejor un corte limpio
cuando abrimos la piel de la memoria.
Con un cristal partido,
el deseo
hace heridas más sucias.

La poesía eres tú
un corte limpio,
una raya en el agua
-si es que el agua es razón de la existencia-,

la mujer que se deja seducir
para cortarle la cabeza a un rey.

ORACIÓN

A vosotros,
que cortáis la manzana de la muerte
con el anonimato de una guerra,
os pido caridad.

Por un Dios
en el que jamás he creído.
Por una Justicia
de la que desconfío.
Por el orden de un Mundo
que no respeto.

Para que renunciéis a vuestra guerra,
yo renuncio a mis dudas,
que son parte de mí
como la luz amarga
es parte del otoño.

y escribo Dios, Justicia, Mundo,
y os pido caridad,
y os lo suplico.

GARCILASO 1991

Mi alma os ha cortado a su medida,
dice ahora el poema,
con palabras que fueron escritas en un tiempo 
de amores cortesanos.
Y en esta habitación del siglo XX,
muy a finales ya,
preparando la clase de mañana,

regresan las palabras sin rumor de caballos,
sin vestidos de corte,
sin palacios.
Junto a Bagdad herido por el fuego,
mi alma te ha cortado a su medida.

Todo cesa de pronto y te imagino
en la ciudad, tu coche, tus vaqueros,
la ley de tus edades,
y tengo miedo de quererte en falso,
porque no sé vivir sino en la apuesta,
abrasado por llamas que arden sin quemarnos
y que son realidad,
aunque los ojos miren la distancia
en los televisores.

A través de los siglos,
saltando por encima de todas las catástrofes,
por encima de títulos y fechas,
las palomas retornan al mundo de los vivos,
preguntan por su casa.

Ya sé que no es eterna la poesía,
pero sabe cambiar junto a nosotros,
aparecer vestida con vaqueros,
apoyarse en el hombre que se inventa un amor
y que sufre de amor
cuando está solo.

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