Rapsodia de otoño

 

He ido por esos caminos largos
que conducen al ocaso
y he vuelto cuando ya las campanas
doblaban por el verano muerto.

He visto caer el sol en el horizonte apacible
y a las aguas azules, ya sin ninfas,
tersas, profundas, llenas de vidas nuevas, verdear.

He oído al pájaro ignorado gritar
un canto gris que hablaba de frío.

He visto oscurecer a los pinos, deshojarse las rosas,
cambiar los vientos, mi corazón llorar.

He tenido en mis manos brumas de la mañana
que esta tarde serán nube y mañana lluvia.

He sentido adormecerse el espíritu,
vacilar la vida, callar el rumor de la savia,
caer las hojas, crujir mis pasos, gritar mis recuerdos.

Ya es otoño y la tarde cae. Ya no hay juventud.

Tal vez la campana no doblara por el verano,
tal vez por una parte de mí que ha muerto.

 

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6 respuestas a “ Rapsodia de otoño ”

  1. Thel dice:

    En respuesta a los excelentes versos de Tupacalos: sólo por llevar, dialécticamente, la contraria… ;)

    ‘ESPECULACIÓN’ DE OTOÑO

    Fui paseando sin rumbo, por escondidos senderos
    para saludar al alba, un día de otoño y silencio.

    Todo parece dormido
    pero en el aire se aspira el despertar de la hierba
    mientras la brisa trae el rumor de náyades que corretean.

    Pronto un resplandor tenue prende el cielo de alabastro
    y a su llamada asoman, de los espinos, el petirrojo, el zorzal.

    Entre girones de niebla que arrebujan la nostalgia,
    mi espíritu, sereno, también despierta
    para ver surgir de la bruma una luz queda
    que se destila en oro a través de la catedral de ramas.
    Troncos trémulos que entregan al viento sus hojas,
    los propios árboles se vierten así para arropar su esperanza.

    Entonces comprendo, y mi corazón sonríe.
    Y mis pasos, reverentes, acompañan el sueño de los árboles,
    confiadas ya las simientes a la tierra.

    Una parte de mí queda con ellos, presta también a morir,
    pues ahora compartimos el secreto –y la promesa– de la primavera.

     

  2. Tupacalos dice:

    Se nota la juventud, que espera primaveras incluso en el otoño. Muy bonita tu réplica, mucho mejor que la Rapsodia y que esas torpes líneas no se merecían. No es una especulación, sino un canto. Espero que leerte más veces me hará más llevadero el invierno. Y, quien sabe, a lo mejor sentirme también joven.

  3. Thel dice:

    No sé si se me leerán más versos… no parece que vaya repetirse la conjunción improbable que ha motivado éstos (el deseo de llevarte la contraria, y el pasar un rato de madrugada viendo transferirse archivos por FTP al actualizar WordPress, para que por fin –felizmente– vaya a poder publicar sin problemas –y ejercer su ‘obstinación’ literaria con autonomía– nuestro Pobrecito hablador). En vista de ello, pido una relectura más atenta de los mismos, para la cual –por que no se quede subsumida bajo «optimismos de juventud»– daré un par de claves [la verdad es que la cosa, como siembre ocurre con la poesía, quedó más ‘densa’ de lo que en principio esperaba].
    «Especulación»: sí que lo es… y en un doble sentido: por ser en buena parte un ‘reflejo invertido’, especular, de tus versos; por plantear el Otoño como un ‘momento dialéctico’: el necesario paso por la muerte sin el cual no habría vida, que inserta una y otra en una totalidad que las trasciende.
    No leas tan deprisa… acaso haya más ‘ingenuidad’ en el planteamiento de la «Rapsodia», que en el de mi respuesta. Por seguir expresándome en términos hegelianos (ya lo echábamos de menos ;), diría que el segundo poema no es «juvenil» sino que corresponde a un momento ulterior a la presunta «senectud» del primero: si en el primero hay una subjetividad centrada en sí, tras descubrirse en la naturaleza, en el segundo hay una subjetividad más abierta, que tras el movimiento inverso de descubrir en el espíritu la naturaleza, acepta lo que –en cierto sentido– supone una disolución de su «yo» para que en ese plano sea posible un ‘renacimiento’ paralelo al que ‘esperan’ los árboles. Míralo si quieres como una «muerte mística» (al fin y al cabo, Hegel –a su manera– era un místico, de ahí que acabase en tu lista de «Dionisiacos» ;d), que en el segundo poema es el desenlace del ‘itinerario iniciático’ recorrido por el bosque, una transformación real, mientras que el primer poema termina con un mero sentimiento de pérdida, que se quiere hacer compartir al «cosmos» (el tañer de las campañas, es por quien sufre la pérdida de la juventud) en lugar de volverse al «cosmos» en busca de una comprensión más profunda: del propio Otoño, de que la juventud se marchite, de que sobrevenga la muerte.
    Hay imágenes desmasiado ‘escondidas’ para que se capten en una primera lectura, pero ahí están: por ejemplo, la «catedral de ramas» (sugerida a partir de la visión de la luz transpasando unas hojas que, vistas desde debajo de la techumbre de los árboles a los lados del sendero, semejan vidrieras) puede apuntar a una interpretación religiosa; en cualquier caso, habría también un paralelismo entre los sepulcros del piso de una catedral y los restos muertos que cubren el suelo del bosque, cuya descomposición hará que –cuando llegue el momento– aparezca, renovada, la vida.

    Venga, lo dejo ya, que los poemas no están para ser «analizados» y esto de hacer ‘exégesis literaria’ lo llevo todavía peor que lo de versificar, aunque sea ‘en blanco’ ;-d

  4. Tupacalos dice:

    La verdad es que así, analizada en frío la rapsodia es bastante mala, En cambio tu comentario me parece todavía mejor que la especulación, excepto en lo que se refiere a la especulación en sí. Sigo sin ver pensamiento frío y calculado en un poema, si reflejo en el «speculum» del sentimiento.
    Debías escribir más poemas. Te daré más excusas pero no tan pronto.

  5. Thel dice:

    Pues a mí, desde el punto de vista estético, me gusta más la Rapsodia… [otra vez llevando la contraria ;] Aparte de porque esencializa y por cómo están combinados los elementos, porque tiene una cadencia muy lograda: es _una rapsodia_.
    En cuanto a lo de que «debo» escribir más poemas… no veo el imperativo kantiano que me anime a ello ;d pero si das excusas, y acompañan las socráticas «cigarras» del Fedro, acaso [lo bueno de que ‘escriban las musas’, es que luego quien escribe es quien primero se sorprende de encontrar todo lo que encierran/abren las palabras]

  6. Pobrecito hablador dice:

    Si un poema ha provocado toda esta secuela de comentarios, algo bueno tiene que tener. Aunque no sea bueno, si algo ha provocado, es que algo bueno tenía. Aunque no sea la brevedad el fuerte de Tupacalos, a mí éste me parece dos veces bueno. Coincido con la valoración estética de Thel. Sobre el poema de Thel, poco se puede decir después de su segundo comentario: para no mojarme más, coincido con el comentario de Tupacalos. Yo pediría que ninguno de los dos dejase de seguir el destino de las cigarras, que hasta se olvidaban de comer y de beber -los actos más terrenales- por cantar y cantar -los actos más siderales. Así que seguid cantando -y dejad los comentarios para los que somos incapaces de volar. Ya lo dijo Rilke, el poeta siempre celebra -pero no comenta.: Yo, me uno a vuestra fiesta y os celebro. Ya de paso, celebro todo lo que aquí se ha escrito, las casi cien entradas y casi cien comentarios. Podrá ser mala la bitácora, pero algo bueno tendrá cuando ha provocado toda esta secuela de creatividad.

    (Y aprovecho para pediros disculpas a todos/todas porque no voy a poder hacer más comentarios a vuestros escritos por una larga temporada; tengo mis motivos personales. Me gustaría, pero no puedo. Me voy a tomar unas vacaciones. No obstante, os seguiré leyendo y seguiré publicando. Y desde luego, volveré al ataque con mis demasiado benignos comentarios. Benignos, pero no falaces. Por eso también pido disculpas.)

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