Mes: abril 2011

Soledad en calma

La soledad.
No creas que es lo peor, ni siquiera malo,
porque ahora me puedo quedar en el andén
y ver los trenes marchar sin sentir
que se me empequeñece el corazón.
Trenes antiguos, llenos de vapor y ruido
que reducían lo importante a un partir
y la vida entera a una presencia.
Ahora desaparecen de mi conciencia
las nubes de ruidos olores y lágrimas
y puedo ver, con calma, perderse en la distancia
las sonrisas y los besos, las palabras de amor,
efímeros todos, aunque vengan de quien más te quiere,
seguro de que en breve y al fin encontraré de nuevo
mis paraísos perdidos
y el trasunto de mis amores verdaderos.

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¿Es sueño la vida?

¿Es sueño la vida?

Alguna vez, en ese momento turbio
en el que dejo de ser para ser un desconocido,
que a veces se manifiesta sin yo poder evitarlo,
ni presenciarlo, ni discutirlo,
en ese momento entre la lucidez
y la inconsciencia de cada noche,
alguna vez he querido entrever fugazmente
a ese actor que me suplanta
cuando mis ojos se cierran,
que escribe poesías, o está enamorado,
como si estuviéramos separados
sólo por un telón de fondo
y nos viéramos únicamente ese segundo que,
en la vida, separa un drama de otro,
sin tiempo de saber qué piensa
o siquiera cómo es su voz,
si amable o enfurecida.
Y me siento responsable de sus actos,
Aunque sean soñados,
porque en realidad no estoy seguro
de quién soy, y pudiera ser más verdad
lo que creo soñado y no vivido,
si el otro sueña también lo que vivo
mientras él vive lo que sueño.

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POETAS 72. Gonzalo Rojas I (Chile 1917-2011)

Se podría reducir la necrológica de Gonzalo Rojas a una sola frase, que sirviera de epitafio, así, sin mayores aspavientos: bajo sus versos yace un gran poeta. Que cada uno juzgue por sus versos el tamaño de su talento. Adelanto unos pocos versos que lo muestran y que pertenecen a dos poemas que recuerdo con gratitud. El primero, «Perdí mi juventud», lo escribió en 1939 con 22 años y está inspirado en una experiencia personal que ya ha contado en alguna entrevista.Una noche fue a ver a su moza, una muchacha que le gustaba mucho, y se encontró con que la estaban velando. De aquel golpe, salieron unos versos narrativos, probablemente escrito a los pies del suceso mismo (el poema está fechado y señalado con el nombre exacto de la calle). El poema es tan bueno que todavía muchos andamos, junto al poeta, buscando «nuestra cabeza por el mundo» El segundo es un poema más tardío. Es un homenaje a Rimbaud, pero yo lo uso como homenaje a su poesía. Lo misma impresión que el talento de Rimbaud para la poesía le provoca a Rojas, nos la produce a nosotros su propio talento. (añado también un breve texto autobiográfico en relación con la poesía y la escritura, y el poema «SERMÓN DEL ESTALLIDO», al que hace mención.)

*****

PERDÍ MI JUVENTUD

Perdí mi juventud en los burdeles
pero no te he perdido
ni un instante, mi bestia,
máquina del placer, mi pobre
reventada en el baile.
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No importa (Antiguo)

No importa que no fuera vendaval sino brisa,
que no arrastrara un perfume ni arrancara una hoja ni inclinara un tallo.
Lo que importa es que el viento ha estremecido a la flor.
Y el viento: ¿Siente tal vez dolor?
No importa el viento, lo que importa es
Que ha estremecido a la flor.

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POETAS 71. MIGUEL DE UNAMUNO (EL CRISTO YACENTE)

Miguel de Unamuno (Bilbao, 1864-Salamanca, 1936). Pasó su infancia en Bilbao y estudió en la Universidad de Madrid, siendo más tarde catedrático y rector de la Universidad de salamanca y convirtiéndose en una de las figuras más importantes de la literatura española del siglo XX, tanto por sus ensayos –“Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos (1912)-, como por sus novelas –“Niebla (1914)”- o por sus obras de teatro –Fedra (1911)-. Publica su primer libro de versos en 1907 – “Poesía”-. Hasta su muerte siguió publicando distintos libros de poemas: “El cristo de Velásquez” (1920), “Romancero del destierro” (1928) o “Cancionero”, publicado ya  póstumamente en 1953.


EL CRISTO YACENTE DE SANTA CLARA (IGLESIA DE LA CRUZ DE PALENCIA)

Éste es aquel convento de franciscas,
de la antigua leyenda;
aquí es donde la Virgen toda cielo
hizo por largos años de tornera,
cuando la pobre margarita, loca,
de eterno amor sedienta,
lo iba a buscar donde el amor no vive,
en el seco destierro de esta tierra.
Éste es aquel convento de las Claras,
las hijas de la dulce compañera
del Serafín de Asís que desde Italia
sembró estas flores en la España nuestra,
blancos lirios del páramos sediento
que en aroma conviértennos la queja.

Las pobres en el claustro que un tenorio
deslumbró con la luz de la tragedia,
llevándose a la pobre margarita,
con su sed de ser madre, la tornera,
mientras la dulce lámpara brillaba
que ante la Madre Virgen encendiera,
cuajan, vírgenes madres, como a un niño,
al Cristo formidable de esta tierra.
Este Cristo, inmortal como la muerte,
no resucita; ¿para qué?, no espera
sino la muerte misma.
De su boca entreabierta,
negra como el misterio indescifrable,
fluye hacia la nada,
a la que nunca llega,
disolvimiento.
Porque este Cristo de mi tierra es tierra. (más…)

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El tiempo funde

Ahora que el tiempo funde y redondea
las aristas de mis deseos, quisiera volver a amar,
sentir el placer de lo lleno, por un segundo.
Y el dolor de las ausencias, permanente:
estilete agudo que me recuerda a Dios.
En el mundo: no hay amor que pueda ser satisfecho.

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Carta a mí

Me escribo una carta a mí mismo
para comprender lo que de mí no sé.
Porque todavía tengo cristales rotos en el alma,
afilados como un viento frío,
capaces de herir sin querer.

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LA INDIGNACIÓN DE STÉPHANE HESSEL

El pasado 7 de abril más de 1000 personas se manifestaron en Madrid  contra los banqueros, los políticos, la reforma laboral y de pensiones y la reforma de de  la Universidad. Esa manifestación había sido convocada por la organización “Juventud sin futuro”, que aglutina una serie de jóvenes indignados por la falta de expectativas, el paro y la precariedad laboral (se anuncia otra manifestación de protestas para mediados de mayo). Los jovenes comienzan por fin a movilizarse, pero lo hacen muy tímidamente. Ésa  es la acusación que se deduce de un reportaje en el periódico «El País», día 17 de abril. Pero es el  sociólogo Fernando Gil el que en ese reportaje  pone el dedo en la llaga: ”Lo extraño no es sólo que los jóvenes en general, y los universitarios en particular, no se movilicen; tal vez sea más extraño el silencio de los intelectuales en la Universidad”. También un estudiante de antropología que participa en la organización de la manifestación se defiende de las críticas recibidas ante  la pasividad de la juventud y nos pregunta a todos: “¿Acaso el resto de la sociedad se está movilizando mucho?”. Habría que preguntarse, entonces, por qué se le echa la culpa a la juventud de esa falta de rebeldía. Cierto sociólogo profesor de Universidad acusa a la juventud de no poseer una actitud potente de rebeldía. ¿Pero la tienen los propios profesores de universidad?, ¿la tenemos nosotros? ¿No es más culpable la actitud de los adultos que en un tiempo fueron manifestantes airados ante la injusticia social y que ahora, desde su posición de responsabilidad y de preeminencia social, colaboran de una manera eficiente en la situación de injusticia global? ¿Es que todos los jóvenes tienen que ser rebeldes y todos los adultos reaccionarios? ¿Ése es el inevitable destino que ha de esperar a la humanidad?. ¿Es que no resulta más patética, por  contraste con épocas pretéritas, el pasotismo de aquellos adultos que tendrían que encabezar una manifestación de  rebeldía? ¿Es que no tienen los adultos más experiencia, más recursos y más conocimientos que los jóvenes?   Esa manifestación del 7 de abril trataba de alguna manera de hacer eco al grito de indignación ante la injusticia que nonagenarios como Stéphane Hessel  y José Luis Sampedro han lanzado últimamente en forma de libro. ¿Pero quién es Stéphane Hessel y que denuncia en su libro “!Indignaos!” (dos millones de ejemplares vendidos en Francia)?

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Qué importa

Qué importa como haya ocurrido.
O quién.
O por qué.
O que sea un milagro, algo inesperable. Inexplicable.
Contra natura.
Y que te parezca bueno, o, al memos, apetecible. Deseable. Muy deseable.
Inmerecido e inmerecible.
Y que, en cambio, sea sutil. Como la esencia del ser.
Que se conforme con poco, casi con nada.
Unos minutos, un contacto agradecido,
delgado como el espesor de una seda.
Y esperar que el giro de la tierra lo vuelva a traer.
Insatisfacción.
Y esperanza de que su suavidad dure mucho, que no se complete,
que no arda en llama sino que sea brasa
a cuyo alrededor tiemble el aire, sin pedir nada.
Y, mientras, la vida pasa sin algo que ofrecer, buscando su final.
¡Qué feliz destino sería mantener el deseo hasta la imposibilidad.

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Sentimientos y pensamientos

Sentimientos y pensamientos

Necesito que me toquen para sentir
que no es soledad mi tacto.

Que me vean y ver que me miran, para saber
que soy más que una figura.

Lo que necesito más es oler,
oler el perfume de mi amante,
aunque sea instantánea,
para saber que me pueden desear.

Y saborear el gusto exquisito de un beso,
que ya casi no recuerdo, íntimo y feliz acuerdo.

Y oír pequeños secretos que me desvelan
la cercana verdad de quien
me visita en mi soledad asumida,
desesperanzada, pero no triste.

Y pensar creer, saber,
que aun queda un poco de amor
que compartir, sin pedir nada a cambio.
Sentir y pensar, es decir, amar.

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