POETAS 17. Gerardo Diego

CUATRO SONETOS

INSOMNE

Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.

Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo.

Y tú, inocente, duermes bajo el cielo.

Tú por tu sueño y por el mar las naves.

En cárceles de espacio, aereas llaves

Te me encierran, recluyen, roban. Hielo

Cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo

que alce hacia tí las alas de mis aves.

Saber que duermes tú, cierta, segura,

-Cauce fiel de abandono, línea pura-,

Tan cerca de mis brazos maniatados;

Qué pavorosa esclavitud de isleño,

Yo insomne, loco, en los acantilados,

las naves por el mar, tú por tu sueño.

*****

EL CIPRÉS DE SILOS

Enhiesto surtidor de sombra y sueño

Que acongojas el cielo con tu lanza,

Chorro que a las estrellas casi alcanzas

Devanado a tí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño,

Flecha de fe, saeta de esperanza.

Hoy llego a tí, riberas del Arlanza,

Peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi, señero, dulce, firme,

Qué ansiedades sentí de diluirme,

Y ascender como tú, vuelto en cristales,

Como tú, negra torre de arduos filos,

Ejemplo de delirios verticales,

Mudo ciprés en el fervor de Silos.

*****

SUCESIVA

Déjame acariciarte lentamente,

Déjame lentamente comprobarte,

Ver que eres de verdad, un continuarte

De tí misma a tí misma extensamente.

Onda tras onda irradian de tu frente

Y, mansamente, apenas sin rizarte;

Rompen sus diez espumas al besarte,

De tus pies en la playa adolescente.

Así te quiero, fluida y sucesiva,

manantial tú de tí, agua furtiva,

música para el tacto perezosa.

Así te quiero, en límites pequeños,

Aquí y alla, fragmento, lirio, rosa,

Y tu unidad después, luz de mis sueños.

*****

ALONDRA DE VERDAD

Alondra de verdad, alondra mía,

¿Quién te nivela altísima y te instala

en tu hamaca de música, ala y ala,

múltiples, loca en la aurora fría?

Tu ebria garganta canta, desafía,

charla líquido oro, abre una escala

de jubiloso azul, tu Guatemala

deshecha a borbotones de poesía.

Flores de alta meseta, tus pestañas

se abren en torno, incólumes y extrañas,

nuevas a las avispas del sondeo.

Ay, gorgeadora de mortal estilo,

quémame en chispas de tu centelleo,

mi de verdad alondra, alondra en vilo.

Gerardo Diego nació en Santander, en 1896. Estudió Filosofía y Letras en Deusto, en la Universidad de Salamanca y en la Central, donde hizo el doctorado. En 1920  obtuvo la cátedra  de Lengua y Literatura del Instituto de Soria, y años después enseño la misma asignatura en los Institutos de  Gijón, Santander. Finalmente en 1932 logró la misma cátedra en un instituto de  Madrid, jubilándose en 1966.

Unido a los demás poetas del 27, fue uno de los más activos organizadores del homenaje a Góngora que celebró su generación en 1927 con motivo de del centenario del poeta cordobés. Y ese mismo año fundó y dirigió la revista Carmen. 

 Frecuentes estancias en Francia y viajes a Hispanoamérica y Filipinas. Excelente musicólogo -colaboró con Federico Sopeña y Joaquín Rodrigo en el libro Diez años de música en España-, Desde 1937 ha venido dando conferencias-conciertos que él mismo ilustraba tocando el piano y cursos por todo el mundo. Versos humanos le valió, al alimón con Alberti, el Premio Nacional de Literatura, al que han seguido otras recompensas, entre ellas el importante Premio March. Desde 1948 es miembro de la Real Academia Española, donde ingresó pronunciando un discurso sobre Una estrofa de Lope. fue fundador y director de la revista Carmen. Fue un finísimo crítico literario: su Antología poética. Contemporáneos es ya clásica. también se le debe una Antología poética en honor de Góngora,  estudios sobre Enrique Menéndez, Fernández Moreno, Concha Espina y Manuel Machado, una serie de versiones de poetas recogidas bajo el título de Tántalo y la pieza teatral El cerezo y la palmera (retablo escénico en forma de tríptico). 

 Han sido muchos los premios que recibió, desde el Nacional de Literatura en 1925 al Cervantes en 1979. Murió en Madrid, en 1987.

Dentro de la generación del 27 Gerardo Diego ejerció un importante papel impulsor. De hecho, su Antología de los jóvenes poetas, publicada en 1932, es casi un manifiesto de aquel grupo

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