POETAS 26. Alvaro de Campos (Drama em gente III)

Alvaro de Campos nació en Tavira en 1890, se graduó de ingeniero naval en Glasgow y pronto se retiró a Lisboa donde llevó una vida inactiva. Había viajado al oriente y sabía latín, idioma que le enseñó un tío cura. Su poesía se parece en ciertos aspecto a la de Walt Whitman. De ella se deduce  su bisexualidad y un complejo sadomasoquista del que evidentemente se siente culpable. No importa tanto el vanguardismo ideológico y formal de que hace gala Campos, su admiración por las máquinas y la velocidad, como su sentimiento de autodestrucción con el que parece querer pagar la deuda de su apenas secreto pecado, y como su capacidad de volver al seno del mundo mítico, en el que la Noche es la Madre divina y misteriosa.

*****

TABAQUERÍA

No soy nada.

Nunca seré nada.

No puedo querer ser nada.

Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.


Ventanas de mi cuarto,

de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie sabe quién es

(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?)

dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la gente,

a una calle inaccesible a todos los pensamientos,

real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,

con el misterio de las cosas por bajo de las piedras y los seres,

con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,

con el destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.
Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad,

Hoy estoy lúcido como si estuviese a punto de morirme

y no tuviese otra fraternidad con las cosas

que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle

la fila de vagones de un tren, y una partida pitada

desde dentro de mi cabeza,

y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a la ida.
Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y opinado y olvidado.

Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo

a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,

y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.
He fracaso en todo.

Como no me hice ningún propósito, quizá todo no fuese nada.

El aprendizaje que me impartieron,

me apeé por la ventana de las traseras de la casa.

Me fui al campo con grandes proyectos.

Pero sólo encontré ahí hierbas y árboles,

y cuando había gente era igual que la otra.

Me aparto de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué voy a pensar?

¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?

¿Ser lo que pienso? Pero !pienso ser tantas cosas!

!Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede haber tantos!

¿Un genio? En este momento

cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,

y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,

ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.

No, no creo en mí.

!En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas convicciones!

Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más convincente o menos convincente?  […]
*****

Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra,

a la luz de la luna y al sueño, en la carretera desierta,

conduzco solo, conduzco casi despacio, y un poco

me parece, o me fuerzo un poco para que me parezca,

que voy por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo,

que voy sin haber Lisboa dejada o Sintra a la que llegar,

que voy, ¿y qué más habrá en ir sino no pararse pero ir?

Voy a pasar la noche a Sintra porque no puedo pasarla en Lisboa,

pero, cuando llegue a Sintra, me dará pena no haberme quedado en Lisboa.

Siempre esta inquietud sin resolución, sin nexo, sin consecuencia,

siempre, siempre, siempre,

esta angustia excesiva del espíritu por nada,

en la carretera de Sintra, o en la carretera del sueño, o en la carretera de la vida…
Maleable a mis movimientos subconscientes del volante,

corre debajo de mí conmigo el automóvil que me han prestado.

Me sonrió del símbolo, cuando pienso en él, y al virar a la derecha.

!En cuántas cosas que me han prestado voy por el mundo!

!Cuántas cosas que me han prestado guío como mías!

!Cuanto me han prestado, ay de mí, soy yo mismo!
A la izquierda la casucha -sí, la casucha- al borde la carretera.

A la derecha, el campo abierto, con la luna a lo lejos.

El automóvil, que parecía hace poco proporcionarme libertad,

es ahora algo en lo que estoy encerrado,

que sólo puedo conducir si estoy encerrado en ello,

que sólo domino si me incluyo en ello, si ello me incluye a mí.

A la izquierda, hacia atrás, la casucha modesta, más que modesta.

La vida allí debe ser feliz, sólo porque no es la mía.

si alguien me ha visto desde la ventana de la casucha, soñará: !Ése sí que es feliz!

Tal vez para el niño que miraba por los cristales de la ventana del piso de arriba

me he convertido (con el automóvil prestado) en un sueño, en una hada real.

Tal vez para la muchacha que ha mirado, al oír el motor, por la ventana de la cocina

del piso bajo,

tengo algo de príncipe de todos los corazones de muchacha,

y me habría mirado de soslayo, a través de los cristales, hasta la curva en la que me he perdido

¿Dejaré sueños detrás de mí o es el automóvil el que los deja?

¿Yo, el conductor de un automóvil prestado, o el automóvil prestado que guío?
En la carretera de Sintra, a la luz de la luna, en la tristeza, ante los campos y la noche,

guiando desconsoladamente el Chevrolet prestado,

me pierdo en la carretera futura, desaparezco en la distancia que alcanzo,

y, con un deseo terrible, súbito, violento, inconcenbible, acelero…

Pero mi corazón se ha quedado en el montón de piedras, del que me he desviado al verlo sin verlo,

a la puerta de la casucha,

mi corazón vacío,

mi corazón insatisfecho,

mi corazón más humano que yo, más exacto que la vida.
En la carrtera de sintra, cerca de medianoche, a la luz de la luna, al volante,

en la carretera de Sintra, qué cansancio de la propia imaginación,

en la carretera de Sintra, cada vez más cerca de Sintra,

en la carretera de Sintra, cada vez menos cerca de mí…

*****
APUNTE

Mi alma se ha roto como un vaso vacío.

Ha caído por la escalera demasiado abajo.

Se ha caído de las manos de la criada descuidada.

Se ha caído, se ha hecho más pedazos que loza había en el cacharro.
¿Estupidez? ¿Imposible? !Qué sé yo!

Siento más sensaciones que sentía cuando me sentía yo.

Soy un esparcimiento de cascos en una estera por sacudir.

He hecho ruido al caer como un cacharro que se partía.

Los dioses que hay se han asomado por la barandilla de la escalera.

Y miran los cascos que su criada ha hecho de mí.
Nos enfadéis con ella.

Sed tolerantes con ella.

¿qué yo era un cacharro vacío?

Miran los cascos absurdamente conscientes,

pero conscientes de sí mismos, no conscientes de ellos.

Miran y sonríen.

Sonríen inconscientes a la criada involuntaria.

Se arrastra la gran escalera alfombrada de estrellas.

Un  casco brilla, vuelto del exterior lustroso, entre los astros.

¿Mi obra? ¿Mi alma principal? ¿Mi vida?

Un casco.

y los dioses lo miran especialmente, pues no saben por qué se ha quedado allí.
*****
Grandes son los desiertos y todo es desierto.

No son unas toneladas de piedras y ladrillos en alto

los que ocultan al suelo, al suelo que lo es todo.
Grandes son los desiertos y las almas desiertas y grandes

desiertas porque no pasa por ellas sino ellas mismas,

grandes porque desde allí se ve todo, y todo ha muerto.

!Grandes son los desiertos alma mía!

Grandes son los desiertos.
No he sacado billete para la vida,

no he dado con la puerta del sentimiento,

no ha habido deseo u ocasión que yo no perdiese.

Hoy no me queda, en vísperas de viaje,

con la maleta abierta en espera de hacerla,

sentado en la silla en compañía de las camisas que no caben,hoy no me queda (aparte la incomodidad de estar sentado así)

sino saber esto:

grandes son los desiertos y todo es desierto.

Grande es la vida, y no vale la pena que haya vida.
Hago la mejor maleta con los ojos de pensar en hacerla

que con el hacerla de las manos facticias (y creo que digo bien).

Enciendo el cigarrillo para retrasar el viaje,

para retrasar al Universo entero.

Vuelve mañana, realidad!

!Basta por hoy, gentes!

!Atrásate, presente absoluto!

Más vale no ser que ser así.
Compradle chocolatina al niño al que sucedí por equivocación

y quitad el letrero porque mañana es infinito.

Pero tengo que hacer la maleta,

tengo, por fuerza, que hacer la maleta,

la maleta.

No puedo llevar las camisas en la hipótesis y la maleta en la razón.

Sí, toda la vida he tenido que hacer la maleta.

la maleta.

No puedo llevar las camisas en la hipótesis y la maleta en la razón.

Sí, toda la vida he tenido que hacer la maleta.

Pero también, toda la vida, me he quedado sentado al borde del montón de camisas,

rumiando, como un buey que no llega a Apis, destino.
Tengo que hacer la maleta de ser.

Tengo que existir haciendo maletas.

la ceniza del cigarrillo cae en la camisa de encima del montón.

Miro a un lado, me doy cuenta de que me estoy durmiendo.

Sólo sé que tengo que hacer la maleta,

y que los desiertos son grandes y todo es desierto,

y cualquier parábola que se refiera a esto, pero ya la he olvidado.
Me levanto de repente todos los Césares.

Voy definitivamente a hacer la maleta.

Hola, he de hacerla y cerrarla;

he de ver llevársela de aquí,

he de insistir independientemente de ella.
Grandes son los desiertos y todo es desierto

salvo error naturalmente.

!Pobre del alma humana  con oasis sólo en el desierto de al lado!
Más vale hacer la maleta.

Fin.
*****
Todas las cartas de amor son

ridículas.

No serían cartas de amor si no fuesen

ridículas.
También escribí en mis tiempos cartas de amor,

como las demás,

ridículas.
Las cartas de amor, si hay amor,

tienen que ser

ridículas.
Quien volviera al tiempo en que escribía

sin darme cuenta

cartas de amor

ridículas.
La verdad es que hoy

mis recuerdos

de aquellas cartas de amor

son los que son

ridículos.
(Todas las palabras esdrújulas,

igual que los sentimientos esdrújulos,

son naturalmente

ridículas.)

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