POETAS 27. Bernardo Soares (Drama em gente IV)

Bernardo Soares fue ayudante de tenedor de libros en la ciudad de Lisboa y compuso el «libro del desasosiego». Fernando Pessoa, que conoció a Bernardo Soares en un restaurante de Lisboa frecuentado por ambos, comenta de él lo siguiente:

«Era un hombre que aparentaba treinta años, delgado, más alto que bajo, exageradamente encorvado cuando estaba sentado, pero no tanto cuando estaba de pie, vestido con cierto desaliño no del todo descuidado. En la cara pálida y sin rasgos particulares se apreciaba un aire de sufrimiento que no le añadía interés, y era difícil definir qué tipo de sufrimiento indicaba ese aire -parecía indicar varios, privaciones, angustias, y aquel sufrimiento que nace de la indiferencia fruto de haber sufrido mucho.

Cenaba siempre poco, y acababa fumando tabaco de hebra. Se fijaba extraordinariamente en los presentes, pero no de manera sospechosa, sino con un interés especial; no los observaba como quien los investiga, sino como interesándose por ellos sin querer concretarles las facciones o detallarles las manifestciones del carácter. Fue ese curioso rasgo el que primero me interesó de él. […]

[…] Nadie le había obligado nunca a hacer nada. Su niñez fue la de un niño solitario. No pasó nunca por ninguna asociación. Nunca asistió a clase. Nunca perteneció a una multitud. Se dio en él el curioso fenómeno que en muchos otros -bien mirado, quién sabe si en todos- se da, de que  las circunstancias accidentales de su vida se habían ido tallando a imagen y semejanza de la dirección de sus instintos, todos de inercia, de distanciamiento.

Nunca tuvo que enfrentarse con las exigencias del estado o de la sociedad. A las exigencias personales de sus instintos él mismo supo hurtarse. Nada lo acercó nunca ni a amigos ni a amantes. Fui yo el único que, de algún modo permanecí en su intimidad. Pero, junto al hecho de haber vivido él siempre bajo una falsa personalidad, y de sospechar yo que él nunca me tuvo realmente por amigo suyo, me di cuenta de que necesitaba acercarse a alguien para dejarle el libro que dejó. Me gusta pensar que, aunque al principio me doliera, cuando me di cuenta de ello, viéndolo todo al fin a través del único criterio digno de psicólogo, me mantuve de igual modo amigo de él y dedicado al objetivo para el que él me habío atrído a sí -la publicación de su «libro del desasosiego».

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Lo que creo que produce en mí el sentimiento profundo en el que vivo, de incongruencia con los otros, es que la mayoría piensa con la sensibilidad, y yo siento con el pensamiento.

Para el hombre vulgar, sentir es vivir y pensar es saber vivir. Para mí, pensar es vivir y sentir no es más que el alimento del pensar

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Entre yo y la vida hay un vidrio tenue. Por más nítidamente que yo vea y comprenda la vida, no puedo tocarla.

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Mi vida es como si me golpeasen con ella.

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  La metafísica siempre me pareció una forma prolongada de locura latente. Si conociéramos la verdad, la veríamos; todo lo demás es sistema y alrededores. Si lo pensamos bien, nos basta la incomprensibilidad del universo; querer comprenderlo es ser menos que hombres, porque ser hombre es saber que no se comprende.

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La única actitud digna de un hombre superior es persistir tenazmente en una actividad que se reconoce inútil, el hábito de una disciplina que se sabe estéril, o el uso fijo de normas de pensamiento filosófico y metafísico cuya importancia se siente como nula.

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  El soñador no es superior al hombre activo porque el sueño sea superior a la realidad. La superioridad del soñador consiste en que soñar es mucho más práctico que vivir, y en que el soñador extrae de la vida un placer mucho mayor y mucho más variado que el hombre de acción. En mejores y más directos términos, el soñador es el verdadero hombre de acción.

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La naturaleza es la diferencia entre el hombre y Dios.

 ***** Revolucionario o reformador –el error es el mismo. Impotente para dominar y reformar su propia actitud  ante la vida, que lo es todo, o su propio ser, que lo es casi todo, el hombre huye hacia un querer modificar a los otros y al mundo exterior. Todo revolucionario, todo reformador, es un evadido. Combatir es no ser capaz de combatirse. Reformar es no tener enmienda posible.El hombre de sensibilidad justa y de recta razón, se se siente preocupado con el mal y la injusticia del mundo, procura evidentemente enmendarla, primero en aquello en lo que en ella más próxima se manifiesta; y eso lo encontrará en su propio ser. Esa obra le llevará toda la vida. 

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El hombre perfecto del pagano era la perfección del hombre que existe; el hombre perfecto del cristiano la perfección del hombre que no existe; el hombre perfecto del budista la perfección de no existir los hombres. 

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El olfato es una vista rara. Evoca paisajes sentimentales con un dibujar rápido del subconsciente. He tenido esa sensación muchas veces. Voy por una calle. No veo nada, o mejor, mirándolo todo, veo lo que ve todo el mundo. Sé que voy por una calle e ignoro que esa calle tiene unos lados formados por casas diferentes y construidas por seres humanos. Voy por una calle. De una panadería sale un olor a pan que por dulzón marea: y mi infancia se alza desde un cierto barrio distante, y otra panadería se me aparece en aquel reino del destino que es todo lo que se nos murió. Voy por una calle. Huele de repente a la fruta del expositor inclinado de la pequeña tienda; y mi breve vida de campo, no sé ya cuándo ni dónde, tiene árboles al final y tranquilidad en mi corazón, indiscutiblemente niño. Voy por una calle. Me trastorna, sin yo esperarlo, un olor a las cajas del carpintero: oh, Cesário mío, te me apareces y yo soy por fin feliz porque regresé, con mis recuerdos, a la única verdad, que es la literatura. 

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No es el amor, sino sus alrededores, lo que vale la pena… 

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La libertad es la posibilidad de mantenerse aislado. Eres libre si puedes apartarte de los hombres, sin que te obligue a recurrir a ellos la falta de dinero, o la necesidad gregaria, o el amor, o la gloria, o la curiosidad, cosas que ni del silencio de la soledad pueden alimentarse. Si te resulta imposible vivir solo, es que naciste esclavo. Puedes poseer todas las grandezas del espíritu, todas las del alma: serás un esclavo noble, o un siervo inteligente, pero no serás libre. Y no es que sea culpa tuya, son exclusivamente del Destino consigo mismo. Ay de ti, sin embargo, si las presiones de la propia vida te obligan a ser esclavo. Ay de ti si, habiendo nacido libre, capaz de bastarte a ti mismo y vivir apartado, la penuria te fuerza a convivir. Esa sí es tu tragedia, la que arrastras contigo.Nacer libre es la mayor grandeza del hombre, lo que hace al humilde ermitaño superior a los reyes y a los mismos dioses, que a sí mismos se bastan por la fuerza, y no por el desprecio de la fuerza. 

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Mi alma es una orquesta oculta; no sé qué instrumentos tocan y chirrían, cuerdas y arpas, timbales y tambores, dentro de mí. Sólo me conozco como sinfonía. 

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Siempre me ha preocupado, en esas horas casuales de desprendimiento en que tomamos conciencia de nosotros mismos como individuos que somos otros para los otros, imaginarme la figura que haré físicamente, y hasta moralmente, para aquellos que me contemplan y me hablan todos los días o de manera accidental. Estamos todos acostumbrados a considerarnos como primordialmente realidades mentales, y a considerar a los otros como directamente realidades físicas; vagamente nos consideramos como personas físicas destinadas a la mirada ajena; vagamente consideramos a los otros como realidades mentales, pero sólo en el amor o en los conflictos tomamos verdadera conciencia de que los otros tienen sobre todo alma, como nosotros la tenemos para nosotros mismos.Me pierdo por eso a veces en un fútil imaginar qué especie de persona seré para los que me ven, cómo será mi voz, qué tipo de figura dejo inscrita en la memoria involuntaria de los otros, de qué manera mis gestos, mis palabras, mi vida aparente se graban en las retinas de la interpretación ajena. Nunca conseguí verme desde fuera. No hay espejo que nos muestre a nosotros mismos como afueras, porque no hay espejo que nos saque de nosotros mismos. Se necesitaría otra alma, otra colocación del mirar y del pensar. Si yo fuera actor habitual de cine, o grabara en discos donde oír mi voz en un tono elevado, estoy seguro de que seguiría igualmente lejos de saber lo que soy del otro lado, pues, quiéralo o no, se grabe de mí lo que se grabe, sigo siempre aquí dentro, en la quinta de altos muros de mi conciencia de mí. 

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Todo placer es un vicio, porque buscar el placer es lo que todos hacen en la vida, y el único vicio negro consiste en hacer lo que hace todo el mundo. 

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La vida es un viaje experimental, realizado sin querer. Es un viaje del espíritu a través de la materia, y como es el espíritu el que viaja, es dentro de él donde se vive.Hay por eso almas contemplativas que han vivido más intensa, más extensa y más tumultuosamente que otras han vivido en el exterior. El resultado lo es todo. Lo que se sintió fue lo que se vivió. Se retira uno tan cansado de un sueño como de un trabajo visible. Nunca se vivió tanto como cuando se pensó mucho.[…]  !He vivido tanto sin haber vivido! ¡He pensado tanto sin haber pensado! Pesan sobre mí mundos de violencias en suspenso, de aventuras vividas sin dar un solo paso. Me siento colmado de lo que nunca tuve ni tendré, hastiado de dioses que no han existido todavía. Arrastro conmigo las heridas de todas las batallas que evité. Siento mi cuerpo muscular molido por el esfuerzo que ni llegué a pensar hacer. 

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Pasé entre ellos como extranjero, y sin embargo ninguno vio que yo lo era. Viví entre ellos como espía y nadie, ni siquiera yo, sospecho que lo fuese. Todos me tenían por pariente: ninguno sabía que me habían cambiado en la cuna. Así fui igual a los otros sin parecerme a ellos, hermano de todos ellos sin ser de la familia.Venía de tierras prodigiosas, de paisajes mejores que la vida, pero de esas tierras nunca hablé sino conmigo mismo, y de esos paisajes, vistos cuando soñaba, nunca les di noticia. Mis pasos eran como los de ellos sobre las baldosas y las losas, pero mi corazón estaba lejos, aunque latiese cerca, señor falso de un cuerpo desterrado y extraño.Nadie me conoció bajo la máscara de la identidad, ni supo nunca que era máscara, porque nadie sabía que en este mundo hay enmascarados. Nadie supuso que a mi lado hubiera siempre otro, que al final era yo. Siempre me creyeron idéntico a mí mismo.Me acogieron en sus casas, sus manos apretaron las mías, me vieron pasar por la calle como si yo estuviera allí; pero quien yo soy nunca estuvo en aquellas salas, quien yo me vivo no tiene manos que otros puedan apretar, quien yo me sé no tiene calles por donde pasar, a no ser que sean todas las calles, ni posibilidad de ser visto por ellas, a no ser que él mismo sea todos los demás.Vivimos todos lejanos y anónimos; disfrazados, sufrimos sin ser conocidos. A unos, sin embargo, está distancia entre un ser y ellos mismos nunca se les revela; a otros se les ilumina alguna que otra vez, con horror y con pena, gracias a un relámpago sin límites; pero para otros más es esa la dolorosa constancia y cotidianidad de la vida.Saber bien que quienes somos no tiene que ver con nosotros, que lo que pensamos o sentimos es siempre una traducción, que lo que queremos no lo quisimos, ni quizás lo haya querido nadie –saber todo eso minuto a minuto, sentir todo eso en cada sentimiento ¿no será eso ser extranjero en la propia alma, exiliado en las propias sensaciones? […] 

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El hombre no debe poder ver su propia cara. Eso es lo más terrible de todo. La Naturaleza le dio el don de no poderla ver, como también el de no poder mirar sus propios ojos.Sólo en el agua de los ríos y de los lagos podía él contemplar su rostro. Pero hasta la postura que había de adoptar era simbólica. Tenía que curvarse, inclinarse para cometer la ignominia de verse.El inventor del espejo envenenó el alma de los hombres.

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