POETAS 30. Omar Khayyam
Omar Khayyam fue un poeta, astrónomo y matemático persa nacido en Naishapur (Irán) a mediados del siglo XI. Hizo famosas las cuartetas en que escribía sus versos, los rubai. Su poemario se conoce como Rubaiyat.
(Como nota biográfica se iba a colocar un comentario hecho sobre Khayyam por Fernando Pessoa-Bernardo Soares. Como ahora no es posible, se hará mención de estas palabras de Fernando Pessoa (o de Bernardo Soares) en un posterior comentario a esta «entrada».)
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el tiempo, inexorable, va fluyendo. ¿Qué ha sido
de Bagdad y de Balk? Un leve roce puede
matar la rosa. Bebe, y al mirar las estrellas
medita en las culturas que se tragó el desierto.
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Créeme, bebe vino. El vino es vida eterna,
filtro que nos devuelve la juventud. Con vino
y alegres compañías, la estación de las rosas
vuelve. Goza el fugaz momento que es la vida.
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Amigos, con buen vino alimentadme, para
que se cambie en rubí el ámbar de mi rostro.
Haced que cuando muera se me lave con vino
y sea mi ataúd de madera de cepa.
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Entonces mis cenizas, aunque estén bajo tierra,
el aire llenarán de embriagador aroma;
y el creyente, al pasar al lado de mi tumba,
sin poder remediarlo ha de sentirse ebrio.
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111
Llena otra vez la copa que nos libra del yugo
de las vanas angustias y las vanas zozobras.
Mañana quizás estemos perdidos en el fondo
de ese pozo terrible y oscuro de los siglos.
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Flautas, aromas, copas, cabelleras doradas
y ojos serenos, son cual juguetes que el tiempo
destruye. Reflexión, soledad, oraciones
y trabajo, cenizas son que el tiempo disipa.
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Juré enmendarme un día. Quise hacer penitencia.
A buen seguro estaba ebrio en aquel momento.
Más, cargada de rosas, llegó la primavera
y se redujo a nada mi tan frágil propósito.
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Frecuenté mucho el trato de sabios y de doctos
en mi edad juvenil. Grandemente admiraba
doctrinas, teorías… Pero al dejar sus aulas
estaba más confuso que al penetrar en ellas.
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También lo mismo que ellos, yo sembré la semilla
de la sabiduría, y me ha sacrificado
para que germinase. Coseché estas verdades:
que vine como el viento, que me iré como el agua.
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¿Has contemplado el mundo? Cuanto has visto no es nada.
Nada cuanto has oído y nada cuanto has dicho.
Y nada es, asimismo, que te hayas entregado
a la meditación, solitario, en tu casa.
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175
Igual que una linterna mágica es esta Rueda
en torno de la cual vamos todos girando:
la lámpara es el sol, el mundo la pantalla,
nosotros las imágenes que pasan y se esfuman.
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207
El día que yo muera se acabarán las rocas,
los labios, los cipreses, las albas, los crepúsculos,
la pena y la laegría. Y el mundo habrá dejado
de ser, que su existencia está en nosotros mismos.
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211
El barro con que fue plasmado el primer hombre,
para moldear al último ha de servir un día.
Y cuanto en la primera madrugada fue dicho,
repetido será el postrer crepúsculo.
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162
¿Sabes? Aquel Khayyam que cosía las telas
del saber, cayó a un horno y murió calcinado.
Ha cortado Azrael las cuerdas de su tienda
y la Muerte ha vendido su polvo a bajo precio.
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248
Cuando muera, intentad reanimarme con vino.
Si no lo conseguís, lavad con él mi cuerpo
y amortajadme con un sudario de pámpanos.
Y haced que se me entierre en un jardín florido.